Prestigio vs Mercado
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Calvinismo y catolicismo: dos formas de entender el capitalismo

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Mensaje  Genaro Chic Lun Nov 08, 2010 2:20 pm

He tocado con anterioridad en este foro [ https://prestigiovsmercado.foroes.org/economia-de-prestigio-y-economia-de-mercado-f1/los-pigs-somos-en-general-bastante-antiguos-el-maldito-tripalium-t26.htm#124 ] el tema de la relación que existe entre la consideración del trabajo y el tipo de ideología que domina a una determinada colectividad. En concreto he puesto de relieve la diferencia que existe entre los que entendemos que el trabajo es, como su propio nombre indica, una tortura (tripalium) y quienes por el contrario consideran que es una virtud que ensalza al hombre. O sea la diferencia que al respecto existe entre los que son (como es mi caso) de cultura católica o antigua, y los que son por el contrario de cultura calvinista o moderna.
Hoy quiero señalar el enlace a un pequeño memorandum del anarcocapitalista Murray N. Rothbard, titulado "Catolicismo, protestantismo y capitalismo", que e ha enviado mi amigo Benito y que pienso que puede ser de interés. Para mí ha resultado esclarecedor respecto al tipo de ruptura que significó en calvinismo en un momento de lucha política con el catolicismo español del Imperio. Es un análisis histórico interesante, desprendido de las habituales tendencias panfletistas que parten sólo de prejuicios antiespañoles y/o anticatólicos.
http://www.docstoc.com/docs/3174754/MEMORANDUM-SOBRE-CATOLICISMO-PROTESTANTISMO-Y-CAPITALISMO-Murray-N-Rothbard-El



Última edición por Genaro Chic el Mar Ago 02, 2011 10:53 am, editado 1 vez

Genaro Chic

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Mensaje  Genaro Chic Mar Ago 02, 2011 10:50 am

Los mercados contra España: ¿nos atacan por nuestro déficit o por nuestro catolicismo?

La versión oficial sobre los repetidos ataques especulativos a España parece ser lo suficientemente consistente como para no dejar lugar a dudas, y más aún cuando es repetidamente respaldada por un buen número de expertos. Como resume José Villacís, profesor de Teoría Económica e Historia de la Universidad CEU San Pablo, los mercados nos atacan porque hemos fracasado en el control del gasto, porque tenemos un déficit elevado y porque generamos poca confianza respecto de las posibilidades de pagar nuestra deuda.

Eso hace que los mercados tengan que prestarnos más caro como contrapartida: cuanto mayor riesgo, y España hoy lo genera, mayor interés. Además, el gobierno habría contribuido a ese escenario al actuar de modo débil y sin ideas claras, introduciendo incertidumbre en un contexto que demanda certezas. Según afirma Villacís, “han dado la sensación de ser personas poco cualificadas e incapaces de tomar decisiones duras que favorezcan a los empresarios”.

Pero esa verdad oficial no es la única que se maneja a la hora de explicar los motivos de los ataques, que pueden ser interpretados de formas muy diferentes.

Para una de ellas, la crisis no sería producto del exceso de gasto, sino del déficit de ingresos. Como señala Alberto Garzón, economista, investigador de la Universidad Pablo de Olavide y miembro del consejo científico de Attac, “la deuda española es relativamente reducida si la comparamos con la de países como Alemania o Francia, y muy reducida si tenemos a Italia y Grecia como referente, de modo que el problema no es el volumen. Lo que nos están diciendo desde el FMI es que las finanzas públicas son insostenibles porque hemos reducido ingresos, lo cual tiene que ver directamente con las rebajas fiscales que se han llevado a cabo y que han dejado de gravar a las rentas más altas”.

Las explicaciones no son sólo de corte económico. También hay factores psicológicos, relacionados con la imagen que proyectamos al exterior, que podrían explicar cómo esa desconfianza de los mercados se traduce en un mayor tipo de interés. Así, “no nos hemos quitado de encima la sensación de que somos un país folclórico y dado al engaño. Además, lo ocurrido con Grecia, un estado que falseó su contabilidad, refuerza esa desconfianza en la picardía de los pueblos del Mediterráneo”. Esa sensación de que estamos siempre escondiendo algo, señala Villacís, encuentra un punto de apoyo en las cuentas públicas de las autonomías, “en las que hay mucho gato encerrado. No sabemos a ciencia cierta cuál es su verdadero estado”.

