La cultura del arrozal
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La cultura del arrozal
Buenas. Acabo de leer el libro de Malcolm GLADWELL, "Fueras de serie. Por qué unas personas tienen éxito y otras no", Ed. Taurus, Madrid, 2009. Gladwell es psicólogo, "agitador cultural" (como lo describe la editorial en la solapilla) y escritor de bestsellers. Algunos los recordaréis por el libro "Inteligencia intuitiva", que tuvo bastante éxito. En fin, que en esta nueva producción Gladwell analiza los mecanismos por los que las personas alcanzan el éxito social, o bien por los que se quedan en el camino aunque reúnan los requisitos personales básicos. No voy a entrar a reventar la lectura haciendo un resumen de tales mecanismos, simplemente apuntaré que dos de ellos son el factor cultural y el medioambiental. El autor pone, al respecto, el ejemplo de la “cultura del arrozal”, es decir, la que comparten las regiones que han basado sus economías, en el pasado, en la agricultura del arroz (China, Corea, Japón…). Resulta que distintos estudios demuestran que los alumnos que demuestran mayor destreza en Matemáticas (considerada como una de las disciplinas menos asequibles para el estudiante medio) son precisamente los que provienen de estas regiones; y también son los que más tiempo dedican al estudio en general...
Y todo ello tiene su anclaje en razones culturales y medioambientales: el cultivo del arroz es, por sus condicionamientos (riego, preparación de terrazas, abonado, peculiaridades de la siembra y la cosecha etc.), uno de los más complejos del planeta. Para el agricultor oriental de otros tiempos requería una dedicación que rozaba las 3.000 horas de trabajo anuales, lo que crea una disciplina y una actitud favorable al sacrificio que no comparten los agricultores que se dedican, por ejemplo, al cultivo del trigo. Esto persiste incluso cuando el individuo en cuestión no se ha dedicado personalmente a esta actividad, pero recibe el código mental por vía de la educación y la herencia cultural. Naturalmente tal predisposición al trabajo duro se iría perdiendo con el tiempo, bien que no deja de ser estimulante la idea de que “somos (en parte) lo que producimos”. En China, por ejemplo, el cultivo del arroz moldea incluso el panorama de las relaciones sociales:
“Los campesinos de Europa trabajaban esencialmente como esclavos mal pagados de un terrateniente aristocrático, sin apenas control sobre su propio destino. Pero China y Japón nunca desarrollaron aquella clase de opresivo sistema feudal, porque el feudalismo sencillamente no funciona en una economía de arrozal. El cultivo de arroz es demasiado intrincado para un sistema que requiere que se obligue a los campesinos mediante la intimidación a salir a los campos cada mañana. En los siglos XIV y XV, los terratenientes de China central y meridional mantenían una relación de prácticamente nula intervención en el usufructo que ejercían sus arrendatarios: mientras éstos satisfacieran las rentas que les tocaba pagar, podían llevar el negocio como quisieran”. (M. Gladwell, op.cit., p. 243).
Recuerdo estas ideas por si podéis reflexionar al respecto o añadir algún paralelismo histórico. Por cierto, que en el libro de Gradwell (p. 245) aparece una frase que a mí me parece digna de consideración:
“La fe en el trabajo debería ser un atributo de belleza”.
Abrazos.
Y todo ello tiene su anclaje en razones culturales y medioambientales: el cultivo del arroz es, por sus condicionamientos (riego, preparación de terrazas, abonado, peculiaridades de la siembra y la cosecha etc.), uno de los más complejos del planeta. Para el agricultor oriental de otros tiempos requería una dedicación que rozaba las 3.000 horas de trabajo anuales, lo que crea una disciplina y una actitud favorable al sacrificio que no comparten los agricultores que se dedican, por ejemplo, al cultivo del trigo. Esto persiste incluso cuando el individuo en cuestión no se ha dedicado personalmente a esta actividad, pero recibe el código mental por vía de la educación y la herencia cultural. Naturalmente tal predisposición al trabajo duro se iría perdiendo con el tiempo, bien que no deja de ser estimulante la idea de que “somos (en parte) lo que producimos”. En China, por ejemplo, el cultivo del arroz moldea incluso el panorama de las relaciones sociales:
“Los campesinos de Europa trabajaban esencialmente como esclavos mal pagados de un terrateniente aristocrático, sin apenas control sobre su propio destino. Pero China y Japón nunca desarrollaron aquella clase de opresivo sistema feudal, porque el feudalismo sencillamente no funciona en una economía de arrozal. El cultivo de arroz es demasiado intrincado para un sistema que requiere que se obligue a los campesinos mediante la intimidación a salir a los campos cada mañana. En los siglos XIV y XV, los terratenientes de China central y meridional mantenían una relación de prácticamente nula intervención en el usufructo que ejercían sus arrendatarios: mientras éstos satisfacieran las rentas que les tocaba pagar, podían llevar el negocio como quisieran”. (M. Gladwell, op.cit., p. 243).
