Prestigio vs Mercado
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El nacimiento del individualismo que caracteriza a la cultura europea

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El nacimiento del individualismo que caracteriza a la cultura europea Empty El nacimiento del individualismo que caracteriza a la cultura europea

Mensaje  Genaro Chic Sáb Sep 24, 2022 2:27 pm

Colectivismo, individualismo, capitalismo y escritura

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Veo que se incurre con frecuencia en una cosa que es muy frecuente: confundir liberalismo con capitalismo (cosa que hacen con la mayor frecuencia los liberales).

El capitalismo en realidad es como el "cochinismo": poner cochinos a producir más cochinos, sin atender a para qué. Las culturas que no han desarrollado como norma el individualismo no por eso han sido por ello anticapitalistas. Los antiguos egipcios, por ejemplo (como la mayor parte de los asiáticos), procuraban acumular capital para grandes empresas colectivas, como podría ser realizar templos o tumbas (pirámides, por ejemplo), que no eran realizadas con esclavos (los antiguos egipcios no eran esclavistas; es lo que Marx llamaba "modo de producción asiático") sino por el pueblo, movilizado y mantenido para ello, como numerosos documentos (papiros) atestiguan (incluso tenemos noticias de alguna huelga).

Me interesa pues ver desde esa perspectiva también a la China confuciana-comunista. No olvidemos, en cualquier caso, que gran parte de los ricos principales del mundo son chinos. Controlados por el Estado, eso sí, en mayor proporción que los "occidentales". China es, sin duda, una primera potencia económica, que maneja enormes cantidades de capital, generadas de modo muy diferente al de los países que practican el capitalismo mercantil (que está siendo ahogado, en Occidente, por el capitalismo financiero, cáncer del liberalismo).

Hay pues dos formas diferentes de entender el capitalismo (que es a lo que yo me refería antes: liberal-individualista o colectivo-comunista). La guerra fría con la URSS era, después de todo, más fácil, dado que la Gran Rusia fue en gran medida obra de Pedro el Grande [1672-1725] (el ejemplo de San Petersburgo, fundado en 1703 , es deslumbrante) y su esposa Catalina la Grande [1684-1727], imbuidos por las ideas de la Ilustración liberal, por lo que sus contradicciones internas son más patentes que las que tiene la más de dos veces milenaria cultura política china, que no creo que sea tan fácilmente disoluble como lo fue la URSS [1922-1991]. Aquí y ahora pienso que China lleva las de ganar. Aunque mi cultura grecorromana y liberal, en la que me he formado y que agoniza lentamente ante el globalismo financiero, me lleve a lamentarlo. Sic transit gloria mundi, que decía el clásico.

Pero, ¿cómo surge el individualismo en el marco Mediterráneo donde había grandes imperios colectivistas? Demos una breve ojeada al tema.

El Creciente Fértil que se sitúa entre los ríos Nilo y Tigris había conocido desde al menos el tercer milenio antes de Cristo formas complejas de civilización que iban más allá de los simples lazos comunitarios, de tipo básicamente emocional, para desarrollar esquemas estatales basados más en el poder de obligar que en la autoridad de influencia personal que se seguía voluntariamente.

Y con el desarrollo del Estado, el concepto que el hombre tenía sobre sí mismo había ido cambiando. La necesidad de cuantificar los actos administrativos, para establecer censos e impuestos, por ejemplo, desarrolló la necesidad de buscar el mantenimiento de una realidad compleja de forma a través de sistemas nemotécnicos, el principal de los cuales fue sin duda la escritura. Nacida pues para el recuerdo y control de la cantidad, cuando la escritura pasa de la contabilidad al relato de los pensamientos en general podríamos decir que provoca un cierto extrañamiento del hombre, en cuanto que permite separar la expresión de los contenidos mentales de la palabra emitida por la boca, pasando lo que es una transmisión oral, que no es fija, a otra visual, que adquiere estabilidad en el tiempo. Cabía pues un diálogo con lo anteriormente escrito, y por tanto una mayor racionalización de la realidad.

La evolución de este sistema nemotécnico fue lenta, y se desarrolló en el marco de unas estructuras palaciegas lo suficientemente complejas como para poder mantener a una multitud de personas que desarrollaran el complejo arte de escribir miles de signos relacionados y poderlos leer luego según unas reglas prefijadas por la comunidad de los escribas. Esta complejidad impulsó el desarrollo de una técnica de simplificación progresiva, de tal forma que en un sistema de escritura normalmente se empieza por el dibujo de lo que se quiere representar (pictogramas), para dar paso paulatinamente al dibujo de palabras-signo (logogramas), que fueron dando paso a signos silábicos más breves (silabogramas) y al final a la descomposición de estos en fonogramas o dibujo directo del sonido puro a su nivel elemental, dando como resultado los alfabetos.

