La nueva lógica emocional
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La nueva lógica emocional
En el último siglo la posición del científico ha ido cambiando. La introducción del tiempo como una dimensión de la realidad ha ido haciendo salir al hombre del “paraíso de las ecuaciones lineales”, en el que todo efecto tenía su causa y todos los fenómenos obedecían a las leyes de la física. Ciertamente, aquella manera de ver las cosas de acuerdo con la lógica lineal tradicional había permitido el desarrollo de instrumentos de medida muchísimo más precisos que los anteriores, que invitaban a despreciar las minucias en las medidas. Pero estos mismos instrumentos más precisos han terminado por demostrar que una mínima variación en la medida puede implicar resultados de análisis sorprendentemente distintos a los esperados; que el mundo está abierto a los cambios de una forma que podríamos llamar caótica, al tiempo que se ha descubierto que ese caos lleno de vida tiene cierto orden en su interior: “El caos es la desintegración organizadora”, surgiendo la complejidad de una combinación de tendencias cooperativas y competitivas (De la Peña, 2001). Esto ha obligado a desarrollar nuevas formulaciones matemáticas y a desarrollar nuevas formas de lógica, como la denominada borrosa, difusa e incluso contradictoria, oponiendo al principio de identidad y no contradicción de la lógica aristotélica, el «principio de alteridad y ambivalencia» (Gutiérrez Estévez, 2004). Una lógica que surge del reconocimiento de que el conocimiento común es mayoritariamente cualitativo sin dejar de ser cuantitativo, lo que permite incidir sobre este último aspecto para tratar de plantear una traducción del lenguaje común al matemático, iniciando así la recuperación de un planteamiento muy antiguo que aún se percibe en el Platón que trabaja con grados de pertenencia o en un Aristóteles que considera que existen distintos grados de veracidad. Como ya se ha apuntado, a partir de los trabajos del ingeniero Lofti A. Zadeh se ha ido abriendo paso -desde 1965 y con fuerte oposición al principio de los científicos instalados en el antiguo y ya confortable paradigma- en la lógica y en la teoría de conjuntos y sistemas matemáticos, la contemplación de conjuntos borrosos (fuzzy sets) que dan forma algorítmica a esa percepción común de la realidad que suele contemplar la misma más en términos de una variada gama de grises que en la puridad del blanco y el negro. O sea con la razón sirviendo de núcleo y periferia de una percepción que es en buena medida emocional. La aplicación práctica de tales principios teóricos al mundo de la ingeniería –especialmente la informática- a partir de 1974, en combinación con el desarrollo simultáneo del estudio de las redes neuronales (Kosko, 1995), ha llevado a la situación actual, donde son infinidad los productos industriales que han salido al mercado (en campos tan diversos como la metalurgia, la aeronáutica, imagen y sonido, robótica, automovilismo, etc.) ostentando con orgullo en sus etiquetas que han sido fabricados con técnicas derivadas de unos principios que simbolizan tanto calidad como prestaciones avanzadas.
Así pues, la lógica antigua, que llevó con sus aplicaciones técnicas al desarrollo de los medios audiovisuales actuales, ha terminado por generar un ambiente en el que el factor emocional ha vuelto por sus fueros para demostrar que era absurdo prescindir de él como un problema que era necesario superar a través del pensamiento lógico racional (La Metamorfosis de F. Kafka ha sido entendida por Jiménez (1994) como la quiebra de una imagen: la de la afirmación de la permanencia, de la estabilidad del yo, a partir de la cual la cultura moderna había construido la estela de una razón única y autosuficiente). Como historiadores, habituados a tomar el tiempo –tanto el de la permanencia como el del cambio- como una dimensión de la realidad histórica, nos situaremos, pues, en esta línea de investigación al estudiar los temas relativos al comercio desde una doble perspectiva: la del prestigio versus la del mercado impersonal, contraponiéndolos a la par que entendiendo que ambos forman parte de un mismo sistema en el que interactúan. Como interactúan el pensamiento emocional y el racional, que entendemos que se encuentran de forma predominante tras cada una de las respectivas formas comerciales que hemos planteado. Estamos pues de acuerdo con Colin F. Camerer (2003) cuando señala que “la mayoría de las teorías económicas minimiza la influencia de emociones humanas y asume que lo que las personas creen y escogen sigue los principios de racionalidad”, sin tener en cuenta que el pensamiento emocional influye en gran modo en la actividad económica.
