El coño y el conejo.
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El coño y el conejo.
EL COÑO Y EL CONEJO
La palabra "coño", a la que ya hace referencia Cicerón [106-43 a.C.] ('Orator ad M. Brutum', XLV, 154 [46 a.C.]) y tan frecuente en España que los chilenos nos llaman "coño" como a los argentinos les llaman "che", sólo fue admitida por la Real Academia de la Lengua después de la muerte de Franco [1892-1975], cuando se había producido la revolución de los anticonceptivos y follar pasó a ser una actividad que no precisaba ser reglada de la misma manera que antes. Evidentemente no se consideraba prestigiosa.
Por cierto, también la palabra ‘follar’ apareció con una acepción sexual (la 4) igualmente en el Diccionario de tan docta institución, donde por el contrario ha desaparecido la etimología de "trabajo", antes señalada como tripalium (elemento de tortura). Al parecer no se habían dado cuenta de que "follar" era una de las palabras más usadas en nuestro idioma, en íntima relación etimológica con "holgar" (follicare), o sea “no trabajar, pasarlo bien”.
En 2009 Benjamín García Hernández, buen conocedor de la lengua latina, publicó "El origen de cuniculus (> conejo) y su difícil, pero legítima, relación con cunnus (> coño)", en la Revista de Estudios Latinos, 9, pp. 83-99. Este trabajo se puede bajar de la red en PDF, para leerlo de forma completa con toda la información y el proceso investigador seguido, lo que recomiendo. Me voy a limitar aquí a extractar el texto extrayendo las ideas generales. Dice el autor:
La ciencia etimológica moderna ha depurado la forma tosca de proceder de los antiguos: (bastaba la proximidad formal de las palabras para tratar de establecer un nexo de parentesco entre ellas) pero acerca del origen de las palabras, de las latinas en general y de las románicas en particular, queda mucho por decir. Incluso, cuando existen explicaciones que parecen bien sentadas, la sorpresa puede saltar por doquier. Esta surge, p. e., entre homónimos tradicionales, como ius 'derecho' y ius 'salsa' que, pese a la distancia de sus significados, resultan ser la misma palabra. Se trata, en efecto, de una palabra que corresponde a la raíz elemental del verbo iungere 'unir', antes de recibir el alargamiento velar; con el significado primario de 'unión', luego perdido, se aplicó en el ámbito jurídico, como 'fórmula de unión' de partes en litigio, y en el ámbito culinario, como 'fórmula de unión' de ingredientes dispares. Y la sorpresa salta entre simples parónimos.
¿Se ha atrevido alguien a sugerir que en la socorrida paronimia popular coño - conejo, que ha provisto al segundo del significado del primero, pueda haber una relación de parentesco? A primera vista, uno estaría tentado de entender semejante sugerencia como una aproximación etimológica carente de fundamento, al modo antiguo. Sin embargo, la investigación en terreno hoy no tan escabroso que proponemos en el presente trabajo quizá convenza de que ahí subsiste una vieja y, al parecer, no considerada relación etimológica.
Examinemos las dos palabras latinas, cunnus [coño] y cuniculus [conejo], que usadas de generación en generación han venido a parar en las dos españolas mencionadas. No conocemos diccionario etimológico en el que se barrunte la menor relación de parentesco entre ellas.
Cuniculus se consignó ya en la Antigüedad como nombre hispano para designar el conejo que tanto abundaba en la Península y en las islas Baleares. Varrón [116-27 a.C.] en su tratado Res rusticae [Cuestiones de Agricultura en tres libros] (3.12.6) habla de tres especies de liebres, de las que la tercera es el conejo. Plinio el Viejo [23-79]( Nat. hist., 8. 217) añade datos sobre su proliferación y capacidad devastadora. Y Claudio Eliano [c. 175-235] (13.15) transmite información semejante.
1.2. Forma y significado latinos de cuniculus
Bajo el supuesto de que cuniculus es prerromano, nadie, que sepamos, ha dado una explicación etimológica fiable de una palabra que, por lo demás, tiene el aspecto de ser latina de orejas a rabo, tanto por su base léxica como por su elemento sufijal. Basta fijarse en ella, para ver un derivado de cunnus. En efecto, tiene todos los visos de ser un diminutivo que ha sufrido la misma simplificación de la geminada delante de vocal larga que se produce en el paso de carina (> caña) a canalis (> canal) o de curras a cur(r)ulis. Aunque sorprende el resultado del esp. conejo y port. coelho, que parecen exigir una i, en un hexámetro de Marcial [40-104] se confirma la forma etimológica cuniculus, a la que se remontan cat. conill, prov. conilh, a. fr. conil, etc.
