¿Se puede salir de la crisis?
Página 1 de 1.
¿Se puede salir de la crisis?
En un artículo publicado en El Mundo [ver en https://prestigiovsmercado.foroes.org/t83-el-emperador-tiberio-y-la-falta-de-liquidez#268 ] hay una falsedad que no es inocente: se dice que –para salvar el problema de la deuda privada- Tiberio puso a disposición de los deudores y a bajo crédito 100 millones de sestercios" a través de los bancos", cosa que Tácito no dice. Lo que sí dice es que es el emperador, o sea el Estado (con el que se identificaba), el que presta directamente para solucionar la crisis. Pero, ¿se va a meter un periódico con los bancos, con lo que les debe?
Teniendo en cuenta que el dinero hoy en día no es más que una serie de apuntes contables que se han generado del "ius kamelandi" (que diría un gitano) de los bancos, un político con más testosterona y generosidad que la Merkel y compañeros mártires puede hacerlo desaparecer igualmente en su parte sobrante y coger la sartén por el mango creando otro que se ajuste a la riqueza real. Tan sencillo como esto, pero evidentemente no hay nadie que tenga valor de hacerlo hoy por hoy, entre otras cosas porque la gente se sigue creyendo que el dinero realmente existe y está en alguna parte que no sea solo nuestra imaginación. Es pura magia: no existe pero funciona. Y luego dicen que los reyes taumaturgos (milagreros) son una cosa de la Edad Media de la que hablaba Marc Bloch (una selección tomada de este libro precioso que te explica los milagros que era capaz de realizar un rey y la gente se lo creía la puedes bajar de http://www.mediafire.com/?izmhod3yj5t saltando la publicidad).
Claro que ya se sabe lo que le pasa a los que se meten con lo sagrado, o sea comenten sacrilegio: La Inquisición los pilla y los entrega al "brazo secular". Que le pregunten al espíritu de César qué le pasó por haber realizado una quita del 26 % a los deudores de los banqueros (entre ellos su amado asesino Marco Junio Bruto, del que Cicerón -que no era precisamente amigo de César- nos dice que prestó a Creta, aprovechando sus necesidades de pagar una deuda soberana, al 48 %). El cuento, sin embargo, que le contamos a los niños es que lo mataron por salvar a la República: es lo políticamente correcto. Como se cuenta que fue el pacifismo de Gandih el que logró la independencia de India. Aunque desde luego es evidente su papel como formador de conciencia, fundamental para generar una salida al problema.
Cuando yo era un veinteañero que daba clase en el Colegio Universitario de Cádiz (que luego se convertiría en Facultad) recibí -en aquel momento de la muerte de Franco- una lección de un alumno que era comandante. Me dijo: “Convéncete, esto ha pasado desde los hititas, el que tiene la sartén por el mango no la suelta si no se la quitan”. Y para eso hay que mostrar más fuerza que el contrario. Sea el tipo de fuerza que sea.
La gente, en general, no queremos que nos hagan reflexionar, sino que nos mantengan y entretengan (pan y circo, gran expresión de Juvenal), por eso ganan más dinero y tienen más fama los futbolistas o amantes de quien sea (por envidia de su relación con los famosos) que los científicos, aunque inventen vacunas contra el cáncer. Por la misma razón se está siempre dispuesto a correr en auxilio del vencedor, que es el que puede darte el pan y el circo.
Cuando la clase alta debilita -por miedo y egoísmo- a la clase media, no hace sino suprimir la barrera que la protege frente a la clase baja; que a su vez siente como enemigo más próximo y accesible a la que tiene más cercana. Cuando ni los pobres ni los ricos protegen, sino explotan, a la clase media, se está marcando el principio del fin de la convivencia. Por algo cuando la clase media es fuerte se dice que ha desaparecido la lucha de clases. Esa que ahora necesariamente resucita al debilitarse la clase media.
La lucha ha sido siempre de jefes, y de ahí que ellos sean responsables de formar el tipo de pueblo que los siga, pues sólo ellos pueden hacerlo cambiar. Si es que realmente quieren y no sólo mantener su aplauso (o voto) mientras puedan satisfaciendo sus pasiones, que son más fáciles de calmar -y gustan más- que sus reflexiones. Democráticos o no, el pueblo siempre ha necesitado jefes a los que seguir. Y si no los tiene, los buscará, como siempre ha pasado.
Perdonen este exabrupto, pero
Teniendo en cuenta que el dinero hoy en día no es más que una serie de apuntes contables que se han generado del "ius kamelandi" (que diría un gitano) de los bancos, un político con más testosterona y generosidad que la Merkel y compañeros mártires puede hacerlo desaparecer igualmente en su parte sobrante y coger la sartén por el mango creando otro que se ajuste a la riqueza real. Tan sencillo como esto, pero evidentemente no hay nadie que tenga valor de hacerlo hoy por hoy, entre otras cosas porque la gente se sigue creyendo que el dinero realmente existe y está en alguna parte que no sea solo nuestra imaginación. Es pura magia: no existe pero funciona. Y luego dicen que los reyes taumaturgos (milagreros) son una cosa de la Edad Media de la que hablaba Marc Bloch (una selección tomada de este libro precioso que te explica los milagros que era capaz de realizar un rey y la gente se lo creía la puedes bajar de http://www.mediafire.com/?izmhod3yj5t saltando la publicidad).
Claro que ya se sabe lo que le pasa a los que se meten con lo sagrado, o sea comenten sacrilegio: La Inquisición los pilla y los entrega al "brazo secular". Que le pregunten al espíritu de César qué le pasó por haber realizado una quita del 26 % a los deudores de los banqueros (entre ellos su amado asesino Marco Junio Bruto, del que Cicerón -que no era precisamente amigo de César- nos dice que prestó a Creta, aprovechando sus necesidades de pagar una deuda soberana, al 48 %). El cuento, sin embargo, que le contamos a los niños es que lo mataron por salvar a la República: es lo políticamente correcto. Como se cuenta que fue el pacifismo de Gandih el que logró la independencia de India. Aunque desde luego es evidente su papel como formador de conciencia, fundamental para generar una salida al problema.
Cuando yo era un veinteañero que daba clase en el Colegio Universitario de Cádiz (que luego se convertiría en Facultad) recibí -en aquel momento de la muerte de Franco- una lección de un alumno que era comandante. Me dijo: “Convéncete, esto ha pasado desde los hititas, el que tiene la sartén por el mango no la suelta si no se la quitan”. Y para eso hay que mostrar más fuerza que el contrario. Sea el tipo de fuerza que sea.