Falacias que hacen daño

Las causas del ataque también tienen que ver con prejuicios que no se corresponden con la realidad [¿seguro?]. Charles Powell, profesor del CEU, subdirector de investigación del Real Instituto Elcano y autor de El amigo americano (ed. Galaxia Gutenberg) aseguraba que hubo notables prejuicios en la relación entre España y EEUU que aumentaron cuando Kissinger y Nixon tomaron las riendas de la política exterior estadounidense, ya que los americanos entendían que los pueblos de la Europa mediterránea no sabían gobernarse a sí mismos y por eso les hacía falta alguien con mano dura al frente, lo cual explicaba su apoyo a las diferentes dictaduras militares que imperaron en la zona.

Según Powell, estos prejuicios siguen vigentes, pero ahora en forma económica: como nos gusta la fiesta y la siesta, nos hemos convertido en países que sólo saben gastar y que carecen de la disciplina necesaria para mantener las cuentas en su sitio. Los españoles, desde su mirada, viviríamos para pasarlo bien, lo que explicaría nuestra irresponsabilidad a la hora de cuadrar nuestros presupuestos.

La desconfianza hacia la Europa meridional también puede ser explicada en clave religiosa. No hay que olvidar que los países que están bajo la lupa de los mercados son católicos (Irlanda, Portugal, Italia y España, además de los ortodoxos griegos), que los bancos y los fondos de inversión que forman ese colectivo impersonal que llamamos mercados son de origen anglosajón, y que entidades como JP Morgan o Goldman Sachs, que son sus actores más relevantes, han tenido y tienen intensos vínculos con otras religiones.

Para Villacís, vivimos en un periodo en el que “podrían estar reactivándose los prejuicios del entorno anglosajón hacia los católicos, ya que en la mente humana hay recuerdos que son muy perdurables y que pueden estar ocultos pero que salen de nuevo a la superficie cuando pasa algo excepcional. Una crisis es un pisotón que nos despierta y que puede traer consigo muchas creencias irracionales. Y no se trata tanto de que afirmen que el catolicismo es el causante de la crisis pero sí que vuelven a pensar que los católicos no son buenos trabajadores y que nuestros valores perjudican los negocios”. Además, asegura Villacís, tampoco sería extraño que estos prejuicios se multiplicasen, ya que “hay bastante pánico. Muchos, incluidos los alemanes, están con el miedo metido en el cuerpo y eso reactiva los estereotipos más irracionales”.

Los prejuicios también suelen utilizarse como ladrillos para construir un escenario apropiado para los especuladores. Así lo cree Garzón, para quien “el objetivo de los grandes bancos y fondos de inversión no es disciplinar países, sino hacer negocio. Y aprovechan cualquier situación: cuando un país aparece débil, rápidamente sacan tajada. Los prejuicios suelen servirles para ese fin, ya que ayudan a focalizar la situación en los estados con los que van a especular. Se puede acusar a Grecia de ser un país de vagos, aunque sea el estado de la OCDE donde más horas se trabaja. Se repiten unos cuantos estereotipos en los medios y ya tienes el contexto preciso para continuar con el ataque especulativo”.

Otro de los trucos que se utilizan para este fin es amplificar elementos reales. Así, “siendo cierto que Grecia había manipulado sus cuentas, hicieron circular muchos rumores y falsedades, exagerando una situación que no era tan mala, de modo que pudieran seguir ahogado al país. Hay que tener en cuenta que el aumento de la prima de riesgo no implica que la gestión sea mala: la situación objetiva de EEUU es más dramática en cuanto a deuda que la de España o Grecia, pero los grandes fondos de inversión no le atacan porque es el país más fuerte, no porque sus cuentas estén atravesando un buen momento.” ( http://www.vanguardia.com.mx/%C2%BFysiestadosunidosquebrara?-1053336-columna.html ).