Ahora bien, tratando de averiguar el parentesco, poco importa la relación formal entre dos palabras, si no se logra descubrir el vínculo significativo que las une. Y ahí es donde acude en nuestra ayuda una palabra española de recia raigambre latina; no es otra que 'madriguera'. Su étimo [o raíz] es matricaria, derivado de matríx ('matriz') que, además de designar el seno materno en que se desarrolla el feto, puede comprender hasta la vulva. Pues bien, creemos que no se necesitan más detalles para penetrar en las escabrosas entrañas de una madriguera, con su agujero de entrada, su complicada galería «vaginal» y la cámara de cría, en cuya oscuridad tiene lugar el alumbramiento de la vida. ¿Por qué otro motivo podría llamarse 'vivar' (lat. vivarium) a este vivero de crías que es la madriguera de conejos?
Cuando no se tienen otros datos, parece lógico pensar que las madrigueras se llamaban cuniculi, porque en principio habían sido fabricadas por los conejos (cuniculi) y eran habitadas por ellos. Este es el planteamiento que han preferido seguir los etimólogos y lexicógrafos modernos; consiguientemente, han hecho caso omiso del testimonio de Varrón, pese a ser muy anterior a los que se pronuncian en el otro sentido.
Si, en el mejor de los casos, el vínculo entre cuniculum y cunire fuera fruto de un poco probable parentesco etimológico, siempre quedaría a salvo el masculino cuniculus ('madriguera' y 'conejo'), como diminutivo de cunnus. Es más, creemos que es el género de este sustantivo el que mantiene el masculino de cuniculus ('madriguera') frente a la tendencia popular de convertirlo en neutro designando otras galerías. Así pues, todo parece indicar que cuniculum es una variante sobrevenida de cuniculus, cuyo significado de 'galería', en cualquier aplicación, es un desarrollo del fundamental de 'madriguera'.
En suma, si un río tiene su garganta, sus fauces (> 'hoces'), cabe preguntarse por qué los montes o montículos, en que habitan los conejos, no van a tener su cunnus o, mejor sus cuniculi, sus madrigueras. El diminutivo, no obstante su empleo técnico, puede tener su razón de ser, si se piensa en la magnitud del monte o montículo en que se excava la madriguera. La madre Tierra fecundada constantemente por los rayos del Sol y tan llena de vida, pese a verse tan esquilmada por la acción devastadora del hombre, admitiría de buena gana esa metáfora cunicular, tan femenina, y la diosa Venus, que da nombre a otros montes [monte de Venus], no pondría ningún reparo. Sorprende que los etimólogos, tan eruditos como pudorosos, no hayan hecho la mínima referencia desde cuniculus a cunnus. Tal vez sea porque carecen de la capacidad perceptiva con que el hombre de campo suele observar los fenómenos de la Naturaleza, como hacían los antiguos, conscientes de vivir en medio de ella. Frente a la asepsia de la ciencia etimológica, ahí está el sonsonete paronímico popular, para recordarnos que la palabra conejo difícilmente se despega de su origen ancestral.
2. La difícil convivencia de cvnicvlvsy cvnnvs y de sus respectivos descendientes
El camino directo de la explicación etimológica de cuniculus [conejo], dicho pronto y bien, parte de cunnus [coño]. Es, sin duda, un nombre apropiado para designar una especie tan fecunda. Lo es tanto aplicado a la madriguera, por su capacidad de albergar crías, como referido al conejo, por ser tan prolífico. Ese prototipo de fecundidad ha estado siempre presente en la fraseología popular: parir como una coneja, ser o parecer una coneja. No obstante, para entender esa doble designación de cuniculus, hay que tener presente, antes que la imagen de la coneja pariendo una carnada, la de los gazapos saliendo uno tras otro de la misma madriguera, de acuerdo con nuestra hipótesis de que el primer paso en la designación del animal sería como determinación de lepus (lepus cuniculus: 'liebre de madriguera').
