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Historia íntima de la gloriosa transición a la democracia en España

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Mensaje  Genaro Chic Mar Sep 02, 2014 1:52 pm

El llamado "caso Pujol", en el que este hombre, fundador del partido que de momento gobierna legalmente en Cataluña, ha puesto en evidencia sus numerosos fraudes a lo largo de treinta años, ha dado pie a comentarios en la prensa catalana como este de Albert Sáez (http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/caso-pujol-casta-espana-independentismo-3457061) que, por su mayor trascendencia para el conocimiento de la historia de lo que se ha denominado la Transición a la Democracia en España tras la muerte de Franco, lo copio a continuación:

Jordi Pujol, expresident de la Generalitat, está en el ojo del huracán. La explosión del caso Pujol se mira y remira por unos y por otros solo en relación con el independentismo catalán. Pero tiene mucho que ver también, o sobre todo, con la corrupción y la revuelta popular contra la casta de la transición. El notario López Burniol cita a menudo una frase atribuida a Azaña en la que identificaba todos los males de España con un puñado de familias cuyos negocios acampan en las laderas del Boletín Oficial del Estado. Según el republicano, llevan siglos siendo las mismas. Su penúltima operación de surfismo político aconteció durante la transición. Bancos, compañías energéticas, constructoras de obra civil, un par de editores de prensa y unos pocos más sobrevivieron a la dictadura en el campo empresarial y aún hoy –impulsados por las privatizaciones del último Felipe González y las liberalizaciones del primer Aznar- copan las juntas de accionistas y los consejos de administración de una serie de empresas convertidas en multinacionales que han sufrido la crisis con mucha menor intensidad que las pequeñas y medianas empresas gracias al control que ejercen sobre el BOE, también en democracia. Lo explica magníficamente César Molinas en su  libro ¿Qué hacer con España?.

           Para entender las relaciones de estas familias con el poder franquista es muy recomendable ver la película La escopeta nacional, donde un genial Saza interpreta a un industrial –catalán, por supuesto- que pretende conseguir que un ministro publique un decreto obligando a implantar el portero electrónico en todos los edificios de viviendas en España y aspira a que los únicos homologados por el Gobierno sean los de su fábrica. El hombre se gasta una fortuna en sufragar una cacería en honor del ministro que, finalmente, le pide un porcentaje en la nueva empresa además de beneficiarse a su secretaria.

           La transición fue tan modélica que la sobrevivieron casi todos los políticos franquistas –excepto los más significados- y la totalidad de los jueces, los fiscales, los policías y… los empresarios como el de La escopeta nacional. Cuando pasan cosas como las de Pujol, o como Gürtel o como Pretoria o como Filesa o como Pallerols, siempre me viene este asunto a la memoria. Jamás critico a quienes hicieron la transición. Saldarla sin tiros merece el silencio sobre todo lo demás. Pero los actos –todos- tienen consecuencias aunque respondan a nobles propósitos. Del franquismo, la transición se quedó con el jefe del Estado pero también con las élites de funcionarios y de empresarios que garantizaron la continuidad de una determinada manera de hacer las cosas a favor de unos determinados intereses.

           Los mismos que iban a las cacerías pronto aprendieron el carácter lampedusiano de la transición. Para ello contaron con la ingenuidad de la nueva clase política. Atemorizados por el poso franquista de la sociedad española, el consenso de la transición partió de tres premisas fundamentales: no había que pasar cuentas con el pasado, los partidos democráticos debían ser pocos y fuertes como lo había sido la Falange y la democracia no podía costar un duro a los ciudadanos, en apariencia. La crisis ha puesto en evidencia esas tres claudicaciones que las nuevas generaciones ya no toleran, sobre todo cuando toman formas hipertróficas en asuntos como el rescate de Bankia y las autopistas radiales de Madrid, el sobrecoste del AVE, el fraude de los ERE en Andalucía, las comisiones de Bárcenas y la trama de los hijos de Pujol.

