REPERCUSIONES POLÍTICAS MUNDIALES DE LA GRAN CRISIS ECONÓMICA DE FINES DEL SIGLO II
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REPERCUSIONES POLÍTICAS MUNDIALES DE LA GRAN CRISIS ECONÓMICA DE FINES DEL SIGLO II
REPERCUSIONES POLÍTICAS MUNDIALES DE LA GRAN CRISIS ECONÓMICA DE FINES DEL SIGLO II
El Imperio Romano alcanzó su acmé en los años que siguieron a la conquista de Egipto y el relanzamiento de las minas de plata del S.O. de la Península Ibérica sobre todo. Eso permitió un activísimo comercio exterior con los grandes países productores de objetos que podríamos considerar de lujo (sedas, piedras preciosas, especias...) tanto de la India -con la que había un contacto directo- como con China, que buscó su expansión hacia el Oeste buscando contactar de forma más directa con el Imperio Romano llegando sus hombres hasta el golfo Pérsico a fines del siglo I. Trajano intentaría también expandirse hacia el Este, conquistando Mesopotamia y asomándose también al mismo golfo. Pero la situación había cambiado y el contacto directo fracasó. Las minas productoras de plata de Hispania habían comenzado su decadencia, como testimonia la Arqueología, y por consiguiente los contactos se fueron haciendo menos intensos poco a poco. Además, el desarrollo interno del Estado romano le llevó a tener una burocracia cada vez más complicada y cara, una vez superada la etapa en la que bastaba la supervisión general de las ciudades, a partir de las cuales se estructuraba un gobierno sin burocracia, basado en prestaciones personales para los cargos (considerados honores y por ello muy apetecidos en el marco de una mentalidad antigua de prestigio) y también para los servicios a prestar a las comunidades a las que estaban adscritos. La recaudación de los impuestos se hacía de esta manera a nivel local por medio de contratos con publicanos privados, a los que se recurría también en el caso de tener que desarrollar obras públicas de cierta envergadura.
El hecho es que a mediados del siglo II el Imperio Romano daba muestras de debilidad en medio de un desequilibrio creciente entre gastos e ingresos sin que se recurriera nunca a la emisión de deuda pública. De estos ingresos estatales se calcula que 2/3 los proporcionaban las aduanas que gravaban los productos del comercio exterior que llegaban al Imperio. Esto explica que cuando hacia el último cuarto del siglo II la situación en casi todas las fronteras se desestabilice y Roma se vea obligada a un enorme esfuerzo económico para defenderse tenga que abandonar la inversión en las obras de infraestructura de las que se había hecho cargo en los cotos mineros para controlar la producción y como consecuencia de ello los sistemas de desagüe (todos de tracción sangre, al no haber otro tipo de motor eficiente) colapsen, como atestigua igualmente la Arqueología, y la producción de metales amonedables se vea detenida de golpe. Algo que afecta a su vez a la exportación (pues la plata fue siempre -incluso durante la etapa Moderna del Imperio Español- el metal deseado por Oriente a cambio de sus productos de lujo). La monarquía romana de los Ulpio-Aelios (vulgarmente dicha de los Antoninos) se desequilibró y tendió a su desaparición en Occidente, sin que el epílogo de los emperadores Severos pudieran evitarlo; al tiempo que la potente dinastía china de los Han - a la que al final llegaron los embajadores romanos hacia 165- tendió hacia el mismo fin-. También la dinastía parta Arsácida de Persia terminó cayendo por la misma época. Algo similar sucedió a más largo plazo en el otro gran imperio, el Kushan al norte de India, que se veía implicado también en la ruta de la seda. Nada es casual. El dinero (sea bajo la forma que sea) es la sangre del poder político, y cuando falta la sangre los cuerpos desfallecen. Incluso la evolución de los sistemas ideológicos se mueve al son de don Dinero.
El Imperio Romano alcanzó su acmé en los años que siguieron a la conquista de Egipto y el relanzamiento de las minas de plata del S.O. de la Península Ibérica sobre todo. Eso permitió un activísimo comercio exterior con los grandes países productores de objetos que podríamos considerar de lujo (sedas, piedras preciosas, especias...) tanto de la India -con la que había un contacto directo- como con China, que buscó su expansión hacia el Oeste buscando contactar de forma más directa con el Imperio Romano llegando sus hombres hasta el golfo Pérsico a fines del siglo I. Trajano intentaría también expandirse hacia el Este, conquistando Mesopotamia y asomándose también al mismo golfo. Pero la situación había cambiado y el contacto directo fracasó. Las minas productoras de plata de Hispania habían comenzado su decadencia, como testimonia la Arqueología, y por consiguiente los contactos se fueron haciendo menos intensos poco a poco. Además, el desarrollo interno del Estado romano le llevó a tener una burocracia cada vez más complicada y cara, una vez superada la etapa en la que bastaba la supervisión general de las ciudades, a partir de las cuales se estructuraba un gobierno sin burocracia, basado en prestaciones personales para los cargos (considerados honores y por ello muy apetecidos en el marco de una mentalidad antigua de prestigio) y también para los servicios a prestar a las comunidades a las que estaban adscritos. La recaudación de los impuestos se hacía de esta manera a nivel local por medio de contratos con publicanos privados, a los que se recurría también en el caso de tener que desarrollar obras públicas de cierta envergadura.
El hecho es que a mediados del siglo II el Imperio Romano daba muestras de debilidad en medio de un desequilibrio creciente entre gastos e ingresos sin que se recurriera nunca a la emisión de deuda pública. De estos ingresos estatales se calcula que 2/3 los proporcionaban las aduanas que gravaban los productos del comercio exterior que llegaban al Imperio. Esto explica que cuando hacia el último cuarto del siglo II la situación en casi todas las fronteras se desestabilice y Roma se vea obligada a un enorme esfuerzo económico para defenderse tenga que abandonar la inversión en las obras de infraestructura de las que se había hecho cargo en los cotos mineros para controlar la producción y como consecuencia de ello los sistemas de desagüe (todos de tracción sangre, al no haber otro tipo de motor eficiente) colapsen, como atestigua igualmente la Arqueología, y la producción de metales amonedables se vea detenida de golpe. Algo que afecta a su vez a la exportación (pues la plata fue siempre -incluso durante la etapa Moderna del Imperio Español- el metal deseado por Oriente a cambio de sus productos de lujo). La monarquía romana de los Ulpio-Aelios (vulgarmente dicha de los Antoninos) se desequilibró y tendió a su desaparición en Occidente, sin que el epílogo de los emperadores Severos pudieran evitarlo; al tiempo que la potente dinastía china de los Han - a la que al final llegaron los embajadores romanos hacia 165- tendió hacia el mismo fin-. También la dinastía parta Arsácida de Persia terminó cayendo por la misma época. Algo similar sucedió a más largo plazo en el otro gran imperio, el Kushan al norte de India, que se veía implicado también en la ruta de la seda. Nada es casual. El dinero (sea bajo la forma que sea) es la sangre del poder político, y cuando falta la sangre los cuerpos desfallecen. Incluso la evolución de los sistemas ideológicos se mueve al son de don Dinero.
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Fecha de inscripción : 02/02/2010
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