Estereotipos exacerbados

Para José Miguel Fernández Dols, catedrático de Psicología Social de la Universidad Autónoma de Madrid hay que diferenciar que los prejuicios sigan vigentes (como se ha comprobado en los últimos tiempos, cuando se han exacerbado toda clase de estereotipos; no hay más que ver cómo, con la crisis de los pepinos, los países del norte ubicaban literalmente la suciedad en el sur de Europa”) de que sean económicamente efectivos, ya que “no está tan claro hasta qué punto las personas que toman las decisiones en los mercados se dejan llevar por esas preconcepciones”. Pero lo que sí parece cierto es que tales explicaciones acaban siendo creídas por una mayoría de gente.

“El ser humano necesita pensar que vive en un mundo justo, lo que le lleva con frecuencia a echar la culpa a las víctimas, lo cual es un mecanismo psicológico terrible. Si vemos a una víctima a la que no podemos ayudar, es muy probable que pensemos que algo habrá hecho para estar así”. Se refiere Fernández Dols a que ese tipo de escenarios nos obligan a elegir: o el mundo es injusto y quienes están al frente de él actúan de forma irracional y arbitraria o el mundo es un lugar confiable y previsible, pero hay quienes, como las víctimas, se han comportado de modo indebido y ahora tienen que pagar la cuenta.

Por eso, señala Fernández Dols, quizá no deberíamos entender los mercados como un colectivo de individuos que cometen errores a pesar de su pericia técnica, y comenzar a entenderlo desde la exuberancia irracional, expresión que popularizó Robert Shiller, quien señalaba que había acontecimientos importantes, como ocurrió con la burbuja inmobiliaria, que carecían de fundamento técnico y que no estaban sostenido por una realidad económica. En el mismo sentido apunta Fernández Dols, para quien “nuestra economía está compuesta de muchos elementos irracionales no siempre acordes con principios éticos de nuestra sociedad, lo cual genera un cóctel de difícil digestión”.

Esteban Hernández 30/07/2011

http://www.elconfidencial.com/economia/2011/07/30/los-mercados-contra-espana-nos-atacan-por-nuestro-deficit-o-por-nuestro-catolicismo-82073/

PREGUNTAS QUE ME HAGO:

¿Es más racional que primero creen los bancos el dinero fiduciario –o de fe- y esperen que ello incite a la creación de riqueza, o lo contrario: que el dinero sea la medida de la riqueza y ayude a distribuirla en vez de a concentrarla?

¿Es más irracional trabajar sólo lo necesario para vivir, o lo contrario, vivir para trabajar?
https://www.youtube.com/watch?v=q8UKmFOZ4dA

¿Es más irracional prestar dinero -con tal de generar deuda ajena para que te pague tu expansión- a alguien (individuo o país) que sabes que no te lo va a devolver, o rasgarse las vestiduras porque después no te lo devuelven?

¿Quién es inocente en este juego de razonamientos, los de cultura protestante o los de la católica?

Consideración final:

Los que somos de cultura católica tenemos el mismo interés que los protestantes por la riqueza, pero no por el capitalismo, que no es más que su abstracción. Y como decía el pintor, el sueño de la razón produce monstruos y el padre puede devorar a sus hijos.

Saludos

Genaro Chic

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Mensaje  Genaro Chic Miér Dic 21, 2011 10:48 am

Publica hoy S. McCoy, en el diario económico Cotizalia, un artículo que estimo que es interesante como ejemplo de la diferencia existente entre las maneras de entender el uso y disfrute del capital en los países de mentalidad católica (o antigua) y los protestantes. Dice así:

El disparate de la presencia de Grecia en la Unión Europea ofrece cada día nuevos y disparatados capítulos. Ya saben cómo en su día se las trataron de apañar para corregir sus excesivos niveles de deuda y déficit sobre PIB: incluyendo en éste las actividades de juego y prostitución. Gato blanco o negro con tal que cace ratones. El impacto fue notable y el predicamento de la idea serio, toda vez que justo antes del estallido de la crisis era una de las propuestas que Eurostat tenía sobre la mesa para acotar más certeramente la verdadera riqueza de un país. En el fondo, el reconocimiento de la falta de consistencia de un dato, el oficial, que queda muy lejos en algunos estados de su realidad económica subyacente. Si no puedes contra el fraude, únete a él desde los despachos de Bruselas. Mola Europa…

