Los historiadores no somos buenos adivinando el futuro
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Los historiadores no somos buenos adivinando el futuro
Los historiadores no somos buenos adivinando el futuro
Es cierto que los historiadores no somos buenos adivinando el futuro. Ni siquiera lo solemos ser adivinando qué pasó antaño, porque nos empeñamos en aplicar criterios morales por un lado y, lo que es más importante, porque nos faltan gran cantidad de datos para analizar, de tal forma que cualquier nuevo descubrimiento puede cambiar toda la visión de un momento de las sociedades humanas. Es el problema del racionalismo, que razona sólo con los datos que tiene y piensa que por ello -porque el proceso de investigación ha sido racional- lo que muestra es la realidad.
Ni que decir tiene que eso vale también para el presente, sea historiador o no quien lo contemple. Y ya no hablemos del futuro, incierto en todas las ciencias que tratan de lo más o menos acotable (una tormenta solar puede estropear todos los pronósticos sobre el clima sin avisar) y, con razón, de aquello que apenas se conoce, como es el comportamiento de las sociedades humanas, en las que el grado de racionalidad de los comportamientos no es precisamente exagerado. Basta fijarse lo que ha cambiado la visión de la historia desde que tenemos en cuenta aquello que antes no podíamos (ni posiblemente teníamos mucho interés en) conocer. Por ejemplo, cuando yo era alumno de licenciatura la "Historia Universal Antigua y Media" (así se denominaba la asignatura que impartía D. Octavio Gil Munillas) lo que se estudiaba era "nuestra" historia. Cuando llegué de Cádiz, ya como Adjunto [ahora llamado Titular], me permití, por mi cuenta y riesgo, meter tres lecciones en el programa de "Universal" dedicadas, aunque fuera de forma testimonial por su presencia, a India y China, siendo por ello considerado digamos que como excéntrico. Hoy ya, en otro ambiente y esquema de enseñanza, la cosa ha cambiado.
Eso no quita, ni a mí ni a nadie a quien le guste historiar ( = investigar), arrojar una mirada sobre el presente y buscar tendencias de cambio, que luego podrán resultar acertadas (las menos de las veces) o no. O sea, lo mismo que hacemos con el pasado aunque con más riesgo, al no contemplar un panorama cerrado sino plenamente dinámico. Me gusta por ello llevar a mis correos esa curiosidad por el presente, siempre con la absoluta convicción de que no estoy mostrando la verdad, sencillamente porque la desconozco. Simplemente busco desatar el interés por el conocimiento. Lo mismo que vengo haciendo casi desde que nací, porque mi ansia ha sido siempre aprender y contar lo que he aprendido y decir cómo yo lo veo. Cuando un colega dice que los historiadores no somos buenos previendo el futuro, sin duda se refiere a esto mismo.
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Es cierto que los historiadores no somos buenos adivinando el futuro. Ni siquiera lo solemos ser adivinando qué pasó antaño, porque nos empeñamos en aplicar criterios morales por un lado y, lo que es más importante, porque nos faltan gran cantidad de datos para analizar, de tal forma que cualquier nuevo descubrimiento puede cambiar toda la visión de un momento de las sociedades humanas. Es el problema del racionalismo, que razona sólo con los datos que tiene y piensa que por ello -porque el proceso de investigación ha sido racional- lo que muestra es la realidad.
Ni que decir tiene que eso vale también para el presente, sea historiador o no quien lo contemple. Y ya no hablemos del futuro, incierto en todas las ciencias que tratan de lo más o menos acotable (una tormenta solar puede estropear todos los pronósticos sobre el clima sin avisar) y, con razón, de aquello que apenas se conoce, como es el comportamiento de las sociedades humanas, en las que el grado de racionalidad de los comportamientos no es precisamente exagerado. Basta fijarse lo que ha cambiado la visión de la historia desde que tenemos en cuenta aquello que antes no podíamos (ni posiblemente teníamos mucho interés en) conocer. Por ejemplo, cuando yo era alumno de licenciatura la "Historia Universal Antigua y Media" (así se denominaba la asignatura que impartía D. Octavio Gil Munillas) lo que se estudiaba era "nuestra" historia. Cuando llegué de Cádiz, ya como Adjunto [ahora llamado Titular], me permití, por mi cuenta y riesgo, meter tres lecciones en el programa de "Universal" dedicadas, aunque fuera de forma testimonial por su presencia, a India y China, siendo por ello considerado digamos que como excéntrico. Hoy ya, en otro ambiente y esquema de enseñanza, la cosa ha cambiado.
Eso no quita, ni a mí ni a nadie a quien le guste historiar ( = investigar), arrojar una mirada sobre el presente y buscar tendencias de cambio, que luego podrán resultar acertadas (las menos de las veces) o no. O sea, lo mismo que hacemos con el pasado aunque con más riesgo, al no contemplar un panorama cerrado sino plenamente dinámico. Me gusta por ello llevar a mis correos esa curiosidad por el presente, siempre con la absoluta convicción de que no estoy mostrando la verdad, sencillamente porque la desconozco. Simplemente busco desatar el interés por el conocimiento. Lo mismo que vengo haciendo casi desde que nací, porque mi ansia ha sido siempre aprender y contar lo que he aprendido y decir cómo yo lo veo. Cuando un colega dice que los historiadores no somos buenos previendo el futuro, sin duda se refiere a esto mismo.
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Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
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