La casta y el consenso constitucional

           Los trapos sucios de la transición se escondieron tras el eufemismo de los pactos de Estado, el consenso constitucional. Fernando Abril Martorell en nombre de Suárez, Alfonso Guerra en el de Felipe González y Miquel Roca en el de Pujol amañaron lo fundamental: evitar la restauración de la legalidad de la Segunda República –y por lo tanto no juzgar ni a quienes la subvirtieron ni a quienes titularizaron el botín-; garantizar un sistema nuevo de partidos sin la Falange, pero también con el PCE y Esquerra Republicana marginalizados para reforzar la operación de amnesia; y, en tercer lugar, crear un método de financiación de los partidos políticos que evitara la sensación que la democracia era más cara que la dictadura. Así es como se crearon las condiciones para lo que después aflora. Los mismos que pagaban mordidas a la dictadura pasaron a sacar a los nuevos partidos de sus apuros financieros derivados de un deficitario sistema de financiación pública. Que la UCD se acomodara a este pacto resulta del todo previsible. El partido de Suárez representaba a los funcionarios, empresarios y ciudadanos españoles que no querían demoler al franquismo sino sobrevivirlo. ¿Cuándo sucumbieron al trato partidos de tradición democrática con dirigentes encarcelados o exiliados por el franquismo? No fue cosa de un día sino un proceso lento e imperceptible.

           Pujol obtuvo en 1980 una victoria inesperada en las elecciones catalanas. Comunistas y socialistas habían arrasado en las elecciones de 1977 y 1979. Los mismos que hoy se movilizan por tierra, mar y aire para frenar al independentismo vieron en Pujol el muro de contención contra un gobierno de socialistas y comunistas en la Catalunya autonómica. De manera que el exdirigente de Banca Catalana –persona de fiar para las elites madrileñas y barcelonesas susceptible de ser domesticado- recibió todo tipo de ayudas, lícitas e ilícitas. La más llamativa –vista con la perspectiva del tiempo- fue el manguerazo que recibió de la patronal catalana la Esquerra Republicana de Heribert Barrera, furibundo anticomunista al que por ello perdonaron su independentismo que meses antes le había dejado fuera de la legalidad constitucional. Esos hijos de exbancarios catalanes que ahora se rasgan las vestiduras escribiendo un día sí y otro también que el independentismo lo inventó Pujol enTV3 y en la escuela deberían preguntar en su casa quién y por qué pagó a Barrera la campaña electoral de 1980. Tras ese primer escarceo, Pujol ya formaba parte del sistema y, por lo tanto, cuando un par de años después algunos damnificados de aquella derrota le buscaron con malas artes las cosquillas por su vida anterior de banquero recibió la preceptiva protección. Esos experiodistas que ahora escriben día sí y día también que los hijos de Pujol robaban a manos llenas ante el silencio de la prensa que se atreven a llamar subvencionada deberían explicar cómo y por qué dejaron de investigar el caso cinco minutos antes de pasar a dirigir la televisión de Pujol para luego arruinar el diario de Prenafeta. En esa operación estaba ya metido el hombre que le ha hecho la declaración de la renta a Pujol mientras ha defraudado: Joan Antoni Sánchez Carreté, entre muchas otras cosas dirigente del Partido del Trabajo que amparó a ERC en sus listas en las elecciones generales de 1977. Félix Martínez ha explicado que ha sido uno de los cerebros de la confesión del expresident.

