El origen del Estado: la institucionalización del poder masculino
Página 1 de 1.
El origen del Estado: la institucionalización del poder masculino
LAS SOCIEDADES GUERRERAS BASE DEL ESTADO POLÍTICO EN GRECIA
«La guerra (Pólemos) es el padre y el rey de todas las cosas»
(Heráclito. Diels, FVS, 2213, fr. 53)
En principio debemos situarnos en un mundo dominado por las fratrías o hermandades de guerreros (personas que han optado por la guerra como medio de vida), formadas al margen de las estructuras familiares para fines muy concretos. Como señala Detienne, en el plano de las estructuras sociales como en el de las estructuras mentales, el grupo de guerreros ocupa un lugar central y excepcional. Por una parte, no cubre al grupo familiar sino al grupo territorial: los guerreros están repartidos en clases por edad y agrupados en hermandades, con independencia de la familia a la que pertenezcan (normalmente, en sociedades poco numerosas, el número de jóvenes de cada clan que quieran ser guerreros es limitado, por lo que se suelen reunir de varios clanes e incluso de varias tribus).
Es la relación con un territorio y no la dependencia de un vientre lo fundamental; como entre nosotros, que votamos por distritos y no por familias. Quedan vinculados entre sí mediante relaciones contractuales (contrato social), no por vínculos de sangre o parentela. Por tanto el principio de equidad, de igualdad, domina sobre el de jerarquía u orden sagrado propio de las estructuras familiares. Por otra parte, el grupo de los guerreros se singulariza por sus comportamientos y técnicas de educación. Los guerreros sufren unas pruebas iniciáticas que aseguran su cualificación profesional, consagran su promoción social y definen su vocación a la muerte (entre tales ritos iniciáticos hallamos la pederastia griega: los muchachos aprendían las virtudes que deberían hacer de ellos adultos durante el período iniciático de segregación, viviendo en compañía de un hombre, al mismo tiempo educador y amante: el espíritu del valiente se insufla analmente en el joven iniciado (NOTA [1]). Este estatuto particular del grupo de los guerreros se define por igual en determinadas prácticas institucionales: juegos funerarios, reparto del botín, asambleas deliberativas que, en su totalidad, dibujan una especie de campo ideológico, específico en este grupo social. La opinión (doxa) de todos los guerreros es válida en principio [democracia] y sólo se impondrá la de aquel o aquellos que dominen el arte de la palabra persuasiva (oratoria) y sepan arrastrar tras de sí a los demás con su generosidad en el banquete y el ejemplo de su valor.
Predomina, pues, en este tipo de sociedad una ética competitiva: la valía (areté en griego, virtus en latín) de un hombre se mide por el honor (timé, honos) que otros le rinden por su sabiduría y valor y que se materializa en la parte especial del botín que aquél recibe (apreciándose sobre todo la mujer capturada). La pérdida del honor se siente como vergüenza que se refleja en pérdida de la tierra asignada por honor (témenos). No existe sentimiento de culpa -lo cual supondría interiorización del concepto- ya que en el pensamiento mítico se depende de la voluntad divina para cualquier acción. A causa de esto, los banquetes (symposia) y los entrenamientos entre amigos varones (hetairoi) eran una actividad esencial para el hombre de influencia; para esta función de adquirir rango se destinaban los sobrantes de la producción del oikos u hogar doméstico. De esta manera el basileus o jefe se aseguraba el apoyo de sus compañeros o hetairoi, a los que ganaba con su generosidad, porque las actividades bélicas y de piratería terrestre o marítima (de carácter honroso) requerían la habilidad de obtener el apoyo de personas que no pertenecieran al mismo genos o clan. El hecho de tener una especial inclinación hacia el combate podía convertir a un hombre normal del pueblo (denominado por el término genérico de los agathoi, "los buenos", los miembros de pleno derecho de la comunidad, frente a los kakoi, "los malos", o grupos subordinados) en parte del grupo de los aristoi, "los mejores" (o sea, los que tienen más areté, los que son más) [NOTA [2]], integrado en principio teórico sólo por los ancianos dirigentes de las tribus.
Por sus acciones el guerrero puede ir adquiriendo honor (timé) hasta convertirse en héros (jefe u héroe), alcanzando así una especial comunicación con los dioses, que son los portadores del verdadero "ser", compartido de algún modo por estos hombres elegidos, a los que los poemas denominan diogenés ("hijos de Dios"). Es por ello por lo que se estima que estos elegidos son los depositarios del conocimiento de la voluntad divina (themis griega, fas latina), y poseen el don de la palabra, lo que les permite actuar como árbitros en los conflictos y lo que les faculta de forma especial para celebrar los sacrificios a los dioses en nombre de la colectividad. Son ellos los que aportan las víctimas sacrificiales (la generosidad es la tercera virtud de un héroe, junto con el valor y la oratoria), que consumen todos durante la fiesta en auténticas barbacoas, y que obtienen gracias al botín o bien gracias a la parcela especial (témenos) que se concede al jefe de un grupo para sostener éstas y otras actividades de interés general.
Es así como gracias a los objetos que los aristoi [mejores] obtienen de la piratería, y del comercio de intercambio (prexis) más tarde, o bien gracias a los agálmata o bienes de prestigio, irán diferenciándose del resto de la comunidad, con lo que la sociedad se irá jerarquizando cada vez de forma más evidente a medida que los hijos de los jefes vayan heredando funcionalmente la posición de sus padres, lo que es una tendencia normal si el guerrero logra sobrevivir algún tiempo a su azarosa vida de hazañas. De este modo esta aristocracia irá consolidando en la mente de sus contemporáneos su posición de privilegio hasta llegar a hacerla hereditaria, convirtiéndose en una nobleza propiamente dicha: de una situación de hecho se pasa a una de derecho, y se termina considerando que los jefes lo son no por sus cualidades personales, sino por ser hijos de otros jefes.
