Las crisis económicas fortalecen a los fuertes
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Las crisis económicas fortalecen a los fuertes
Las crisis económicas fortalecen a los fuertes
(Perogrullada no conspiranoica)
Cuando le digo a alguien que una crisis económica favorece a los ricos que saben actuar con inteligencia (o sea, los que se preocupan más por generar riqueza y saber manejarla que por derrocharla) suele pensar que es un disparate: que la crisis económica perjudica a todos. Y es cierto: la crisis económica perjudica a todos, pero no por igual, y la salida de ella puede ser una oportunidad de oro (nunca mejor dicho) para quien sabe aprovecharla, haya contribuido a crearla o no.
Piensen en el antiguo Imperio Romano [27 a.C.-476]: a partir de fines del siglo II, de forma más destacada, la crisis económica que se había ido fraguando lentamente por causas estructurales explota. Ya nada será igual después, como nos evidencia la arqueología: La riqueza de las masas, manifestada en las construcciones públicas es bastante menor... pero la que muestra una minoría dirigente no lo es. Para ellos no se da precisamente una decadencia económica, sino que se muestran relativamente mucho más poderosos.
Pongamos un ejemplo esquemático e hipotético: Si tú tienes un capital de uno 10.000 millones de dólares y experimentas los efectos de una crisis general que hace perder a todo el mundo el 90% de la riqueza, te quedarán solamente 1.000 millones. Pero al que sólo tenía 10.000 dólares le quedan 1000, y si su nivel de vida no se ve seriamente afectado, el del que tiene menos, en cambio, sí que lo estará: Tendrá que desprenderse de buena parte de lo poco que tiene para poder sobrevivir y, en ese caso, ¿quién terminará apropiándose a bajo precio de todo? Cuando la calma se restablezca la diferencia entre el rico y el pobre, con poca duda, será bastante mayor que antes de la crisis y, en consecuencia, las relaciones de poder habrán variado en gran medida.
Algo poco dudoso, también, es que en la expansión de una crisis económica el pánico, la forma superior del prudente miedo, juega un papel fundamental. Decía Gordon Childe que el gran hombre es como la chispa que provoca una explosión. Y es cierto, si no hay combustible no hay ni siquiera deflagración (extensión súbita de la llama sin explosión). Si no hay causas estructurales para que se produzca una crisis de poco sirve que alguien se esfuerce por provocarla para sacar un posible provecho. De modo que, una vez que hay suficiente estopa para provocar un incendio, hay que aprovechar una explosión en algún punto para que este se magnifique. Es lo que sucedió, por ejemplo, con el hundimiento de un gran banco, como sucedió con Lehman Brothers en 2008, o ahora con la difusión de un virus, que no es muy distinto de otros.
El pánico paraliza la actividad económica, bien por un temor exagerado a la pérdida de confianza en los créditos bancarios -que constituyen la sangre del capitalismo- o, lo que es peor, el miedo a la pérdida de la propia vida de los individuos en el marco de una epidemia. En realidad, si bien se examinan los datos, ésta no es ni más letal que otras ni está tan extendida. Así, por ejemplo, en 1649 la ciudad de Sevilla perdió, en los tres meses de primavera, el 46% de su población a causa de una epidemia de peste para la que no había medios eficaces de detención. Se produjeron entonces 60.000 víctimas mortales. Entonces fue, como ha sido bien descrito, la viva imagen del Apocalipsis en la tierra. Sevilla perdió un punto de despreocupación, volcándose en la devoción y dándose un empobrecimiento general que se acentuó con el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz.
En relación con aquel desastre sanitario el actual es evidentemente mucho menor. Si como leo el número total de fallecidos ha sido de 290 sobre una población de 688.592 habitantes, la proporción ha sido notablemente inferior: 0'042%. Este tipo de proporciones debería tenerse en cuenta para calibrar el alcance de una epidemia. Así, por ejemplo, el número estimado de fallecidos al día de hoy (3.08.2020) a nivel mundial se acerca a los 700.000 sobre una población que se consideraba en 2019 de 7.700.000.000, el porcentaje es de 0'009. Tradicionalmente se había denominado pandemia (del griego πανδημία, de παν, pan, ‘todo’, y δήμος, demos, ‘pueblo’, expresión que significa ‘reunión de todo un pueblo’) a la afectación de una enfermedad infecciosa de los humanos a lo largo de un área geográficamente extensa. Pero, en tiempos dominados por la neolengua, en mayo de 2009, la OMS modificó la definición de "pandemia". Antes de este cambio, el término se definía como «infección por un agente infeccioso, simultánea en diferentes países, con una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada». En la nueva definición, se eliminó la característica de «mortalidad significativa». Y esto hay que tomarlo en cuenta, pues explica en buena medida que el pánico desatado, que ha hecho que la economía casi se paralice a consecuencia de haber confinado forzosamente a la población en sus domicilios, es posiblemente exagerado. Los medios de comunicación posiblemente estén causando más víctimas que el virus.