La gente, en general, no queremos que nos hagan reflexionar, sino que nos mantengan y entretengan (pan y circo, gran expresión de Juvenal), por eso ganan más dinero y tienen más fama los futbolistas o amantes de quien sea (por envidia de su relación con los famosos) que los científicos, aunque inventen vacunas contra el cáncer. Por la misma razón se está siempre dispuesto a correr en auxilio del vencedor, que es el que puede darte el pan y el circo.
Cuando la clase alta debilita -por miedo y egoísmo- a la clase media, no hace sino suprimir la barrera que la protege frente a la clase baja; que a su vez siente como enemigo más próximo y accesible a la que tiene más cercana. Cuando ni los pobres ni los ricos protegen, sino explotan, a la clase media, se está marcando el principio del fin de la convivencia. Por algo cuando la clase media es fuerte se dice que ha desaparecido la lucha de clases. Esa que ahora necesariamente resucita al debilitarse la clase media.
La lucha ha sido siempre de jefes, y de ahí que ellos sean responsables de formar el tipo de pueblo que los siga, pues sólo ellos pueden hacerlo cambiar. Si es que realmente quieren y no sólo mantener su aplauso (o voto) mientras puedan satisfaciendo sus pasiones, que son más fáciles de calmar -y gustan más- que sus reflexiones. Democráticos o no, el pueblo siempre ha necesitado jefes a los que seguir. Y si no los tiene, los buscará, como siempre ha pasado.
Perdonen este exabrupto, pero
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
F. de Quevedo Villegas (1623)
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Re: ¿Se puede salir de la crisis?
Escribía hace unos días Juan Manuel de Prada:
Las siete trompetas
Escribía León Bloy que, cada vez que quería enterarse de las últimas noticias, leía el Apocalipsis. Y es que, en efecto, en el Apocalipsis —bajo su aparente lenguaje críptico—, encontramos una explicación honda de las vicisitudes de la Historia humana. Ocurre así, por ejemplo, en la narración de las 'siete trompetas’. Un ángel toca la trompeta y sobre la humanidad se abaten plagas horrendas y arrasadoras; pero los hombres, en lugar de escarmentar, perseveran en el error: «Y los hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras salidas de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, los cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos». Con lo que, a la plaga sufrida, sobreviene otra plaga todavía mayor. Esta pertinacia en el error es una de las notas más constantes de la Historia humana: inexplicable si no consideráramos la intervención del misterio de iniquidad.
Lo estamos viendo en el desenvolvimiento de lo que los medioletrados llaman 'crisis económica', auténtica plaga bíblica que, como ocurre siempre, tiene su origen en una obra salida de manos humanas: el 'dinero fantasma' al que aludíamos en un artículo anterior, la conversión del dinero en un 'ídolo' que ha dejado de ser un signo que representa el valor de las cosas para multiplicarse por arte de birlibirloque, desligado de la riqueza real. Bastaría sumar el producto interior bruto de todas las naciones de la tierra, por un lado, y el valor —¡mucho mayor!— que se atribuye al dinero fantasma que fluye por los mercados financieros, por otro, para que concluyéramos que, en efecto, esa multiplicación es una 'hechicería' y un 'hurto'; y para que comprendiéramos que, cada vez que se trata de hacer efectivo ese 'dinero fantasma' -cada vez que un Estado paga el plazo de su deuda a los 'inversores' financieros, cada vez que se realiza una operación bursátil que hace millonarios a tales 'inversores'-, lo que en realidad se está haciendo es detraer dinero de la esquilmada economía real. Pues, no siendo el dinero un espíritu, sino un signo que representa el valor de las cosas solo puede hacerse 'real', encarnándose en las cosas que existen; o —como ocurre en los birlibirloques financieros- vampirizándolas, hasta dejarlas exprimidas y exhaustas. Por eso nos suben los impuestos, nos bajan los sueldos o reducen las llamadas 'prestaciones' sociales (que no son sino 'contraprestaciones’, puesto que previamente las hemos pagado): porque el 'dinero fantasma', para no ser un mero cómputo que se pasea errabundo por los terminales informáticos de los mercados financieros, necesita 'corporeizarse', aniquilando a la víctima que le presta su sustento.
Para exorcizar esta plaga, bastaría con que renunciáramos a la obra salida de nuestras manos; esto es, que dejásemos de 'adorar' ese daimon que es el dinero fantasma. Bastaría, en fin, con que renegáramos de la 'hechicería' (la multiplicación fantasmática del dinero) y del 'hurto' (la depredación de la economía real, perpetrada a través de las exacciones arriba mencionadas), instaurando una economía en la que el dinero volviera a ser un signo de la riqueza real de las naciones, recuperando aquella noción de economía como 'administración razonable de los bienes que se necesitan para la propia vida' que preconizase Aristóteles, frente a esa noción funesta de crematística o 'arte de enriquecerse sin límites' que el mismo Aristóteles consideraba perversión de la economía, consistente en hacer creer que el dinero puede ordeñarse como si fuese una vaca. Pero el dinero no se puede ordeñar, solo se puede consumir; y cada vez que la 'hechicería' de los mercados financieros finge que lo está ordeñando, lo que en realidad hace es consumirlo, consumiéndonos.
Todo lo que hasta la fecha se ha intentado para paliar la crisis no hace sino agravarla: los 'salvamentos' a la banca, los 'ajustes fiscales', la 'flexibilización' del mercado laboral, los 'recortes' en las prestaciones, etcétera, no son sino expresiones eufemísticas de la consunción de la economía real, con la que se pretende —inútilmente— alimentar el agujero negro generado por el dinero fantasma. Agujero que nunca será saciado, porque cada vez que recibe una nueva transfusión de sangre multiplica su frenesí vampírico; y todo intento estéril de saciarlo solo provocará que a la plaga que estamos padeciendo se suceda otra plaga aún mayor, como nos enseña la narración de las siete trompetas.
www.juanmanueldeprada.com
www.xlsemanal.com/prada 3 de junio de 2012
Si razonas te darás cuenta de que todas las creencias se pueden cambiar, pero hay que tener valor para hacerlo. Lo que no dejarás es de tener creencias.
