Pensamiento abstracto aplicado al estudio histórico
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Pensamiento abstracto aplicado al estudio histórico
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EL SISTEMA ESTRUCTURAL DE HORIZONTES MENTALES INTEGRADOS
Algo que no se suele hacer por parte de los historiadores profesionales es señalar los presupuestos teóricos sobre los que apoya su tarea de investigador. Y sin embargo parece indispensable que así se haga si se pretende que los demás (y uno mismo también) sepan el sentido profundo de lo que está haciendo.
En nuestro caso, concebimos la labor racional del investigador como una actividad al servicio de una comunidad que se mueve en un marco de comportamiento lógico, en el que en todo momento hay que analizar causas, circunstancias y consecuencias. Por ello entendemos que para que sea válida la Historia en nuestro marco social lógico ha de adquirir el carácter de ciencia, o sea ha de tener validez universal en sus planteamientos. Es por ello por lo que rechazamos el estudio de la Historia basado en unos planteamientos morales (que por fundamentarse en las distintas mores o costumbres son necesariamente sectoriales), y pretendemos como objetivo una investigación diacrónica de la vida cultural de las sociedades humanas al margen de cuál pueda ser la aplicación concreta que se pueda hacer del conocimiento adquirido.
Partimos, no obstante, y aunque pudiera parecer paradójico, de la base descriptiva de la Historia como elemento ideológico fundamental que liga a una comunidad con un pasado unitario, que le da cohesión y la proyecta hacia tareas de futuro. Tiene raíces biológicas (a nivel de grupo) y es por tanto un elemento común a cualquier tipo de sociedad humana, aunque su articulación puede ser mítica o lógica, según sea la necesidad que cada comunidad sienta de estructurar o no orgánicamente su pasado (y su pensamiento en general).
La Historia, como distinta del Mito (en cuyo seno nace), ha de tender a tener por tanto un carácter lógico y universal [NOTA 1], y sus principios han de ser válidos para cualquier segmento concreto de aplicación. Al planteamiento de los mismos dedicamos hace unos años unas breves reflexiones bajo el título genérico de
Principios teóricos en la Historia (1990), que vamos a pasar a recordar brevemente.
Para establecer ese carácter universal de la concepción histórica hemos de partir necesariamente de principios de actuación igualmente universales, como son:
a) que existe una identidad básica de la estructura mental humana en todas las ramas de nuestra especie (establecido por la Psicología).
b) que se dan principios similares operantes en todo tipo de comunidad (establecido por la Sociología).
Partiendo de estas consideraciones, y aun teniendo presentes las características peculiares del hecho histórico, que lo presentan como irreversible e inexperimentable, aunque sí contrastable, es posible aplicar a la Historia las fases esenciales de cualquier método de investigación científica, a saber:
1º, el encuentro de un problema, surgido de la contemplación y la confrontación de las diversas fuentes.
2º, el enunciado de una hipótesis susceptible de desenredar, es decir, de explicar las dificultades por resolver.
3º, la crítica y contraste de las distintas fuentes a la luz de la nueva hipótesis.
4º, y en el caso de que la hipótesis se muestre válida, su integración a la situación de partida con la revisión consiguiente del campo de conocimiento histórico en cuestión.
Por supuesto en la Historia, como en cualquier otra ciencia e incluso en mayor medida, hay que tener siempre presente el principio de indeterminación, y por ello el cálculo de probabilidades se impone como medio de aproximación a la realidad.
Sobre estas bases hemos propuesto una hipótesis de trabajo que permita una comprensión científica de la Historia, a la que hemos denominado Sistema estructural de horizontes mentales integrados.
Partimos para ello del carácter natural de la tendencia social de los humanos, basada en unas peculiaridades biológicas que le llevan a buscar el mantenimiento de la identidad individual en el marco de unas relaciones comunitarias que la hacen posible. Existe por ello en toda comunidad una tensión interna (como en todos los elementos de la naturaleza) entre el individuo y la comunidad en la que -y frente a la cual- se define. Esta tendencia a la "individualidad" se da igualmente entre todas y cada una de las colectividades integradas por elementos menores, siendo la guerra, y su contrapartida la alianza, sus elementos de expresión e incluso ocasionalmente de superación de los límites anteriores.
