La impotencia sexual masculina

Genaro Chic Sáb Ene 05, 2019 10:40 am

LA IMPOTENCIA SEXUAL MASCULINA

Somos seres sexuados, de la misma manera que somos seres con aparato digestivo. Necesitamos acabar con una vida, vegetal o animal, para que continúe la nuestra, y en ello la violencia desempeña un papel esencial que es imposible suprimir, de forma directa o indirecta (matando o recibiendo el alimento ya muerto por otro).

Y necesitamos copular, llegando a la violencia, si es necesario, para ello. Los animales luchan entre sí, especialmente los machos, por tener acceso al sexo (las hembras, que arriesgan más en el resultado final del sexo, el parto, pueden normalmente esperar que se maten, si es necesario, por ellas).

Al fin y al cabo la muerte es parte de la vida, que contempla tanto el nacimiento o entrada individual en la vida, como la salida de la misma por defunción.

Es posible -gracias a la represión y encauzamiento de los instintos que supone la cultura- renunciar ocasionalmente a ingerir o copular mucho, regulando por ejemplo el acceso a la propiedad de lo consumible.

En el caso del sexo es esa la base de la institución del matrimonio (aunque luego tenga muchas repercusiones sociales). Pero desde luego es una necesidad vital tanto comer como copular.

Pero a veces sucede que no se puede, o sea se es impotente, para desempeñar las funciones nutritivas o copulativas. Y la frustración que se crea en quien padece esa dificultad, por mucho que se disimule, es grande.

En el fondo se sabe que una relación amorosa no puede ser completa si no hay fusión de los cuerpos como la puede haber de los sentimientos, que falta algo y uno no puede impedirlo.

En bastantes casos esa inquietud se puede solventar mediante técnicas psicológicas en el mejor de los casos, o médicas, y es normal -sobre todo en los hombres, que es lo que mejor conozco por razones obvias- que se busque rebajar la angustia de esta manera.

Pero la incapacidad copulativa puede deberse a una acción traumática (una agresión, un accidente, una intervención quirúrgica...) o degenerativa, y en ese caso la esperanza de lograr una compenetración amorosa completa prácticamente desaparece del horizonte de la persona implicada, a quien no le ha desaparecido el deseo sino la posibilidad de satisfacerlo.

Puede hacerse la idea de que renuncia a su práctica, pero no puede olvidar que no es renuncia, sino incapacidad. Algo que se da con relativa frecuencia y que la cultura palia con la protección de los inútiles, como suele hace en cualquier otro caso de impotencia (etaria, visual, locomotora, etc.), de tal forma que se permite el mantenimiento en la vida de los seres minusválidos.

Pero lo que no puede hacer es que dejen de sentirse minusválidos, aunque hagan por disimularlo.

Benditas sean, por tanto, todas las técnicas que se puedan usar para hacer mejor la vida de los individuos, aunque posiblemente esté siendo en perjuicio de la especie, que no puede experimentar los beneficios de la selección natural.