El aumento de la riqueza, que exige una mayor función distribuidora del jefe, y la propaganda realizada por los aedos o cantores inspirados a su servicio [origen de los futuros historiadores], que exaltan las hazañas de sus familias, consolidarán ideológicamente la posición de privilegio de los nobles. Pero será el control continuado generacionalmente de la tierra (témenos), que fija socialmente mediante la propiedad inmueble, el que tienda a convertir la aristocracia en nobleza cerrada, instaurando en la práctica una auténtica propiedad privada de la tierra que antes era simplemente cedida por la comunidad para sufragar los gastos comunitarios. La desigualdad social se traslada así del campo del ser al del tener. De hecho, los basileis [jefes] de la primitiva Grecia homérica son ya un grupo de nobles de estirpe, que heredan su título, y de quienes los aedos son los encargados de transmitir su moral y sus hazañas como dignas de recuerdo genealógico (en una sociedad donde se entiende como "verdad" sólo lo que tiene mucho ser, lo que es importante para todos, "lo que no se olvida" (alétheia en griego). No es difícil adivinar cómo los jefes guerreros (héroes) fueron tomando cada vez más importancia en los Consejos de Ancianos -constituidos así en Consejos de Notables- y cómo los clanes a los que pertenecían se fueron convirtiendo en preponderantes: la fusión de la nobleza gentilicia y la nobleza guerrera es un hecho en Homero.
De hecho, los poemas homérico nos hablan de una sociedad gentilicia -dividida en familias, agrupadas en clanes y éstos en tribus- en la que naturalmente predominan las relaciones de parentesco [de base femenina], que irán siendo sustituidas lentamente por las de territorialidad conforme veamos afirmarse el concepto de polis, o sea de organización de guerra (pólemos), controlada por las fratrías ["hermandades"] o asociaciones de guerreros (de ahí el carácter masculino dominante de la organización política). Cada uno de esos nobles homéricos se encuentra a la cabeza de un grupo: el oikos (casa o patrimonio familiar) que se encuentra inserto en el marco de un genos o clan, marco fundamental de su sistema de relaciones económicas y familiares.
La familia homérica es un grupo no demasiado extenso. En esencia, comprende al jefe de la casa, a su mujer e hijos adultos con sus mujeres y niños, junto con otros miembros de la familia inmediata. A la muerte del jefe, la propiedad se divide en partes iguales entre sus hijos, que entonces establecen sus casas por separado. La naturaleza patriarcal de la familia está demostrada no sólo por las normas de la herencia. Los matrimonios son concertados (las muchachas suelen ser muy jóvenes) por los cabezas de los gene [clanes], normalmente como un medio de establecer alianzas que dan consistencia al grupo, pues éste en todo momento predomina sobre los intereses individuales. Ello es lo que explica en buena medida que se tratara de una sociedad exogámica, característica de una estructura tribal (hay necesidad de forjar alianzas con otros grupos de parentesco) en la que eran muy importantes las relaciones de hospitalidad (xenía), que comportaban el intercambio de regalos entre los jefes.
G. CHIC GARCÍA, El Mediterráneo arcaico. Apuntes para la comprensión de una época, Sevilla, 2003, pp. 46-51.
NOTAS
[1] Existía la creencia, todavía mantenida por Aristóteles, de que el esperma contenía en pequeñas burbujas el "aire vital", que prendería en el cuerpo de las mujeres como en una maceta, con lo cual se intentaba sustentar ideológicamente la idea de que era el hombre el elemento fundamental en la reproducción y por tanto de la estructuración de las sociedades humanas, en las que la pertenencia a determinado vientre había sido tradicionalmente el elemento inconfundible de afinidad. En este sentido los latinos considerarían al hombre como el único poseedor de Genius o elemento genésico.
[2] Este modo de hablar está bastante generalizado entre las sociedades humanas, como señala C. Lévi-Strauss, Raza y cultura, Madrid, 1993, p. 49: "La humanidad cesa en la frontera de la tribu, del grupo lingüístico, a veces hasta del pueblo, y hasta tal punto, que se designan con nombres que significan los «hombres» a un gran número de poblaciones dichas primitivas (o a veces -nosotros diríamos con más discreción- los «buenos», los «excelentes», los «completos»), implicando así que las otras tribus, grupos o pueblos no participan de las virtudes -o hasta de la naturaleza- humanas, sino que están a lo sumo compuestas de «maldad», de «mezquindad», que son «monos de tierra» o «huevos de piojo». A menudo se llega a privar al extranjero de ese último grado de realidad, convirtiéndolo en un «fantasma» o en una «aparición»". Esto es propio de cualquier mentalidad sustantivista, que valora más lo cualitativo que lo cuantitativo, como fundamentalmente son las que aquí estudiamos.
Genaro Chic- Mensajes : 727
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Los orígenes masculinos de la democracia política
EVOLUCIÓN EUROPEA DE LA IDEA DE DEMOCRACIA
La democracia actual tiene su origen en el racionalismo del siglo XVIII, posterior a la Revolución Copernicana de las ideas que surge con el Renacimiento. O sea en el renacer del mundo antiguo pero sobre otras bases que tienen que ver bastante con el Cristianismo (no confundir con Catolicismo):
La democracia antigua, de origen militar, no era igualitaria salvo dentro de su marco militar (solo intervenían hombres de pleno derecho ciudadano en edad de portar armas). Así, por ejemplo, en la democracia militar ateniense del siglo V a.C. Clístenes la dirigía no como presidente sino como jefe militar (estratego) supremo. Sólo los cargos de gobierno militar eran elegibles, lo que los hacía más prestigiosos. El presidente era diario y elegido por sorteo dentro del los elegidos previamente para el Consejo de los 500 de los que 50 formaban una pritanía o comisión permanente mensual.
Ahora el modelo se reinterpreta durante la Ilustración. Para Carl von Clausewitz (1780-1831) la guerra es ya una prolongación de la política por otros medios, al contrario de antes. Se les irá dando poder así, dentro de las nuevas tendencias igualitarias, no sólo a los varones que pueden portar armas sino también a quienes no lo van a hacer, incluidas las mujeres cuando el maquinismo desplace la fuerza de la musculatura humana -más abundante en el hombre- a la máquina automotora. Una buena visión del desarrollo del proceso se puede ver en el artículo que sigue, de Fernando de Arenas:
http://revistadistopia.com/politica-y-sociedad/politica/democracia-raza-blanca-i/
La democracia actual tiene su origen en el racionalismo del siglo XVIII, posterior a la Revolución Copernicana de las ideas que surge con el Renacimiento. O sea en el renacer del mundo antiguo pero sobre otras bases que tienen que ver bastante con el Cristianismo (no confundir con Catolicismo):
La democracia antigua, de origen militar, no era igualitaria salvo dentro de su marco militar (solo intervenían hombres de pleno derecho ciudadano en edad de portar armas). Así, por ejemplo, en la democracia militar ateniense del siglo V a.C. Clístenes la dirigía no como presidente sino como jefe militar (estratego) supremo. Sólo los cargos de gobierno militar eran elegibles, lo que los hacía más prestigiosos. El presidente era diario y elegido por sorteo dentro del los elegidos previamente para el Consejo de los 500 de los que 50 formaban una pritanía o comisión permanente mensual.