Aun así, no debió de tardar el determinante en cobrar autonomía y bastarse él solo para designar la especie, como ocurriría con lepus gausapatus en proto-rromance, hasta dar 'gabato' [cría de liebre]. Factor relevante en este proceso de autonomía sustantiva pudo ser, además de la fecundidad, la rica pelambre que aproximaba cuniculus a cunnus. La importancia de la naturaleza pilosa se ve ya en este verso de Catulo:
"Cinaede Thalle, mollior cuniculi capillo (25,1). [Talo marica, más blando que el pelo de conejo.]"
Y se confirma en la evolución de gausapus, variante de gausapa ('tejido de pelo suave'), que es el étimo [la raíz] de 'gazapo'. Se puede tener la tentación de pensar que, dada la pertinencia de la fecundidad y del pelo, el paso de cunnus a cuniculus ('conejo') fuera directo; pero no lo creemos así. Cuniculus surge, según hemos visto, con el significado primario de 'madriguera'; y podemos entender que lo recibe por metáfora, gracias a sus notas de 'fecundidad' y de 'cavidad de acceso escabroso y estructura compleja'; esta última lo llevó a adquirir inmediatamente el significado general de 'galería subterránea'. No debe de ser irrelevante el que el concepto de 'escabroso' (scaber) se aplica con no menor propiedad a partes corporales (pectus, fauces) que al terreno montuoso (semita) ['senda']. Ahora bien, tan pronto como cuniculus gana el significado de 'conejo', la connotación pilosa lo uniría, para bien o para mal, más estrechamente a cunnus.
K. Jaberg [1877-1958] no tiene duda de que la causa de tal desaparición está en los sucesores de cunnus, muy vivos en la lengua coloquial. Partiendo de ideas expresadas por J. Gilliéron [1854-1926], hace este diagnóstico:
El instinto del pueblo percibió las antiguas designaciones del conejo como deri¬vadas de 'cunnus' o las asoció constantemente a esta palabra. Además, existen puntos de contacto ideológico (proverbial fecundidad del conejo - abundante pilosidad). Que ambas nociones se han considerado como muy relacionadas, lo atestiguan . obscenos juegos de palabras que ya encontramos en textos del siglo XIII.
A la vista de la relación etimológica que hemos establecido aquí, cabe añadir que el pueblo tenía buen fundamento lingüístico para pensar así y que su instinto no podía ser en este caso más certero.
Quienes gustan de relacionar conejo con coño ahora ya sabrán que pueden hacerlo con todo fundamento etimológico.
La palabra "coño", a la que ya hace referencia Cicerón [106-43 a.C.] ('Orator ad M. Brutum', XLV, 154 [46 a.C.]) y tan frecuente en España que los chilenos nos llaman "coño" como a los argentinos les llaman "che", sólo fue admitida por la Real Academia de la Lengua después de la muerte de Franco [1892-1975], cuando se había producido la revolución de los anticonceptivos y follar pasó a ser una actividad que no precisaba ser reglada de la misma manera que antes. Evidentemente no se consideraba prestigiosa.
Por cierto, también la palabra ‘follar’ apareció con una acepción sexual (la 4) igualmente en el Diccionario de tan docta institución, donde por el contrario ha desaparecido la etimología de "trabajo", antes señalada como tripalium (elemento de tortura). Al parecer no se habían dado cuenta de que "follar" era una de las palabras más usadas en nuestro idioma, en íntima relación etimológica con "holgar" (follicare), o sea “no trabajar, pasarlo bien”.
En 2009 Benjamín García Hernández, buen conocedor de la lengua latina, publicó "El origen de cuniculus (> conejo) y su difícil, pero legítima, relación con cunnus (> coño)", en la Revista de Estudios Latinos, 9, pp. 83-99. Este trabajo se puede bajar de la red en PDF, para leerlo de forma completa con toda la información y el proceso investigador seguido, lo que recomiendo. Me voy a limitar aquí a extractar el texto extrayendo las ideas generales. Dice el autor:
La ciencia etimológica moderna ha depurado la forma tosca de proceder de los antiguos: (bastaba la proximidad formal de las palabras para tratar de establecer un nexo de parentesco entre ellas) pero acerca del origen de las palabras, de las latinas en general y de las románicas en particular, queda mucho por decir. Incluso, cuando existen explicaciones que parecen bien sentadas, la sorpresa puede saltar por doquier. Esta surge, p. e., entre homónimos tradicionales, como ius 'derecho' y ius 'salsa' que, pese a la distancia de sus significados, resultan ser la misma palabra. Se trata, en efecto, de una palabra que corresponde a la raíz elemental del verbo iungere 'unir', antes de recibir el alargamiento velar; con el significado primario de 'unión', luego perdido, se aplicó en el ámbito jurídico, como 'fórmula de unión' de partes en litigio, y en el ámbito culinario, como 'fórmula de unión' de ingredientes dispares. Y la sorpresa salta entre simples parónimos.