Este proceso fue lento y durante mucho tiempo unas formas de escritura coexistieron con otras dentro incluso del mismo sistema de expresión, de forma que, según el momento, un signo podía tener valor pleno como dibujo, por ejemplo, o sólo representar un sonido o conjunto de sonidos. No obstante, por razones obvias, la tendencia a la simplificación se había ido imponiendo. A este grado de desarrollo habían llegado las estructuras palaciegas que se desarrollaron en algunas partes del Egeo que representaban de este modo su lengua de carácter indoeuropeo para mejor control del territorio y las gentes que lo ocupaban, sobre todo en la región meridional y central de Grecia, hacia la segunda mitad del segundo milenio a.C. En cualquier caso, los sistemas de escritura seguían siendo complejos y no estaban al alcance de cualquiera.

Esta superestructura palaciega que había facilitado el desarrollo de la escritura y lo que el mismo conllevaba, sufrió una fuerte desestabilización general en el área del Mediterráneo oriental a raíz de la fuerte convulsión que produjo en la estabilidad de la región un oscuro movimiento general de gentes que conocemos como “Pueblos del Mar”. Sucedía esto hacia 1.200 a.C. Las grandes potencias se vieron muy afectadas, y con ellas el poder organizador de sus palacios. En zonas como la griega, donde el sistema no tenía fuerte tradición y era más bien una copia de formas ajenas, los palacios, y con ellos la escritura, desaparecieron. En otras simplemente se vieron reducidos y su administración necesariamente simplificada, sobre todo en la franja sirio-palestina, donde vemos que la escritura tiene hacia las formas más simples, o sea aquellas que permitían con muy pocos signos –menos de treinta- representar todas las palabras descomponiéndolas en sonidos puros. El significado propio de los signos (por ejemplo, el fenicio aleph, que representaba la vaca) se utilizaba cada vez menos para representar sólo un sonido puro (“a” en el caso del aleph). En Estados más fuertes, que habían resistido mejor, la simplificación, aunque se dio, fue menos notable.

La situación, poco a poco, se fue haciendo más estable en el Próximo Oriente conforme avanzaba el primer milenio antes de Cristo, con un mundo cada vez más dinámico e interrelacionado en el que los tráficos por el Mediterráneo se fueron haciendo cada vez más frecuentes. Grandes potencias se alzaron, sobre todo la de Asiria, la Babilónica y la Egipcia, y las tres demandaron más y más productos, como la plata, que hicieran realzar su prestigio. Los pueblos de la franja sirio-palestina (fenicios o no) se lanzaron con frecuencia al mar, que era un medio poco apreciado por las grandes potencias terrestres, para llevarles lo que ellos deseaban adentrándose para ello hasta el mar Rojo y, lo que ahora nos interesa más, hasta el Atlántico.

Existía de esta manera una forma de salir de la miseria arrostrando grandes peligros, como eran los de servir como fuerzas mercenarias en los ejércitos de los poderosos o enrolándose en expediciones marineras que con frecuencia terminaban en tragedias, bien por causas naturales o bien por luchas para despojar a otros de los cargamentos de sus barcos, que por cierto también fueron evolucionando y especializándose conforme su uso se fue haciendo más abundante. Es de esta manera como vemos aparecer un poco por todas partes a los griegos que vivían fuera de los circuitos ganaderos trashumantes del norte y pasaban la vida pobremente en pequeños y no muy fértiles valles cercados de montañas en las islas del Egeo o en las partes meridional y central de la península Balcánica, que es el mundo limitado y autosuficiente de la polis, con mayor tendencia a la urbanización. En ellas la riqueza poco a poco se fue haciendo notar y las antiguas jefaturas se fueron transformando en gobiernos aristocráticos que limitaban o anulaban el poder de aquellas, al tiempo que la ley positiva se iba imponiendo como norma de conducta.

La complejidad administrativa de las poleis era mínima, y la escritura difícilmente se podría haber hecho necesaria para los asuntos de gobierno. Era más bien una técnica misteriosa al servicio de unos cuantos señores que la utilizaban como signo de poder. Y sin embargo de ahí, del conocimiento de la escritura por parte de no especialistas (o sea de quienes no eran escribas), arrancará un hecho trascendente en el nacimiento de ese fuerte individualismo que ha sido característico, con sus vaivenes, de la cultura europea hasta nuestros días. Si en los palacios la escritura era un elemento de control por parte de los poderosos organizados en torno a esas estructuras estatales, ahora nos encontramos con que la escritura toma la dirección contraria, yendo desde los individuos hacia el naciente Estado, de forma inversa a lo sucedido hasta entonces. Las bases para una democracia letrada estaban puestas.

