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Reflexión personal sobre las mujeres, la vida y la muerte

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Mensaje  Genaro Chic Vie Jun 07, 2024 6:51 pm

REFLEXIÓN PERSONAL SOBRE LAS MUJERES, LA VIDA Y LA MUERTE  

Llegado al invierno de mi vida, me ha parecido honrado exponer abiertamente algo sobre algunos aspectos de mi pensamiento, copiando algunos fragmentos de las reflexiones que, desde hace algunos años, vengo recogiendo en mi ordenador´.

Hace frio este invierno de 2018 como cuando tenía unos 20 años. Entonces salía por la mañana para la Facultad y recuerdo que me gustaba romper con el zapato la superficie helada de los charcos. Luego la temperatura se fue haciendo más elevada y aquello desapareció. Hacía bastante frío y en clase, donde no había ningún tipo de calefacción, a veces teníamos que dejarnos el abrigo puesto. Tengo muy mala memoria, pero me veo allí. Iba siempre con traje y corbata, algo que hoy sería casi imposible ver. Recuerdo que en los grupos musicales los chicos iban así.

Iba a clase todos los días menos los domingos, era muy raro que faltara a alguna. Creía que tenía que hacerlo, que era mi obligación. Normalmente no me apasionaba porque sólo era información, pero casi nunca me hacían pensar. La única vez que no fue así es las clases de Lingüística general, donde comencé a entender que la lengua tiene una lógica, que se ha formado sola, como un esqueleto en el que se apoya la carne que es el habla, que no se mueve tanto por lógica como por sentimientos. Es lo que más me impactó de mi carrera. Mi originalidad como historiador ha sido aplicar esa manera de ver las cosas, teniendo presente que nos movemos mucho más por los sentimientos que por la razón, aunque nunca dejo de aplicar una cierta lógica a los sentimientos. Tal vez por eso me haya interesado tanto el pensamiento femenino, basado más en la continuidad de posible madre que en el enfrentamiento, o sea más emocional, en mayor grado que el masculino. Posiblemente mi mayor logro como profesor haya sido conseguir, a base de aprender, que bastantes alumnas me hablaran como si lo estuvieran haciendo con otra mujer. ¡Lo que aprendí con ello!

Llevo 50 años psicosnalizándome yo mismo y aprendiendo de mis errores. No es nada nuevo. Aprendí de algo que escuché a alguien que me consideró luego su enemigo (sin que tenga nada que ver con esto) que lo peor de los propios problemas es guardárselos uno mismo y no sacarlos fuera. Entendí que hay que objetivar un problema para poder intentar resolverlo y es lo que procuro hacer desde entonces (hace más de 20 años). El problema es encontrar alguien que sepa escucharte con respeto. Aprendí de las mujeres que lo importante de hablar no es que te resuelvan tus problemas, como tendemos a pensar los hombres escuchantes, sino que la persona la escuche con respeto. Por eso bastantes alumnas, cuando se entrevistaban conmigo por temas de estudio me contaban con ese fin temas personales. Suelo decir que entiendo que éste fue mi mayor éxito como profesor universitario, porque en cierto modo aprendí a tratar así a los personajes históricos, soñándolos e interpretando los rasgos emocionales al tiempo que razonaba sobre ellos y su época. Cada uno es como es y, como dice Serrat en una canción, baja las escaleras como puede.

Soy omnívoro intelectual. He procurado hablar sin problemas con gente de todos los niveles (bajando o subiendo el tono para no desentonar) porque en todas partes se encuentra gente interesante, con independencia de la suerte que hayan tenido en la vida. Tengo claro, por ello, que hay muchísimos más hijoputas pobres que ricos, por la única y exclusiva razón de que hay muchísimos más pobres que ricos. Sólo por eso. Y lo que más se parece a un tonto es otro tonto (o la comparación que se quiera), lo pongas donde lo pongas: arriba, abajo, a la derecha o a la izquierda.

Empecé a comprender mucho mejor la historia cuando me di cuenta de ello. Con el sistema de lecturas sobre el que montaba mis clases dialogué mucho con todos los alumnos uno por uno. Normalmente la entrevista comenzaba con la comprobación de que realmente se había leído el libro en cuestión (la mayoría elegidos voluntariamente entre los de una lista previa o a propuesta de quien lo deseaba yo había aceptado) y después se extendía bastante sobre los temas que iban surgiendo. Pude observar así que los intereses de varones y hembras diferían con frecuencia al tratar los mismos temas. Y aprendí sobre todo a escuchar, cosa que con frecuencia las mujeres querían cuando me plateaban algún pequeño problema. Aprendí eso, que para ellas el mundo es más de grises que de blancos y negros. No hay tanta contradicción en los términos como las que nosotros normalmente apreciamos, sino que hay mucha continuidad. Y fui comprendiendo cada vez mejor que el mundo se había ido masculinizando progresivamente con el desarrollo de los estados (hasta llegar al racionalismo de hoy, que se nos está muriendo una vez más 'de éxito'). Por supuesto esta es mi perspectiva de las cosas, como puede haber muchas otras de acuerdo con las vivencias de cada persona.