Las siete trompetas
Escribía León Bloy que, cada vez que quería enterarse de las últimas noticias, leía el Apocalipsis. Y es que, en efecto, en el Apocalipsis —bajo su aparente lenguaje críptico—, encontramos una explicación honda de las vicisitudes de la Historia humana. Ocurre así, por ejemplo, en la narración de las 'siete trompetas’. Un ángel toca la trompeta y sobre la humanidad se abaten plagas horrendas y arrasadoras; pero los hombres, en lugar de escarmentar, perseveran en el error: «Y los hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras salidas de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, los cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos». Con lo que, a la plaga sufrida, sobreviene otra plaga todavía mayor. Esta pertinacia en el error es una de las notas más constantes de la Historia humana: inexplicable si no consideráramos la intervención del misterio de iniquidad.
Lo estamos viendo en el desenvolvimiento de lo que los medioletrados llaman 'crisis económica', auténtica plaga bíblica que, como ocurre siempre, tiene su origen en una obra salida de manos humanas: el 'dinero fantasma' al que aludíamos en un artículo anterior, la conversión del dinero en un 'ídolo' que ha dejado de ser un signo que representa el valor de las cosas para multiplicarse por arte de birlibirloque, desligado de la riqueza real. Bastaría sumar el producto interior bruto de todas las naciones de la tierra, por un lado, y el valor —¡mucho mayor!— que se atribuye al dinero fantasma que fluye por los mercados financieros, por otro, para que concluyéramos que, en efecto, esa multiplicación es una 'hechicería' y un 'hurto'; y para que comprendiéramos que, cada vez que se trata de hacer efectivo ese 'dinero fantasma' -cada vez que un Estado paga el plazo de su deuda a los 'inversores' financieros, cada vez que se realiza una operación bursátil que hace millonarios a tales 'inversores'-, lo que en realidad se está haciendo es detraer dinero de la esquilmada economía real. Pues, no siendo el dinero un espíritu, sino un signo que representa el valor de las cosas solo puede hacerse 'real', encarnándose en las cosas que existen; o —como ocurre en los birlibirloques financieros- vampirizándolas, hasta dejarlas exprimidas y exhaustas. Por eso nos suben los impuestos, nos bajan los sueldos o reducen las llamadas 'prestaciones' sociales (que no son sino 'contraprestaciones’, puesto que previamente las hemos pagado): porque el 'dinero fantasma', para no ser un mero cómputo que se pasea errabundo por los terminales informáticos de los mercados financieros, necesita 'corporeizarse', aniquilando a la víctima que le presta su sustento.
Para exorcizar esta plaga, bastaría con que renunciáramos a la obra salida de nuestras manos; esto es, que dejásemos de 'adorar' ese daimon que es el dinero fantasma. Bastaría, en fin, con que renegáramos de la 'hechicería' (la multiplicación fantasmática del dinero) y del 'hurto' (la depredación de la economía real, perpetrada a través de las exacciones arriba mencionadas), instaurando una economía en la que el dinero volviera a ser un signo de la riqueza real de las naciones, recuperando aquella noción de economía como 'administración razonable de los bienes que se necesitan para la propia vida' que preconizase Aristóteles, frente a esa noción funesta de crematística o 'arte de enriquecerse sin límites' que el mismo Aristóteles consideraba perversión de la economía, consistente en hacer creer que el dinero puede ordeñarse como si fuese una vaca. Pero el dinero no se puede ordeñar, solo se puede consumir; y cada vez que la 'hechicería' de los mercados financieros finge que lo está ordeñando, lo que en realidad hace es consumirlo, consumiéndonos.
Todo lo que hasta la fecha se ha intentado para paliar la crisis no hace sino agravarla: los 'salvamentos' a la banca, los 'ajustes fiscales', la 'flexibilización' del mercado laboral, los 'recortes' en las prestaciones, etcétera, no son sino expresiones eufemísticas de la consunción de la economía real, con la que se pretende —inútilmente— alimentar el agujero negro generado por el dinero fantasma. Agujero que nunca será saciado, porque cada vez que recibe una nueva transfusión de sangre multiplica su frenesí vampírico; y todo intento estéril de saciarlo solo provocará que a la plaga que estamos padeciendo se suceda otra plaga aún mayor, como nos enseña la narración de las siete trompetas.
www.juanmanueldeprada.com
www.xlsemanal.com/prada 3 de junio de 2012
Si razonas te darás cuenta de que todas las creencias se pueden cambiar, pero hay que tener valor para hacerlo. Lo que no dejarás es de tener creencias.
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Re: ¿Se puede salir de la crisis?
Cinco años después de Lehman, la economía global se encuentra algo mejor. Los impulsos de la Fed y China consiguieron evitar una depresión como la del 29. Sin embargo, toda esa liquidez ha generado poco empleo pero, en cambio, ha financiado la llamada banca en la sombra, fuente de muchos problemas.
Cinco años después de la quiebra de Lehman, la todavía convaleciente economía global se encuentra algo mejor. Los impulsos de la Fed y China consiguieron salvar al paciente y evitar una depresión como la del 29. Con bastante retraso y más timorato, se les unió a la terapia el BCE. Sin embargo, un lustro más tarde, toda esa masa de liquidez inyectada al sistema a duras penas se ha filtrado a la economía real y la creación de empleo. Por un lado, ésta se ha destinado a prestar a los Estados. Y por otro, a la llamada banca en la sombra. Ésa que sin regular proveía financiación enmascarando como producto de calidad lo que en realidad era deuda acumulada. Ésa que permitía que se financiase a corto plazo el endeudamiento a largo. Y ésa que dejaba apostar contra una inversión sin tener en cuenta que existía el riesgo de la contrapartida.
¿Cómo se fraguó la crisis?
En febrero de 2009, dos submarinos nucleares colisionaron en el Atlántico. Para protegerse, habían desarrollado unos sistemas de camuflaje tan sofisticados que al final éstos jugaron en su contra. En la década previa al estallido de la crisis, una bonanza del crédito financiada por los ahorros de los países exportadores y emergentes alimentó la formación de burbujas en los mercados. China proveía tanta liquidez que los tipos de interés una vez descontada la inflación eran negativos, y se consideraba tonto al que no se endeudase. Ganar así dinero era fácil. Y las entidades se mostraron especialmente ingeniosas a la hora de desarrollar fórmulas con las que financiar y por tanto alentar esos desequilibrios.
