La ambición de Gabriel y la utilidad de lo inútil (el estudio de letras)
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La ambición de Gabriel y la utilidad de lo inútil (el estudio de letras)
LA AMBICIÓN DE GABRIEL
Ha causado escándalo que Gabriel Plaza, el alumno con la nota más alta de la Selectividad de este año en Madrid, haya decidido estudiar algo tan inútil como se presume que es la Filología Clásica.
https://elpais.com/opinion/2022-06-22/la-ambicion-de-gabriel.html
Como sabe quien me conoce, soy filólogo. Me metí a estudiar filología clásica cuando esa carrera, casi tanto como ahora, no tenía salida laboral más o menos clara. Y lo hice en un momento bastante desesperado de mi vida, cuando volví a estudiar, de forma un tanto rocambolesca (fue el amor de una joven monja quien lo hizo posible) cuando había dejado los estudios por ruina familiar y me dieron una de esas rarísimas aves que eran las becas salario.
Allí tuve como profesor de lingüística general, en 1969-70, a don Feliciano Delgado León, que fue posiblemente quien más influyo en mi formación académica. Él, que era un cordobés (de Belalcázar) muy culto y no presumía de ello (tenía varias licenciaturas y doctorados, tanto aquí como en Estados Unidos), nos enseñó a distinguir entre el habla, que aprendemos desde niños de forma más o menos espontánea y sin atender a esquemas predeterminados (por su carácter emocional), y la lengua, que es la racionalización de la misma, la búsqueda de las leyes internas que la rigen, y que es posible sobre todo por la objetivación de la misma que se logra a través de la escritura.
Comprendí entonces que la razón no es más que un instrumento de análisis de la realidad, no la realidad misma. Cuando terminé la especialidad, a pesar de que había obtenido premio extraordinario de licenciatura y tuve oportunidad de quedarme en uno de los dos Departamentos de la Universidad de Sevilla que eran fundamentales en esos estudios, por otras de esas carambolas de mi vida, terminé haciéndome historiador de esa parte del pasado que contempla a las gentes que hablaban lengua que hoy están muertas teóricamente (nunca se dejó de hablar latín para hablar castellano, florentino, francés, etc. sino que evolucionó, como sigue haciéndolo constantemente).
Y lo hice para estudiar racionalmente el pasado desde esa doble perspectiva emocional/racional que había aprendido en las clases de lingüística. En 1989, con motivo de mi oposición a catedrático, presenté mis principios teóricos en la historia, de carácter universal, que son los únicos que existen y que nadie ha atacado desde entonces (aunque muy pocos se han atrevido a aplicarlo abiertamente), porque el racionalismo (que no la racionalidad, que procuro aplicar siempre a todo) es una religión como el catolicismo, el protestantismo o el beticismo, o todos los -ismos irracionales que en el mundo son. Y que yo, por supuesto, no desprecio.
Ha causado escándalo que Gabriel Plaza, el alumno con la nota más alta de la Selectividad de este año en Madrid, haya decidido estudiar algo tan inútil como se presume que es la Filología Clásica.
https://elpais.com/opinion/2022-06-22/la-ambicion-de-gabriel.html
Como sabe quien me conoce, soy filólogo. Me metí a estudiar filología clásica cuando esa carrera, casi tanto como ahora, no tenía salida laboral más o menos clara. Y lo hice en un momento bastante desesperado de mi vida, cuando volví a estudiar, de forma un tanto rocambolesca (fue el amor de una joven monja quien lo hizo posible) cuando había dejado los estudios por ruina familiar y me dieron una de esas rarísimas aves que eran las becas salario.
Allí tuve como profesor de lingüística general, en 1969-70, a don Feliciano Delgado León, que fue posiblemente quien más influyo en mi formación académica. Él, que era un cordobés (de Belalcázar) muy culto y no presumía de ello (tenía varias licenciaturas y doctorados, tanto aquí como en Estados Unidos), nos enseñó a distinguir entre el habla, que aprendemos desde niños de forma más o menos espontánea y sin atender a esquemas predeterminados (por su carácter emocional), y la lengua, que es la racionalización de la misma, la búsqueda de las leyes internas que la rigen, y que es posible sobre todo por la objetivación de la misma que se logra a través de la escritura.
Comprendí entonces que la razón no es más que un instrumento de análisis de la realidad, no la realidad misma. Cuando terminé la especialidad, a pesar de que había obtenido premio extraordinario de licenciatura y tuve oportunidad de quedarme en uno de los dos Departamentos de la Universidad de Sevilla que eran fundamentales en esos estudios, por otras de esas carambolas de mi vida, terminé haciéndome historiador de esa parte del pasado que contempla a las gentes que hablaban lengua que hoy están muertas teóricamente (nunca se dejó de hablar latín para hablar castellano, florentino, francés, etc. sino que evolucionó, como sigue haciéndolo constantemente).
Y lo hice para estudiar racionalmente el pasado desde esa doble perspectiva emocional/racional que había aprendido en las clases de lingüística. En 1989, con motivo de mi oposición a catedrático, presenté mis principios teóricos en la historia, de carácter universal, que son los únicos que existen y que nadie ha atacado desde entonces (aunque muy pocos se han atrevido a aplicarlo abiertamente), porque el racionalismo (que no la racionalidad, que procuro aplicar siempre a todo) es una religión como el catolicismo, el protestantismo o el beticismo, o todos los -ismos irracionales que en el mundo son. Y que yo, por supuesto, no desprecio.
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
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