Ahora el modelo se reinterpreta durante la Ilustración. Para Carl von Clausewitz (1780-1831) la guerra es ya una prolongación de la política por otros medios, al contrario de antes. Se les irá dando poder así, dentro de las nuevas tendencias igualitarias, no sólo a los varones que pueden portar armas sino también a quienes no lo van a hacer, incluidas las mujeres cuando el maquinismo desplace la fuerza de la musculatura humana -más abundante en el hombre- a la máquina automotora. Una buena visión del desarrollo del proceso se puede ver en el artículo que sigue, de Fernando de Arenas:
http://revistadistopia.com/politica-y-sociedad/politica/democracia-raza-blanca-i/
Genaro Chic- Mensajes : 727
Fecha de inscripción : 02/02/2010
El origen guerrero del estado entre los iroqueses
El estudio realizado por el historiador británico marxista George Thomson (1903-1987) muestra que el origen del estado en la guerra, realizada por los hombres, en este caso en el marco de una sociedad matrilineal, muestra que esa no era una característica especial de la civilización helena del Mediterráno arcaico, sino que se encuentra igualmente en sociedades muy alejadas en el espacio y en el tiempo. Merece la pena echar una ojeada a lo que dice:
La Liga de los Iroqueses
El estudio de Morgan [1818-1881] sobre los iroqueses es un trabajo pionero en el campo de la antropología y una obra maestra en su género. Fue durante sus visitas a estos indios cuando encontró la clave de la organización tribal de las antiguas Grecia y Roma.
En sus reseñas generales sobre la sociedad amerindia nos dice:
"El plan de gobierno de los aborígenes americanos comenzó con la gens (clan) y terminó con una confederación, convirtiéndose la última en el punto más alto al que llegaron sus instituciones gubernamentales. Dio las series orgánicas, [1] primero, la gens [clan], un cuerpo de consanguíneos que tenían en común su nombre gentil; [2] segundo, la fratría, un agregado de gentes relacionadas unidas en una asociación mayor para ciertos objetivos comunes; [3] tercero, la tribu, un agregado de gentes [clanes], usualmente organizadas en fratrías, cuyos miembros hablaban el mismo dialecto; y [4] cuarto, una confederación de tribus, cuyos miembros hablaban los respectivos dialectos de una misma rama lingüística.
El resultado fue una sociedad gentil (societas) distinta de una sociedad política o estado (civitas [ligada por un territorio más que por la sangre]). La diferencia entre ambas es amplia y fundamental. No existía una sociedad política, ni ciudadana, ni estatal, ni ninguna civilización en América cuando fue descubierta [por los europeos]. Un período entero étnico se desarrolló entre las más ilustres tribus indias americanas y el comienzo de la civilización, entendiendo este término comúnmente".
[NOTA: Los iroqueses han sido vueltos a investigar por B. H. Quain [ "The Iroquois" en Margaret Mead [1901-1978], ed., Cooperation and Competition Among Primitive Peoples, cap, VIII, New York, 1937], el cual sostiene que su altamente desarrollada organización militar fue estimulada por el contacto con los colonos europeos (pp. 245-7). Nota del autor].
Existieron seis tribus iroquesas, que hablaban seis dialectos. Cuatro de ellas estaban divididas en dos fratrías y ocho clanes cada una. Las otras dos no tenían fratrías y solamente tres clanes. Su origen común lo demuestran los nombres de los clanes, tres de los cuales se dan en seis tribus, mientras que sólo dos están confinados a una única tribu.
Todos los clanes, con una excepción, tienen nombres referidos a los animales. Estos son los tótems de los clanes. Se dice, por ejemplo, que un caluroso día de verano, después de que la laguna en la que vivía se hubiese secado por el sol, una tortuga se deshizo de su caparazón y se convirtió en un hombre, el ancestro del clan que llevó el nombre de la tortuga y el emblema.
En tiempos de Morgan la unidad exogámica era el clan, pero la tradición dice que hubo un tiempo en que fue la fratría, y esto se confirma por la palabra de los iroqueses para "fratría", que significa "confraternidad". Clanes de la misma fratría eran clanes "hermanos"; clanes de diferentes fratrías eran clanes "primos". Los seneca afirmaban que en los comienzos su tribu sólo tenía dos clanes, el del Oso y el del Ciervo, que luego se dividieron, sobreviviendo las unidades originales como clanes más antiguos en sus respectivas fratrías.
El clan tenía una residencia común, la "casa grande", rodeada de huertos, y sobre la entrada estaba grabado un emblema representando el tótem del clan. La casa y los huertos eran cuidados por la mujeres, mientras que los hombres se ocupaban de cazar y pelear. El cultivo se hacía con azadón, y el producto principal de la cosecha era el maíz. Después de un intervalo de diez a veinte años el suelo estaba exhausto, y la tribu se movía hacia un nuevo asentamiento.
La descendencia y la sucesión eran matrilineales. Cada clan tenía su propio grupo de nombres personales [en nuestra tradición, los motes o apelativos familiares], cada uno de los cuales podía ser otorgado a un niño siempre que el nombre no hubiera sido llevado por un miembro vivo del clan.
Los efectos personales de un hombre eran distribuidos entre sus tíos maternos, hermanos y los hijos de sus hermanas. No podían ser heredados por sus propios hijos. Los herederos de una mujer eran sus hijos, sus hermanas y los hijos de sus hermanas. Por esto se entiende que la propiedad del clan se retenía dentro del clan.
El muerto era llorado por las personas de su propio clan, pero la preparación de la tumba y del entierro en concreto era llevado a cabo por otros clanes. Una persona de importancia podía ser llorada por la fratría al completo, y en este caso el funeral podía ser hecho por la otra fratría. En tiempos de Morgan los muertos eran enterrados indiscriminadamente, pero por varias indicaciones él se inclinaba a pensar que en el pasado cada clan había tenido su propio cementerio.
Los iroqueses celebraban seis fiestas anuales, que eran dirigidas por un número prescrito de oficiantes, hombres y mujeres, elegidos de cada clan. No tenían cultos distintivos de cada clan, en su lugar habían aparecido rituales de sociedades secretas formadas bajo el modelo del clan. Esta es una característica general de las tribus amerindias, si bien en algunas ceremonias de desarrollo totémico puede reconocerse una forma modificada. La danza del búfalo de los mandan, por ejemplo, representada cada estación para la propagación de este animal, difiere del modelo sólo por no ser propia de un clan particular.