Después de la Gran Depresión, la Ley Glass-Steagall ( http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_Glass-Steagall ) había establecido en EEUU una clara guía de lo que los bancos podían o no hacer. Sólo que desde Reagan hasta Bush pasando por Clinton se tomaron numerosas decisiones que erosionaron dichos controles. Al objeto de redistribuir la riqueza, se brindaron desgravaciones fiscales a las clases más pobres para que pudiesen acceder al sueño americano de comprar una casa. Y se animó a las entidades a conceder los préstamos. Para ello, bajo la égida de Clinton, se redactó la Gramm-Leach-Liley Act, que rompe la Glass-Steagall y permite a los bancos convertirse en supermercados financieros. Poco a poco, al mismo tiempo que la Fed (Reserva Federal http://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_de_Reserva_Federal ) relajaba la política monetaria y Freddie Mac [Corporación Federal de Préstamos Hipotecarios] y Fannie Mae [ Asociación Federal Nacional Hipotecaria, también garantizada por el Estado] aseguraban indiscriminadamente hipotecas de baja calidad con la garantía del Estado, desaparecía la disciplina bancaria y tenía lugar una oleada de fusiones que creó gigantes… con pies de barro. Y este modelo se siguió en todas partes.
Mediante el recurso a la ingeniería financiera, los bancos de todo el mundo sencillamente movieron el dinero allá donde se ofrecían los mejores rendimientos y obtenían una tajada por ello. Con el uso de papeles y anotaciones, podían traspasar fronteras y hacer capitalismo sin capital. Hasta que llegó el momento en que se examinó la calidad de los activos que estaban detrás, y el pánico se desató al comprobar que los bienes que lo respaldaban estaban increíblemente inflados, como por ejemplo las hipotecas subprime. Endeudados hasta las cejas, todos habían apostado a lo mismo. Habían logrado pingües beneficios financiando a corto sus inversiones de riesgo a largo. Pero al esfumarse la liquidez, de golpe y porrazo se reveló una estructura parecida a la estafa piramidal. Por más que se convirtiesen unos activos en papelitos o títulos que luego se distribuían entre inversores, no se diversificaba el riesgo. Más bien se ocultó dónde estaba. Y al igual que los submarinos, cuando huyeron todos a la vez chocaron.
¿Y ahora qué?
Cinco años después de Lehman, los bancos de todo el mundo están ahora más recapitalizados, no recurren a las endiabladas titulizaciones y toman menos riesgos. Pero los problemas siguen ahí.
Los sistemas de bonus [método de ponderación de la apreciación del riesgo por la siniestralidad] que incentivaron por doquier la toma indiscriminada de riesgos no han sido reformados, por ejemplo cambiándolos por pagos en acciones que se cobren unos años más tarde y que vinculen las retribuciones con el desempeño de la entidad a largo plazo.
Si el ‘too big to fail’ [‘demasiado grande para caer’] ya era un peligro, las entidades ahora son aún mayores y por lo tanto concentran más riesgo sabiendo que serán rescatadas si pasan apuros, sobre todo con nuevas rondas de inyecciones monetarias de los bancos centrales.
Aunque los bancos centrales hayan conseguido que no se pare la actividad, lo han hecho beneficiando sobre todo a los ricos, al engordar los precios de los activos. Mientras continúan las dificultades para conseguir empleo, la frustración de las clases bajas y medias aumenta al comprobar cómo se ha puesto mucho dinero en la banca, pero no se ha castigado en los tribunales a los que asumieron riesgos excesivos.
Ni se ha separado con nitidez la banca comercial de la de inversión, ni se ha regulado la banca en la sombra. Lo que a su vez ha provocado que muchas entidades trasladen su actividad hacia esa banca en la sombra libre de controles y que según la FSA británica ha aumentado su tamaño hasta los 67 billones de dólares desde los 59 billones de 2008, en parte dopada por las inyecciones monetarias.
Y si en Estados Unidos todavía no se ha hecho lo suficiente, en Europa se ha hecho incluso menos. Las autoridades de la UE no han completado el proceso de limpieza de los balances bancarios debido a que una economía renqueante continúa deteriorándolos.
Por otra parte, el problema de la deuda no remite, pues al recortar el consumo para reducir endeudamiento, los ingresos caen mientras la deuda vale lo mismo, lo que complica el pago de los créditos. Además, buena parte del endeudamiento privado se ha trasladado a las cuentas públicas. Y para colmo, ahora los dos motores de esta salida de La Gran Recesión levantan el pie del acelerador. China flaquea desbordada por el crédito. Y la Fed ha de retirar sus estímulos. Ante la perspectiva de perder estos impulsos, los emergentes ya se tambalean. Sin una fuente clara de crecimiento, con la demanda demasiada endeudada en Occidente, la única vía que se vislumbra para dar fuelle al crecimiento son nuevas burbujas, hecho del que una vez más se intentará aprovechar la banca en la sombra con los consiguientes riesgos.
Antonio Maqueda
http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/31668-cinco-anos-de-la-quiebra-de-lehman-y-el-riesgo-del-sistema-financiero-sigue-ahi?utm_source=VPBoletin;utm_medium=mail;utm_campaign=VPComunidad
COMENTARIO PERSONAL:
No me extraña desde luego en absoluto el desmontaje de la regulación que surgió con Margaret Thacher, George Bushs y compañeros mártires, porque pretendía ponerle barreras al campo que se liberó de las mismas al final de la Edad Media, cuando la usura era pecado y el dinero era metal. La creación oficial del dinero fiduciario (o sea de fe) con circulación obligatoria racionalizó el sistema, ( https://prestigiovsmercado.foroes.org/t29-los-origenes-biologicos-del-capitalismo ) y ya se sabe que en un sistema racional el infinito domina el campo de los números. Separar el dinero fiduciario de la riqueza tangible (las ‘cosas’ concretas, que son finitas y no infinitas como puedes serlo el dinero) era una tentación inmensa, para un hombre que siempre ha sido finito y por eso, entre otras cosas se muere. Lo malo del tema es que no se le encuentra solución a la contradicción entre el dinero infinito (como un dios) y la riqueza finita, que siempre tiene un límite, por lejano que en algún caso se quiera ver. Pero el poderoso, a diferencia de los que somos débiles y no nos sentimos fuertes para hacerlo, lo intenta, y se lleva por delante lo que haya que llevarse, como siempre se ha hecho en todos los planos. Incluso creando marcos "democráticos" para regular la lucha por el poder de los que de verdad mandan.