La tensión normalmente provoca la necesidad de expansión y es fácil de entender que ese proceso de expansión se vaya acelerando conforme se va produciendo una previa acumulación de puntos de tensión (o de fuerza): así, por ejemplo, es más lenta la evolución del nivel de clan al de polis (lo que -mal- llamamos "ciudades estado"), que el de éste al de Estado nacional.
Hay que tener presente, además, que el ritmo de evolución de los distintos sectores o facetas de la actividad humana es desigual, y que las estructuras políticas, económicas, sociales y mentales son cada una de ellas más lentas que la anterior en la enumeración. Y que este distinto ritmo de desarrollo provoca desajustes que hacen fracasar la evolución continuada de los sectores más avanzados, produciéndose retrocesos provisionales que miran a establecer un cierto equilibrio en el sistema.
El debilitamiento progresivo de los límites de los grupos, comenzando por el más elemental o biológico-familiar, permite la progresiva integración de un nivel de estructura en otro superior, más "artificial" y menos comprensible en el nivel "natural" de la pura animalidad humana. Curiosamente, sin embargo, la mayor interrelación (y, en cierto grado, interdependencia) entre los elementos de los grupos integrados en uno superior, favorece el desarrollo del individualismo. El marco de la "libertad" se ensancha, en cuanto que se ensancha el marco de referencia del grupo. Con todo, hay que dejar bien claro que no cambia el sentido de la "libertad" (entendida como la capacidad de moverse con seguridad en el marco de referencia), sino sólo, como decimos, su marco de referencia. Así pues, el hombre puede sentirse libre tanto en el marco de una comunidad de límites mentales organizativos reducidos como en otra de límites más amplios.
El principio de supervivencia en un medio natural, cuyas características son muy variables de lugar a lugar, y la búsqueda de seguridad en este marco parece ser, pues, lo que lleva al humano a organizar su convivencia con otros congéneres. Lucharán con la naturaleza con vistas a extraerle el mayor provecho posible, pero durante bastante tiempo tendrá un respetuoso temor a transgredir las leyes que parecen regirla e irritar con ello a los seres divinos que han establecido ese orden natural.
Así, por ejemplo, a Aristóteles [384-322 a.C.] no le parecía natural que el hombre no controlase su entorno directamente y sin dejar de ser autárquico, y por ello, en esas circunstancias, la técnica necesaria para cambiar claramente las relaciones del hombre con la naturaleza, y en consecuencia con sus semejantes, difícilmente podían prosperar. Bien es verdad que hacia la época en que Aristóteles redactaba su obra los estrechos límites de la polis se iban haciendo permeables y que sobre la propia tierra griega manifestaba su poderío Alejandro [356-323 a.C.], que aspiraría a mantener políticamente unido todo el universo.
Pero aunque en el plano político el triunfo de las ideas "universalistas" fue bastante claro, sobre todo en Roma, lo cierto es que el campo económico -que había de sostener al sistema político-administrativo- se vio muy constreñido por la escasa evolución de las estructuras mentales que afectaban a la moral. Y ese componente ético del pensamiento había de impedir con fuerza un cambio de actitud ante la naturaleza durante mucho tiempo, prácticamente hasta el Renacimiento [ss. XV-XVI], no triunfando abiertamente en Europa hasta el siglo XIX.
Otro hecho que hay que tener presente al realizar un análisis de la evolución de las estructuras de una comunidad, es el de los contactos que la misma puede tener con otras sociedades que han alcanzado un nivel evolutivo más avanzado. En estos casos se pueden quemar etapas muy rápidamente, siempre que no haya absorción o dominación del menos evolucionado por el que lo es más, pues en este caso el primero quedaría simplemente integrado, a nivel de sometido, en las estructuras del segundo, perdiendo su propia personalidad.
Cuando esta absorción no se da, el conocimiento de la tecnología y el saber ajeno puede potenciar de modo extraordinario y a un ritmo muy rápido el desarrollo del atrasado, que crece así con una gran vitalidad hasta alcanzar niveles similares, y en parte incluso superiores por su potencialidad, a los de la fuente de conocimiento.
Se explica así el llamado "milagro griego", que permite desarrollar sobre bases individuales, derivadas de su escaso nivel de integración política amplia, la cultura de las grandes sociedades no individualistas orientales. Se explica con facilidad la potencia de Macedonia en su contacto con la civilizada Hélade. Se explica la adaptación de Roma, con el Imperio, a las formas organizativas superiores de los estados helenísticos, etc., etc.