El clan tiene el derecho de adoptar extraños, que eran por consiguiente admitidos como miembros plenos como "hermanos" o "hermanas" de las personas responsables de su adopción, recibiendo el nombre del clan. Los cautivos eran o bien adoptados o asesinados. La esclavitud no se conocía.
El clan era responsable de la conducta de sus miembros y de proteger sus intereses. En el caso de que uno de sus miembros fuera matado por el miembro de otro clan, presentaba una queja formal contra este clan y le demandaba una satisfacción. Si se ofrecía una aceptable compensación ‑usualmente un pago en especies- el asunto llegaba a su término. Si no, se convocaba una reunión de castigo para perseguir al homicida y matarlo. Si las dos partes pertenecían a diferentes fratrías, el litigio sería hecho por la fratría en defensa del clan interesado.
[Sobre el concepto de pena como compensación en el mundo mediterráneo arcaico puede verse Ilíada, IX, vv. 632-638: «Cuando todos los días vemos que padres y hermanos aceptan el precio de la sangre (πoιnh) por la muerte de un hermano o un hijo, y que, una vez pagado el precio de la sangre, el matador vive tranquilo y seguro, sabiendo que el ánimo y el corazón de los ofendidos están ya apaciguados...»]
No había un procedimiento reconocido para el homicidio dentro del clan, y las ofensas de este tipo eran extremadamente raras. Con la ausencia de la propiedad privada, el principal incentivo para estos crímenes era escaso, y una disuasión positiva la proveía el espíritu de intensa solidaridad que animaba el clan.
El clan tenía su propio jefe (sachem) elegido por el voto libre de los adultos de ambos sexos. Era nombrado de por vida, pero podía ser depuesto si no conseguía satisfacer a sus electores. El cargo tendía a ser hereditario, pasando con la muerte del que lo ostentaba a uno de sus hermanos o a un hijo de su hermana, y entre los iroqueses se reducía el cargo a los hombres, pero se duda si esta restricción era muy antigua. Los winnebagoes de Wisconsin observaban la norma de que, faltando el hermano o el hijo de la hermana, la sucesión pasaba a la familiar hembra más cercana por el lado de la madre.
Cada tribu tenía su propio territorio y su propio concejo tribal, que se reunía en público para decidir cuestiones de guerra y paz y para ratificar la elección de los jefes de los clanes, sobre los cuales tenía derecho a veto. Sus decisiones tenían que ser unánimes. Se componía de los jefes de clanes, junto con un número de jefes de guerra elegidos por su bravura personal, y también una categoría especial de jefes, cuyo oficio era hereditario en clanes particulares y cuya función era la de representar a la tribu en el concejo de la confederación.
Este último cuerpo, el órgano supremo de los iroqueses, estaba compuesto por los jefes especiales antes mencionados. Estos también se reunían en público y estaban sujetos a la norma de la unanimidad. El consentimiento de las seis tribus era requerido para poder actuar. La verdadera dirección de las operaciones militares era llevada a cabo por dos jefes supremos de la guerra [como los cónsules en la antigua Roma], elegidos entre los clanes Lobo y Tortuga de los senecas.
Morgan tiene algunas reseñas instructivas sobre la manera en la que estas tribus se han separado del tronco originario y posteriormente reunido:
"Nuevas tribus y nuevas gentes se iban formando constantemente por crecimiento natural; y el proceso se aceleró sensiblemente por la gran extensión del continente americano. El método era simple. En primer lugar se daba una gradual salida de personas de un centro geográfico superpoblado, el cual poseía ventajas superiores en medios de subsistencia. Continuándose año tras año, una considerable población se desarrollaría así, distante del asentamiento original de la tribu... Así se creaba una nueva tribu...
Cuando el crecido número de personas presionó sobre los medios de subsistencia, el excedente se mudó a un nuevo asentamiento, donde se establecieron con facilidad, porque el sistema de gobierno era perfecto en cada gens y en cualquier número de gentes unidas en una banda...
Las condiciones bajo las cuales las confederaciones comenzaron a existir y los principios sobre los que estaban formadas son notablemente simples. Crecieron de forma natural con el tiempo a partir de elementos preexistentes. Donde una tribu se había dividido en varias, y esas subdivisiones ocupaban territorios independientes pero contiguos, la confederación las reintegraba en una organización superior sobre la base de que poseían gentes comunes, y sobre los dialectos afines que hablaban. El sentimiento de parentela incorporado en la gens [clan], el común linaje de las gentes, y sus dialectos que seguían siendo mutuamente inteligibles, ponían los elementos materiales para una confederación. La confederación, por esto, tenía a las gentes como su base y centro y al tronco lingüístico como su perímetro".
Vemos cómo un sistema tribal se adaptó perfectamente a una sociedad en continuo movimiento. La multiplicación de las tribus fue una simple continuación del proceso de autodivisión que había creado a la tribu misma. Pero en la confederación este movimiento se invirtió, y es en este punto, en el oficio de los jefes supremos de la guerra, en el que nosotros observamos la primera salida del principio de igualdad. En la Liga de los iroqueses las tribus están a punto de pasar a la unidad más alta pero con división de clases del estado.
La Liga estaba diseñada para la guerra [origen bélico y masculino del estado]. Se formó en el estado [no la ciudad] de Nueva York después de la expulsión de los algonquinos. Los iroqueses habían alcanzado entonces el límite de la libre expansión en el nivel existente de producción. Pero, al estar aún en el estado de agricultura migratoria, sólo luchaban por la tierra. Si antes de la formación de la Liga su agricultura hubiera estado más desarrollada, ellos podrían haberse convertido en sedentarios, como los poblados indios de América central; o alternativamente, si ellos hubieran sido capaces de desarrollar su agricultura bajo la Liga, sin duda habrían utilizado este instrumento para someter a otras tribus a alguna forma de explotación, como había sido hecho por la Liga azteca en la zona mejor delimitada de México [y fue hecho después por los españoles]. Tal como estaba, su desarrollo se cortó en este punto por los que siguieron a Colón [1451-1506].
George Thomson (1903-1987), Studies in Ancient Greek Society: The prehistoric Aegean, Londres. Lawrence & Wishart, 1949, pp. 87-92.
La Liga de los Iroqueses
El estudio de Morgan [1818-1881] sobre los iroqueses es un trabajo pionero en el campo de la antropología y una obra maestra en su género. Fue durante sus visitas a estos indios cuando encontró la clave de la organización tribal de las antiguas Grecia y Roma.