¿Se ha atrevido alguien a sugerir que en la socorrida paronimia popular coño - conejo, que ha provisto al segundo del significado del primero, pueda haber una relación de parentesco? A primera vista, uno estaría tentado de entender semejante sugerencia como una aproximación etimológica carente de fundamento, al modo antiguo. Sin embargo, la investigación en terreno hoy no tan escabroso que proponemos en el presente trabajo quizá convenza de que ahí subsiste una vieja y, al parecer, no considerada relación etimológica.
Examinemos las dos palabras latinas, cunnus [coño] y cuniculus [conejo], que usadas de generación en generación han venido a parar en las dos españolas mencionadas. No conocemos diccionario etimológico en el que se barrunte la menor relación de parentesco entre ellas.
Cuniculus se consignó ya en la Antigüedad como nombre hispano para designar el conejo que tanto abundaba en la Península y en las islas Baleares. Varrón [116-27 a.C.] en su tratado Res rusticae [Cuestiones de Agricultura en tres libros] (3.12.6) habla de tres especies de liebres, de las que la tercera es el conejo. Plinio el Viejo [23-79]( Nat. hist., 8. 217) añade datos sobre su proliferación y capacidad devastadora. Y Claudio Eliano [c. 175-235] (13.15) transmite información semejante.
1.2. Forma y significado latinos de cuniculus
Bajo el supuesto de que cuniculus es prerromano, nadie, que sepamos, ha dado una explicación etimológica fiable de una palabra que, por lo demás, tiene el aspecto de ser latina de orejas a rabo, tanto por su base léxica como por su elemento sufijal. Basta fijarse en ella, para ver un derivado de cunnus. En efecto, tiene todos los visos de ser un diminutivo que ha sufrido la misma simplificación de la geminada delante de vocal larga que se produce en el paso de carina (> caña) a canalis (> canal) o de curras a cur(r)ulis. Aunque sorprende el resultado del esp. conejo y port. coelho, que parecen exigir una i, en un hexámetro de Marcial [40-104] se confirma la forma etimológica cuniculus, a la que se remontan cat. conill, prov. conilh, a. fr. conil, etc.
Ahora bien, tratando de averiguar el parentesco, poco importa la relación formal entre dos palabras, si no se logra descubrir el vínculo significativo que las une. Y ahí es donde acude en nuestra ayuda una palabra española de recia raigambre latina; no es otra que 'madriguera'. Su étimo [o raíz] es matricaria, derivado de matríx ('matriz') que, además de designar el seno materno en que se desarrolla el feto, puede comprender hasta la vulva. Pues bien, creemos que no se necesitan más detalles para penetrar en las escabrosas entrañas de una madriguera, con su agujero de entrada, su complicada galería «vaginal» y la cámara de cría, en cuya oscuridad tiene lugar el alumbramiento de la vida. ¿Por qué otro motivo podría llamarse 'vivar' (lat. vivarium) a este vivero de crías que es la madriguera de conejos?
Cuando no se tienen otros datos, parece lógico pensar que las madrigueras se llamaban cuniculi, porque en principio habían sido fabricadas por los conejos (cuniculi) y eran habitadas por ellos. Este es el planteamiento que han preferido seguir los etimólogos y lexicógrafos modernos; consiguientemente, han hecho caso omiso del testimonio de Varrón, pese a ser muy anterior a los que se pronuncian en el otro sentido.
Si, en el mejor de los casos, el vínculo entre cuniculum y cunire fuera fruto de un poco probable parentesco etimológico, siempre quedaría a salvo el masculino cuniculus ('madriguera' y 'conejo'), como diminutivo de cunnus. Es más, creemos que es el género de este sustantivo el que mantiene el masculino de cuniculus ('madriguera') frente a la tendencia popular de convertirlo en neutro designando otras galerías. Así pues, todo parece indicar que cuniculum es una variante sobrevenida de cuniculus, cuyo significado de 'galería', en cualquier aplicación, es un desarrollo del fundamental de 'madriguera'.