¿Es de extrañar que, en épocas como éstas que estamos viviendo. cuando hay preocupación por los destrozos provocados por el capitalismo comercial en la naturaleza, entre los cuales se cuenta el número cada vez mayor de seres humanos -gracias a la medicina y la industria farmacéutica- que consumen, y con unos medios tecnológicos que permiten un control muy fuerte de la población (5G o Quinta Generación Informática), exista una preocupación entre quienes tienen el poder sobre las mentes por regular y reconducir todo el panorama? A mí desde luego no me extraña (al margen de consideraciones morales).
Pienso que estamos asistiendo a una lucha entre la política tradicional y la economía, que ha pasado a ocupar el primer plano con el desarrollo del capitalismo (la expresión "sociedad de mercado" no es muy antigua); entre los estados políticos y la globalización económica que tiende a sobreponerse a los mismos. Y dado que el dinero, la sangre de este sistema, ya ha perdido su carácter tangible casi del todo (dinero fiduciario o de fe) no estaría de más recordar que la palabra "catolicismo" deriva de "católico" que en griego es 'katholikós' (καθολικός), significa 'universal'. Nada nuevo, pues. Recordemos que cuando los llamados "bárbaros" (extranjeros, en griego) se apoderan del poder político en el Imperio Romano, estos eran ya cristianos en gran medida, y que la religión oficial de derecho en Roma era el cristianismo desde la época del emperador (de origen hispano) Teodosio (347-395).
El Imperio Romano de Occidente desaparecerá, a nivel político, en 476, pero a nivel religioso su importancia fue mayor que nunca, controlado ahora por el Papa, de forma indirecta, en vez de por el Emperador, que lo hacía de forma directa. Durante la Alta Edad Media (hasta el siglo X) el cristianismo se consolidó en Europa y llegó a pueblos situados fuera del ámbito romano (eslavos, magiares, germanos). El papado interfería, con su poder básicamente espiritual, en los asuntos internos de los nuevos estados que se iban desarrollando, al tiempo que disputaba al poder político el control de temas tan importantes, como con agudeza supo mostrar G. Duby (1919-1996) en El caballero, la mujer y el cura (1981) en relación al matrimonio, esa institución cultural a la que Cicerón (106-43 a.C.) consideraba que estaba en los orígenes del Estado (principium urbis et quasi seminarium rei publicae). No es de extrañar que en esta época racionalista el matrimonio, y con él la res publica (el Estado) hayan dejado de tener gran valor para el Nuevo Orden Mundial que se está afirmando.
También en aquella época las llamadas con nuestro lenguaje "clases medias" se debilitaron enormemente, con un estamento alto que despreciaba el trabajo aunque vivía de él, y que un pueblo de pecheros que lo mantenía desde la labor en los campos sobre todo. Unos pecheros, también llamados villanos o plebeyos, que se oponían en materia fiscal a los ricos-hombres, nobles y clérigos, que estaban exentos de cargas. Hoy, sin embargo el pechero está siendo sustituido en gran medida por la máquina, tras la recuperación del valor positivo del trabajo tras la llamada Revolución Copernicana del siglo XVI, que terminaría fraguando en el desarrollo del maquinismo a partir de la llamada Ilustración racionalista del siglo XVIII. Todo ello sería favorecido por la ideología liberal individualista, tan necesaria entonces para que el capitalismo desplazase a la economía de prestigio defendida por los nobles. La burguesía habría de ser la nueva aristocracia, primero entroncando con la de sangre para ir desplazándola, lo mismo que con su religión del dinero inmaterial iba desplazando a la antigua divinidad patriarcal del cristianismo. Una vez logrado su objetivo, la nobleza del dinero pasa a tratar a los pobres de la misma manera que la antigua, con la beneficencia de las rentas básicas y medidas parecidas que vemos abrirse camino hoy, y un control absoluto (empezando por el reproductivo, a través de medios placenteros fácilmente aceptables para todos). Es posible incluso que con internet podamos estar asistiendo a un resurgir de la economía de prestigio que fue dejada antaño de lado cuando se precisó para acabar con sus antiguos defensores con nobleza de sangre. Dejo aquí esta reflexión que he intentado esquematizar esta mañana del mes del ferragosto andaluz, que ahora tiene poco de feriado gracias a la pandemia de miedo que padecemos y que nos lleva de cabeza a la ruina económica y, con ella, a una fuerte transformación social.