En sus reseñas generales sobre la sociedad amerindia nos dice:
"El plan de gobierno de los aborígenes americanos comenzó con la gens (clan) y terminó con una confederación, convirtiéndose la última en el punto más alto al que llegaron sus instituciones gubernamentales. Dio las series orgánicas, [1] primero, la gens [clan], un cuerpo de consanguíneos que tenían en común su nombre gentil; [2] segundo, la fratría, un agregado de gentes relacionadas unidas en una asociación mayor para ciertos objetivos comunes; [3] tercero, la tribu, un agregado de gentes [clanes], usualmente organizadas en fratrías, cuyos miembros hablaban el mismo dialecto; y [4] cuarto, una confederación de tribus, cuyos miembros hablaban los respectivos dialectos de una misma rama lingüística.
El resultado fue una sociedad gentil (societas) distinta de una sociedad política o estado (civitas [ligada por un territorio más que por la sangre]). La diferencia entre ambas es amplia y fundamental. No existía una sociedad política, ni ciudadana, ni estatal, ni ninguna civilización en América cuando fue descubierta [por los europeos]. Un período entero étnico se desarrolló entre las más ilustres tribus indias americanas y el comienzo de la civilización, entendiendo este término comúnmente".
[NOTA: Los iroqueses han sido vueltos a investigar por B. H. Quain [ "The Iroquois" en Margaret Mead [1901-1978], ed., Cooperation and Competition Among Primitive Peoples, cap, VIII, New York, 1937], el cual sostiene que su altamente desarrollada organización militar fue estimulada por el contacto con los colonos europeos (pp. 245-7). Nota del autor].
Existieron seis tribus iroquesas, que hablaban seis dialectos. Cuatro de ellas estaban divididas en dos fratrías y ocho clanes cada una. Las otras dos no tenían fratrías y solamente tres clanes. Su origen común lo demuestran los nombres de los clanes, tres de los cuales se dan en seis tribus, mientras que sólo dos están confinados a una única tribu.
Todos los clanes, con una excepción, tienen nombres referidos a los animales. Estos son los tótems de los clanes. Se dice, por ejemplo, que un caluroso día de verano, después de que la laguna en la que vivía se hubiese secado por el sol, una tortuga se deshizo de su caparazón y se convirtió en un hombre, el ancestro del clan que llevó el nombre de la tortuga y el emblema.
En tiempos de Morgan la unidad exogámica era el clan, pero la tradición dice que hubo un tiempo en que fue la fratría, y esto se confirma por la palabra de los iroqueses para "fratría", que significa "confraternidad". Clanes de la misma fratría eran clanes "hermanos"; clanes de diferentes fratrías eran clanes "primos". Los seneca afirmaban que en los comienzos su tribu sólo tenía dos clanes, el del Oso y el del Ciervo, que luego se dividieron, sobreviviendo las unidades originales como clanes más antiguos en sus respectivas fratrías.
El clan tenía una residencia común, la "casa grande", rodeada de huertos, y sobre la entrada estaba grabado un emblema representando el tótem del clan. La casa y los huertos eran cuidados por la mujeres, mientras que los hombres se ocupaban de cazar y pelear. El cultivo se hacía con azadón, y el producto principal de la cosecha era el maíz. Después de un intervalo de diez a veinte años el suelo estaba exhausto, y la tribu se movía hacia un nuevo asentamiento.
La descendencia y la sucesión eran matrilineales. Cada clan tenía su propio grupo de nombres personales [en nuestra tradición, los motes o apelativos familiares], cada uno de los cuales podía ser otorgado a un niño siempre que el nombre no hubiera sido llevado por un miembro vivo del clan.
Los efectos personales de un hombre eran distribuidos entre sus tíos maternos, hermanos y los hijos de sus hermanas. No podían ser heredados por sus propios hijos. Los herederos de una mujer eran sus hijos, sus hermanas y los hijos de sus hermanas. Por esto se entiende que la propiedad del clan se retenía dentro del clan.
El muerto era llorado por las personas de su propio clan, pero la preparación de la tumba y del entierro en concreto era llevado a cabo por otros clanes. Una persona de importancia podía ser llorada por la fratría al completo, y en este caso el funeral podía ser hecho por la otra fratría. En tiempos de Morgan los muertos eran enterrados indiscriminadamente, pero por varias indicaciones él se inclinaba a pensar que en el pasado cada clan había tenido su propio cementerio.
Los iroqueses celebraban seis fiestas anuales, que eran dirigidas por un número prescrito de oficiantes, hombres y mujeres, elegidos de cada clan. No tenían cultos distintivos de cada clan, en su lugar habían aparecido rituales de sociedades secretas formadas bajo el modelo del clan. Esta es una característica general de las tribus amerindias, si bien en algunas ceremonias de desarrollo totémico puede reconocerse una forma modificada. La danza del búfalo de los mandan, por ejemplo, representada cada estación para la propagación de este animal, difiere del modelo sólo por no ser propia de un clan particular.
El clan tiene el derecho de adoptar extraños, que eran por consiguiente admitidos como miembros plenos como "hermanos" o "hermanas" de las personas responsables de su adopción, recibiendo el nombre del clan. Los cautivos eran o bien adoptados o asesinados. La esclavitud no se conocía.
El clan era responsable de la conducta de sus miembros y de proteger sus intereses. En el caso de que uno de sus miembros fuera matado por el miembro de otro clan, presentaba una queja formal contra este clan y le demandaba una satisfacción. Si se ofrecía una aceptable compensación ‑usualmente un pago en especies- el asunto llegaba a su término. Si no, se convocaba una reunión de castigo para perseguir al homicida y matarlo. Si las dos partes pertenecían a diferentes fratrías, el litigio sería hecho por la fratría en defensa del clan interesado.
[Sobre el concepto de pena como compensación en el mundo mediterráneo arcaico puede verse Ilíada, IX, vv. 632-638: «Cuando todos los días vemos que padres y hermanos aceptan el precio de la sangre (πoιnh) por la muerte de un hermano o un hijo, y que, una vez pagado el precio de la sangre, el matador vive tranquilo y seguro, sabiendo que el ánimo y el corazón de los ofendidos están ya apaciguados...»]
No había un procedimiento reconocido para el homicidio dentro del clan, y las ofensas de este tipo eran extremadamente raras. Con la ausencia de la propiedad privada, el principal incentivo para estos crímenes era escaso, y una disuasión positiva la proveía el espíritu de intensa solidaridad que animaba el clan.