En suma, si un río tiene su garganta, sus fauces (> 'hoces'), cabe preguntarse por qué los montes o montículos, en que habitan los conejos, no van a tener su cunnus o, mejor sus cuniculi, sus madrigueras. El diminutivo, no obstante su empleo técnico, puede tener su razón de ser, si se piensa en la magnitud del monte o montículo en que se excava la madriguera. La madre Tierra fecundada constantemente por los rayos del Sol y tan llena de vida, pese a verse tan esquilmada por la acción devastadora del hombre, admitiría de buena gana esa metáfora cunicular, tan femenina, y la diosa Venus, que da nombre a otros montes [monte de Venus], no pondría ningún reparo. Sorprende que los etimólogos, tan eruditos como pudorosos, no hayan hecho la mínima referencia desde cuniculus a cunnus. Tal vez sea porque carecen de la capacidad perceptiva con que el hombre de campo suele observar los fenómenos de la Naturaleza, como hacían los antiguos, conscientes de vivir en medio de ella. Frente a la asepsia de la ciencia etimológica, ahí está el sonsonete paronímico popular, para recordarnos que la palabra conejo difícilmente se despega de su origen ancestral.
2. La difícil convivencia de cvnicvlvsy cvnnvs y de sus respectivos descendientes
El camino directo de la explicación etimológica de cuniculus [conejo], dicho pronto y bien, parte de cunnus [coño]. Es, sin duda, un nombre apropiado para designar una especie tan fecunda. Lo es tanto aplicado a la madriguera, por su capacidad de albergar crías, como referido al conejo, por ser tan prolífico. Ese prototipo de fecundidad ha estado siempre presente en la fraseología popular: parir como una coneja, ser o parecer una coneja. No obstante, para entender esa doble designación de cuniculus, hay que tener presente, antes que la imagen de la coneja pariendo una carnada, la de los gazapos saliendo uno tras otro de la misma madriguera, de acuerdo con nuestra hipótesis de que el primer paso en la designación del animal sería como determinación de lepus (lepus cuniculus: 'liebre de madriguera').
Aun así, no debió de tardar el determinante en cobrar autonomía y bastarse él solo para designar la especie, como ocurriría con lepus gausapatus en proto-rromance, hasta dar 'gabato' [cría de liebre]. Factor relevante en este proceso de autonomía sustantiva pudo ser, además de la fecundidad, la rica pelambre que aproximaba cuniculus a cunnus. La importancia de la naturaleza pilosa se ve ya en este verso de Catulo:
"Cinaede Thalle, mollior cuniculi capillo (25,1). [Talo marica, más blando que el pelo de conejo.]"
Y se confirma en la evolución de gausapus, variante de gausapa ('tejido de pelo suave'), que es el étimo [la raíz] de 'gazapo'. Se puede tener la tentación de pensar que, dada la pertinencia de la fecundidad y del pelo, el paso de cunnus a cuniculus ('conejo') fuera directo; pero no lo creemos así. Cuniculus surge, según hemos visto, con el significado primario de 'madriguera'; y podemos entender que lo recibe por metáfora, gracias a sus notas de 'fecundidad' y de 'cavidad de acceso escabroso y estructura compleja'; esta última lo llevó a adquirir inmediatamente el significado general de 'galería subterránea'. No debe de ser irrelevante el que el concepto de 'escabroso' (scaber) se aplica con no menor propiedad a partes corporales (pectus, fauces) que al terreno montuoso (semita) ['senda']. Ahora bien, tan pronto como cuniculus gana el significado de 'conejo', la connotación pilosa lo uniría, para bien o para mal, más estrechamente a cunnus.
K. Jaberg [1877-1958] no tiene duda de que la causa de tal desaparición está en los sucesores de cunnus, muy vivos en la lengua coloquial. Partiendo de ideas expresadas por J. Gilliéron [1854-1926], hace este diagnóstico:
El instinto del pueblo percibió las antiguas designaciones del conejo como deri¬vadas de 'cunnus' o las asoció constantemente a esta palabra. Además, existen puntos de contacto ideológico (proverbial fecundidad del conejo - abundante pilosidad). Que ambas nociones se han considerado como muy relacionadas, lo atestiguan . obscenos juegos de palabras que ya encontramos en textos del siglo XIII.
A la vista de la relación etimológica que hemos establecido aquí, cabe añadir que el pueblo tenía buen fundamento lingüístico para pensar así y que su instinto no podía ser en este caso más certero.
Quienes gustan de relacionar conejo con coño ahora ya sabrán que pueden hacerlo con todo fundamento etimológico.
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
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