Prestigio vs Mercado
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Becas de estudio

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Mensaje  Genaro Chic Sáb Jun 29, 2013 2:05 pm

El tema de las becas de estudio está en el candelero. Su utilidad social no parece ser discutida en el fondo, pero sí en las formas. César García, profesor de la Universidad Pública del Estado de Washington y autor del blog y del libro ‘American Psique’ reflexiona sobre su carácter en las lineas que siguen, contraponiendo el modelo que las considera un derecho de todo nacido cuyos padres (si los tuviere) declaran poco a la Hacienda pública (conozco empresarios exitosos cuyos hijos tienen derecho a las mismas al no reflejar su declaración de Renta la realidad de sus ingresos), y el modelo que tiende a considerar la beca como un préstamo que se hace a una persona que tiene capacidad presunta para devolverlo una vez que haya conseguido hacer fructificar en el mercado el título obtenido. Expongo al final mi propia experiencia en la España franquista que me tocó vivir (con unos padres que me alentaron a aprovechar las oportunidades que entonces se me presentaban.

Becas, ¿subsidios o incentivos?

La oposición desatada respecto a la intención del ministro Wert de primar el mérito por encima de las circunstancias económicas para la obtención de una beca de estudios constituye un reflejo de una concepción de la educación en España que resulta, como mínimo, preocupante, sobre todo teniendo en cuenta que han sido los rectores los que más ruido han armado.Una visión que entiende la igualdad como fin en sí misma y que, como mínimo, ha llevado a nuestras universidades al estado de postración en que se encuentran.

No en vano, la definición del diccionario de la Real Academia de beca, “una subvención para realizar estudios o investigaciones”, es muy explícita a la hora de indicar en que coordenadas intelectuales nos movemos. En contraste, las dos definiciones de beca (scholarship) que encontramos en el diccionario Oxford abundan en la idea de achievement, es decir, la consecución de logros académicos para su obtención. En otras palabras, mientras que los españoles entienden las becas ante todo como subsidios, los anglosajones, sobre todo los norteamericanos, las consideran incentivos.

Una de las diferencias mayores que he encontrado revisando currículos españoles y norteamericanos es que en los segundos resulta relativamente frecuente encontrarse con secciones en los que el autor incluye las becas o premios que ha recibido a lo largo de su biografía. En el mundo académico y profesional norteamericano, obtener una beca no transmite tanto que tu situación económica era apurada sino el prestigio del esfuerzo realizado para conseguirla. Obviamente, ello se debe a dos factores. El primero es que en Estados Unidos, debido a una cultura instaurada del incentivo, las organizaciones conceden muchas más becas y premios que en España a sus miembros en reconocimiento de los méritos y el trabajo bien hecho. El segundo es que hay una ingente cantidad de personalidades y organizaciones privadas que cimentan su prestigio, entre otras cosas, concediendo ayudas a los estudiantes aplicados.

En España se considera que las becas son ante todo un subsidio mayoritariamente estatal, una cantidad de dinero que se aporta al estudiante a fondo perdido, que permite a los más pobres y, casi por derivación, a los mejores poder estudiar. De hecho, en España no llama la atención que el que saque un 5 de media reciba una dotación económica similar que el que saca un 8 por ejemplo, ya que lo importante al fin y al cabo es que todo el mundo pueda ir a la universidad. Y eso que el sistema está fuertemente subsidiado, gracias a los impuestos pagados por muchos mileuristas cuyos hijos no irán a la universidad, ya que un universitario español, incluso después de la última subida de tasas, sigue pagando únicamente alrededor del 25% del coste total de la matrícula.

En cambio, en Estados Unidos, donde las universidades más subsidiadas por el Estado cubren aproximadamente el 50% de un coste total, las becas concedidas como mero subsidio son rara avis. La beca no se entiende como un derecho, sino como un acicate para ser mejores. La inmensa mayoría de las becas se conceden por méritos académicos y nunca a estudiantes que han aprobado con una C, que viene a ser el equivalente del 5 español y que en el mundo académico norteamericano representa menos que el average, es decir, una magnitud identificada con lo mediocre. En realidad, los americanos consideran resultados mediocres todos aquellos que se encuentran por debajo del 20% mejor.