Hemos señalado con anterioridad que conforme avanza en complejidad el sistema de relaciones, el individuo se encuentra con un marco de libertad más amplio, pero al mismo tiempo con un nivel de personalización menor (en una comunidad pequeña todos los individuos componentes son entes concretos para los demás), en cuanto que su fuerza se diluye progresivamente en una unidad de fuerza superior que tiende a desdibujar sus límites de referencia inmediatos. El cambio de una situación de conocimiento directo a otra en que éste no se da es tan fuerte que entendemos que puede servir para establecer dos niveles fundamentales de convivencia (o integración):
a) nivel de control directo, en grupos más o menos reducidos, hasta un grado máximo de expansión del tipo marcado por Aristóteles al señalar el que considera adecuado para una polis.
b) nivel de control indirecto, de tipo "Estado nacional", en que priva la especialización y el intercambio en todas las esferas de la actividad humana.
A su vez cada nivel (pero sobre todo el b) puede contemplar dos facetas o actitudes socioeconómicas primordiales:
α) actitud distributiva. La riqueza producida es gestionada y distribuida desde organismos centrales (con sus dependencias regionales o locales, si se muestran necesarias).
β) actitud de libre intercambio. La riqueza es gestionada e intercambiada directamente por las unidades básicas de la sociedad.
En un nivel de desarrollo b [control indirecto] es normal la tendencia a la progresiva especialización en la producción de bienes y el intercambio de los mismos (realizado de acuerdo con una u otra actitud socioeconómica), que implica una paralela tendencia a la interdependencia en el disfrute del capital.
Debemos aclarar que entendemos por capital la riqueza excedentaria o acumulativa (bienes no consumidos directamente en el acto del uso) producida por el hombre en una acción que podemos denominar laboral. Este capital puede ser empleado como reserva del propio productor (o del pequeño grupo familiar en que se encuentra integrado) y ser destinado por tanto a un consumo directo; o bien puede ser empleado como medio para facilitar la creación de nueva riqueza (capital) suplementaria, por medio de una inversión productiva que fomenta la especialización (capitalismo o generación de capital a partir de otro ya existente). Esto último se da en toda sociedad organizada a nivel de "Estado nacional" (nivel b) y tiende a darse en sociedades menores (nivel a) evolucionadas.
Estimamos, en suma, que se impone una clara distinción metodológica entre formas de producción de bienes (que pertenecen estrictamente al campo de la economía), formas de disfrute o posesión de esos bienes (organización social), y modos o formas de organización política. Todas ellas pueden -y normalmente lo hacen- influirse entre sí, pero no se puede hablar de una determinación clara de unas por otras.
Lo que sí, en cambio, parece determinante, es el nivel u horizonte mental en que se inscriban, que exige un desarrollo equilibrado de esas mismas formas. Entendemos, por tanto, que hay que prestar -para un análisis histórico- tanta atención a los niveles de desarrollo de las formas (económicas, políticas, mentales) como al carácter propio de las mismas.
Tanto un Estado de régimen económico distributivo como uno liberal necesitan (una vez alcanzado el nivel b [control indirecto]) un aparato administrativo general -sostenido por los excedentes generados por el sistema productivo- que se encargue de los temas colectivos fundamentales, como pueden ser la defensa, las relaciones globales con otras comunidades, la infraestructura viaria o de medios generales de producción e intercambio (diques, canales, puertos, vías, etc.); y sobre todo el mantenimiento de la coherencia ideológica, poniendo los medios para el desarrollo de una ideología común, que se sustenta en un mito -o en una historia, si se emplea el pensamiento lógico-, y que se expresa a través de las distintas formas de relación con lo trascendente (religión), sean divinas o humanas.
Así, pues, entendemos que existen unas líneas generales en el desarrollo de las sociedades que son permanentes y que sólo están sujetas a las variables del espacio físico en que una comunidad se mueve y del tiempo relativo respecto a otras comunidades de distinto nivel de evolución con las que pueda entrar en contacto.
Una Historia, en síntesis, entendemos que se monta sobre tres parámetros fundamentales que le dan corporeidad:
1) La evolución desde la sumisión total a la Naturaleza del hombre primitivo hasta su enfrentamiento con la misma que le lleva, a través del conocimiento, al sometimiento relativo de la Naturaleza, poniéndola así al servicio de uno de sus miembros (el hombre), marca una evolución conceptual que es permanente en todas las sociedades (aunque vivan aisladas entre sí) y da profundidad al sentido de la Historia.