           La definitiva incorporación de Pujol al sistema de trabajo de las elites postfranquistas –catalanas y españolas- llegó tras la operación Roca. Un asunto del que el expresident destronado se mantuvo aparentemente distante pero que no dejaba de ser un intento de reproducir a escala española la alianza de intereses que él había liderado en Catalunya. El preámbulo de la operación Roca fue nombrar a Pujol "español del año" en 1985 por el diario ABC (título que aún no le ha retirado) como único bastión frente a la hegemonía de los socialistas aún no plenamente domesticados. El asunto salió mal y la manera de tapar el agujero no es ajena a lo que ahora se destapa: el secretario general del Partido Reformista Democrático –hoy presidente del Real Madrid- había comprado a precio de saldo una empresa llamada Construcciones Padrós, radicada en Badalona y en la órbita de Banca Catalana, y que en pocos años pasó a ser una de las principales contratistas de la obra pública licitada por la Generalitat. Así el exsecretario general amasó suficiente fortuna para recuperar los avales personales con que se financió la campaña del PRD. Y se abrió la veda en una administración de nuevo cuño como era aquella Generalitat de Catalunya que pasó a ser una copia a escala local de aquella administración y aquellos empresarios que sobrevivieron al franquismo, fueran catalanes o españoles. Poco después, Pujol entendió que el control de la caja podía conllevar el control del partido. Cuando Miquel Roca, envalentonado, alzó el partido contra el fundador para forzar su entrada en el Gobierno español, Pujol decidió cortarle las alas y montar un sistema alternativo. Para ello se sirvió de dos alfiles: Josep Antoni Duran i Lleida a cuya sombra se montó la trama de Pallerols (ya juzgada) y Lluís Prenafeta al frente del clan Pujol, capitaneado por la esposa y el primogénito. Ahí empezó todo, no por ninguna herencia.

La ingenuidad del PSOE y la OTAN

            Fue también por esas fechas cuando el PSOE perdió la ingenuidad. Las primeras campañas las financió con fondos procedentes del SPD [Partido Socialdemócrata Alemán] (“Ni flick ni flock”, ¿recuerdan?) y con los fondos públicos previstos para los partidos con representación. Pero en 1986 llegó el referéndum de la OTAN. Y la ley no tenía previsto sufragar el gasto. Fue en ese momento cuando se montó la trama Filesa (ya juzgada). Las empresas “del sistema” querían ayudar a Felipe González a ganar el referéndum e idearon la manera de financiar la campaña con la facturación de estudios inexistentes, todo legal en la cuenta de resultados de las compañías e ilegal en la contabilidad de los partidos. La historia se repite una y otra vez, formalmente son los políticos los que cometen ilegalidades pero son las empresas las que se llevan los beneficios.

           Faltaba un tercero en discordia para asegurarse la plena impunidad. El PP de Aznar, ausente como ERC del consenso constitucional, entró en esta dinámica cuando el nuevo líder de la derecha decidió poner al frente de las finanzas a su mentor político, Álvaro Lapuerta, imputado en el caso Bárcenas y heredero de la saga Naseiro-Sanchis, exculpados en un caso de financiación ilegal por el mismo sistema que ahora pretende librarse Pujol querellándose contra la banca andorrana: la eliminación de las pruebas por estar contaminadas en su origen. Con Lapuerta, Aznar logró que el PP dejase de ser la sectorial política de la CEOE que quitaba y ponía candidatos como explica en su primer volumen de memorias. Por eso el editor de Logroño siguió al frente de la financiación del PP hasta pasar el bastón de mando a su número 2: Luis Bárcenas. El resto ya está explicado.

           Así las cosas, a principios de los años 90 del siglo pasado en España los pactos de Estado que garantizaron una transición pacífica ya tenían a todos los partidos con posibilidades de gobernar –y los únicos que han gobernado de hecho- conchabados en un sistema amparado por la jefatura del Estado, con partidos fuertes pero mal financiados y con una omertá basada en el chiste del dentista. Cuando aparecía un escándalo vinculado a la financiación de los partidos, se decían unos a otros: “¿Verdad que no nos haremos daño?" En esas condiciones, España –incluida Catalunya- vivieron dos épocas doradas de inversión pública –con sus correspondientes comisiones-: los fastos de 1992 y la burbuja inmobiliaria a partir del 2000. Se hicieron autovías, edificios públicos, autopistas, carreteras, escuelas, universidades, miles de kilómetros de Alta Velocidad, aeropuertos, puertos… Todos construidos por las mismas empresas que hicieron los pantanos de Franco y alguna reciente incorporación. Y todos sobrefinanciados por la Unión Europea y por los pelotazos inmobiliarios. La mejor manera de entenderlo es revisitar la serie de televisión Crematorio.