Hace bien poco saltó a la palestra que los familiares de muchos muertos eran muy vivos y seguían cobrando, a final de cada vez, la pensión de jubilación del finado por más que éste llevara años criando malvas. El vivo al bollo, que se viene a decir. Y llamó en su día especialmente la atención cómo la mayor ratio de Porsche Cayenne per capita del mundo mundial no se situaba en las zonas ricas de Asia o Europa del Norte sino en una ciudad helena de 250.000 habitantes de carácter marcadamente agrícola, Larisa. No es de extrañar en una nación donde están censados más de estos vehículos que habitantes con ingresos declarados de más de 50.000 euros. Bienvenidos al milagro de los pistones y las bujías: de donde no hay, sus ciudadanos son capaces de sacar coches de lujo por doquier. Mejor no preguntar a los socios calvinistas comunitarios qué piensan de todo esto.

¿Cómo es esto posible? Vayamos a la última, que se dio a conocer en el Financial Times el jueves de la semana pasada. Un antiguo cargo del Ministerio de Finanzas reveló una trama de fraude estructural, consolidado en el tiempo, en 250 oficinas de la Agencia Tributaria repartidas por toda Grecia donde rige la norma del 40-40-20. A cambio de un descuento del 40% en las multas impuestas a los evasores, los inspectores cobran como mordida otro 40% mientras que la Administración ingresa el 20% restante. Si tú, defraudador, no tragas, tu coste se multiplica por cinco. Imagínense cuál es su decisión para gozo del bolsillo del funcionario. Teniendo en cuenta que, según la OCDE, los menores ingresos tributarios por fraude en el país se sitúan entre los 5.000 y 6.000 millones de euros, no estamos hablando de minucias.

Hasta qué punto no estaría generalizada la práctica que al denunciante, responsable de los sistemas informáticos del negociado, no le quedó otro remedio que dimitir al constatar que los datos cruzados que suministraba el mecanismo por él diseñado eran constantemente ignorados por los principales responsables de tan lucrativa división, que preferían mirar hacia otro lado. Ya sabemos por qué. ¡Vivan los Cayennes! Si en uno de los ejes fundamentales para la supervivencia financiera griega, como es la recaudación, existen unas malas prácticas tan institucionalizadas como éstas que impiden su mejora, es preferible no pensar qué es lo que puede estar pasando en el resto de la función pública y en la actividad privada. La pregunta que surge a continuación es evidente: ¿puede un gobierno desinstalar este chip de informalidad de la mentalidad colectiva?, ¿cómo?

Complicado. Al final son estas cosas las que nos ayudan a entender el porqué Europa como proyecto colectivo necesita de una redefinición basada en la mano dura y las reglas taxativas y no en el café para todos que la ha caracterizado hasta ahora. Recordaba hace poco el Alcalde de Londres, Boris Johnson, que por mucho que se entrenara nunca llegaría a atleta de competición y que, del mismo modo, Grecia, por más que quiera, nunca será Alemania. Hemos recogido hoy varios ejemplos palmarios de tal realidad. Esta divergencia es la que debería hacer reflexionar a los lumbreras comunitarios a la hora de resolver las cinco grandes cuestiones periodísticas que, sobre la Unión, se encuentran hoy encima de la mesa: qué, sobre todo, quién, cuándo, cómo y por qué. Aunque parezca mentira, salvo la última, todas las demás se encuentran blowing in the air a día de hoy. Así nos va.

http://www.cotizalia.com/opinion/valor-anadido/2011/12/20/inspectores-trincones-con-comisiones-de-hasta-el-40-6421/

Genaro Chic

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Mensaje  Aarón RD Dom Ene 08, 2012 2:12 pm

‘Cerditos’ en la UE: ¿Son los países católicos manirrotos?
Arrecia el debate sobre la influencia de la religión en el desarrollo económico de los pueblos. ¿Por qué la crisis se ha cebado más en los Estados del sur que en los del norte, de tradición protestante?


Juan G. Bedoya Madrid 8 ENE 2012 - 00:13 CET144

¿Son manirrotos los católicos, e incapaces sus políticos de sostener una economía capitalista creíble? ¿Por qué la crisis se ceba más en los países católicos del sur de Europa que en los del norte, de tradición protestante? ¿Son anticatólicos los mercados? Como en la canción de Bob Dylan, la respuesta (y la pregunta) está en el viento. No es un debate nuevo, pero arrecia en los tres últimos años.