Debemos tener en cuenta que, traspasado el sistema alfabético fenicio a un pueblo como el griego que no conocía el sentido  primigenio de los signos, sólo era posible para estos utilizarlo en la forma de representación de átomos de sonido (fonemas) que no tienen validez más que en el discurso, para lo cual se habían habilitado letras propias para designar de forma abierta los sonidos vocálicos, poco presentes en las lenguas semitas pero imprescindibles en el nuevo sistema, con una lengua indoeuropea.  Algo que, sin ser planteado de forma consciente, tiene graves repercusiones sobre la vida humana, pues implica una nueva manera de afrontar la realidad, ya que la palabra, que es un sonido continuo, se puede ahora dividir en sus elementos constituyentes mínimos, o sea se puede racionalizar. De esta manera una persona –y no ya un Estado o elemento de poder- puede separar su propio pensamiento, su propio espíritu, de la subjetividad de uno mismo y situarlo sobre la superficie en la que se escribe, de forma que, objetivándolo, otra persona distante puede acceder a su pensamiento sin estar presente para oírlo, y, lo que es más, permite el diálogo con el propio escritor que lee su obra en otro momento. De este modo la ‘verdad’ (la antigua aletheia griega que implicaba el ‘no olvido’) adquiere un carácter objetivo del que antes carecía, lo que implicaba que se había introducido a nivel de individuos una nueva noción del tiempo, al alterar la tradicional contraposición memoria/olvido. Se racionalizaba la memoria al darle fijeza con la escritura, algo que es imprescindible para el desarrollo de un pensamiento científico. Que surgiera la filosofía y las ciencias de la naturaleza entre ellos, con fuerte carácter racional, no tiene pues nada de extraño.

Tampoco lo tiene que fuese en el mundo griego donde se desarrollase el fenómeno de la moneda, racionalizando su uso al convertir los lingotes sellados del mundo próximo-oriental en trozos de metal del mismo peso y ley, garantizados por una autoridad estatal (normalmente una polis), lo que facilitaba enormemente los intercambios, al no tener que estar continuamente pesando y comprobando la pureza del metal en el que se depositaba la fe, como bien supo ver Aristóteles [384-322 a.C.].  Iba surgiendo poco a poco una nueva forma mobiliaria de acumular riqueza que sin embargo tardaría muchísimo tiempo en imponerse sobre la forma inmobiliaria que suponía la tenencia de la tierra. Aunque la moneda fue facilitando poco a poco el comercio, por lo menos a un determinado nivel elevado hasta el siglo V a.C., el capital mueble (la moneda, que se mueve) nunca tuvo durante los tiempos que contemplamos el prestigio de la tierra.

De hecho, la economía dominante rara vez fue la de mercado individual –que hoy nos parece tan normal- sino más bien la de prestigio. Incluso en las comunidades donde el igualitarismo llegó a ser más fuerte, siempre existió la clara conciencia de que los humanos (y no sólo los hombres respecto a las mujeres) no tenían la misma calidad de ser. Ese sentido primitivo de que unos hombres tienen más gracia -o calidad personal- que otros nunca se dejó de sentir con fuerza. El prestigio, que se podía alcanzar de distintas formas, se lograba gracias a la generación de una deuda de gratitud –palabra relacionada tanto con “gracia” como con “gratis”- que hacía al recipiendario de los beneficios que otro les otorgaba dependiente de este. La deuda era fundamentalmente cualitativa, pero era un motor tan eficaz de los intercambios como lo puede ser en un sistema de economía de mercado, donde es cuantitativa. De hecho, esta última deriva de la primera, a través de la cuantificación de los favores. Por ello, poder controlar la tierra le daba a una persona la posibilidad de prestar protección económica y social a otros con los frutos de la misma. Los clientes o dependientes quedaban así obligados moralmente respecto a su benefactor, y esa norma de comportamiento, en cuanto estaba en la base del funcionamiento de una sociedad, era más fuerte que cualquier ley objetiva. Tanto es así que incluso la relación con los dioses se regía por la misma norma: había que tenerlo contentos sirviéndolos para que ellos fuesen generosos con sus fieles. Do ut des, te doy para que me des, como decía el viejo proverbio latino.

El saqueo de los bienes ajenos, por tierra o por mar, utilizando la fuerza era prestigioso, porque estaba ligado al arte varonil de la guerra. Pero a veces las dificultades para la depredación podían aconsejar, en caso de que no hubiera mejor fortuna, dedicarse a los intercambios procurando sacar un beneficio del escalón entre el precio de compra y el de venta.  El lucro comercial sustituía así a la satisfacción directa de las necesidades de la casa, que era entonces el significado moral positivo de la palabra “economía”. Pero evidentemente tal imagen moral servía sobre todo para esos referentes morales que eran las personas de más prestigio, no para los pobres dependientes, que a veces compraban los favores de los grandes haciendo para ellos esas tareas sucias como el comercio de mercado, sin que se viese perjudicada la imagen prestigiosa de su protector.