Cinco años después de la quiebra de Lehman, la todavía convaleciente economía global se encuentra algo mejor. Los impulsos de la Fed y China consiguieron salvar al paciente y evitar una depresión como la del 29. Con bastante retraso y más timorato, se les unió a la terapia el BCE. Sin embargo, un lustro más tarde, toda esa masa de liquidez inyectada al sistema a duras penas se ha filtrado a la economía real y la creación de empleo. Por un lado, ésta se ha destinado a prestar a los Estados. Y por otro, a la llamada banca en la sombra. Ésa que sin regular proveía financiación enmascarando como producto de calidad lo que en realidad era deuda acumulada. Ésa que permitía que se financiase a corto plazo el endeudamiento a largo. Y ésa que dejaba apostar contra una inversión sin tener en cuenta que existía el riesgo de la contrapartida.
¿Cómo se fraguó la crisis?
En febrero de 2009, dos submarinos nucleares colisionaron en el Atlántico. Para protegerse, habían desarrollado unos sistemas de camuflaje tan sofisticados que al final éstos jugaron en su contra. En la década previa al estallido de la crisis, una bonanza del crédito financiada por los ahorros de los países exportadores y emergentes alimentó la formación de burbujas en los mercados. China proveía tanta liquidez que los tipos de interés una vez descontada la inflación eran negativos, y se consideraba tonto al que no se endeudase. Ganar así dinero era fácil. Y las entidades se mostraron especialmente ingeniosas a la hora de desarrollar fórmulas con las que financiar y por tanto alentar esos desequilibrios.
Después de la Gran Depresión, la Ley Glass-Steagall ( http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_Glass-Steagall ) había establecido en EEUU una clara guía de lo que los bancos podían o no hacer. Sólo que desde Reagan hasta Bush pasando por Clinton se tomaron numerosas decisiones que erosionaron dichos controles. Al objeto de redistribuir la riqueza, se brindaron desgravaciones fiscales a las clases más pobres para que pudiesen acceder al sueño americano de comprar una casa. Y se animó a las entidades a conceder los préstamos. Para ello, bajo la égida de Clinton, se redactó la Gramm-Leach-Liley Act, que rompe la Glass-Steagall y permite a los bancos convertirse en supermercados financieros. Poco a poco, al mismo tiempo que la Fed (Reserva Federal http://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_de_Reserva_Federal ) relajaba la política monetaria y Freddie Mac [Corporación Federal de Préstamos Hipotecarios] y Fannie Mae [ Asociación Federal Nacional Hipotecaria, también garantizada por el Estado] aseguraban indiscriminadamente hipotecas de baja calidad con la garantía del Estado, desaparecía la disciplina bancaria y tenía lugar una oleada de fusiones que creó gigantes… con pies de barro. Y este modelo se siguió en todas partes.
Mediante el recurso a la ingeniería financiera, los bancos de todo el mundo sencillamente movieron el dinero allá donde se ofrecían los mejores rendimientos y obtenían una tajada por ello. Con el uso de papeles y anotaciones, podían traspasar fronteras y hacer capitalismo sin capital. Hasta que llegó el momento en que se examinó la calidad de los activos que estaban detrás, y el pánico se desató al comprobar que los bienes que lo respaldaban estaban increíblemente inflados, como por ejemplo las hipotecas subprime. Endeudados hasta las cejas, todos habían apostado a lo mismo. Habían logrado pingües beneficios financiando a corto sus inversiones de riesgo a largo. Pero al esfumarse la liquidez, de golpe y porrazo se reveló una estructura parecida a la estafa piramidal. Por más que se convirtiesen unos activos en papelitos o títulos que luego se distribuían entre inversores, no se diversificaba el riesgo. Más bien se ocultó dónde estaba. Y al igual que los submarinos, cuando huyeron todos a la vez chocaron.
¿Y ahora qué?
Cinco años después de Lehman, los bancos de todo el mundo están ahora más recapitalizados, no recurren a las endiabladas titulizaciones y toman menos riesgos. Pero los problemas siguen ahí.
Los sistemas de bonus [método de ponderación de la apreciación del riesgo por la siniestralidad] que incentivaron por doquier la toma indiscriminada de riesgos no han sido reformados, por ejemplo cambiándolos por pagos en acciones que se cobren unos años más tarde y que vinculen las retribuciones con el desempeño de la entidad a largo plazo.
Si el ‘too big to fail’ [‘demasiado grande para caer’] ya era un peligro, las entidades ahora son aún mayores y por lo tanto concentran más riesgo sabiendo que serán rescatadas si pasan apuros, sobre todo con nuevas rondas de inyecciones monetarias de los bancos centrales.
Aunque los bancos centrales hayan conseguido que no se pare la actividad, lo han hecho beneficiando sobre todo a los ricos, al engordar los precios de los activos. Mientras continúan las dificultades para conseguir empleo, la frustración de las clases bajas y medias aumenta al comprobar cómo se ha puesto mucho dinero en la banca, pero no se ha castigado en los tribunales a los que asumieron riesgos excesivos.
Ni se ha separado con nitidez la banca comercial de la de inversión, ni se ha regulado la banca en la sombra. Lo que a su vez ha provocado que muchas entidades trasladen su actividad hacia esa banca en la sombra libre de controles y que según la FSA británica ha aumentado su tamaño hasta los 67 billones de dólares desde los 59 billones de 2008, en parte dopada por las inyecciones monetarias.
Y si en Estados Unidos todavía no se ha hecho lo suficiente, en Europa se ha hecho incluso menos. Las autoridades de la UE no han completado el proceso de limpieza de los balances bancarios debido a que una economía renqueante continúa deteriorándolos.
Por otra parte, el problema de la deuda no remite, pues al recortar el consumo para reducir endeudamiento, los ingresos caen mientras la deuda vale lo mismo, lo que complica el pago de los créditos. Además, buena parte del endeudamiento privado se ha trasladado a las cuentas públicas. Y para colmo, ahora los dos motores de esta salida de La Gran Recesión levantan el pie del acelerador. China flaquea desbordada por el crédito. Y la Fed ha de retirar sus estímulos. Ante la perspectiva de perder estos impulsos, los emergentes ya se tambalean. Sin una fuente clara de crecimiento, con la demanda demasiada endeudada en Occidente, la única vía que se vislumbra para dar fuelle al crecimiento son nuevas burbujas, hecho del que una vez más se intentará aprovechar la banca en la sombra con los consiguientes riesgos.