Fragmento tomado de mi libro El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad , Akal, 2009, pp. 18-19
El pensamiento racional es rectilíneo, con un antes y un después claro, al contrario del emocional que es circular, donde todo vuelve a ser de modo que no se sabe si la primavera está antes del otoño o viceversa, según como uno lo sienta. Pero como los dos pensamientos los tenemos a la vez podríamos decir que vivimos en espiral. Por eso se suele decir que la historia se repite a pesar de que los hechos son siempre distintos.
Saludos
Así pues, la lógica antigua, que llevó con sus aplicaciones técnicas al desarrollo de los medios audiovisuales actuales, ha terminado por generar un ambiente en el que el factor emocional ha vuelto por sus fueros para demostrar que era absurdo prescindir de él como un problema que era necesario superar a través del pensamiento lógico racional (La Metamorfosis de F. Kafka ha sido entendida por Jiménez (1994) como la quiebra de una imagen: la de la afirmación de la permanencia, de la estabilidad del yo, a partir de la cual la cultura moderna había construido la estela de una razón única y autosuficiente). Como historiadores, habituados a tomar el tiempo –tanto el de la permanencia como el del cambio- como una dimensión de la realidad histórica, nos situaremos, pues, en esta línea de investigación al estudiar los temas relativos al comercio desde una doble perspectiva: la del prestigio versus la del mercado impersonal, contraponiéndolos a la par que entendiendo que ambos forman parte de un mismo sistema en el que interactúan. Como interactúan el pensamiento emocional y el racional, que entendemos que se encuentran de forma predominante tras cada una de las respectivas formas comerciales que hemos planteado. Estamos pues de acuerdo con Colin F. Camerer (2003) cuando señala que “la mayoría de las teorías económicas minimiza la influencia de emociones humanas y asume que lo que las personas creen y escogen sigue los principios de racionalidad”, sin tener en cuenta que el pensamiento emocional influye en gran modo en la actividad económica.
Fragmento tomado de mi libro El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad , Akal, 2009, pp. 18-19
El pensamiento racional es rectilíneo, con un antes y un después claro, al contrario del emocional que es circular, donde todo vuelve a ser de modo que no se sabe si la primavera está antes del otoño o viceversa, según como uno lo sienta. Pero como los dos pensamientos los tenemos a la vez podríamos decir que vivimos en espiral. Por eso se suele decir que la historia se repite a pesar de que los hechos son siempre distintos.
Saludos
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Re: La nueva lógica emocional
En la primera parte de esta obra [citada en el mensaje anterior] hemos expuesto lo que entendemos que pueden ser unos principios intelectivos generales para la comprensión de la Historia Económica, con independencia del lugar y momento de aplicación de los mismos. Para ello se ha partido, como recomendaba C.M. Cipolla, de los condicionamientos biológicos que son de momento insoslayables en la consideración de cualquier comportamiento cultural que pueda ser desarrollado por el hombre; y nos hemos basado en los recientes estudios sobre el cerebro humano, que ponen de relieve cómo el planteamiento emocional se da de manera inextricable junto con el que denominamos racional (de ratio, cuenta), y, en función de ello, cómo lo cuantitativo ha de ser siempre contrastado con lo cualitativo, que es su contrapartida de la que difícilmente se libra del todo.
Hemos considerado las dos maneras de entender las relaciones humanas en función de estos presupuestos. Y mientras el pensamiento emocional no conoce límites precisos, aunque se tiene plena conciencia de que no es infinito en la consideración de su objeto de análisis, sucede lo contrario con el pensamiento racional, el propio de la cuantificación de unidades concretas y teóricamente infinitas en número. Entendemos que son dos maneras de percibir la realidad que son inconmensurables, pero que sin embargo paradójicamente forman sistema, y a éste es al que hay que atender en último extremo.
