Cómo y por qué la Masonería desplazó a la Religión
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Cómo y por qué la Masonería desplazó a la Religión
Ingeniería social y cultura de la muerte
La reacción contra lo que se ha llamado el Viejo Régimen (sociedades dominadas por principios de verticalidad, en el sentido de que no todo el mundo es igual), promovido por quienes oficialmente no eran pero que sí tenían (dinero), fue muy profunda y no se limitó a los principios racionalistas aplicados a la economía o a la ordenación política (la llamada "democracia", cuyo sentido fue adaptado a las nuevas relaciones sociales que se pretendían establecer.
Había que cambiar la ideología religiosa (en la que la divinidad estaba arriba y los demás debajo, distintos por su grado de sacralidad, como en todas las relaciones sociales del Viejo Régimen) por otra que presentara la liberación absoluta del individuo, con independencia de sus característica naturales (sexo, por ejemplo, pero no solo desde luego). Luego de lograr establecer que todos somos iguales ante la ley, aunque lo que no se establece es que la ley es la misma para todos en la práctica (¿es igual, por ejemplo, lo mismo para la mujer que para el hombre, sin "discriminación positiva"? Y esto es un ejemplo mínimo).
Para ello se estableció en la práctica una nueva religión, con diversas ramas (como las tienen las religiones tradicionales "del libro", por ejemplo) a la que hemos llamado Masonería, desde el siglo XVIII o de las Luces. Luces que por supuesto sólo puede dar la Razón (a la que precipitadamente incluso se le llega a rendir culto público, a la vieja manera), confundiendo la realidad con la racionalidad, a pesar de que no se ha podido prescindir nunca del carácter de axioma ("verdad evidente que no necesita demostración racional") del fundamento de todas las ciencias.
Es evidente que la racionalidad avanza cuando se establecen nuevos paradigmas de creencias. Por ejemplo, cuando gracias a un proceso de avance de la aplicación de esa magnífica herramienta que es la razón, se pasa de considerar que la tierra es el centro del universo -y el hombre como su ser dominante por designio divino- a la idea de que el hombre ya no está en el centro de todo, pero que se resuelve con la idea de que, si no lo está, al menos con su racionalidad es el centro de ese mundo finito que se había derrumbado, obligando incluso a cambiar la matemática (o "ciencia del conocimiento") y haciendo aparecer los números infinitesimales.
Ese proceso, que arranca con fuerza desde la llamada Revolución Copernicana, no ha cesado desde entonces hasta nuestros días cuando, ya sintiéndose vencedor, se esfuerza de manera patente por cambiar la mentalidad general de la población de la tierra (para lo cual es muy buena la mezcla de todos que ayuda a destruir los milenarios esquemas comunitarios) y la desaparición de todo aquello que dificulte el triunfo supremo del individualismo, dado que el principio de "divide y vencerás" se muestra con más fuerza que nunca.
En torno a ciertos aspectos generales de lo que he expuesto se encuentra la explicación que ofrece Alberto Bárcena [n. 1955], un hombre que no comulga con la nueva ideología rampante.
No creo, sinceramente, que su explicación, por racional y documentada que sea, tenga mucha trascendencia en un mundo racionalista que se siente tan seguro de la victoria que, con los medios de apostolado de la nueva fe que controla (incluida la banca, no nacional sino de los sumos sacerdotes nuevos), puede permitirse el lujo de permitir que se expongan ideas que nadie va a escuchar porque duran, como este vídeo, media hora. Media hora que se puede aprovechar para hacer algo más divertido y ¡que no lleve a razonar! Somos desde luego ahora más iguales que nunca (dicen) aunque sigue habiendo unos más iguales que otros.
Evidentemente entre el antiguo pensamiento religioso y el pensamiento que domina las sociedades avanzadas del mundo actual hay una diferencia: La religión (palabra derivada de religare, volver a unir) implica la existencia de dos mundos, uno presidido por la idea de que la naturaleza debe ser intocable porque la irritación de sus espíritus (númina) se pueden volver contra el hombre, y el otro en el que el hombre va desarrollando elementos culturales que van creando un mundo artificial que le favorezca aunque no sea muy "natural". En cambio, cuando se considera que el hombre con su inteligencia es el amo de la naturaleza y lo que importa es la cultura que la subyuga, la religión, o sea el mundo de lo que llamamos lo divino, sobra. Todo es una misma cosa y el hombre se otorga el derecho de organizarla a su antojo.
Al fin y al cabo la cultura es la represión y encauzamiento de las inclinaciones naturales, pero si no hay una naturaleza que encauzar desde luego no puede haber cultura, que es lo que irracionalmente se predica ahora cuando se dice que todo es cultura y la naturaleza pinta poco.