           La crisis se llevó el agua del dinero fácil y apareció el lodo de la corrupción. Noos, Gürtel, ERE, Palau, Pretoria, Mercuri, Pujol… Siempre la misma historia: manejos en el BOE (concursos, recalificaciones, concesiones, reglamentos, homologaciones) pagados a través de empresas fantasmas dirigidas por los menos escrupulosos que se llevan un porcentaje de la mordida y con el resto pagan los festejos electorales. La primera reacción para surfear esta nueva contrariedad fue generar en el mapa político alternativas a los partidos de la transición pero low cost, gracias a las redes sociales: así Unión Progreso y Democracia (fundada por una exdirigente socialista) y Ciutadans (fundado por el hijo de un expresidente de la Caixa y primo del penúltimo presidente de Catalunya Banc) se dedicaron durante la crisis a expandir la idea que la corrupción era cosa de los políticos mientras que los empresarios eran como las esposas de Urdangarín y Torres: firmaban pero no sabían nada. En su discurso entretienen al personal con los excesos en las dietas –que existen-, con los excesos en los cuadros de los exministros –que existen-, con los excesos en los coches oficiales -que existen-, con los excesos de cargos de confianza –que existen-, pero los picos de oro de la antipolítica nunca hablan de los excesos de obra pública, de gasto farmacéutico o de los seguros de vida de las concesionarias de las autopistas. Esa labor ha quedado para Podemos, y en menor medida IU y Esquerra.

           Finalmente, la bomba ha estallado por el lado de Pujol. Su apoyo al desafío independentista le ha expulsado del pacto de Estado –ya no sirve como muro de contención de ERC ni asegura la unidad de mercado- y una vez proscrito todos se han acordado de los pagos que hicieron a su entorno, antes roja que rota. La memoria es selectiva. Pero todo no empezó en el 2012, sino en 1976.

 


Última edición por Genaro Chic el Mar Ago 16, 2016 2:48 pm, editado 1 vez

Genaro Chic

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Mensaje  Genaro Chic Vie Oct 10, 2014 11:45 am

Si alguien duda de lo anterior, puede ver el Boletín Oficial del Estado del 9 de marzo de 1959 ( http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1959/058/A03896-03904.pdf ), cómo  el general Franco ya publicó ese año su propia lista -estilo Falciani-, en la que revelaba los nombres de evasores fiscales a Suiza y las consiguientes multas que les aplicaba. Y si aún no había sanción, informaba del estado en que se encontraba el sujeto. La publicación informa de la resolución del consejo de ministros en la que se hace pública la nómina de evasores intervenida a la Societé de la Banque Suisse. El listado contiene 872 personas. Es interesante ver cómo hay apellidos notables que se siguen repitiendo y una distribución geográfica que sitúa su origen predominantemente en Cataluña y el País Vasco (aproximadamente el 85 %) y Madrid (hacia el 10 %). Después de medio siglo parece demostrada la inmovilidad del Movimiento.


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Mensaje  Genaro Chic Mar Ago 16, 2016 2:21 pm

Poco a poco nos vamos enterando, los que no somos especialistas en estos temas, de cómo se montó la transición de la dictadura a la democracia montada por EE.UU. en España. Hoy es una entrevista a José Manuel Otero Novas (Vigo 1940), ministro de la Presidencia y de Educación con Adolfo Suárez desde 1977 a 1980:

"Estados Unidos nos envió el mensaje de que si no entrábamos en la OTAN se harían con Canarias"

"El Gobierno de UCD apoyó un socialismo fuerte frente al PCE tal como pedían EEUU y Alemania"