También hemos planteado que, formando sistema las dos formas de pensamiento, el desarrollo de una tiende a compensarse de forma automática con el de la otra, a la que no podemos denominar estrictamente complementaria porque eso sólo se podría hacer desde un planteamiento racional, que separa de forma nítida los elementos de análisis. Y hemos puesto como ejemplo de ello lo que hemos denominado la “santísima dualidad” del ser humano, compuesto por varón y mujer, dos formas personales distintas –con intereses vitales distintos en parte- en un solo ser humano verdadero. Porque el hombre (mulier o vir) ha sido el objeto fundamental de nuestro estudio, en este caso desde la perspectiva de su comportamiento económico. De ahí que hayamos considerado su análisis desde la perspectiva de una “lógica difusa” por la sencilla razón de que un planteamiento académico (que no es el único que se puede dar, evidentemente) necesariamente ha de partir de una lógica; pero esta lógica no puede dejar de lado la importancia de los planteamientos realizados desde otra perspectiva, como puede ser la emocional. El resultado de este tipo de observación dual nunca será por supuesto exacto (en términos lógicos tradicionales), desde el momento en que admite que en todo orden hay implícito un caos de la misma manera que lo contrario, pero no por ello es menos verdadero. Porque, como diría B. Kemp, los estudios académicos “sólo cobran vida cuando inhalan los vapores de la ficción histórica”, o sea de lo no cuantificable. La dificultad, pues, estará en encontrar la complementariedad por encima de la contradicción entre dos planteamientos que parecen irreductibles pero que se apoyan mutuamente. No es cómoda ni consoladora, pero una tarea intelectual de este tipo entendemos que merece la pena ser emprendida en una época como ésta, que lleva más de un siglo superando los estrictos límites del racionalismo ilustrado que triunfó hace trescientos cincuenta años y que ha dado como fruto precisamente la necesidad de buscar las posibilidades que hay más allá de él.
G. Chic García, El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad , Akal, 2009, pp. 217-218.
Hemos considerado las dos maneras de entender las relaciones humanas en función de estos presupuestos. Y mientras el pensamiento emocional no conoce límites precisos, aunque se tiene plena conciencia de que no es infinito en la consideración de su objeto de análisis, sucede lo contrario con el pensamiento racional, el propio de la cuantificación de unidades concretas y teóricamente infinitas en número. Entendemos que son dos maneras de percibir la realidad que son inconmensurables, pero que sin embargo paradójicamente forman sistema, y a éste es al que hay que atender en último extremo.
También hemos planteado que, formando sistema las dos formas de pensamiento, el desarrollo de una tiende a compensarse de forma automática con el de la otra, a la que no podemos denominar estrictamente complementaria porque eso sólo se podría hacer desde un planteamiento racional, que separa de forma nítida los elementos de análisis. Y hemos puesto como ejemplo de ello lo que hemos denominado la “santísima dualidad” del ser humano, compuesto por varón y mujer, dos formas personales distintas –con intereses vitales distintos en parte- en un solo ser humano verdadero. Porque el hombre (mulier o vir) ha sido el objeto fundamental de nuestro estudio, en este caso desde la perspectiva de su comportamiento económico. De ahí que hayamos considerado su análisis desde la perspectiva de una “lógica difusa” por la sencilla razón de que un planteamiento académico (que no es el único que se puede dar, evidentemente) necesariamente ha de partir de una lógica; pero esta lógica no puede dejar de lado la importancia de los planteamientos realizados desde otra perspectiva, como puede ser la emocional. El resultado de este tipo de observación dual nunca será por supuesto exacto (en términos lógicos tradicionales), desde el momento en que admite que en todo orden hay implícito un caos de la misma manera que lo contrario, pero no por ello es menos verdadero. Porque, como diría B. Kemp, los estudios académicos “sólo cobran vida cuando inhalan los vapores de la ficción histórica”, o sea de lo no cuantificable. La dificultad, pues, estará en encontrar la complementariedad por encima de la contradicción entre dos planteamientos que parecen irreductibles pero que se apoyan mutuamente. No es cómoda ni consoladora, pero una tarea intelectual de este tipo entendemos que merece la pena ser emprendida en una época como ésta, que lleva más de un siglo superando los estrictos límites del racionalismo ilustrado que triunfó hace trescientos cincuenta años y que ha dado como fruto precisamente la necesidad de buscar las posibilidades que hay más allá de él.
G. Chic García, El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad , Akal, 2009, pp. 217-218.
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