El clan tenía su propio jefe (sachem) elegido por el voto libre de los adultos de ambos sexos. Era nombrado de por vida, pero podía ser depuesto si no conseguía satisfacer a sus electores. El cargo tendía a ser hereditario, pasando con la muerte del que lo ostentaba a uno de sus hermanos o a un hijo de su hermana, y entre los iroqueses se reducía el cargo a los hombres, pero se duda si esta restricción era muy antigua. Los winnebagoes de Wisconsin observaban la norma de que, faltando el hermano o el hijo de la hermana, la sucesión pasaba a la familiar hembra más cercana por el lado de la madre.
Cada tribu tenía su propio territorio y su propio concejo tribal, que se reunía en público para decidir cuestiones de guerra y paz y para ratificar la elección de los jefes de los clanes, sobre los cuales tenía derecho a veto. Sus decisiones tenían que ser unánimes. Se componía de los jefes de clanes, junto con un número de jefes de guerra elegidos por su bravura personal, y también una categoría especial de jefes, cuyo oficio era hereditario en clanes particulares y cuya función era la de representar a la tribu en el concejo de la confederación.
Este último cuerpo, el órgano supremo de los iroqueses, estaba compuesto por los jefes especiales antes mencionados. Estos también se reunían en público y estaban sujetos a la norma de la unanimidad. El consentimiento de las seis tribus era requerido para poder actuar. La verdadera dirección de las operaciones militares era llevada a cabo por dos jefes supremos de la guerra [como los cónsules en la antigua Roma], elegidos entre los clanes Lobo y Tortuga de los senecas.
Morgan tiene algunas reseñas instructivas sobre la manera en la que estas tribus se han separado del tronco originario y posteriormente reunido:
"Nuevas tribus y nuevas gentes se iban formando constantemente por crecimiento natural; y el proceso se aceleró sensiblemente por la gran extensión del continente americano. El método era simple. En primer lugar se daba una gradual salida de personas de un centro geográfico superpoblado, el cual poseía ventajas superiores en medios de subsistencia. Continuándose año tras año, una considerable población se desarrollaría así, distante del asentamiento original de la tribu... Así se creaba una nueva tribu...
Cuando el crecido número de personas presionó sobre los medios de subsistencia, el excedente se mudó a un nuevo asentamiento, donde se establecieron con facilidad, porque el sistema de gobierno era perfecto en cada gens y en cualquier número de gentes unidas en una banda...
Las condiciones bajo las cuales las confederaciones comenzaron a existir y los principios sobre los que estaban formadas son notablemente simples. Crecieron de forma natural con el tiempo a partir de elementos preexistentes. Donde una tribu se había dividido en varias, y esas subdivisiones ocupaban territorios independientes pero contiguos, la confederación las reintegraba en una organización superior sobre la base de que poseían gentes comunes, y sobre los dialectos afines que hablaban. El sentimiento de parentela incorporado en la gens [clan], el común linaje de las gentes, y sus dialectos que seguían siendo mutuamente inteligibles, ponían los elementos materiales para una confederación. La confederación, por esto, tenía a las gentes como su base y centro y al tronco lingüístico como su perímetro".
Vemos cómo un sistema tribal se adaptó perfectamente a una sociedad en continuo movimiento. La multiplicación de las tribus fue una simple continuación del proceso de autodivisión que había creado a la tribu misma. Pero en la confederación este movimiento se invirtió, y es en este punto, en el oficio de los jefes supremos de la guerra, en el que nosotros observamos la primera salida del principio de igualdad. En la Liga de los iroqueses las tribus están a punto de pasar a la unidad más alta pero con división de clases del estado.
La Liga estaba diseñada para la guerra [origen bélico y masculino del estado]. Se formó en el estado [no la ciudad] de Nueva York después de la expulsión de los algonquinos. Los iroqueses habían alcanzado entonces el límite de la libre expansión en el nivel existente de producción. Pero, al estar aún en el estado de agricultura migratoria, sólo luchaban por la tierra. Si antes de la formación de la Liga su agricultura hubiera estado más desarrollada, ellos podrían haberse convertido en sedentarios, como los poblados indios de América central; o alternativamente, si ellos hubieran sido capaces de desarrollar su agricultura bajo la Liga, sin duda habrían utilizado este instrumento para someter a otras tribus a alguna forma de explotación, como había sido hecho por la Liga azteca en la zona mejor delimitada de México [y fue hecho después por los españoles]. Tal como estaba, su desarrollo se cortó en este punto por los que siguieron a Colón [1451-1506].
George Thomson (1903-1987), Studies in Ancient Greek Society: The prehistoric Aegean, Londres. Lawrence & Wishart, 1949, pp. 87-92.
Genaro Chic- Mensajes : 727
Fecha de inscripción : 02/02/2010
EL GUERRERO Y LA LÓGICA
EL GUERRERO Y LA LÓGICA
Por absoluto que sea el imperio de la palabra mágico‑religiosa, determinados medios sociales parecen haber escapado a él. Desde la época más remota están en posesión de otro tipo de palabra: la palabra‑diálogo.
Estos dos tipos de palabra se oponen en toda una serie de puntos: la primera es eficaz, intemporal [pertenece al Aión, al tiempo divino, absoluto]; inseparable de conductas y de valores simbólicos; privilegio de un tipo de hombre excepcional.
Por el contrario, la palabra‑diálogo está secularizada, complementaria de la acción [no se identifica con ella de forma religiosa], inscrita en el tiempo [Kronos: tiempo humano, que transcurre desde el pasado hacia el futuro], provista de una autonomía propia y ampliada a las dimensiones de un grupo social.
Este grupo social está constituido por los hombres especializados en la función guerrera, cuyo estatuto particular parece prolongarse desde la época micénica hasta la reforma hoplita [s. VII a.C.] que señala el fin del guerrero como individuo particular [pues exige la coordinación para la lucha en grupo] y la extensión de sus privilegios al ciudadano de la Ciudad [polis].
En el plano de las estructuras sociales como en el de las estructuras mentales, el grupo de los guerreros ocupa, en efecto, un lugar central y excepcional. Por una parte, ya no cubre más al grupo familiar [unión por parentesco (base femenina)] que al grupo territorial [unión por el territorio dominado (base masculina)]: los guerreros están repartidos en clases por edad y agrupados en hermandades [fratrías o curias (coviria : reuniones de varones]. Quedan vinculados entre sí mediante relaciones contractuales, no por vínculos de sangre o parentela.
Por otra parte, el grupo de los guerreros se singulariza por sus comportamientos y técnicas de educación. Como así lo atestiguan las sociedades dóricas, los guerreros sufren unas pruebas iniciáticas que aseguran su cualificación profesional, consagran su promoción social y definen su vocación a la muerte [salida de la vida], lo que les distingue radicalmente de los vivos [de la raíz femenina, que domina el parto, la entrada en la vida].