(Perogrullada no conspiranoica)
Cuando le digo a alguien que una crisis económica favorece a los ricos que saben actuar con inteligencia (o sea, los que se preocupan más por generar riqueza y saber manejarla que por derrocharla) suele pensar que es un disparate: que la crisis económica perjudica a todos. Y es cierto: la crisis económica perjudica a todos, pero no por igual, y la salida de ella puede ser una oportunidad de oro (nunca mejor dicho) para quien sabe aprovecharla, haya contribuido a crearla o no.
Piensen en el antiguo Imperio Romano [27 a.C.-476]: a partir de fines del siglo II, de forma más destacada, la crisis económica que se había ido fraguando lentamente por causas estructurales explota. Ya nada será igual después, como nos evidencia la arqueología: La riqueza de las masas, manifestada en las construcciones públicas es bastante menor... pero la que muestra una minoría dirigente no lo es. Para ellos no se da precisamente una decadencia económica, sino que se muestran relativamente mucho más poderosos.
Pongamos un ejemplo esquemático e hipotético: Si tú tienes un capital de uno 10.000 millones de dólares y experimentas los efectos de una crisis general que hace perder a todo el mundo el 90% de la riqueza, te quedarán solamente 1.000 millones. Pero al que sólo tenía 10.000 dólares le quedan 1000, y si su nivel de vida no se ve seriamente afectado, el del que tiene menos, en cambio, sí que lo estará: Tendrá que desprenderse de buena parte de lo poco que tiene para poder sobrevivir y, en ese caso, ¿quién terminará apropiándose a bajo precio de todo? Cuando la calma se restablezca la diferencia entre el rico y el pobre, con poca duda, será bastante mayor que antes de la crisis y, en consecuencia, las relaciones de poder habrán variado en gran medida.
Algo poco dudoso, también, es que en la expansión de una crisis económica el pánico, la forma superior del prudente miedo, juega un papel fundamental. Decía Gordon Childe que el gran hombre es como la chispa que provoca una explosión. Y es cierto, si no hay combustible no hay ni siquiera deflagración (extensión súbita de la llama sin explosión). Si no hay causas estructurales para que se produzca una crisis de poco sirve que alguien se esfuerce por provocarla para sacar un posible provecho. De modo que, una vez que hay suficiente estopa para provocar un incendio, hay que aprovechar una explosión en algún punto para que este se magnifique. Es lo que sucedió, por ejemplo, con el hundimiento de un gran banco, como sucedió con Lehman Brothers en 2008, o ahora con la difusión de un virus, que no es muy distinto de otros.
El pánico paraliza la actividad económica, bien por un temor exagerado a la pérdida de confianza en los créditos bancarios -que constituyen la sangre del capitalismo- o, lo que es peor, el miedo a la pérdida de la propia vida de los individuos en el marco de una epidemia. En realidad, si bien se examinan los datos, ésta no es ni más letal que otras ni está tan extendida. Así, por ejemplo, en 1649 la ciudad de Sevilla perdió, en los tres meses de primavera, el 46% de su población a causa de una epidemia de peste para la que no había medios eficaces de detención. Se produjeron entonces 60.000 víctimas mortales. Entonces fue, como ha sido bien descrito, la viva imagen del Apocalipsis en la tierra. Sevilla perdió un punto de despreocupación, volcándose en la devoción y dándose un empobrecimiento general que se acentuó con el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz.
En relación con aquel desastre sanitario el actual es evidentemente mucho menor. Si como leo el número total de fallecidos ha sido de 290 sobre una población de 688.592 habitantes, la proporción ha sido notablemente inferior: 0'042%. Este tipo de proporciones debería tenerse en cuenta para calibrar el alcance de una epidemia. Así, por ejemplo, el número estimado de fallecidos al día de hoy (3.08.2020) a nivel mundial se acerca a los 700.000 sobre una población que se consideraba en 2019 de 7.700.000.000, el porcentaje es de 0'009. Tradicionalmente se había denominado pandemia (del griego πανδημία, de παν, pan, ‘todo’, y δήμος, demos, ‘pueblo’, expresión que significa ‘reunión de todo un pueblo’) a la afectación de una enfermedad infecciosa de los humanos a lo largo de un área geográficamente extensa. Pero, en tiempos dominados por la neolengua, en mayo de 2009, la OMS modificó la definición de "pandemia". Antes de este cambio, el término se definía como «infección por un agente infeccioso, simultánea en diferentes países, con una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada». En la nueva definición, se eliminó la característica de «mortalidad significativa». Y esto hay que tomarlo en cuenta, pues explica en buena medida que el pánico desatado, que ha hecho que la economía casi se paralice a consecuencia de haber confinado forzosamente a la población en sus domicilios, es posiblemente exagerado. Los medios de comunicación posiblemente estén causando más víctimas que el virus.