De rodillas, andrajosos, humillados, cinco sujetos aparentemente sobrealimentados piden limosna en actitud perpleja. Detrás, un muro. Enfrente, la nada. Un letrero dice que son miembros de la Unión Europea. Cada uno luce en la pechera la marca de su país: Italia, Portugal, Irlanda, España y Grecia, de izquierda a derecha. El dibujante Jim Morin sublimó así el viejo debate sobre la inferioridad económica de los países católicos. Su ya famosa caricatura se publicó en The New York Times para ilustrar un informe sobre los PIGS europeos, literalmente cerdos en inglés.

PIGS es el acrónimo despectivo con el que financieros anglosajones se refieren a los países del sur de la UE: Portugal, Italia, Grecia y España (Spain en inglés), para subrayar sus problemas específicos: déficit incontrolado, contracción económica, desempleo galopante, endeudamiento, burbuja inmobiliaria, derrumbe de sus emisiones de deuda y, sobre todo, mentira y falseamiento de las cuentas. Tras la crisis de 2008, se reemplazó Italia por Irlanda, pero ahora añaden a las dos, con el acrónimo PIIGS. Algunos de esos países fueron presentados como ejemplares por sus gobernantes, en el caso de España como una economía de “champions”, a punto de superar a Francia e, incluso, a Alemania (palabras de Zapatero hace tres años).

El calificativo PIGS ha sido usado incluso por el Financial Times, referido a los prejuicios habituales de un determinado pensamiento económico sobre países de la periferia europea, oponiendo su situación a los emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India, y China). El periódico jugaba con las palabras brick (ladrillo) y pig (cerdo), con una sutil referencia a la frase hecha que designa en ese idioma la idea de algo inverosímil: flying pig (cerdo que vuela).

Otros teóricos han utilizado la expresión economía porcina. “Es un apodo peyorativo, aunque refleja la realidad. Hace ocho años, los cerdos llegaron realmente a volar. Sus economías se dispararon después de unirse a la eurozona. Ahora, los cerdos están cayendo de nuevo a tierra”, escribió Financial Times en septiembre de 2008. Los mismos calificativos han usado The Times, Newsweek y The Economist.

Pese a que las economías de los países donde más han arreciado esas críticas (Reino Unido y EE UU) también atraviesan por dificultades, los desprecios no han desaparecido. Todo empezó con las tesis del sociólogo Max Weber sobre la inferioridad del cristianismo romano respecto al protestantismo para construir economías capitalistas solventes.

Los cinco pordioseros del dibujante Jim Morin tienen esa característica religiosa. Son católicos romanos, salvo Grecia, que es ortodoxa, una religión prima hermana del catolicismo. Si hubiera un barómetro para medir el maridaje entre el Estado y la religión, Grecia se llevaría la palma confesional, por delante de Italia y España. La última demostración fue la jura del cargo del nuevo primer ministro heleno, humillado ante el nutrido grupo de prelados encabezados por el arzobispo de Atenas y primado de Grecia, Jerónimos II.

En España, los presidentes de Gobierno y sus ministros, incluso los tachados por el Vaticano de “laicistas furibundos” (como Rodríguez Zapatero), juran su cargo ante un crucifijo y la Biblia abierta por el Pentateuco, el llamado Libro de los Números.

Veamos las tesis del sociólogo alemán Max Weber (Erfurt, 1864-Múnich, 1920). Las expone en un libro que se hizo pronto famoso, La ética protestante del capitalismo, publicado en 1905. Dice: “El mundo protestante es más exitoso económicamente que el católico gracias al influjo de la religión protestante en cada uno de sus individuos: amor al trabajo, honradez, ahorro y apego permitido a lo material”.

Los protestantes llaman perezosos a los católicos. Replican los católicos que los protestantes son materialistas. Weber lo explica así: “El católico es conformista y prefiere la seguridad, mientras que el protestante se atreve con el riesgo. La Iglesia católica castiga al hereje, pero es indulgente con el pecador. El protestante pone el énfasis no en la confesión, sino en la conducta. Cualquier fabricante sabe que es la falta de conciencia de los trabajadores de países como Italia uno de los obstáculos de su evolución capitalista y de todo progreso”.