No obstante, esta evolución conceptual de la relación Hombre / Naturaleza, que es permanente y en la que se puede observar la ley del continuo progreso (avance) -considerando siempre las diferencias de ritmo de sus distintos componentes, que puede llevar a aparentes retrocesos, que nunca lo son globales sino sectoriales-, se ve condicionada por los parámetros del espacio y el tiempo que señalan su concreción.
2) Así, la condición del espacio geográfico -terrenos aluviales, pantanosos, ricos o pobres en metales, en pesca, etc.- influye en el ritmo de desarrollo de las comunidades a que da acogida.
3) De igual modo, el tiempo influye en cuanto que el hecho de que unas comunidades adquieran un desarrollo conceptual -nivel de vida colectiva- superior antes que otras, puede determinar el ritmo de desarrollo de aquellas otras comunidades conceptualmente menos avanzadas con las que entre en contacto y explicar las alteraciones de su comportamiento.
Esta manera de ver la Historia en términos generales no es sino el producto de una contemplación previa de los distintos relatos particulares ofrecidos por los historiadores para pueblos muy diversos, que es la que permite la abstracción de aquellos rasgos que se pueden considerar como comunes en todos ellos. Pero una vez realizada esta labor, carecería del todo de validez social si no se pudiesen volver de nuevo sus resultados sobre los datos previamente observados y observar así de qué manera se altera su comprensión previa.
NOTA 1
A las diferencias fundamentales entre mito y lógica o razón (dos formas opuestas y complementarias que tiene el pensamiento humano de encarar la realidad -esa que los físicos actuales definen al mismo tiempo como corpuscular u ondulatoria-) le dedicamos algunas reflexiones en el breve ensayo "Dos formas contrapuestas de pensamiento: el mito y la razón", publicado en la revista Espacio y Tiempo, nº 9, 1995, pp. 105-112.
Genaro Chic García
https://www.academia.edu/9608750/El_Sistema_Estructural_de_Horizontes_Mentales_Integrados_Su_aplicaci%C3%B3n_a_una_historia_romana
Publicado en Boletín de la Real Acad. Vélez de Guevara, 2, 1998, pp. 35-41.
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EL SISTEMA ESTRUCTURAL DE HORIZONTES MENTALES INTEGRADOS
Algo que no se suele hacer por parte de los historiadores profesionales es señalar los presupuestos teóricos sobre los que apoya su tarea de investigador. Y sin embargo parece indispensable que así se haga si se pretende que los demás (y uno mismo también) sepan el sentido profundo de lo que está haciendo.
En nuestro caso, concebimos la labor racional del investigador como una actividad al servicio de una comunidad que se mueve en un marco de comportamiento lógico, en el que en todo momento hay que analizar causas, circunstancias y consecuencias. Por ello entendemos que para que sea válida la Historia en nuestro marco social lógico ha de adquirir el carácter de ciencia, o sea ha de tener validez universal en sus planteamientos. Es por ello por lo que rechazamos el estudio de la Historia basado en unos planteamientos morales (que por fundamentarse en las distintas mores o costumbres son necesariamente sectoriales), y pretendemos como objetivo una investigación diacrónica de la vida cultural de las sociedades humanas al margen de cuál pueda ser la aplicación concreta que se pueda hacer del conocimiento adquirido.
Partimos, no obstante, y aunque pudiera parecer paradójico, de la base descriptiva de la Historia como elemento ideológico fundamental que liga a una comunidad con un pasado unitario, que le da cohesión y la proyecta hacia tareas de futuro. Tiene raíces biológicas (a nivel de grupo) y es por tanto un elemento común a cualquier tipo de sociedad humana, aunque su articulación puede ser mítica o lógica, según sea la necesidad que cada comunidad sienta de estructurar o no orgánicamente su pasado (y su pensamiento en general).
La Historia, como distinta del Mito (en cuyo seno nace), ha de tender a tener por tanto un carácter lógico y universal [NOTA 1], y sus principios han de ser válidos para cualquier segmento concreto de aplicación. Al planteamiento de los mismos dedicamos hace unos años unas breves reflexiones bajo el título genérico de
Principios teóricos en la Historia (1990), que vamos a pasar a recordar brevemente.