Antonio Maqueda
http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/31668-cinco-anos-de-la-quiebra-de-lehman-y-el-riesgo-del-sistema-financiero-sigue-ahi?utm_source=VPBoletin;utm_medium=mail;utm_campaign=VPComunidad
COMENTARIO PERSONAL:
No me extraña desde luego en absoluto el desmontaje de la regulación que surgió con Margaret Thacher, George Bushs y compañeros mártires, porque pretendía ponerle barreras al campo que se liberó de las mismas al final de la Edad Media, cuando la usura era pecado y el dinero era metal. La creación oficial del dinero fiduciario (o sea de fe) con circulación obligatoria racionalizó el sistema, ( https://prestigiovsmercado.foroes.org/t29-los-origenes-biologicos-del-capitalismo ) y ya se sabe que en un sistema racional el infinito domina el campo de los números. Separar el dinero fiduciario de la riqueza tangible (las ‘cosas’ concretas, que son finitas y no infinitas como puedes serlo el dinero) era una tentación inmensa, para un hombre que siempre ha sido finito y por eso, entre otras cosas se muere. Lo malo del tema es que no se le encuentra solución a la contradicción entre el dinero infinito (como un dios) y la riqueza finita, que siempre tiene un límite, por lejano que en algún caso se quiera ver. Pero el poderoso, a diferencia de los que somos débiles y no nos sentimos fuertes para hacerlo, lo intenta, y se lleva por delante lo que haya que llevarse, como siempre se ha hecho en todos los planos. Incluso creando marcos "democráticos" para regular la lucha por el poder de los que de verdad mandan.
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Al fin se reconoce desde dentro la quiebra del sistema capitalista
Delante de una distinguida audiencia durante una conferencia en el FMI, con personajes de la talla de Ben Bernanke o Martin Feldstein entre los oyentes, el exsecretario del Tesoro estadounidense, excandidato a presidir la Fed y asesor de Obama, Larry Summers, pronunció hace unos días un discurso que conmocionó a la comunidad de académicos y analistas por radical a la par que convincente y estremecedor: ¿y si la economía estadounidense y por extensión la occidental no es capaz de crecer y crear empleo?, ¿y si sólo puede hacerlo a fuerza de crear burbujas con los consiguientes riesgos? (Puede ver aquí la elocución de 16 minutos en inglés: https://www.youtube.com/watch?v=KYpVzBbQIX0 ).
Summers explicó que las autoridades lo hicieron muy bien a la hora de atajar el pánico del 2008-2009. La rapidez con la que suministraron la liquidez consiguió alejar el fantasma de una Gran Depresión y estabilizar las condiciones financieras. Sin embargo, cuatro años más tarde la proporción de gente trabajando no mejora y el crecimiento del PIB en EEUU sigue anémico. Y semejante fenómeno no sólo ocurre en Estados Unidos, también sucede por ejemplo en Japón. ¿Qué pasaría si la crisis simplemente se hubiese acabado y en realidad nos estuviésemos enfrentando a un nuevo escenario en el que el escaso crecimiento es lo normal, una especie de estancamiento secular?, planteó Summers.
El exsecretario del Tesoro con Bill Clinton, a veces criticado por su papel en la liberalización de los servicios financieros, relató cómo una crisis de origen financiero no es igual que las demás: si por ejemplo ocurre un desastre y se recorta de un día para otro el 80 por ciento de la producción eléctrica, entonces la economía se colapsaría igual que con una crisis bancaria y el Producto Interior Bruto se desmoronaría. Sin embargo, a los pocos meses se empezaría a crecer de nuevo. En cambio, la normalización de una crisis financiera no funciona así. Después de una restricción crediticia o credit crunch, se tarda mucho más en reactivar los canales financieros.
Y para explicar el porqué Summers se remonta a la década anterior a la crisis y se pregunta: ¿cómo pudo ser que en los años previos a la debacle hubiese tanta imprudencia financiera, tanto dinero fácil, y aun así todos esos excesos no se tradujesen en un aumento espectacular de la demanda, mayor empleo, un sobrecalentamiento de la economía y, al final, una oleada de inflación rampante? Es decir, incluso con una gran burbuja y todos esos estímulos artificiales, la demanda no se disparó demasiado. Supongamos, dice Summers, que los tipos de interés reales descontando la inflación ya fuesen antes negativos, y que ni siquiera así se logró el pleno empleo. ¿Acaso no será entonces que ya antes de la crisis no se podía crecer pero la actividad se mantuvo a fuerza de burbujas?
Según Summers, cuando los tipos de interés están en positivo se pueden bajar y fomentar la demanda. Incluso con unos tipos a cero, se puede soportar la demanda inyectando dinero e inflando así algunos precios de activos. Pero una vez los tipos de interés descontada la inflación caen por debajo de cero, aunque se pueden mantener los tipos muy bajos para siempre, resulta mucho más difícil tomar medidas extraordinarias que fomenten la demanda durante mucho tiempo o incluso para siempre. Sin embargo, lamentablemente, “el problema de fondo puede estar ahí para siempre”, afirmó Summers.
Y de ser correcta esta visión, prosiguió Summers, dado que cuatro años más tarde no hay evidencia de que se haya restaurado el crecimiento, habría que preocuparse en el caso de que la política monetaria reduzca su actividad, se haga menos expansiva y brinde menos estímulos y, en consecuencia, conceda menos crédito.“Podríamos necesitar que en los próximos años se piense sobre cómo se gestiona una economía donde el tipo de interés nominal cero es un inhibidor crónico y sistémico de la actividad económica, manteniendo nuestra economía por debajo de su potencial”, remató Summers.
¿Y qué significa lo dicho por Summers? Esta intervención se entiende como un aval para las políticas de estímulos justo ahora que la Reserva Federal estudia si debe rebajar sus inyecciones monetarias y que el BCE baraja si tomar o no nuevas medidas para alejar la amenaza de unas inflaciones muy bajas y, por consiguiente, unos crecimientos muy bajos. Si la teoría de Summers se cumple, se trata de escoger entre el riesgo de sufrir la inflación y nuevas burbujas o el de padecer muchos años con altas tasas de desempleo.
¿Y cómo hemos llegado hasta aquí?
