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Adán, Eva y la Serpiente. Un mito machista

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Mensaje  Genaro Chic Jue Dic 25, 2014 11:25 am

Desde hace mucho tiempo he tenido claro que el mito de Adán y Eva se refería al miedo que inspiraba entre la gente sencilla la intelectualidad que llevaba a la cultura. Esa cultura que permitía a los monos humanos transformar el orden normal en la Naturaleza y por ello se tenía miedo de lo que cambiaba el orden de las cosas; orden que existía por encima del hombre desde siempre (superstitio, superstición, lo que está por encima). El conocimiento, por tanto era malo y obligó poco a poco, a medida que surgía el Estado como idealización de la jefatura y con él el culto al poder humano (que se pone ahora en paralelo al divino), a inventar la religión (religio, la religazón del hombre con la Naturaleza para no ofender de una manera abierta a ese orden establecido por lo sobrehumano). Se reguló así, en el marco cultural, la vuelta ritual al estado natural, en el que la matanza se volvió sacrificial (que hace (facere) sacer, sagrado, lleno de ser o gracia y por tanto inolvidable y eterno) y el sexo -la otra puerta principal de la vida- se podía realizar libre pero ritualmente (orgías; de orgás, tierra fecunda, llena de savia → orgasmo) en fiestas en las que estaba totalmente prohibido realizar el acto cultural del trabajo, que transforma la realidad circundante. El trabajo se había de presentar pues como una maldición, pues el tiempo fuerte -el natural- era el de las fiestas, lo contrario de la labor transformadora. Una labor que el hombre procuraba que se realizara en la medida de lo posible por parte de los sometidos por algún modo de fuerza a obedecer (especialmente los esclavos).

           Nadie se atrevía a parar el cambio inducido así por los poderosos para lograr seguir siendo poderosos controlando la Naturaleza. La religión (estoy simplificando mucho) era una vía de justificación, y los mitos enseñaban a la gente la ineluctabilidad de los hechos. El mito de Adán y Eva era uno de ellos: situada la primera pareja humana en un mundo natural que los proveía de todo, el deseo de someter a ese medio natural había de ser castigado. Y el hombre, igual que hacía trabajar (que no es lo mismo que esforzarse) a los inferiores para desviar sobre ellos la cólera divina, culpó de ello a ese ser que en función de la fuerza consideraba inferior y sujeto a los caprichos del macho dominante, o sea a la mujer, cuya inteligencia más completa siempre temió. Una inteligencia que se aprovechaba de la necesidad que el hombre sentía continuamente de copular -necesidad representada por la serpiente como símbolo sexual- viéndose sometido así por los ardides de quien tan bien sabía administrar el bien* deseado. Es sexo, para el violento hombre, era un mal* que le privaba de su libertad -San Agustín lo vio con claridad en su caso- y fue ligado a la sabiduría femenina para culparla de provocar el mal del hombre. La sabiduría era el mal que suscitaba la envidia de los dioses -como dice el mito del Génesis de forma expresa- y la mujer estaba ligada a ese mal de manera inextricable. Por ella habría llegado la maldición del trabajo y la necesidad de reprimir los instintos naturales reproductivos (se inventó el vestido, y con él el erotismo, que no existe entre los desnudos normales). Era por ello un ser maldito, susceptible de ser odiado, y lo que hoy -en una sociedad que adora el trabajo como medio de producción de bienes (no males)- se considera un piropo hacia la mujer por ello, era en realidad una maldición.

           Una maldición que se sacraliza en el culto a la virginidad, propio de algunas culturas, que sustituye al culto a la Gran Madre más propio de las comunidades preestatales -que no han pasado aún del nivel de jefaturas- aunque éste se pueda mantener después de establecido el poder indiscutido masculino, de la misma manera que se puede conservar la religión del sexo, de una forma más o menos abierta.

          ADDENDUM: Deseo recordar que el bien y el mal no existen de forma absoluta en la Naturaleza -donde sólo se dan procesos- sino que son conceptos que pertenecen al poderoso ámbito de la Cultura, y en concreto al ámbito de la moral o costumbre, que es la principal ley de toda comunidad. Como tales conceptos culturales -o artificiales- pueden variar de comunidad en comunidad, siendo para unos bueno lo que para otros es malo. En este sentido la palabra "culto" o cultivo religioso es explícita en este sentido "cultural". No engaña a nadie que no se quiera engañar. Y por supuesto, en términos naturales, la propia "Cultura" no es ni buena ni mala. La racionalidad al menos invita a pensarlo así. Pero, desde luego, racionalidad no es sinónimo de realidad. Ni pretende serlo (otra cosa es el racionalismo o religión de la Razón). La racionalidad no es más que un método de análisis. Y no es incompatible con el mito. Los dos son necesarios para vivir.

Genaro Chic

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