Al fin y al cabo, no hacían más que trasladar al mundo de la economía, pasando por encima de los regalos de prestigio, la competencia de los guerreros desarrollada –a falta de algo mejor- en el marco incruento de los mercados. La guerra, pese a su aspecto destructivo, siempre ha sido en el fondo el verdadero motor del progreso. Así, si la familia y el clan responden fundamentalmente al parentesco biológico, las fratrías (hermandades de guerreros, a las que los romanos denominaban curias, o sea reuniones de hombres) y las tribus se estructuran a partir de la concepción clasificatoria del parentesco. Y el principal motor del cambio se encuentra en las fratrías o hermandades de guerreros, formadas al margen de las estructuras familiares para fines muy concretos. Como señala M. Detienne [1935-2019], tanto en el plano de las estructuras sociales como en el de las estructuras mentales, el grupo de guerreros ocupa un lugar central y excepcional. Por una parte, no cubre al grupo familiar sino al grupo territorial: los guerreros están repartidos en clases por edad y agrupados en hermandades, con independencia de la familia a la que pertenezcan (normalmente, en sociedades poco numerosas, el número de jóvenes de cada clan que quieran ser guerreros es limitado, por lo que se suelen reunir de varios clanes e incluso de varias tribus).

Es la relación con un territorio y no la dependencia de un vientre lo fundamental; como entre nosotros, que votamos por distritos y no por familias. Quedan vinculados entre sí mediante relaciones contractuales (contrato social), no por vínculos de sangre o parentela, real o ficticia. Y entre los guerreros el principio de equidad, de igualdad, domina sobre el de jerarquía u orden sagrado propio de las estructuras familiares. La opinión (doxa) de todos los guerreros es válida en principio y sólo se impondrá la de aquel o aquellos que dominen el arte de la palabra persuasiva (oratoria) y sepan arrastrar tras de sí a los demás con su generosidad en el banquete y el ejemplo de su valor. La verdad, en este marco, tiende por tanto a ser relativa y a surgir del contraste de opiniones derivado de la aplicación del principio de individuación igualitaria aludido. Del principio de racionalidad, en suma, aunque aún bajo su forma de opinión (doxa) y no la de ciencia (episteme) que se alcanzará con la escritura. Algo que evidentemente no es algo que podamos decir que fuera exclusivo de los griegos, sino de todos los pueblos, mediterráneos o no, que hemos contemplado. El nivel de desarrollo de las estructuras estatales puede ser mayor o menor en todos ellos, pero en el fondo siempre es el mismo. Aunque a veces nos pueda parecer mentira, el proceso de racionalización va ligado al desarrollo de los estados; aunque no podamos decir lo mismo de las naciones, basadas más en el sentimiento, y normalmente (salvo en los últimos dos siglos) subordinadas a los Estados.


Estos, los Estados, reservándose en la medida de lo posible el monopolio de la violencia, se han preocupado siempre -a cualquier nivel en que se encuentren- de la seguridad y subsistencia del grupo, tanto por medio de la guerra como recurriendo a los intercambios. Si se ha podido controlar de forma directa los medios de producción, se ha procurado hacerlo, pero si no resulta rentable la ocupación (en la misma relación que hemos marcado entre la piratería y el comercio) se ha procedido al intercambio, bien de forma directa, con los propios medios, o utilizando los servicios de otros que estaban dispuestos –normalmente por la necesidad- a correr los riesgos implícitos en el proceso. El objetivo fue siempre el de asegurar los suministros básicos, bien directamente mediante entregas, o por lo menos garantizando un precio justo regulando los mercados internos. Ello es lo que explica que, en esa época, innovadora en técnicas, del primer milenio antes de Cristo, veamos cómo una serie de pueblos de poca importancia militar relativa, se pongan a viajar, sobre todo por mar, para abastecer a los grandes en sus necesidades. Los piratas-comerciantes fenicios y griegos, sobre todo, pero no sólo ellos, irán ocupando cada vez más lejos, hasta llegar al Atlántico (y los helenos también al fondo del Mar Negro), emporios comerciales y auténticas ciudades autosuficientes. La difusión de las técnicas por ellos trasladadas irá produciendo así lo que podríamos llamar una cierta globalización que se irá extendiendo, poco a poco y de forma directa o indirecta, por todo el espacio europeo.

Genaro Chic en Historia de Europa (ss. X a.C. - V d.C.), dirigida por G. Chic García, Universidad de Sevilla, 2014, pp. 759-764.

https://www.academia.edu/70922718/HISTORIA_ANTIGUA_DE_EUROPA_S%C3%8DNTESIS

Genaro Chic

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