La Administración Carter había llegado a lanzar de forma indirecta, pero muy clara, el mensaje de que si España no entraba en la OTAN, Estados Unidos podría hacerse con Canarias. En cuanto recibió la respuesta afirmativa de UCD, Antonio Cubillo fue retirado de la circulación y desapareció su movimiento independentista, MPAIAC. Al mismo tiempo, los norteamericanos se oponían radicalmente a la legalización del PCE y pedían al Gobierno el máximo apoyo para el PSOE, en vez de socorrer al PSP de Enrique Tierno Galván. Testigo excepcional de aquella época, José Manuel Otero Novas (Vigo 1940), ministro de la Presidencia y de Educación con Adolfo Suárez, desvela con todo lujo de detalles aspectos muy delicados de la Transición española en su flamante libro Lo que viví. Memorias políticas y reflexiones, de Editorial Prensa Ibérica que presenta el martes, 28 en Madrid. Otero Novas, que ha desarrollado su vida política muy cerca de Fraga, Suárez y Aznar, reconoce ahora con la mirada puesta en el retrovisor que "nadie hizo nada por evitar la corrupción". No oculta una autocrítica amarga a la actuación de los diputados el 23-F de 1981, cuando casi todos se tiraron al suelo "como escolares" al entrar el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, amenazándoles con la pistola. También ironiza sobre la dura resistencia de Felipe González a dar su aceptación a la monarquía. Después de varios ensayos sobre la democracia y el poder, José Manuel Otero, trabajador incansable y pensador de ambición sin límites, se decide a describir lo vivido como hombre público que ha sido, entre otros cargos, ministro dos veces con UCD y diputado con el PP. Desencantado de los derroteros recientes de la política española, decidió arrojar la toalla y volcar su bagaje como abogado del Estado en su despacho especializado en temas empresariales.

-Dígame, por favor, señor Otero, ¿qué pegas le puso Suárez en 1976 al proyecto que usted elaboró para el referéndum de la reforma política que abría la puerta a una participación indirecta del PCE tras la muerte de Franco?

-Suárez era ministro del Movimiento y yo le propuse a Manuel Fraga, que era el vicepresidente y ministro de Gobernación, que el PCE participase de forma indirecta en el referéndum. Suárez me dejó claro que ese era un límite que no se podía sobrepasar.

-¿Volvió usted a la carga con su propuesta?

-En julio de 1976 presenté mi plan de legalización gradual del PCE y Suárez me respondió: '¡No me vuelvas a proponer esto!'.

-¿Qué les prometió Suárez a los generales?

-En septiembre de 1976, Suárez se reunió con los generales del Ejército, a los que prometió que no iba a legalizar el PCE.

-¿Les engañó entonces?

-No creo. En octubre yo me reuní con el rey Juan Carlos y le expuse mi plan de legalización del PCE. Luego se lo comenté a Suárez y éste me preguntó por la opinión del Rey, el cual deduzco que tampoco estaba muy a favor de mi propuesta. Lo que pasó es que tras los fabulosos resultados del referéndum le dejé muy claro a Suárez que ya podía hacer las cosas que decía que no podía hacer. El me respondió: 'Cuenta con ello, José Manuel'. Era diciembre y en enero ya me encargó de convencer a Estados Unidos y a Alemania de que legalizar el PCE no era un disparate.

-¿Cómo eran los mensajes que recibía usted de Estados Unidos acerca de los pasos a dar para democratizar España?

-Los presidentes suelen hacer la política internacional al margen de sus ministros de Exteriores y Suárez me tenía a mí para tratar con Frank Mc Neil, un diplomático estadounidense que vivía en Madrid. Un día que el PSOE convocó una rueda de prensa para ponernos verdes se lo comenté a Frank para ver qué debíamos hacer con el fin de evitar que Felipe González fuese a esa rueda de prensa. No me dijo nada, pero González no acudió a la cita. Washington había llamado a Bonn, entonces capital de la República Federal de Alemania, para frenar al líder socialista.