Los tópicazos del sociólogo de la religión se refiere aquí a un tema de rabiosa actualidad en la UE: la menor laboriosidad y productividad de los países del sur, y el escandaloso absentismo laboral. Según Weber, el protestante no considera el trabajo un castigo. Los católicos, en cambio, creen que el trabajo es el máximo castigo de Dios por el pecado original, y culpan a una mujer, Eva, de haber provocado la expulsión del Paraíso, donde no era necesario trabajar. Del protestantismo, perseguido con saña en España hasta 1966, escribió Menéndez Pelayo, desde su atalaya de católico a machamartillo: “El protestantismo no es más que la religión de los curas que se casan”.

Ahora, la protestante Angela Merkel se presenta capaz de arreglar las cuentas y las deudas de los Estados del sur, como se ayuda a un primo borrachín. Pero exige atenerse al cuento de los tres cerditos merendados por el lobo. No ayudará, a menos que los PIGS estén dispuestos a construir en cemento armado sus casas, en vez de con paja reseca, y a aplicarse el cuento de la austeridad, el rigor y los sacrificios.

Todo son dudas. Las medidas de austeridad impuestas a los italianos por el Gobierno del tecnócrata Mario Monti (bien arropado por ministros católicos, como Andrea Riccardi, hagiógrafo de Juan Pablo II y fundador de la Comunidad de sant’Egidio, uno de los nuevos movimientos del catolicismo romano), excluyen de todo sacrificio a la Iglesia católica. El plan de ajuste asciende a 30.000 millones de euros, de los que buena parte proceden de un nuevo impuesto inmobiliario. Si la Iglesia católica italiana lo tuviera que pagar, Monti tendría 2.500 millones más. Lo han evitado ministros considerados más súbditos del Vaticano que de Italia.

Han hecho lo mismo los nuevos gobernantes de Grecia. En España, ni siquiera se plantea lo contrario, pese a ser la Iglesia católica el segundo propietario inmobiliario después del Estado. En los tres países en crisis, las jerarquías católicas viven en un clamoroso paraíso fiscal.

Todo empieza en la educación sentimental. Los catecismos que aprendieron los españoles durante el nacionalcatolicismo franquista (el Astete, el Ripalda y el Catecismo Patriótico Español, sobre todo) enseñaban que el liberalismo era pecado, pero también el capitalismo, el socialismo, el modernismo, el darwinismo, el sindicalismo, el laicismo, el secularismo, y así hasta 14 ismos. “A todos los fieles, en especial a los que mandan, ordenamos con la autoridad del mismo Dios que trabajen con empeño en desterrar de la Santa Iglesia estos errores”, ordenó el Concilio Vaticano I.

“¿Es lícito a un católico llamarse liberal?”, preguntaba el cura en la catequesis siguiendo el texto de Nuevo Ripalda para la nueva España. Respuesta: “No, señor, por el escándalo que causa tomar el nombre de un error condenado por la Iglesia”. Pero había matices. El catequista ensotanado pregunta si “alguna vez no será pecado leer la prensa liberal”. “Sí, señor, si se leyeren las reseñas taurinas o el alza o baja de la Bolsa”.

Michael Burleich, historiador de Oxford, opina: “Para los protestantes liberales, los católicos personificaban el atraso económico y el oscurantismo cultural, mientras que el protestantismo era sinónimo de cultura, una identificación efectuada en parte para revigorizar el protestantismo entre una burguesía que ya no iba a la iglesia. Las personas modernas hacían sus propias elecciones racionales; los sacerdotes ejercían un dominio antinatural sobre las ancianas, los niños y las gentes del campo, que constituían la mayoría católica”.

Es como si Burleich hubiera escuchado al aristócrata Cayetano Martínez de Irujo, conde de Salvatierra y gestor de la Casa de Alba, que acaba de proclamar que “los jornaleros andaluces tienen pocas ganas de trabajar”. La misma idea ha expresado, con palabras más gruesas, el líder de los democristianos catalanes, Duran Lleida. Burleich añade, citando a Weber: “La resolución y la sobriedad características de los protestantes contrasta con una chusma indolente y beoda de campesinos controlados por los curas, que solo salen de su inercia para quedarse embobados con las trapacerías de las reliquias”.