Recuerdo estas ideas por si podéis reflexionar al respecto o añadir algún paralelismo histórico. Por cierto, que en el libro de Gradwell (p. 245) aparece una frase que a mí me parece digna de consideración:
“La fe en el trabajo debería ser un atributo de belleza”.
Abrazos.
F.J. Guzmán- Mensajes : 1
Fecha de inscripción : 17/02/2011
Re: La cultura del arrozal
Creo que es un excelente ejemplo de lo que es la cultura (o represión de las pulsiones primarias para encaminarlas a objetivos conscientes), que no estamos acostumbrados a considerar por nuestro eurocentrismo de “cultivadores de trigo”. No me había parado a considerar este aspecto de la complejidad técnica del cultivo de este otro cereal (acuático) que es el trigo y las implicaciones culturales tan amplias que tiene. Ahora entiendo mejor que los “chinos” en general tengan esa afición al trabajo que está haciendo que se puedan apoderar del comercio minorista –por lo menos- en nuestras ciudades consumistas.
Es desde luego un ambiente cultural, por exigencias del guión, muy distinto del que ofrece un libro igualmente recomendable, aunque en este caso dedicado a Europa. Me refiero al de P. Kriedte, Hans Medick y Jürgen Schlumbohm relativo a las características de las sociedades preindustriales: Industrialización antes de la industrialización, E. Crítica, Barcelona, 1986. Me parece evidente ahora que las raíces de la industrialización tienen que ser bien distintas en una y otra zona, que por cierto siempre se atrajeron mutuamente, como puede verse en un libro reciente que merece la pena leer. Me refiero al de R. McLaughlin, Rome and the Distant East. Trade Routes to the ancient lands of Arabia, India and China, Londres, 2010, que por vez primera, que yo sepa, considera al mismo tiempo la documentación del Imperio romano y del chino de los emperadores Han (aparte de textos indios y zonas adyacentes). Puede bajarse por internet (Si ofrece problemas, yo puedo pasar una copia en PDF). Lo recomiendo, ahora que la historia empieza a escribirse por fin como algo universal (el conjunto es distinto de la suma de sus partes).
Gracias, Javier.
Es desde luego un ambiente cultural, por exigencias del guión, muy distinto del que ofrece un libro igualmente recomendable, aunque en este caso dedicado a Europa. Me refiero al de P. Kriedte, Hans Medick y Jürgen Schlumbohm relativo a las características de las sociedades preindustriales: Industrialización antes de la industrialización, E. Crítica, Barcelona, 1986. Me parece evidente ahora que las raíces de la industrialización tienen que ser bien distintas en una y otra zona, que por cierto siempre se atrajeron mutuamente, como puede verse en un libro reciente que merece la pena leer. Me refiero al de R. McLaughlin, Rome and the Distant East. Trade Routes to the ancient lands of Arabia, India and China, Londres, 2010, que por vez primera, que yo sepa, considera al mismo tiempo la documentación del Imperio romano y del chino de los emperadores Han (aparte de textos indios y zonas adyacentes). Puede bajarse por internet (Si ofrece problemas, yo puedo pasar una copia en PDF). Lo recomiendo, ahora que la historia empieza a escribirse por fin como algo universal (el conjunto es distinto de la suma de sus partes).
Gracias, Javier.
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Re: La cultura del arrozal
He tenido acceso a través de internet a una Tesis Doctoral leída en Juilo del pasado año. Se trata de la de E. Spanier, The Good Farmer in Ancient Rome: War, Agriculture and the Elite from the Republic to Early Empire, Tesis Doctoral, University of Washington, 2010. Ann Arbor. Me ha dado qué pensar al respecto.
En sus páginas 258-260 resume un capítulo dedicado a la mentalidad del tratadista agrícola gaditano, de la época de Nerón (54-68), M. Junio Moderato Columela. Tras un análisis de la época y de sus circunstancias -como hace el libro de M. Gladwell recomendado por Javier- llega a la conclusión de que este hombre, que ya no puede esperar ya grandes éxitos como militar (que lo fue) en la época imperial que le había tocado vivir, sigue la doctrina estoica en la que se combina el respeto a la naturaleza con el perfeccionamiento personal, y alienta a sus pares a buscar el éxito en el dinero obtenido con una paciente dedicación a una agricultura orientada a obtener excedentes para comercializarlos. Y nada mejor para ello que dedicarse a la producción de vinos, que al no ser un artículo de primera necesidad tenía -como suele ser- un valor añadido más alto, aunque eso exigía dedicación al negotium (al no otium u ocio) y capacidad de invertir con riesgo, como si se tratase de una empresa militar, con toda su escala de mandos, que es lo que la autora percibe. Hay por ello en Columela una inclinación al mercantilismo que nos acerca al capitalismo, lo que no fue frecuente en el Imperio Romano, sobre todo después de él. El capitalismo industrial, que es el que ha marcado nuestra época, aún tardaría en aparecer. ¿No pasó lo mismo en Oriente?
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
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