Invito, con todo, a escuchar lo expuesto en este vídeo. Mi racionalidad no es tan grande como para rendirle culto:
https://www.youtube.com/watch?v=QMjXB4pKr-8
La reacción contra lo que se ha llamado el Viejo Régimen (sociedades dominadas por principios de verticalidad, en el sentido de que no todo el mundo es igual), promovido por quienes oficialmente no eran pero que sí tenían (dinero), fue muy profunda y no se limitó a los principios racionalistas aplicados a la economía o a la ordenación política (la llamada "democracia", cuyo sentido fue adaptado a las nuevas relaciones sociales que se pretendían establecer.
Había que cambiar la ideología religiosa (en la que la divinidad estaba arriba y los demás debajo, distintos por su grado de sacralidad, como en todas las relaciones sociales del Viejo Régimen) por otra que presentara la liberación absoluta del individuo, con independencia de sus característica naturales (sexo, por ejemplo, pero no solo desde luego). Luego de lograr establecer que todos somos iguales ante la ley, aunque lo que no se establece es que la ley es la misma para todos en la práctica (¿es igual, por ejemplo, lo mismo para la mujer que para el hombre, sin "discriminación positiva"? Y esto es un ejemplo mínimo).
Para ello se estableció en la práctica una nueva religión, con diversas ramas (como las tienen las religiones tradicionales "del libro", por ejemplo) a la que hemos llamado Masonería, desde el siglo XVIII o de las Luces. Luces que por supuesto sólo puede dar la Razón (a la que precipitadamente incluso se le llega a rendir culto público, a la vieja manera), confundiendo la realidad con la racionalidad, a pesar de que no se ha podido prescindir nunca del carácter de axioma ("verdad evidente que no necesita demostración racional") del fundamento de todas las ciencias.
Es evidente que la racionalidad avanza cuando se establecen nuevos paradigmas de creencias. Por ejemplo, cuando gracias a un proceso de avance de la aplicación de esa magnífica herramienta que es la razón, se pasa de considerar que la tierra es el centro del universo -y el hombre como su ser dominante por designio divino- a la idea de que el hombre ya no está en el centro de todo, pero que se resuelve con la idea de que, si no lo está, al menos con su racionalidad es el centro de ese mundo finito que se había derrumbado, obligando incluso a cambiar la matemática (o "ciencia del conocimiento") y haciendo aparecer los números infinitesimales.
Ese proceso, que arranca con fuerza desde la llamada Revolución Copernicana, no ha cesado desde entonces hasta nuestros días cuando, ya sintiéndose vencedor, se esfuerza de manera patente por cambiar la mentalidad general de la población de la tierra (para lo cual es muy buena la mezcla de todos que ayuda a destruir los milenarios esquemas comunitarios) y la desaparición de todo aquello que dificulte el triunfo supremo del individualismo, dado que el principio de "divide y vencerás" se muestra con más fuerza que nunca.
En torno a ciertos aspectos generales de lo que he expuesto se encuentra la explicación que ofrece Alberto Bárcena [n. 1955], un hombre que no comulga con la nueva ideología rampante.
No creo, sinceramente, que su explicación, por racional y documentada que sea, tenga mucha trascendencia en un mundo racionalista que se siente tan seguro de la victoria que, con los medios de apostolado de la nueva fe que controla (incluida la banca, no nacional sino de los sumos sacerdotes nuevos), puede permitirse el lujo de permitir que se expongan ideas que nadie va a escuchar porque duran, como este vídeo, media hora. Media hora que se puede aprovechar para hacer algo más divertido y ¡que no lleve a razonar! Somos desde luego ahora más iguales que nunca (dicen) aunque sigue habiendo unos más iguales que otros.
Evidentemente entre el antiguo pensamiento religioso y el pensamiento que domina las sociedades avanzadas del mundo actual hay una diferencia: La religión (palabra derivada de religare, volver a unir) implica la existencia de dos mundos, uno presidido por la idea de que la naturaleza debe ser intocable porque la irritación de sus espíritus (númina) se pueden volver contra el hombre, y el otro en el que el hombre va desarrollando elementos culturales que van creando un mundo artificial que le favorezca aunque no sea muy "natural". En cambio, cuando se considera que el hombre con su inteligencia es el amo de la naturaleza y lo que importa es la cultura que la subyuga, la religión, o sea el mundo de lo que llamamos lo divino, sobra. Todo es una misma cosa y el hombre se otorga el derecho de organizarla a su antojo.
Al fin y al cabo la cultura es la represión y encauzamiento de las inclinaciones naturales, pero si no hay una naturaleza que encauzar desde luego no puede haber cultura, que es lo que irracionalmente se predica ahora cuando se dice que todo es cultura y la naturaleza pinta poco.
Invito, con todo, a escuchar lo expuesto en este vídeo. Mi racionalidad no es tan grande como para rendirle culto:
https://www.youtube.com/watch?v=QMjXB4pKr-8
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