-¿Tanto dependemos de Estados Unidos?

-Otro día vino Fernando Morán, del PSP, a pedirnos ayuda económica a cambio de apoyo en las políticas de Estado. Tanto Suárez como yo estábamos dispuestos a ayudar, pero Frank me dijo que no debíamos hacerlo.

-¿Es esa la razón por la que dejaron caer al PSP de Tierno Galván?

-Washington no nos pidió que matásemos al PSP, solo nos recomendó que no les diésemos dinero. Así fue y el PSP desapareció.

-Señor Otero, ¿cómo consiguieron acabar con el movimiento independentista canario MPAIAC?

-Siempre he mantenido una relación especial con las islas, donde un día me dijo un señor, Matías Vega, que Canarias sería a finales del siglo XX algo parecido a Cuba o Puerto Rico, refiriéndose a los procesos de independencia. Esta afirmación hizo temblar a Fraga. Años después, cuando era ministro de la Presidencia me llegó una información del servicio de inteligencia que decía haber captado una comunicación de la CIA que revelaba que Estados Unidos movía los hilos del MPAIAC para presionar y lograr que España entrase en la OTAN.

-¡Qué inquietante!

-Lo que yo creo es que esa comunicación la dejaron pasar los estadounidenses para dejarnos claro que, si no entrábamos en la OTAN, ellos se encargarían de hacerse con Canarias por su importancia geoestratégica.

-Así que Carter les urgió a entrar en la OTAN?

-Lo que dejamos claro a Estados Unidos es que España entraría en la OTAN pero que aquel no era el momento.

-¿Por qué se atentó contra Cubillo, el líder de aquel movimiento?

-Cubillo fue un pelele de los intereses de España y Estados Unidos. Se le acuchilló en las calles de Argel, Argelia cerró Radio Canarias Libre y se acabó Cubillo y el MPAIAC.

-¿Fue Rodolfo Martín Villa el que ordenó ese ataque, tal y como denunciaba Cubillo?

-Yo creo que fue una orden de Washington. Cubillo ya no interesaba porque España iba a entrar en la OTAN.

-¿Qué pensó cuando Zapatero decidió la salida unilateral de España de Irak a la vista del trato que había tenido usted, en nombre del Gobierno español, con representantes del Gobierno norteamericano?

-Yo fui el que aconsejó a Aznar un acercamiento a Estados Unidos y me alegré cuando se sumó al apoyo de los estadounidenses tras el 11-S. Aunque siempre estuve en contra de la guerra de Irak, porque se ha demostrado que Washington logró lo contrario de lo que pretendía. Irak está ahora muchísimo peor que cuando estaba Sadam Husein que era un tirano de los nuestros. Pero la decisión de Zapatero me pareció mala. No se puede abandonar por las buenas una alianza.

-Dice usted que UCD dio un gran apoyo a UGT y no siempre de forma ortodoxa. ¿Cómo fue eso?

-Se hicieron ciertas maniobras financieras, pero no hay que olvidar que Estados Unidos favoreció el fortalecimiento de la Internacional Socialista dando dinero a Willy Brandt. Nosotros apoyamos esa corriente para hacer un socialismo fuerte y menoscabar, como pedía el Gobierno de izquierda alemán y el de Estados Unidos, al PCE.

-¿Cómo fue aquella rotunda negativa de González a aceptar la monarquía cuando Fraga le pidió que le dejara gobernar cinco años para que el PSOE le sustituyera otros cinco? ¿No era aquella propuesta una especie de Pacto del Pardo entre Cánovas y Sagasta?

-Fue una especie de Pacto del Pardo, si es que esa carallada ha existido. Creo que Felipe González no entendió lo que le proponía Fraga. Durante la cena, Fraga le habló de la monarquía y ahí sí que González le dejó claro que no la iba a apoyar porque, dijo, 'los socialistas no somos aristócratas'.

-¿Cómo reaccionó Fraga?