Occidente pudo crecer hasta mediados de los 80 gracias a los ‘baby boomers’ y la incorporación de la mujer al trabajo. A partir de ahí, salvo por algunos momentos en los que se aprovechó la globalización y las nuevas tecnologías, el motor del crecimiento ha sido la deuda y, por ende, las burbujas: la puntocom, la inmobiliaria y la del crédito.
Y el proceso comenzó a agudizarse desde la crisis del 98 en los emergentes. Estos países consideran que tuvieron que sufrir la terapia del FMI porque no tenían reservas con las que responder, y desde entonces empezaron a acumular divisas, sobre todo dólares. Y ello supuso que el precio del dólar se revalorizó y fulminó buena parte de la competitividad estadounidense, lo que a su vez se tradujo en que EEUU alcanzó un déficit comercial del orden del 10 por ciento del PIB. Y para financiar ese déficit todos los años tuvo que entrar en la economía un 10 por ciento del PIB prestado desde fuera. Unos fondos que no se destinaron a inversiones productivas, sino a los mercados financieros e inmobiliarios, creando burbujas.
China, Alemania y Japón, los países más volcados con las exportaciones, se convirtieron en los principales suministradores mundiales de crédito, en concreto y sobre todo de Estados Unidos, Reino Unido y la periferia europea. Y ese mar de liquidez provocó que los tipos de interés se mantuviesen artificialmente bajos. La oferta de dinero fue mucha y por ello se abarata. Una vez se resta la inflación, los tipos de interés en la práctica eran negativos y había que ser tontos para no endeudarse. Se podía tomar prestado cuanto se quisiera, ya que se podría devolver porque la actividad brindaba réditos mayores.
Hasta que ocurre el desastre. En una crisis típica, en cuanto se bajan los tipos se reanima la inversión y el empleo. Pero esta vez hay un exceso de capacidad y unos tipos de interés en el entorno de cero que sencillamente no facilitan el crecimiento por varias razones: por un lado, con los tipos tan bajos no se incentiva a la banca a dar crédito, y en vez de concederlo al sector privado prefiere darlo al público que se califica de más seguro, o simplemente dedicarlo a la especulación financiera.
Por otro, se anima la toma de riesgos y la inversión concentrada en mercados con expectativas de grandes crecimientos, esto es, en burbujas, distorsionando y finalmente destruyendo el crecimiento. En definitiva, mediante el uso de la deuda se adelanta tanta demanda traída del futuro que llega un momento en el que con un crecimiento extenuado las empresas y familias ya no pueden seguir endeudándose más, consumiendo más y a la vez amortizando sus plazos.
De modo que los problemas se acumulan. La población occidental envejece y mengua el crecimiento. Las reformas que mejoran la productividad son lentas y tienen un coste político alto. Al tiempo que la austeridad restringe la demanda, todos los países se lanzan a la vez a ganar cuota de mercado exportadora. Y la globalización y la tecnología están causando una redistribución de la riqueza en detrimento de la clase media de los países occidentales y a favor de las naciones más pobres, las multinacionales y las grandes fortunas. Por si fuera poco, las inyecciones monetarias de los bancos centrales también acaban reportando pingües beneficios sobre todo a los más ricos.
Así las cosas, ¿y si ni siquiera una burbuja es capaz de contrarrestar los cambios estructurales que están ocurriendo?, ¿y si se han terminado los ciclos económicos y sólo podemos crear empleo a fuerza de burbujas financieras o estímulos masivos que siempre suelen acabar muy mal?, ¿cómo vamos a poder reanimar la inversión productiva si ahogados por la deuda no tenemos unas perspectivas de consumo que garanticen los retornos?
Antonio Maqueda
http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/35005-el-impactante-discurso-de-larry-summers-y-si-solo-podemos-crecer-creando-burbujas
COMENTARIO: No creo que se pueda salir de esta crisis del sistema capitalista salvo haciendo surgir en su lugar un nuevo sistema, lo mismo que sucedió cuando estalló la crisis económica de fines del siglo II d.C. Entonces la salida fue el capitalismo, pero ahora este sistema también se ha agotado. Desgraciadamente los historiadores (y aún menos los economistas) no estudian estos procesos de larga duración al margen de la moral.
Summers explicó que las autoridades lo hicieron muy bien a la hora de atajar el pánico del 2008-2009. La rapidez con la que suministraron la liquidez consiguió alejar el fantasma de una Gran Depresión y estabilizar las condiciones financieras. Sin embargo, cuatro años más tarde la proporción de gente trabajando no mejora y el crecimiento del PIB en EEUU sigue anémico. Y semejante fenómeno no sólo ocurre en Estados Unidos, también sucede por ejemplo en Japón. ¿Qué pasaría si la crisis simplemente se hubiese acabado y en realidad nos estuviésemos enfrentando a un nuevo escenario en el que el escaso crecimiento es lo normal, una especie de estancamiento secular?, planteó Summers.
El exsecretario del Tesoro con Bill Clinton, a veces criticado por su papel en la liberalización de los servicios financieros, relató cómo una crisis de origen financiero no es igual que las demás: si por ejemplo ocurre un desastre y se recorta de un día para otro el 80 por ciento de la producción eléctrica, entonces la economía se colapsaría igual que con una crisis bancaria y el Producto Interior Bruto se desmoronaría. Sin embargo, a los pocos meses se empezaría a crecer de nuevo. En cambio, la normalización de una crisis financiera no funciona así. Después de una restricción crediticia o credit crunch, se tarda mucho más en reactivar los canales financieros.
Y para explicar el porqué Summers se remonta a la década anterior a la crisis y se pregunta: ¿cómo pudo ser que en los años previos a la debacle hubiese tanta imprudencia financiera, tanto dinero fácil, y aun así todos esos excesos no se tradujesen en un aumento espectacular de la demanda, mayor empleo, un sobrecalentamiento de la economía y, al final, una oleada de inflación rampante? Es decir, incluso con una gran burbuja y todos esos estímulos artificiales, la demanda no se disparó demasiado. Supongamos, dice Summers, que los tipos de interés reales descontando la inflación ya fuesen antes negativos, y que ni siquiera así se logró el pleno empleo. ¿Acaso no será entonces que ya antes de la crisis no se podía crecer pero la actividad se mantuvo a fuerza de burbujas?