Para establecer ese carácter universal de la concepción histórica hemos de partir necesariamente de principios de actuación igualmente universales, como son:
a) que existe una identidad básica de la estructura mental humana en todas las ramas de nuestra especie (establecido por la Psicología).
b) que se dan principios similares operantes en todo tipo de comunidad (establecido por la Sociología).
Partiendo de estas consideraciones, y aun teniendo presentes las características peculiares del hecho histórico, que lo presentan como irreversible e inexperimentable, aunque sí contrastable, es posible aplicar a la Historia las fases esenciales de cualquier método de investigación científica, a saber:
1º, el encuentro de un problema, surgido de la contemplación y la confrontación de las diversas fuentes.
2º, el enunciado de una hipótesis susceptible de desenredar, es decir, de explicar las dificultades por resolver.
3º, la crítica y contraste de las distintas fuentes a la luz de la nueva hipótesis.
4º, y en el caso de que la hipótesis se muestre válida, su integración a la situación de partida con la revisión consiguiente del campo de conocimiento histórico en cuestión.
Por supuesto en la Historia, como en cualquier otra ciencia e incluso en mayor medida, hay que tener siempre presente el principio de indeterminación, y por ello el cálculo de probabilidades se impone como medio de aproximación a la realidad.
Sobre estas bases hemos propuesto una hipótesis de trabajo que permita una comprensión científica de la Historia, a la que hemos denominado Sistema estructural de horizontes mentales integrados.
Partimos para ello del carácter natural de la tendencia social de los humanos, basada en unas peculiaridades biológicas que le llevan a buscar el mantenimiento de la identidad individual en el marco de unas relaciones comunitarias que la hacen posible. Existe por ello en toda comunidad una tensión interna (como en todos los elementos de la naturaleza) entre el individuo y la comunidad en la que -y frente a la cual- se define. Esta tendencia a la "individualidad" se da igualmente entre todas y cada una de las colectividades integradas por elementos menores, siendo la guerra, y su contrapartida la alianza, sus elementos de expresión e incluso ocasionalmente de superación de los límites anteriores.
La tensión normalmente provoca la necesidad de expansión y es fácil de entender que ese proceso de expansión se vaya acelerando conforme se va produciendo una previa acumulación de puntos de tensión (o de fuerza): así, por ejemplo, es más lenta la evolución del nivel de clan al de polis (lo que -mal- llamamos "ciudades estado"), que el de éste al de Estado nacional.
Hay que tener presente, además, que el ritmo de evolución de los distintos sectores o facetas de la actividad humana es desigual, y que las estructuras políticas, económicas, sociales y mentales son cada una de ellas más lentas que la anterior en la enumeración. Y que este distinto ritmo de desarrollo provoca desajustes que hacen fracasar la evolución continuada de los sectores más avanzados, produciéndose retrocesos provisionales que miran a establecer un cierto equilibrio en el sistema.
El debilitamiento progresivo de los límites de los grupos, comenzando por el más elemental o biológico-familiar, permite la progresiva integración de un nivel de estructura en otro superior, más "artificial" y menos comprensible en el nivel "natural" de la pura animalidad humana. Curiosamente, sin embargo, la mayor interrelación (y, en cierto grado, interdependencia) entre los elementos de los grupos integrados en uno superior, favorece el desarrollo del individualismo. El marco de la "libertad" se ensancha, en cuanto que se ensancha el marco de referencia del grupo. Con todo, hay que dejar bien claro que no cambia el sentido de la "libertad" (entendida como la capacidad de moverse con seguridad en el marco de referencia), sino sólo, como decimos, su marco de referencia. Así pues, el hombre puede sentirse libre tanto en el marco de una comunidad de límites mentales organizativos reducidos como en otra de límites más amplios.
El principio de supervivencia en un medio natural, cuyas características son muy variables de lugar a lugar, y la búsqueda de seguridad en este marco parece ser, pues, lo que lleva al humano a organizar su convivencia con otros congéneres. Lucharán con la naturaleza con vistas a extraerle el mayor provecho posible, pero durante bastante tiempo tendrá un respetuoso temor a transgredir las leyes que parecen regirla e irritar con ello a los seres divinos que han establecido ese orden natural.