-Le dijo: 'Te cambio todos tus ingresos por los míos', con lo que le dejaba caer que sabía que además de los ingresos del PSOE, Felipe González podría estar recibiendo ayudas de Willy Brandt.

-¿El no someter a referéndum a la monarquía antes que a la Constitución, le salió caro a la democracia?

-Sí, porque tuvimos que hacer todo tipo de concesiones a la izquierda y a la sección de la derecha, como la Falange, que era antimonárquica. Adolfo Suárez tragó con casi todas las peticiones, porque en ese momento daba la vida por el Rey.

-¿Compensó el Rey esa lealtad de Suárez?

-A Suárez, como a Antonio Maura, le falló el muelle real.

-¿Qué le respondió a Borrell, entonces secretario de Estado de Hacienda, cuando le advirtió en un debate parlamentario: "Díganle ustedes a sus amigos los ricos que tendrán que pagar impuestos"?

-Borrel era un chico inteligente, un buen matemático, pero que desconocía lo que es la Hacienda. Le dije: 'Mis amigos ricos no pagan plusvalías, hacen las plusvalías en el extranjero. Quien paga esas plusvalías son las pobres clases medias'.

-¡Vaya, como ahora!

-Las plusvalías ya no son como eran antes, del 51%, pero sí que siguen ahí esas pobres clases medias.

-¿Por qué Torcuato Fernández Miranda previno al rey Juan Carlos contra Fraga y apostó por Suárez para sustituir a Arias Navarro?

-Torcuato era inteligente y ambicioso. Veía que el mejor posicionado para emprender el camino de la democracia era Fraga y se propuso ir de presidente de las Cortes para poder proponer al presidente del Gobierno. Quería un presidente provisional hasta la celebración de las primeras elecciones, y pensó en Suárez con la idea de que después podría ser él el presidente.

-¿Le perdonó alguna vez Fraga?

-¿Quién sabe? Torcuato pensó que podría manejar mejor a Suárez que a Fraga, que además presumía de ser el nuevo Cánovas. Entonces, Torcuato le recuerda al Rey quién fue Cánovas: un ser que no dejaba al Rey tocar pelota, que quería moralizar la Corte y no dejó a doña Isabel II vivir en España y que además echó a todas las amantes del Rey del país. A don Juan Carlos le quedó claro que necesitaba a un presidente de su generación y sin ideas fijas.

-Pero a Fernández Miranda le salió mal la jugada, ¿verdad?

-Sí, porque no valoró que Suárez se le iba a volver en contra una vez obtuvo el poder.

-¿Por qué cayó usted en desgracia con Adolfo Suárez después de haber sido ministro de la Presidencia y de Educación y haber tenido una influencia decisiva con las numerosas propuestas que le hizo mientras trabajaron juntos?

-Ya en 1978 quise marcharme de Presidencia. Fernando Abril se empeñó en ser el ministro exclusivo del presidente e influyeron factores psicológicos.

-¿Qué factores?

-Al hacerme ministro, Suárez pensó que yo iba a aspirar al protagonismo. Él mismo quizás se endiosó. Luego surgieron discrepancias ideológicas. Le pedí a Suárez que, una vez aprobada la Constitución, dejase de jugar al consenso y aplicase el programa de UCD que nos había dado la victoria. Algo hizo pero pronto volvió a las andadas y al gobierno de camarillas. La discrepancia definitiva se produjo cuando se aprobó el modelo de organización territorial propuesto por García Enterría y que yo avisé que iba a suponer la ruptura de España.

-¿Cuál ha sido su mayor frustración como ministro de Educación, uno de los grandes problemas de nuestro país?

-Quise, como ya había querido Franco, que existiesen más plazas escolares públicas que chicos. Así se logró que todos los niños supiesen leer y escribir. Pero la verdad que ha sido en detrimento de la calidad. Estampillamos profesores y se degradó la educación.

-¿Usted que trató mucho tanto a Adolfo Suárez como al general Alfonso Armada, ¿por qué cree que dimitió el presidente del Gobierno en las vísperas del golpe de Estado del 23-F?