Recientes investigaciones de Ludger Wössmann y Sascha Becker, profesores de Economía de la Educación en la Universidad de Múnich, señalan que las regiones alemanas protestantes eran (son) de promedio más ricas y desarrolladas que las católicas, y también tenían (tienen) mayor nivel de escolarización de mujeres.

En España, el atraso económico se concentra, con tasas de paro por encima del 30%, en las regiones más católicas, si sirve para medir la religiosidad el porcentaje de contribuyentes que coloca la equis en su declaración de la renta pidiendo que Hacienda desvíe el 0,7% de su cuota fiscal para pagar los salarios de obispos y sacerdotes. Andalucía y Castilla-La Mancha duplican el porcentaje de País Vasco y Cataluña. Además, la historia del mal llamado impuesto religioso es una demostración de cómo en el mundo católico la verdad puede convertirse en mentira con desparpajo. Sostienen los obispos que son sus fieles los que pagan ese impuesto. Pero el católico español, al contrario que en Alemania, no añade ni un euro en el IRPF para su confesión. Es Hacienda quien lo deduce de los ingresos totales del Estado, de manera que el sostenimiento del clero católico corre también por cuenta de ateos, protestantes, judíos, musulmanes y todos los etcéteras que quieran añadirse.

Italia confirma también las conclusiones de Wössmann y Becker, con un añadido: allí está demostrado que el norte, más rico pero menos religioso, es menos corrupto que el sur, donde la tradición católica está más arraigada y hay más pobreza.

Es difícil encontrar un historiador de las religiones que no se ocupe de las tesis de Weber. El último en hacerlo es Diarmaid MacCulloch, catedrático de Historia de la Iglesia en la Universidad de Oxford. Acaba de publicar una imponente Historia de la Cristiandad (Debate, 2.300 páginas) y, pese a señalar los intentos renovadores de Roma, considera razonables los argumentos del sociólogo alemán. “Los colectivos son más proclives que los individuos a pasar por alto algo que sucede delante de sus narices”, ironiza.

En cambio, la filósofa y escritora Reyes Calderón, decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Navarra, desveló hace apenas un mes que está ultimando una investigación en la que desmonta con contundencia la idea de que las sociedades católicas sean más corruptas y atrasadas que las de tradición protestante. De momento, sostiene: “El problema es que tanto la metodología de la investigación como las bases de los estudios eran incorrectas. Valoraban, por ejemplo, que como en el catolicismo puedes robar y después confesarte para quedar libre de culpa, se tendía más al hurto. No valoraron que la religión católica obliga a devolver lo robado para ser absuelto. La muestra era muy sesgada”.[b]

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/01/07/actualidad/1325970360_782608.html

Aarón RD
Invitado


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Mensaje  Genaro Chic Vie Mayo 11, 2012 10:47 am

España, del capitalismo católico al protestante

Desde que Max Weber escribiera a principios del siglo pasado La ética protestante y el espíritu del capitalismo, parece muy claro -pese a los detractores de esta tesis, que los hay- que el funcionamiento capitalista de las sociedades mayoritariamente católicas (España, Italia, Portugal y buena parte de Francia) es mucho menos eficiente que el de las protestantes en general y las calvinistas en particular. No es una casualidad que el liderazgo germánico se corresponda con un país luterano, puritano, en el que el trabajo y el esfuerzo personales constituyen un don y nunca un castigo bíblico. Muy por el contrario, en los países católicos [u ortodoxos, de tradición mediterránea antigua], el trabajo no deja de ser una penosa necesidad para sobrevivir. Son dos perspectivas diferentes. De las que se deducen consecuencias extraordinarias. La ética calvinista ensalza la individualidad, el mérito de cada persona y la justicia de que cada cual se labre su suerte. No se socializa ni el éxito ni el fracaso. Cada cual debe salir de su propio atolladero con el sudor de su frente y aquel que no lo consigue deberá asumir la pobreza. El despilfarro se proscribe, pero la ganancia legítima se aplaude y la excelencia se enaltece. En las sociedades católicas, ocurre todo lo contrario: se socializa frecuentemente la mediocridad, se recela del éxito individual y la riqueza se atribuye más al latrocinio que al empeño honrado en el trabajo o en los negocios.