Según Summers, cuando los tipos de interés están en positivo se pueden bajar y fomentar la demanda. Incluso con unos tipos a cero, se puede soportar la demanda inyectando dinero e inflando así algunos precios de activos. Pero una vez los tipos de interés descontada la inflación caen por debajo de cero, aunque se pueden mantener los tipos muy bajos para siempre, resulta mucho más difícil tomar medidas extraordinarias que fomenten la demanda durante mucho tiempo o incluso para siempre. Sin embargo, lamentablemente, “el problema de fondo puede estar ahí para siempre”, afirmó Summers.
Y de ser correcta esta visión, prosiguió Summers, dado que cuatro años más tarde no hay evidencia de que se haya restaurado el crecimiento, habría que preocuparse en el caso de que la política monetaria reduzca su actividad, se haga menos expansiva y brinde menos estímulos y, en consecuencia, conceda menos crédito.“Podríamos necesitar que en los próximos años se piense sobre cómo se gestiona una economía donde el tipo de interés nominal cero es un inhibidor crónico y sistémico de la actividad económica, manteniendo nuestra economía por debajo de su potencial”, remató Summers.
¿Y qué significa lo dicho por Summers? Esta intervención se entiende como un aval para las políticas de estímulos justo ahora que la Reserva Federal estudia si debe rebajar sus inyecciones monetarias y que el BCE baraja si tomar o no nuevas medidas para alejar la amenaza de unas inflaciones muy bajas y, por consiguiente, unos crecimientos muy bajos. Si la teoría de Summers se cumple, se trata de escoger entre el riesgo de sufrir la inflación y nuevas burbujas o el de padecer muchos años con altas tasas de desempleo.
¿Y cómo hemos llegado hasta aquí?
Occidente pudo crecer hasta mediados de los 80 gracias a los ‘baby boomers’ y la incorporación de la mujer al trabajo. A partir de ahí, salvo por algunos momentos en los que se aprovechó la globalización y las nuevas tecnologías, el motor del crecimiento ha sido la deuda y, por ende, las burbujas: la puntocom, la inmobiliaria y la del crédito.
Y el proceso comenzó a agudizarse desde la crisis del 98 en los emergentes. Estos países consideran que tuvieron que sufrir la terapia del FMI porque no tenían reservas con las que responder, y desde entonces empezaron a acumular divisas, sobre todo dólares. Y ello supuso que el precio del dólar se revalorizó y fulminó buena parte de la competitividad estadounidense, lo que a su vez se tradujo en que EEUU alcanzó un déficit comercial del orden del 10 por ciento del PIB. Y para financiar ese déficit todos los años tuvo que entrar en la economía un 10 por ciento del PIB prestado desde fuera. Unos fondos que no se destinaron a inversiones productivas, sino a los mercados financieros e inmobiliarios, creando burbujas.
China, Alemania y Japón, los países más volcados con las exportaciones, se convirtieron en los principales suministradores mundiales de crédito, en concreto y sobre todo de Estados Unidos, Reino Unido y la periferia europea. Y ese mar de liquidez provocó que los tipos de interés se mantuviesen artificialmente bajos. La oferta de dinero fue mucha y por ello se abarata. Una vez se resta la inflación, los tipos de interés en la práctica eran negativos y había que ser tontos para no endeudarse. Se podía tomar prestado cuanto se quisiera, ya que se podría devolver porque la actividad brindaba réditos mayores.
Hasta que ocurre el desastre. En una crisis típica, en cuanto se bajan los tipos se reanima la inversión y el empleo. Pero esta vez hay un exceso de capacidad y unos tipos de interés en el entorno de cero que sencillamente no facilitan el crecimiento por varias razones: por un lado, con los tipos tan bajos no se incentiva a la banca a dar crédito, y en vez de concederlo al sector privado prefiere darlo al público que se califica de más seguro, o simplemente dedicarlo a la especulación financiera.
Por otro, se anima la toma de riesgos y la inversión concentrada en mercados con expectativas de grandes crecimientos, esto es, en burbujas, distorsionando y finalmente destruyendo el crecimiento. En definitiva, mediante el uso de la deuda se adelanta tanta demanda traída del futuro que llega un momento en el que con un crecimiento extenuado las empresas y familias ya no pueden seguir endeudándose más, consumiendo más y a la vez amortizando sus plazos.
De modo que los problemas se acumulan. La población occidental envejece y mengua el crecimiento. Las reformas que mejoran la productividad son lentas y tienen un coste político alto. Al tiempo que la austeridad restringe la demanda, todos los países se lanzan a la vez a ganar cuota de mercado exportadora. Y la globalización y la tecnología están causando una redistribución de la riqueza en detrimento de la clase media de los países occidentales y a favor de las naciones más pobres, las multinacionales y las grandes fortunas. Por si fuera poco, las inyecciones monetarias de los bancos centrales también acaban reportando pingües beneficios sobre todo a los más ricos.
Así las cosas, ¿y si ni siquiera una burbuja es capaz de contrarrestar los cambios estructurales que están ocurriendo?, ¿y si se han terminado los ciclos económicos y sólo podemos crear empleo a fuerza de burbujas financieras o estímulos masivos que siempre suelen acabar muy mal?, ¿cómo vamos a poder reanimar la inversión productiva si ahogados por la deuda no tenemos unas perspectivas de consumo que garanticen los retornos?
Antonio Maqueda
http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/35005-el-impactante-discurso-de-larry-summers-y-si-solo-podemos-crecer-creando-burbujas
COMENTARIO: No creo que se pueda salir de esta crisis del sistema capitalista salvo haciendo surgir en su lugar un nuevo sistema, lo mismo que sucedió cuando estalló la crisis económica de fines del siglo II d.C. Entonces la salida fue el capitalismo, pero ahora este sistema también se ha agotado. Desgraciadamente los historiadores (y aún menos los economistas) no estudian estos procesos de larga duración al margen de la moral.
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Temas similares
» Deuda: ¿rescate de los acreedores o abolición para los deudores?
» Las crisis económicas fortalecen a los fuertes
» Nuestra crisis es estructural, como la del siglo II
» Guerras de religión en el mundo musulmán actual
» REPERCUSIONES POLÍTICAS MUNDIALES DE LA GRAN CRISIS ECONÓMICA DE FINES DEL SIGLO II
» Las crisis económicas fortalecen a los fuertes
» Nuestra crisis es estructural, como la del siglo II
» Guerras de religión en el mundo musulmán actual
» REPERCUSIONES POLÍTICAS MUNDIALES DE LA GRAN CRISIS ECONÓMICA DE FINES DEL SIGLO II
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.