-Ayudó mucho la postura del capitán general de Canarias, Jesús González del Yerro, que convenció a otros capitanes generales para dar a Calvo Sotelo la oportunidad de ser presidente del Gobierno.

-¿No fue ese golpe una chapuza?

-Tejero no hizo una chapuza sino una genialidad militar al reclutar sobre la marcha a la Guardia Civil y entrar libremente por el Congreso. No podemos ver a Tejero como un chapucero porque nos humilló. Mostramos nuestra falta de grandeza al tirarnos al suelo como escolares.

-Dice usted que Suárez tenía una fuerte querencia izquierdista, ¿es posible?

-Tenía rechazo a ser considerado de derechas. Su padre era de la izquierda democrática, de la Falange, porque no olvidemos que todos los fascismos proceden de la izquierda.

-Cuando UCD desaparece de la escena, usted acaba en el PP ¿en cuál de los dos partidos se sintió más frustrado?

-Me he ido de los dos y me han costado mucho dinero.

-¿Cómo reaccionó Aznar siendo presidente de Gobierno cuando usted le propuso devolver la profesionalidad a la función pública que había sido, en su opinión, desbaratada por el PSOE?

-Lo que le propuse es un plan anticorrupción inspirado en el Derecho Administrativo que regula la discrecionalidad del poder. Ni Aznar ni nadie ha hecho nada por evitar la corrupción.

-¿Por qué se fueron cediendo impuestos estatales a las autonomías a pesar de que su enlace norteamericano le recomendaba mantener una Hacienda central muy fuerte?

-A las comunidades autónomas les resulta más cómodo que el Estado, cediendo parte de sus impuestos, les dé dinero sin necesidad de aplicar medidas impopulares. Lo que habría que decirles es que lo hagan todo ellas. Fue otra de las cosas en las que se tuvo que ceder.

-¿Tan mal ha actuado el Gobierno central con los procesos autonómicos de Cataluña y el País Vasco?

-Desastrosamente. Nunca se ha querido jugar nadie nada para frenar ese camino que nos lleva al desastre. El Gobierno central siempre ha cedido.

-Personalmente, ¿de qué se arrepiente de lo que ha hecho en su vida política?

-Me arrepiento de haber creído que con la democracia tendríamos menos corrupción, de pensar que se aprobaba una Constitución para ser cumplida y de haber conseguido la igualdad en la educación pero no la libertad para elegir dónde estudias.

-¿Por qué se ha desprestigiado tanto la clase política en España?

-Ahora hay más políticos que antes y además son profesionales de la política, carecen de otro tipo de formación. Ya decía Azaña que la política envilece y que cuando realmente se enriquecía su espíritu era en los periodos en los que dejaba el Gobierno.

-¿Qué solución le ve a la derecha española que tantos tumbos ha dado en el pasado reciente desde Suárez a Rajoy?

-No solo la derecha, también la izquierda arrastra una crisis de la que no sé si saldrán. Es una situación similar a la de 1910-1920. Cuando se producen crisis del sistema democrático, surgen partidos de ciertos intelectuales que es lo que ahora llamamos populismos. No olvidemos que en el siglo XX, esos populismos establecieron las dictaduras.

-Entre Fraga, Suárez y Aznar ¿con cuál de ellos se queda?

-Aznar nunca ha sido mi jefe. Le tengo afecto. Con Fraga, que en el fondo era un tímido, juré que nunca más trabajaría con un superior que se le pareciese, pero fue una de las personas de las que más aprendí. Suárez era todo lo contrario que Fraga.

-¿Es usted más Fraga o más Suárez?

-He sido un jefe bastante duro, pero no tan autoritario como Manuel Fraga.

Entrevistadora: Natalia Vaquero

http://www.laopinioncoruna.es/espana/2015/04/26/estados-unidos-envio-mensaje-entrabamos/950348.html


Genaro Chic

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