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La manera como yo planteo el estudio de la Historia

Vie Oct 23, 2015 12:23 am por Genaro Chic

En la primera parte de esta obra [abajo indicada] hemos expuesto lo que entendemos que pueden ser unos principios intelectivos generales para la comprensión de la Historia Económica, con independencia del lugar y momento de aplicación de los mismos. Para ello se ha partido, como recomendaba C.M. Cipolla, de los condicionamientos biológicos que son de momento insoslayables en la consideración de cualquier comportamiento cultural que pueda ser desarrollado por el hombre; y nos hemos basado en los recientes estudios sobre el cerebro humano, que ponen de relieve cómo el planteamiento emocional se da de manera inextricable junto con el que denominamos racional (de ratio, cuenta), y, en función de ello, cómo lo cuantitativo ha de ser siempre contrastado con lo cualitativo, que es su contrapartida de la que difícilmente se libra del todo.

           Hemos considerado las dos maneras de entender las relaciones humanas en función de estos presupuestos. Y mientras el pensamiento emocional no conoce límites precisos, aunque se tiene plena conciencia de que no es infinito en la consideración de su objeto de análisis, sucede lo contrario con el pensamiento racional, el propio de la cuantificación de unidades concretas y teóricamente infinitas en número. Entendemos que son dos maneras de percibir la realidad que son inconmensurables, pero que sin embargo paradójicamente forman sistema, y a éste es al que hay que atender en último extremo.

           También hemos planteado que, formando sistema las dos formas de pensamiento,  el desarrollo de una tiende a compensarse de forma automática con el de la otra, a la que no podemos denominar estrictamente complementaria porque eso sólo se podría hacer desde un planteamiento racional, que separa de forma nítida los elementos de análisis. Y hemos puesto como ejemplo de ello lo que hemos denominado la “santísima dualidad” del ser humano, compuesto por varón y mujer, dos formas personales distintas –con intereses vitales distintos en parte- en un solo ser humano verdadero. Porque el hombre (mulier o vir) ha sido el objeto fundamental de nuestro estudio, en este caso desde la perspectiva  de su comportamiento económico. De ahí que hayamos considerado su análisis desde la perspectiva de una “lógica difusa” por la sencilla razón de que un planteamiento académico (que no es el único que se puede dar, evidentemente) necesariamente ha de partir de una lógica; pero esta lógica no puede dejar de lado la importancia de los planteamientos realizados desde otra perspectiva, como puede ser la emocional. El resultado de este tipo de observación dual nunca será por supuesto exacto (en términos lógicos tradicionales), desde el momento en que admite que en todo orden hay implícito un caos de la misma manera que lo contrario, pero no por ello es menos verdadero. Porque, como diría B. Kemp, los estudios académicos “sólo cobran vida cuando inhalan los vapores de la ficción histórica”, o sea de lo no cuantificable. La dificultad, pues, estará en encontrar la complementariedad por encima de la contradicción entre dos planteamientos que parecen irreductibles pero que se apoyan mutuamente. No es cómoda ni consoladora, pero una tarea intelectual de este tipo entendemos que merece la pena ser emprendida en una época como ésta, que lleva más de un siglo superando los estrictos límites del racionalismo ilustrado que triunfó hace doscientos cincuenta años y que ha dado como fruto precisamente la necesidad de buscar las posibilidades que hay más allá de él.

           Es así que hemos hablado de dos tipos de economía, la de prestigio y la de mercado, que sólo son perceptibles claramente desde el punto de vista metodológico (qué corresponde a planteamientos emocionales y qué a otros racionales), pues entendemos que nunca se han encontrado separadas del todo, por algo que es claramente perceptible en los comportamientos humanos: que en todo planteamiento racional hay algo irracional (piénsese por ejemplo en los pre-juicios) y viceversa. Pero pensamos que la división metodológica nos ayuda a clasificar unos hechos que, por otro lado, no son del todo clasificables. O sea, que nos ayuda a buscar el orden subyacente en el caos de las actuaciones económicas. Unas actuaciones que no son separables, en este esquema, de otros comportamientos humanos que ponen más el acento en conseguir metas distintas de las que se propone una actuación económica. De manera que podemos decir que la economía siempre está inserta, empotrada o encamada, en otras formas de vida social, aunque la manera en que estas formas se articulan es distinta en función del horizonte mental en que se consideren. Entendemos que, desde un punto de vista racional, no hay dos maneras de comprender la economía, sino infinitas, siendo todo planteamiento distinto de cualquier otro similar que se pueda aplicar para analizar un momento y espacio concretos; pero que, a pesar de ello, se puede discernir un cierto continuum en la marcha de los acontecimientos económicos, entre otras razones porque el cerebro humano no permite dar saltos en el vacío. Aunque haya una forma emocional y otra racional de percibir la realidad, una que toma en cuenta los aspectos cualitativos y otra los cuantitativos, no podemos decir que haya dos realidades distintas. Por ello pensamos que el fenómeno económico ha de ser analizado como único, aunque desde una perspectiva dual. En la práctica, en un planteamiento de economía de prestigio versus economía de mercado, lo importante resulta ser precisamente el “versus”, lo que surge de la mezcla, mayor o menor, de ambas perspectivas, de su complementariedad.

           En las páginas que siguen pretendemos ofrecer un ejemplo de la aplicación de los principios enunciados a una época y un momento histórico concretos, como es el del mundo que se desarrolla en torno al Mediterráneo entre la época en que los sistemas económicos palaciegos de lo que nosotros denominamos Próximo Oriente abandonan su época de mayor esplendor, y aquella otra en que parece que recuperan vigencia aunque desde una perspectiva muy distinta, pasando por una etapa intermedia de fuerte desarrollo del individualismo económico (y no sólo económico, por supuesto). Para ello vamos a tomar como línea directriz la actuación comercial, en la que pretendemos mostrar que el grado de individualismo que en ella se da, ha ido variando con el tiempo.

           No pretendemos hacer una historia económica de este ámbito, entre otras cosas porque entendemos que el espacio mediterráneo difícilmente se puede separar para su contemplación histórica, por lo menos, de la del resto del continente euro-asiático, del que forma parte, como tampoco del africano. Este trabajo estará por hacer de momento mientras no mejoren nuestras técnicas de control y procesamiento de la información, que están desarrollándose con fuerza en los últimos años. Ni siquiera pretendemos ofrecer una evolución detallada de los comportamientos que vamos a considerar, sino sólo abrir vías, a través de la ejemplificación, de las posibilidades que ofrece un análisis realizado desde los presupuestos que lo hacemos. Es evidente que si –contrariamente a lo que de entrada pensamos- la aplicación de dichos principios teóricos no funciona, habrá que cambiarlos, o por lo menos perfeccionarlos. Las líneas que siguen han de entenderse, por consiguiente, como una invitación a realizar esta tarea de comprobación y sustitución con vistas a mejorar las ansias de saber que como seres humanos poseemos.

G. CHIC GARCÍA, El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad, Tres Cantos (Madrid), 2009, pp. 217-219.



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