Los estudiantes norteamericanos que reciben becas lo hacen fundamentalmente por un excelente rendimiento académico. La única parte subsidiada es ese 30-50% que cubren los estados de la matrícula. El resto, incluso para los estudiantes de menos recursos, no constituye un subsidio sino un préstamo blando que deberá devolverse cuando se finalicen los estudios y el estudiante se ponga a trabajar.

Voluntariado o actividades extraordinarias

Es verdad que se conceden becas (llamadas grants) a estudiantes de bajos recursos o de determinados grupos étnicos históricamente relegados, pero siempre con la condición de un rendimiento académico de alguna calidad y, en cualquier caso, que exige notas superiores a la C.  Por último, dentro de una tipología interminable que trato de explicar a grandes rasgos, nos encontramos con las becas tradicionales que quedan reservadas a aquellos estudiantes de rendimiento académico excelente y que suele exigir que el estudiante tenga una media de A (sobresaliente), así como otros factores que demuestren un cierto carácter como labores de servicio a la comunidad a través del voluntariado o alguna otra actividad extraordinaria que adorne sus currículo.

Este sistema de incentivos ha logrado que más del 80% de los estudiantes universitarios americanos acaben sus estudios -un porcentaje, por cierto, un 10 por ciento superior al español-. El porcentaje de americanos que se gradúa en la universidad es el mismo que en España, alrededor del 40%, y eso que el esfuerzo económico en términos absolutos y relativos de un estudiante norteamericano para pagar la universidad es mucho mayor debido al muy elevado coste, que no se ve compensado aunque la renta per cápita de un americano sea un 40% más alta de media que la de un español.

Quizás sea el momento de aplicar soluciones que permitan a los estudiantes de menos recursos con mínimos méritos académicos ir a la universidad. Una política de créditos blandos que hay que devolver a la finalización de los estudios por encima de un cierto umbral de renta combinaría igualdad de oportunidades con un cierto sentido de la responsabilidad por parte del estudiante. También convendría repensar si el Estado debería pagar la mayor parte de la matrícula a aquellos estudiantes de rentas altas o muy altas. El sistema está inventado y en líneas generales funciona bastante bien. Pero los españoles, no sé por qué, seguimos mirando para otro lado.

http://blogs.elconfidencial.com/espana/tribuna/2013/06/26/becas-subsidios-o-incentivos-11542

COMENTARIO PERSONAL:

         Mi hermano estudió su carrera técnica de grado medio, que le habilitaba profesionalmente en la Universidad Laboral de Sevilla, una de esas excelentes instituciones de enseñanza que fueron suprimidas al morir el dictador Franco pues estaba reservada a la clase trabajadora y en adelante todos íbamos a ser iguales. El régimen de becario, exclusivo en el centro, se mantenía con un elevado rendimiento intelectual reflejado las calificaciones. Yo mismo estudié en la Universidad de Sevilla con la ayuda de una Beca Salario, que consistía en que a mí me pagaban los estudios y la residencia, manutención y libros (con cantidades fijas establecidas que no daban para el más mínimo derroche) a cambio de un rendimiento académico similar al de mi hermano, pues había que obtener una calificación media de "notable" y no se podía pasar de curso con ningún suspenso. A mis padres les pagaban durante los nueve meses del curso mi salario mínimo interprofesional, que no había podido aportar durante ese tiempo dedicado exclusivamente al estudio (no en verano, cuando había que procurarlo). Lo que yo no comprendía entonces -ni lo comprendo ahora- es que hubiera alumnos que, suspenso tras suspenso (o no presentación a examen) se mantuvieran año tras año en la institución por mucho dinero que tuviese su familia y muy revolucionarios que fueran ellos.