Estas sociedades tan dispares, se han organizado de manera también muy dispar. Mientras los países del sur -católicos- han hecho del gasto público y de la universalización de los servicios a costa del erario público -con bajos impuestos- un auténtico dogma, los del norte, protestantes, han sido restrictivos en el disfrute de las prestaciones sociales y se han financiado con cargas fiscales elevadísimas. La socialdemocracia sueca, icónica en el siglo pasado, era verdaderamente modélica, pero muy estricta: Estado de bienestar pero soportado por una carga impositiva sustancial y sólo para los que contribuían a sostenerlo. Europa dispone hoy de dos realidades: la del norte, más estructurada, con una crisis más amortiguada y con movimientos de extrema derecha reactivos a la emigración; y el sur, en crisis recesiva profunda y con Estado arruinados.

La presión de las llamadas reformas estructurales sobre los países rescatados -nótese el catolicismo de Irlanda, que proporciona identidad histórica al país- y sobre Italia y España tiene origen en la sensación de malestar que provoca en el norte del Continente la forma de conducirse -y de lamentarse- del ciudadano de la periferia europea. Los recortes y la obsesión por el déficit se originan igualmente en una mentalidad muy disciplinada sobre el equilibrio entre el ingreso y el gasto, y la necesidad del ahorro, así como del imperativo del esfuerzo personal.

El turismo sanitario procede de países ricos que no ofrecen gratuitamente determinadas prestaciones a sus nacionales -tienen duros sistemas de copago- y que en España encuentran un auténtico paraíso. Hasta que se adoptaron medidas para impedir el abuso. Ahora el Gobierno ha arbitrado otras adicionales que son correctas. También ha restringido la universalidad de la sanidad en unos términos aceptables, incluso, generosos para países calvinistas del norte o Estados Unidos. Las medidas de copago de transportes sanitarios no urgentes, contribución al coste de prótesis, exclusión de medicamentos menores y el copago farmacéutico incrementado, y otras medidas en órdenes distintos -mayor número y cuantía de tasas universitarias y otros servicios-, no sólo responden a una necesidad de ingresos para financiar esas prestaciones, sino que están tratando de corregir la mentalidad socializadora -católica- hacia otra más estricta, exigente e individualista que es la protestante, especialmente calvinista.

Por la misma razón que en determinados países democráticos -véase la dimisión del presidente de la República Federal de Alemania, o el impacto en la carrera de notables políticos de un desliz de carácter sexual- el umbral de exigencia ética es muy alto hacia sus políticos, lo es también el de exigencia a los ciudadanos, de tal manera que se produce una retroalimentación que establece mecanismos recíprocos que equilibran el ejercicio de las facultades públicas con los poderes de fiscalización ética de la ciudadanía. Eso no ocurre en España, ni en Italia, ni siquiera en Francia o en Portugal. Pertenecemos a dos galaxias morales diferentes, a dos modelos distanciados de criterios e imperativos éticos. Y la partida, guste o no, la están ganando los discípulos del calvinismo que, reactivamente, engrosan en los países del norte europeo cada vez más formaciones políticas situadas en la llamada extrema derecha (Noruega, Suecia, Holanda, Finlandia, Austria…).

Migramos a una sociedad capitalista en la que va a primar el individuo sobre la colectividad. Un giro copernicano que la crisis económica acelera porque la sostenibilidad del Estado del bienestar establece unas exigencias incompatibles con las gestiones frívolas de los políticos meridionales y la irresponsabilidad colectiva que tantas veces hemos padecido. Y es que las creencias religiosas, decantadas en el patrimonio cívico como valores de referencia, son decisivas e inevitables. Y actúan como la ley de la gravedad: no se tocan pero existen. Un efecto más de la gran recesión. En su último ensayo, La civilización del espectáculo, Vargas Llosa, aborda este asunto y constata este abismo con una expresión rotunda: “La Iglesia y el capitalismo, nunca se han llevado bien. Les chocará a algunos, pero es, simplemente, la verdad. Y por razones muy distintas a las que aduce la izquierda”.

José Antonio Zarzalejos.- 02/05/2012

http://www.elconfidencial.com/opinion/notebook/2012/05/02/espana-del-capitalismo-catolico-al-protestante-9125/

Genaro Chic

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