Así, por ejemplo, a Aristóteles [384-322 a.C.] no le parecía natural que el hombre no controlase su entorno directamente y sin dejar de ser autárquico, y por ello, en esas circunstancias, la técnica necesaria para cambiar claramente las relaciones del hombre con la naturaleza, y en consecuencia con sus semejantes, difícilmente podían prosperar. Bien es verdad que hacia la época en que Aristóteles redactaba su obra los estrechos límites de la polis se iban haciendo permeables y que sobre la propia tierra griega manifestaba su poderío Alejandro [356-323 a.C.], que aspiraría a mantener políticamente unido todo el universo.
Pero aunque en el plano político el triunfo de las ideas "universalistas" fue bastante claro, sobre todo en Roma, lo cierto es que el campo económico -que había de sostener al sistema político-administrativo- se vio muy constreñido por la escasa evolución de las estructuras mentales que afectaban a la moral. Y ese componente ético del pensamiento había de impedir con fuerza un cambio de actitud ante la naturaleza durante mucho tiempo, prácticamente hasta el Renacimiento [ss. XV-XVI], no triunfando abiertamente en Europa hasta el siglo XIX.
Otro hecho que hay que tener presente al realizar un análisis de la evolución de las estructuras de una comunidad, es el de los contactos que la misma puede tener con otras sociedades que han alcanzado un nivel evolutivo más avanzado. En estos casos se pueden quemar etapas muy rápidamente, siempre que no haya absorción o dominación del menos evolucionado por el que lo es más, pues en este caso el primero quedaría simplemente integrado, a nivel de sometido, en las estructuras del segundo, perdiendo su propia personalidad.
Cuando esta absorción no se da, el conocimiento de la tecnología y el saber ajeno puede potenciar de modo extraordinario y a un ritmo muy rápido el desarrollo del atrasado, que crece así con una gran vitalidad hasta alcanzar niveles similares, y en parte incluso superiores por su potencialidad, a los de la fuente de conocimiento.
Se explica así el llamado "milagro griego", que permite desarrollar sobre bases individuales, derivadas de su escaso nivel de integración política amplia, la cultura de las grandes sociedades no individualistas orientales. Se explica con facilidad la potencia de Macedonia en su contacto con la civilizada Hélade. Se explica la adaptación de Roma, con el Imperio, a las formas organizativas superiores de los estados helenísticos, etc., etc.
Hemos señalado con anterioridad que conforme avanza en complejidad el sistema de relaciones, el individuo se encuentra con un marco de libertad más amplio, pero al mismo tiempo con un nivel de personalización menor (en una comunidad pequeña todos los individuos componentes son entes concretos para los demás), en cuanto que su fuerza se diluye progresivamente en una unidad de fuerza superior que tiende a desdibujar sus límites de referencia inmediatos. El cambio de una situación de conocimiento directo a otra en que éste no se da es tan fuerte que entendemos que puede servir para establecer dos niveles fundamentales de convivencia (o integración):
a) nivel de control directo, en grupos más o menos reducidos, hasta un grado máximo de expansión del tipo marcado por Aristóteles al señalar el que considera adecuado para una polis.
b) nivel de control indirecto, de tipo "Estado nacional", en que priva la especialización y el intercambio en todas las esferas de la actividad humana.
A su vez cada nivel (pero sobre todo el b) puede contemplar dos facetas o actitudes socioeconómicas primordiales:
α) actitud distributiva. La riqueza producida es gestionada y distribuida desde organismos centrales (con sus dependencias regionales o locales, si se muestran necesarias).
β) actitud de libre intercambio. La riqueza es gestionada e intercambiada directamente por las unidades básicas de la sociedad.
En un nivel de desarrollo b [control indirecto] es normal la tendencia a la progresiva especialización en la producción de bienes y el intercambio de los mismos (realizado de acuerdo con una u otra actitud socioeconómica), que implica una paralela tendencia a la interdependencia en el disfrute del capital.
Debemos aclarar que entendemos por capital la riqueza excedentaria o acumulativa (bienes no consumidos directamente en el acto del uso) producida por el hombre en una acción que podemos denominar laboral. Este capital puede ser empleado como reserva del propio productor (o del pequeño grupo familiar en que se encuentra integrado) y ser destinado por tanto a un consumo directo; o bien puede ser empleado como medio para facilitar la creación de nueva riqueza (capital) suplementaria, por medio de una inversión productiva que fomenta la especialización (capitalismo o generación de capital a partir de otro ya existente). Esto último se da en toda sociedad organizada a nivel de "Estado nacional" (nivel b) y tiende a darse en sociedades menores (nivel a) evolucionadas.