       Luego vino el cambio educativo y todo cambió, para bien y para mal. Y en esta parte para mí negativa pongo la dejadez y la falta de disciplina, a la que por vez primera veo que se intente hacer frente en la actualidad a través de las propuestas del ministro Wert, que por ello (sin que comparta sus presupuestos neoliberales) merece mi simpatía.

Saludos

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Mensaje  Genaro Chic Vie Sep 20, 2013 2:37 pm

Suele ser frecuente en España que la ausencia de planes estratégicos de financiación de las administraciones públicas se supla con medidas de racionalización del gasto, que terminan por adaptar el tamaño de éstas a las exigencias presupuestarias en vez de a las necesidades reales de los administrados y a los fines para los que dichas administraciones deben servir. Es un nefasto mecanismo de no-solución a los problemas reales de la Administración que, en el caso de las universidades públicas, adquiere tintes dramáticos que rozan la irresponsabilidad.

Así ha sucedido con el RD-ley 14/2012, de 20 de abril, que, entre otros despropósitos, convierte a los profesores universitarios en máquinas para una docencia masificada -las reformas de Bolonia a coste cero- penalizando el esfuerzo investigador que es la base del conocimiento que da sentido a la Universidad. Pero es en el incremento de las tasas de matrícula donde el error de planteamiento general sobre la financiación de las universidades públicas se hace más sangrante. ¿Puede España permitirse un incremento de casi el 10% desde el curso 2010-2011 en el montante de becas para estudios superiores sin un análisis previo de las necesidades de los egresados en un mercado de trabajo saturado de licenciados y graduados que tienen que marcharse del país porque no encuentran trabajo?

¿Tiene sentido haber incrementado el esfuerzo público en becas desde el 0,04 % del PIB en 2004 al 0,17% en 2012 sin solucionar el asfixiante problema de financiación de las 47 universidades públicas, seis universidades no presenciales y dos universidades especiales? ¿Conduce a alguna parte duplicar el crecimiento anual del gasto en Instituciones de Educación Superior en España por estudiante respecto al gasto medio en la OCDE (45,2% frente al 23,7%) manteniendo la mitad de gasto en I+D que Alemania, o la tercera parte que Finlandia? Esto se parece mucho a aquello del "engordar para morir".

Las macrouniversidades públicas españolas, entre ellas la de Sevilla, la mayor de Andalucía, apenas consiguen pagar los gastos corrientes de funcionamiento con las tasas de matrícula, no llegando, en la mayoría de los casos, a cubrir ni el 15% del presupuesto ordinario de gastos. El problema de las tasas de matrícula tiene que ver con la progresividad en el esfuerzo, pero no con la cobertura del gasto por alumno, porque no se puede dar tratamiento de gasto a lo que en el fondo no es más que inversión pública en el desarrollo del conocimiento y la formación superior de los estudiantes. Habría que plantearse primeras matrículas a precios simbólicos, tendentes a la gratuidad, para implementar un verdadero principio de acceso igual a los estudios superiores, y segundas y sucesivas matrículas a precios reales de cobertura de gasto por alumno, porque el verdadero gasto se genera cuando se superan los años naturales para terminar las carreras.

Es inviable un sistema universitario público masificado por alumnos incapaces de acabar sus estudios en el tiempo establecido porque el sistema de selección previo, simplemente, no existe. Aquí adquirirían las becas su verdadero sentido de apoyo público real al estudio, aunque seguiríamos sin resolver el problema de financiación. El 40% de los egresados en España termina su expediente académico con nota de entre 7 y 8 puntos sobre 10. Los RD 1721/2007, de 21 de diciembre, y 609/2013, de 2 de agosto, fijan en 5,5 y 6,5 puntos, respectivamente, los umbrales para el acceso a la beca de matrícula y al resto de cuantías fijas complementarias, luego la exigencia del esfuerzo sigue estando por debajo de los umbrales reales de rendimiento universitario. La Universidad española necesita mejores alumnos, no más alumnos.