Este estatuto particular del grupo de los guerreros se define por igual en determinadas prácticas institucionales: juegos funerarios, reparto del botín, asambleas deliberativas que, en su solidaridad, dibujan una especie de campo ideológico, específico de este grupo social.
Extraer los rasgos esenciales de la palabra‑diálogo ‑que se opone absolutamente a la mágico‑religiosa‑ consiste en desarrollar estas instituciones diversas, mostrar su recíproca iluminación, obtener ‑a través de su funcionamiento‑ una representación del espacio original, alcanzar, en definitiva, determinadas estructuras mentales inéditas.
Al igual que los premios de los juegos funerarios, el botín de los guerreros es depositado es meson [ἐς μέσov] (en el centro). Ahora bien, conocemos por la querella de Aquiles y Agamenón el nombre que los griegos reservaban para estos bienes destinados al reparto [del botín]: “las cosas puestas en común” (ξυvήια κείμεvα). Mediante este rodeo podemos establecer una equivalencia entre el centro y lo que es común, equivalencia que se encuentra confirmada por todo lo que nosotros, por otra parte, sabemos de meson [μέσov] [NOTA].
En las asambleas guerreras [democracias], la palabra es un bien común, un koinón [κoιvόv] depositado "en el centro". Cada uno se apodera de ella por turno con el acuerdo de sus iguales: de pie, en el centro de la asamblea, el orador se halla a igual distancia de aquellos que le escuchan, y cada uno se encuentra mediante su relación con él, al menos idealmente, en una situación de igualdad y reciprocidad.
Palabra‑diálogo, de carácter igualitario, el verbo de los guerreros, pertenece también a un tipo secularizado. Se inscribe en el tiempo de los hombres. No es una palabra mágico‑religiosa que coincida con la acción que instituye en un mundo de fuerzas y de potencias: por el contrario, es una palabra que precede a la acción humana, que es su complemento indispensable.
Instrumento de diálogo, este tipo de palabra no obtiene ya su eficacia de la puesta en juego de fuerzas religiosas que trascienden a los hombres. Se funda esencialmente en el acuerdo del grupo social que se manifiesta mediante la aprobación y la desaprobación. En las asambleas militares [democracias], la palabra es ya un instrumento de dominación sobre el otro, una primera forma de “retórica” [arte de con-vencer con la palabra]. En los medios guerreros funciona, pues, muy pronto, un tipo de palabra que concierne al hombre, sus problemas, sus actividades, sus relaciones con los demás.
La clase guerrera, grupo social cerrado en sí mismo, desemboca, en el devenir de la sociedad griega, en la institución más nueva, más decisiva: la polis [palabra relacionada con pólemos = guerra], como sistema de instituciones y como arquitectura espiritual [política].
En el medio de los guerreros profesionales se esbozan determinadas concepciones esenciales del primer pensamiento político de los griegos: el ideal de isonomía [ἰσovoμία] (igualdad en el reparto), representación de un espacio centrado y simétrico, distinción entre intereses personales e intereses
NOTA:
Ilíada, XVIII, vv. 490 y 497-508: "En él [el escudo de Aquiles] representó [el dios artesano Hefesto] también dos ciudades habitadas por mortales dotados de palabra... Los hombres de dicha ciudad estaban reunidos en el ágora, pues habíase suscitado una contienda entre dos varones acerca de la multa que debía pagarle por un homicidio: el uno, declarando ante el pueblo, afirmaba que ya la tenía satisfecha; el otro negaba haberla recibido, y ambos deseaban terminar el pleito presentando testigos. Con ello, el pueblo hallábase dividido en dos bandos, que aplaudían sucesivamente a cada litigante; los heraldos aquietaban a la muchedumbre, y los ancianos, sentados sobre piedras pulimentadas en círculo sagrado, tenían en las manos los bastones (cetros) de los heraldos, de potente voz, y, levantándose uno tras de otro, declaraban el juicio que habían formado. En fin, en el centro estaban los dos talentos de oro [unos 17 g.] que debían darse al que mejor demostrara la verdad y la justicia de la causa".
M. DETIENNE (1936-2019): Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, Madrid, 1983, pp. 87, 90 y 98.
COMENTARIO
El ágora homérica se presenta como un área llana, dotada de asientos líticos para los dignatarios y con uno o más altares. Constituye un lugar para celebrar manifestaciones agonísticas y posee una orkhestra (lugar circular para el baile) en la que se realiza el khoròs theios (baile divino), en honor de una divinidad (Od. VIII, 5 ss., 109 ss., 256-265).
Con la orkhestra algunos investigadores modernos han relacionado la forma primitiva del teatro. En los relatos literarios más antiguos (Hdt. VI, 21), la palabra théatron (= lugar desde donde se observa) indica bien el público reunido en asamblea, bien el lugar de reunión entendido como espacio para la acomodación de los participantes (gradas) y no como estructura dotada de orkhestra y skené (escenario). La palabra utilizada por Homero para describir el lugar destinado a las manifestaciones corales es khorós. Entre el ágora primitivo y el khorós (orkhestra), entendido como la forma primitiva del teatro, existía una marcada vinculación topográfica. Cf. F. Kolb, Agora und Theater. Volks und Festversammlung, Berlín, 1981.
Por absoluto que sea el imperio de la palabra mágico‑religiosa, determinados medios sociales parecen haber escapado a él. Desde la época más remota están en posesión de otro tipo de palabra: la palabra‑diálogo.
Estos dos tipos de palabra se oponen en toda una serie de puntos: la primera es eficaz, intemporal [pertenece al Aión, al tiempo divino, absoluto]; inseparable de conductas y de valores simbólicos; privilegio de un tipo de hombre excepcional.
Por el contrario, la palabra‑diálogo está secularizada, complementaria de la acción [no se identifica con ella de forma religiosa], inscrita en el tiempo [Kronos: tiempo humano, que transcurre desde el pasado hacia el futuro], provista de una autonomía propia y ampliada a las dimensiones de un grupo social.
Este grupo social está constituido por los hombres especializados en la función guerrera, cuyo estatuto particular parece prolongarse desde la época micénica hasta la reforma hoplita [s. VII a.C.] que señala el fin del guerrero como individuo particular [pues exige la coordinación para la lucha en grupo] y la extensión de sus privilegios al ciudadano de la Ciudad [polis].