Estimamos, en suma, que se impone una clara distinción metodológica entre formas de producción de bienes (que pertenecen estrictamente al campo de la economía), formas de disfrute o posesión de esos bienes (organización social), y modos o formas de organización política. Todas ellas pueden -y normalmente lo hacen- influirse entre sí, pero no se puede hablar de una determinación clara de unas por otras.
Lo que sí, en cambio, parece determinante, es el nivel u horizonte mental en que se inscriban, que exige un desarrollo equilibrado de esas mismas formas. Entendemos, por tanto, que hay que prestar -para un análisis histórico- tanta atención a los niveles de desarrollo de las formas (económicas, políticas, mentales) como al carácter propio de las mismas.
Tanto un Estado de régimen económico distributivo como uno liberal necesitan (una vez alcanzado el nivel b [control indirecto]) un aparato administrativo general -sostenido por los excedentes generados por el sistema productivo- que se encargue de los temas colectivos fundamentales, como pueden ser la defensa, las relaciones globales con otras comunidades, la infraestructura viaria o de medios generales de producción e intercambio (diques, canales, puertos, vías, etc.); y sobre todo el mantenimiento de la coherencia ideológica, poniendo los medios para el desarrollo de una ideología común, que se sustenta en un mito -o en una historia, si se emplea el pensamiento lógico-, y que se expresa a través de las distintas formas de relación con lo trascendente (religión), sean divinas o humanas.
Así, pues, entendemos que existen unas líneas generales en el desarrollo de las sociedades que son permanentes y que sólo están sujetas a las variables del espacio físico en que una comunidad se mueve y del tiempo relativo respecto a otras comunidades de distinto nivel de evolución con las que pueda entrar en contacto.
Una Historia, en síntesis, entendemos que se monta sobre tres parámetros fundamentales que le dan corporeidad:
1) La evolución desde la sumisión total a la Naturaleza del hombre primitivo hasta su enfrentamiento con la misma que le lleva, a través del conocimiento, al sometimiento relativo de la Naturaleza, poniéndola así al servicio de uno de sus miembros (el hombre), marca una evolución conceptual que es permanente en todas las sociedades (aunque vivan aisladas entre sí) y da profundidad al sentido de la Historia.
No obstante, esta evolución conceptual de la relación Hombre / Naturaleza, que es permanente y en la que se puede observar la ley del continuo progreso (avance) -considerando siempre las diferencias de ritmo de sus distintos componentes, que puede llevar a aparentes retrocesos, que nunca lo son globales sino sectoriales-, se ve condicionada por los parámetros del espacio y el tiempo que señalan su concreción.
2) Así, la condición del espacio geográfico -terrenos aluviales, pantanosos, ricos o pobres en metales, en pesca, etc.- influye en el ritmo de desarrollo de las comunidades a que da acogida.
3) De igual modo, el tiempo influye en cuanto que el hecho de que unas comunidades adquieran un desarrollo conceptual -nivel de vida colectiva- superior antes que otras, puede determinar el ritmo de desarrollo de aquellas otras comunidades conceptualmente menos avanzadas con las que entre en contacto y explicar las alteraciones de su comportamiento.
Esta manera de ver la Historia en términos generales no es sino el producto de una contemplación previa de los distintos relatos particulares ofrecidos por los historiadores para pueblos muy diversos, que es la que permite la abstracción de aquellos rasgos que se pueden considerar como comunes en todos ellos. Pero una vez realizada esta labor, carecería del todo de validez social si no se pudiesen volver de nuevo sus resultados sobre los datos previamente observados y observar así de qué manera se altera su comprensión previa.
NOTA 1
A las diferencias fundamentales entre mito y lógica o razón (dos formas opuestas y complementarias que tiene el pensamiento humano de encarar la realidad -esa que los físicos actuales definen al mismo tiempo como corpuscular u ondulatoria-) le dedicamos algunas reflexiones en el breve ensayo "Dos formas contrapuestas de pensamiento: el mito y la razón", publicado en la revista Espacio y Tiempo, nº 9, 1995, pp. 105-112.
Genaro Chic García
https://www.academia.edu/9608750/El_Sistema_Estructural_de_Horizontes_Mentales_Integrados_Su_aplicaci%C3%B3n_a_una_historia_romana
Publicado en Boletín de la Real Acad. Vélez de Guevara, 2, 1998, pp. 35-41.
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Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
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