Necesitamos menos universidades públicas y más pequeñas. Necesitamos universidades especializadas por campos temáticos estratégicos y no universidades redundantes y generalistas. ¿Tiene sentido la existencia de seis facultades de Derecho, cuatro públicas y dos privadas, en el círculo de cien kilómetros que encierra a Sevilla, Huelva y Cádiz? Andreas Schleicher, responsable de la OCDE para el programa PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Alumnos), acaba de afirmar en la sede la UIMP que en España se necesita atraer a los mejores profesores con incentivos y reducir el número de profesores por alumnos. ¿El modelo universitario español puede seguir siendo un mecanismo de amortiguación social del impacto del desempleo en el mercado de trabajo? ¿Es financiable, y, por tanto, sostenible, este modelo universitario surgido de la eclosión económica posterior a la democratización del sistema educativo de los años ochenta? ¿Para qué sirve una Selectividad que supera el 90% de los aspirantes a ingresar en la universidad? ¿A quién seleccionamos? ¿No es más cierto que las universidades punteras en el mundo son las que mejores alumnos poseen, no las que más alumnos tienen? Podemos seguir haciendo discursos sobre la igualdad de oportunidades y la necesidad de incrementar el esfuerzo en becas. Pero mucho me temo que ese discurso no vale para nada ante una realidad global que superado ampliamente las capacidades del modelo universitario español.

José Manuel Gómez Muñoz
http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/1606537/becas/y/preguntas/incomodas.html

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Mensaje  Genaro Chic Lun Oct 21, 2013 6:35 pm

En una importante universidad andaluza 1.400 alumnos han sido obligados a devolver al Estado las becas que les habían sido concedidas para el curso que acaba de terminar. Un consuelo: tras los exámenes de junio el número de estudiantes que se encontraban en esta desagradable tesitura era de 5.000. Quiere ello decir que tres de cada cuatro afectados aprovecharon el verano para cumplir los requisitos exigidos y no verse privados de la beca.

¿Qué requisitos? Aparte de una economía familiar deficitaria -cuyos criterios establece la normativa vigente-, la condición básica es que debían aprobar el 50% de las materias de las que se matricularon. Hubo, pues, 3.600 que fueron capaces de prepararse en dos meses y pico mejor que en los nueve meses del curso ordinario. Señal de que no era tan difícil. Cuestión de hincar los codos, esforzarse y rendir.

Pero la mirada de la demagogia rampante, incluyendo la de algunos magníficos rectores, no se ha dirigido hacia los 3.600 que hicieron sus deberes en verano, ni a los 14.000 que en el conjunto del curso disfrutaron de una beca de Ministerio de Educación, sino a los 1.400 excluidos. El argumento es que el ministro Wert pretende cortar el acceso a los estudios superiores a los alumnos más pobres, que serían los que tienen más dificultades para aprobar las asignaturas.

Habría que ver caso por caso, pero ¿por qué están tan seguros de que la mayoría de los que no pasan el listón son los más pobres y no los más vagos? ¿Por qué consideran que las autoridades ministeriales atentan contra el derecho a la educación cuando exigen a los becados que por lo menos aprueben la mitad de los créditos en los que se matricularon con una nota levemente superior al aprobado? ¿Por qué creen que la sociedad discrimina, margina a los más desfavorecidos si, a cambio de ayudarles en sus estudios, les pide eso mismo, que estudien y no vegeten estabulados en las aulas?

Por lo demás, todo este populismo indoloro forma parte de esa cultura de la gratuidad que se inocula a la juventud a base de inflar los derechos y menospreciar, o incluso evitar, los deberes. Lo cierto es que el país invierte un montón de euros en la enseñanza universitaria y, dado que a ella se incorporan sobre todo las clases medias y altas -que pagan un porcentaje ínfimo de lo que cuesta- ocurre que los pobres subvencionan con sus impuestos a los estudiantes. Por eso hay que demandarles que rindan.

José Aguilar, "Por qué les quitan las becas", en
http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/1628599/por/quitan/las/becas.html

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