A mí, desde luego, me encanta conocer lo que se suele llamar el alma femenina, tan distinta de la masculina en tantas cosas. Yo conseguí adentrarme un poco en el tema porque una forma que yo tenía de enseñar era recomendar la lectura de libros al alumnado, premiándolo con aumento de nota a final de curso si la comprobación de la lectura (si lo habían leído y se habían enterado de que iba la cosa) era positiva. Yo les daba una lista y ellos elegían lo que querían de ella o me proponían alguno distinto. En realidad, una vez comprobado -lo que era muy fácil- lo señalado, lo principal era la conversación que iniciaba con ellos y que solía durar de media hora al triple. El libro servía de pretexto para hablar un poco de todo, y de esta forma yo iba aprendiendo cómo pensaban los jóvenes. Pronto me di cuenta que las mujeres entendían la conversación de manera distinta (con frecuencia me hacían preguntas no para que les respondieran sino para que las escuchara, de modo que aprendí a responderles de forma sugerente, y de esta manera conseguí que bastantes terminaran hablándome "de mujer a mujer"). Fue mi mayor logro como profesor, aprender algo del alma femenina, de su distinta manera de contemplar el mundo y las relaciones, etc. Eso me sirvió también mucho como investigador (entiendo que la historia es investigación, no relato de los hechos, que es necesaria pero no suficiente) y lo apliqué a mi estudio de la historia, que hago de forma un tanto peculiar (mezclando los elementos racionales con los irracionales para la comprensión de los hechos) y me ha dado muy buen resultado, porque comprendo mucho mejor los procesos o formas de desarrollarse los hechos. Veo, por ejemplo, el problema de cómo es que la mayor parte de las mujeres están muy masculinizadas en su forma de pensar y comportarse (aunque ellas no lo saben: si así fuese no querrían ser iguales que los hombres, como pasa con la mayor parte del feminismo) y cuando tengo la rara suerte de topar con una auténtica bruja (o sea, una mujer-mujer) procuro lanzarme de cabeza a conocer todo lo que me pueda enseñar sin proponérselo.

Si por algo -aparte de su asombrosa capacidad para tener una mente tan inmensa que es capaz de abarcar lo limitado y lo ilimitado- me hubiese gustado ser mujer, es precisamente por haber roto los límites de la individualidad, pariendo un hijo. La virginidad me trae al fresco (siempre me pareció una tontería lo que me enseñaron a rezar: que "María fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto"), pero la maternidad no. No creo que haya nada más grande en la naturaleza humana.

Tengo una envidia grande (admiración más bien) por esa capacidad que tienen las mujeres para desdoblarse sin dejar de ser una para ser dos por lo menos. Comentaba no hace mucho con mi antigua compañera María Belén, cuya hija la hizo abuela de mellizos el mismo día y en la misma clínica que nació mi nieta Mar, que yo antes contemplaba el coño como algo donde meter, pero ahora me parece mucho mejor:  un sitio donde mana la vida, inconmensurable.

Si se exponen a tanto peligro por el deseo de parir (lo veo en mis hijas) es porque debe ser algo muy grande. El año 2017 leí un libro de una psicóloga americana, Clarissa Pinkola Estés [n. 1943], que se titula Mujeres que corren con los lobos [1992], y que me dio una visión de la mujer (a través del análisis de cuentos) que me imaginaba pero que no había escuchado nunca antes plenamente en boca de una mujer: buscan primero que se las ame, y luego que se las follen como remate de un acto de amor. No estoy descontento en absoluto por haber nacido hombre, pero me subyuga el caos en que ellas suelen vivir, tan creativo, y que forma un sistema precioso cuando se juntan con nosotros formando sistema.

Sin haber leído El mito de Sísifo  [1942] de A. Camus [1913-1960] yo ya llegué hace tiempo a la conclusión de que el sentido de la vida es la vida misma. Una vida en la que entramos por una puerta (el nacimiento) que está encomendada a la mujer, y la otra que es la de la muerte, que nos está encomendada a nosotros y que no es menos importante que la primera. El dolor es común a ambas. Querer romper este orden natural pienso que es suicida, porque nos hará desaparecer como especie.

Existe la idea, muy arraigada, de que la muerte es lo contrario de la vida, cuando en realidad es sólo un episodio de la misma, como lo es el nacimiento. Es el individuo consciente el que se identifica a sí mismo con la vida, lo que no deja de ser algo similar a identificar lo racional con lo real.

Para mí el problema no es morir (como tampoco lo fue nacer), sino el sufrimiento que puede conllevar y que no deseo padecer. Lo demás lo tengo asumido, aunque no tengo -de momento- ganas de morir, como no las tuve de nacer, que yo sepa. El tiempo, para mí, está ahí, siempre presente, y yo circulo por él, no sé por qué ni me importa demasiado.

Creo que respecto a la muerte lo mejor es no pensar. Es lo más práctico. Sólo sé que no se nada. Y nada lo va a remediar, por tanto.

Yo estoy siempre pensando, a pesar de que sé que lo verdaderamente importante es sentir. En este sentido creo que soy realmente muy hombre. Creo que nuestro cerebro tiene una gran afición a la lógica, al pensamiento que lucha siempre. Tal vez esa sea una de las causas que busquemos una mujer orientada hacia la generación de vida, para encontrar un contrapeso necesario y un reposo para la lucha. El problema es que hemos influido tanto en el desarrollo de la civilización que las mujeres han terminado queriendo tener igualdad con nosotros renunciando para ello a toda su grandeza. El equilibrio está mucho más lleno de vida que la igualdad. Y el equilibrio solo se logra en el marco del respeto. Es lo que pienso.

Genaro Chic García (n. 1949)


Genaro Chic

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