¿Es de extrañar que, en épocas como éstas que estamos viviendo. cuando hay preocupación por los destrozos provocados por el capitalismo comercial en la naturaleza, entre los cuales se cuenta el número cada vez mayor de seres humanos -gracias a la medicina y la industria farmacéutica- que consumen, y con unos medios tecnológicos que permiten un control muy fuerte de la población (5G o Quinta Generación Informática), exista una preocupación entre quienes tienen el poder sobre las mentes por regular y reconducir todo el panorama? A mí desde luego no me extraña (al margen de consideraciones morales).
Pienso que estamos asistiendo a una lucha entre la política tradicional y la economía, que ha pasado a ocupar el primer plano con el desarrollo del capitalismo (la expresión "sociedad de mercado" no es muy antigua); entre los estados políticos y la globalización económica que tiende a sobreponerse a los mismos. Y dado que el dinero, la sangre de este sistema, ya ha perdido su carácter tangible casi del todo (dinero fiduciario o de fe) no estaría de más recordar que la palabra "catolicismo" deriva de "católico" que en griego es 'katholikós' (καθολικός), significa 'universal'. Nada nuevo, pues. Recordemos que cuando los llamados "bárbaros" (extranjeros, en griego) se apoderan del poder político en el Imperio Romano, estos eran ya cristianos en gran medida, y que la religión oficial de derecho en Roma era el cristianismo desde la época del emperador (de origen hispano) Teodosio (347-395).
El Imperio Romano de Occidente desaparecerá, a nivel político, en 476, pero a nivel religioso su importancia fue mayor que nunca, controlado ahora por el Papa, de forma indirecta, en vez de por el Emperador, que lo hacía de forma directa. Durante la Alta Edad Media (hasta el siglo X) el cristianismo se consolidó en Europa y llegó a pueblos situados fuera del ámbito romano (eslavos, magiares, germanos). El papado interfería, con su poder básicamente espiritual, en los asuntos internos de los nuevos estados que se iban desarrollando, al tiempo que disputaba al poder político el control de temas tan importantes, como con agudeza supo mostrar G. Duby (1919-1996) en El caballero, la mujer y el cura (1981) en relación al matrimonio, esa institución cultural a la que Cicerón (106-43 a.C.) consideraba que estaba en los orígenes del Estado (principium urbis et quasi seminarium rei publicae). No es de extrañar que en esta época racionalista el matrimonio, y con él la res publica (el Estado) hayan dejado de tener gran valor para el Nuevo Orden Mundial que se está afirmando.
También en aquella época las llamadas con nuestro lenguaje "clases medias" se debilitaron enormemente, con un estamento alto que despreciaba el trabajo aunque vivía de él, y que un pueblo de pecheros que lo mantenía desde la labor en los campos sobre todo. Unos pecheros, también llamados villanos o plebeyos, que se oponían en materia fiscal a los ricos-hombres, nobles y clérigos, que estaban exentos de cargas. Hoy, sin embargo el pechero está siendo sustituido en gran medida por la máquina, tras la recuperación del valor positivo del trabajo tras la llamada Revolución Copernicana del siglo XVI, que terminaría fraguando en el desarrollo del maquinismo a partir de la llamada Ilustración racionalista del siglo XVIII. Todo ello sería favorecido por la ideología liberal individualista, tan necesaria entonces para que el capitalismo desplazase a la economía de prestigio defendida por los nobles. La burguesía habría de ser la nueva aristocracia, primero entroncando con la de sangre para ir desplazándola, lo mismo que con su religión del dinero inmaterial iba desplazando a la antigua divinidad patriarcal del cristianismo. Una vez logrado su objetivo, la nobleza del dinero pasa a tratar a los pobres de la misma manera que la antigua, con la beneficencia de las rentas básicas y medidas parecidas que vemos abrirse camino hoy, y un control absoluto (empezando por el reproductivo, a través de medios placenteros fácilmente aceptables para todos). Es posible incluso que con internet podamos estar asistiendo a un resurgir de la economía de prestigio que fue dejada antaño de lado cuando se precisó para acabar con sus antiguos defensores con nobleza de sangre. Dejo aquí esta reflexión que he intentado esquematizar esta mañana del mes del ferragosto andaluz, que ahora tiene poco de feriado gracias a la pandemia de miedo que padecemos y que nos lleva de cabeza a la ruina económica y, con ella, a una fuerte transformación social.
Última edición por Genaro Chic el Mar Ago 04, 2020 8:43 am, editado 1 vez
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
A deisatech le gusta esta publicaciòn
Re: Las crisis económicas fortalecen a los fuertes
Excelente artículo.
deisatech- Mensajes : 1
Fecha de inscripción : 03/08/2020
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