En el plano de las estructuras sociales como en el de las estructuras mentales, el grupo de los guerreros ocupa, en efecto, un lugar central y excepcional. Por una parte, ya no cubre más al grupo familiar [unión por parentesco (base femenina)] que al grupo territorial [unión por el territorio dominado (base masculina)]: los guerreros están repartidos en clases por edad y agrupados en hermandades [fratrías o curias (coviria : reuniones de varones]. Quedan vinculados entre sí mediante relaciones contractuales, no por vínculos de sangre o parentela.
Por otra parte, el grupo de los guerreros se singulariza por sus comportamientos y técnicas de educación. Como así lo atestiguan las sociedades dóricas, los guerreros sufren unas pruebas iniciáticas que aseguran su cualificación profesional, consagran su promoción social y definen su vocación a la muerte [salida de la vida], lo que les distingue radicalmente de los vivos [de la raíz femenina, que domina el parto, la entrada en la vida].
Este estatuto particular del grupo de los guerreros se define por igual en determinadas prácticas institucionales: juegos funerarios, reparto del botín, asambleas deliberativas que, en su solidaridad, dibujan una especie de campo ideológico, específico de este grupo social.
Extraer los rasgos esenciales de la palabra‑diálogo ‑que se opone absolutamente a la mágico‑religiosa‑ consiste en desarrollar estas instituciones diversas, mostrar su recíproca iluminación, obtener ‑a través de su funcionamiento‑ una representación del espacio original, alcanzar, en definitiva, determinadas estructuras mentales inéditas.
Al igual que los premios de los juegos funerarios, el botín de los guerreros es depositado es meson [ἐς μέσov] (en el centro). Ahora bien, conocemos por la querella de Aquiles y Agamenón el nombre que los griegos reservaban para estos bienes destinados al reparto [del botín]: “las cosas puestas en común” (ξυvήια κείμεvα). Mediante este rodeo podemos establecer una equivalencia entre el centro y lo que es común, equivalencia que se encuentra confirmada por todo lo que nosotros, por otra parte, sabemos de meson [μέσov] [NOTA].
En las asambleas guerreras [democracias], la palabra es un bien común, un koinón [κoιvόv] depositado "en el centro". Cada uno se apodera de ella por turno con el acuerdo de sus iguales: de pie, en el centro de la asamblea, el orador se halla a igual distancia de aquellos que le escuchan, y cada uno se encuentra mediante su relación con él, al menos idealmente, en una situación de igualdad y reciprocidad.
Palabra‑diálogo, de carácter igualitario, el verbo de los guerreros, pertenece también a un tipo secularizado. Se inscribe en el tiempo de los hombres. No es una palabra mágico‑religiosa que coincida con la acción que instituye en un mundo de fuerzas y de potencias: por el contrario, es una palabra que precede a la acción humana, que es su complemento indispensable.
Instrumento de diálogo, este tipo de palabra no obtiene ya su eficacia de la puesta en juego de fuerzas religiosas que trascienden a los hombres. Se funda esencialmente en el acuerdo del grupo social que se manifiesta mediante la aprobación y la desaprobación. En las asambleas militares [democracias], la palabra es ya un instrumento de dominación sobre el otro, una primera forma de “retórica” [arte de con-vencer con la palabra]. En los medios guerreros funciona, pues, muy pronto, un tipo de palabra que concierne al hombre, sus problemas, sus actividades, sus relaciones con los demás.
La clase guerrera, grupo social cerrado en sí mismo, desemboca, en el devenir de la sociedad griega, en la institución más nueva, más decisiva: la polis [palabra relacionada con pólemos = guerra], como sistema de instituciones y como arquitectura espiritual [política].
En el medio de los guerreros profesionales se esbozan determinadas concepciones esenciales del primer pensamiento político de los griegos: el ideal de isonomía [ἰσovoμία] (igualdad en el reparto), representación de un espacio centrado y simétrico, distinción entre intereses personales e intereses
NOTA:
Ilíada, XVIII, vv. 490 y 497-508: "En él [el escudo de Aquiles] representó [el dios artesano Hefesto] también dos ciudades habitadas por mortales dotados de palabra... Los hombres de dicha ciudad estaban reunidos en el ágora, pues habíase suscitado una contienda entre dos varones acerca de la multa que debía pagarle por un homicidio: el uno, declarando ante el pueblo, afirmaba que ya la tenía satisfecha; el otro negaba haberla recibido, y ambos deseaban terminar el pleito presentando testigos. Con ello, el pueblo hallábase dividido en dos bandos, que aplaudían sucesivamente a cada litigante; los heraldos aquietaban a la muchedumbre, y los ancianos, sentados sobre piedras pulimentadas en círculo sagrado, tenían en las manos los bastones (cetros) de los heraldos, de potente voz, y, levantándose uno tras de otro, declaraban el juicio que habían formado. En fin, en el centro estaban los dos talentos de oro [unos 17 g.] que debían darse al que mejor demostrara la verdad y la justicia de la causa".
M. DETIENNE (1936-2019): Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, Madrid, 1983, pp. 87, 90 y 98.
COMENTARIO
El ágora homérica se presenta como un área llana, dotada de asientos líticos para los dignatarios y con uno o más altares. Constituye un lugar para celebrar manifestaciones agonísticas y posee una orkhestra (lugar circular para el baile) en la que se realiza el khoròs theios (baile divino), en honor de una divinidad (Od. VIII, 5 ss., 109 ss., 256-265).
Con la orkhestra algunos investigadores modernos han relacionado la forma primitiva del teatro. En los relatos literarios más antiguos (Hdt. VI, 21), la palabra théatron (= lugar desde donde se observa) indica bien el público reunido en asamblea, bien el lugar de reunión entendido como espacio para la acomodación de los participantes (gradas) y no como estructura dotada de orkhestra y skené (escenario). La palabra utilizada por Homero para describir el lugar destinado a las manifestaciones corales es khorós. Entre el ágora primitivo y el khorós (orkhestra), entendido como la forma primitiva del teatro, existía una marcada vinculación topográfica. Cf. F. Kolb, Agora und Theater. Volks und Festversammlung, Berlín, 1981.
Genaro Chic- Mensajes : 727
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Temas similares
» Los orígenes biológicos del capitalismo
» Christianos ad leonem. Precedentes de los indignados
» El poder, la autoridad, las mujeres y los hombres
» El día que decidieron hacernos demócratas
» Libertad ¿tan sólo una ilusión?
» Christianos ad leonem. Precedentes de los indignados
» El poder, la autoridad, las mujeres y los hombres
» El día que decidieron hacernos demócratas
» Libertad ¿tan sólo una ilusión?
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.