¿Son los patos machistas?
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¿Son los patos machistas?
¿Son los patos machistas?
Recientemente (10.2.18) estuve con mis hijas y nietas en el parque de los Príncipes de Sevilla. En el estanque central había bastantes patos y mis mujeres me llamaron la atención sobre un pato que estaba intentando fornicar a una pata sin salir del agua. Arte. Pero llegó otro pato más gordo y se subió sobre la espalda del pato que ya estaba encima de la pata. Así, moviéndose, estuvieron alrededor de un minuto. Luego el trío se deshizo y el pato violador se fue por un lado y la pareja de pato mayor y la pata se fueron por otro y ya permanecieron juntos. Mis mujeres me volvieron a indicar este hecho. Entonces lo comprendí : los patos, y las aves en general (en un 90 %), pertenecen a las pocas especies entre las que se encuentra la monogamia (en los mamíferos sólo el 13 %), y el pato intruso no es que tuviera una cultura machista desarrollada sino que es así por naturaleza. De hecho el pato grande una vez que terminó la función se limitó a dejar que el otro, el adúltero, se retirara sin agredirlo. Lo que pensaba la pata me resulta desconocido.
Este hecho me ha llevado a reflexionar en voz alta sobre el término cultura y a la ligereza elitista con que se emplea, reduciéndolo poco más que a las llamadas bellas artes, a las representaciones escénicas (deportes incluidos) y poco más. Lo normal, incluso, es que a nivel público nos encontremos con ministerios, consejerías o concejalías de Cultura.
Pero no es ningún secreto desde luego que la palabra cultura (o cultivo) abarca un campo amplísimo, pues es el intento de reprimir y encauzar las condiciones naturales para sacarles el mayor provecho posible. Y cuanto mayor capacidad de aplicar esta técnica se entiende que el sujeto agente es más culto. O cultivado, que es lo mismo. Piénsese por ejemplo en el arte de la agricultura: El campo que es forzado a producir sólo determinada especie de plantas que interesan de manera especia se dice que está cultivado, a diferencia del que permanece inculto.
Muchos animales hacen uso de la cultura, pero ninguno en la misma medida de el humano, que la suele aplicar a casi todo. De ahí que no sea difícil entender que haya quienes crean que todo es cultura, hasta el extremo de que son incapaces de recordar que ésta no puede existir sin destruir radicalmente la naturaleza a la que se pretende reprimir y encauzar. Por la misma manera que no se puede realizar una talla de madera si no hay madera que tallar. O sea, no saben distinguir entre naturaleza y cultura.
Esto se observa últimamente en el caso humano, cuando se suele partir de que hombres y mujeres somos iguales por naturaleza (algo que es evidentemente falso: los hombres no parimos, con lo que eso tan complicado lleva consigo a todos los niveles físicos) y por tanto se piensa erróneamente que la cultura, que reprime y encauza una naturaleza concreta, también es la misma por tanto para todos los que formamos el sistema humano (mujer + hombre).
Parece evidente, pues, si el hombre tiene una naturaleza que le impele a realizar determinadas acciones para satisfacer sus instintos, distintas de las de las mujeres, desarrollará una cultura machista (o no la desarrollará, como vemos otros animales que actúan de forma más natural). Y lo mismo sucede por supuesto con las mujeres respecto a los hombres.
Todo el movimiento feminista (sus integrantes distinguen entre feminismo y machismo, aunque no vayan a la raíz de la distinción) creo que responde de forma caótica al movimiento racionalista que lleva varios siglos avanzando con fuerza y en el que la idea dominante es la igualdad cualitativa que permite operar en un plano matemático. Un movimiento que estimo disparatado por ese fanatismo irracional que le lleva a confundir lo racional con lo real y que se manifiesta con frecuencia con la utilización del sufijo -ismo para la definición del mismo.
La razón es evidentemente un instrumento magnífico para pensar la realidad, pero no es la realidad: parte en último extremo de axiomas, de creencias, y desde luego -y por eso subyuga- ayuda a cambiarlas por otras más depuradas, pero la realidad se nos sigue escapando. Por eso avanza la ciencia y la hace tan atractiva, de forma que podemos ir ampliando progresivamente el ámbito de la jaula de la libertad (que nos protege en el marco de las sociedades).
Pero el racionalismo (que, repetimos, confunde la racionalidad con la realidad sobre la que actúa) nos lleva inevitablemente al fracaso, con su exceso individualista que tiende a deshacer el sistema al que pertenecemos por naturaleza (el hombre es un ser humano y la mujer es un ser humano, pero el ser humano son los dos en conjunto).
De hecho es un misterio de la naturaleza que en todas las especies nazcan tantas hembras como machos. Y pienso que posiblemente sea por eso, porque en realidad forman sistema y son necesarias ambas partes y por separado para que la selección natural sea posible, desde el momento en que los machos están dispuestos a luchar, hasta la muerte si es preciso, por las hembras. Y estas arriesgan también su vida de otra manera por dar más vida. La naturaleza es sabia y al final sigue adelante por mucha cultura que le echemos. Y cuando se harte de nosotros nos mandará al cuerno (y no creo que tarde mucho al paso que vamos).
En todas las culturas ha habido movimientos sociales para regular el reparto de los machos y las hembras, buscando en el fondo un cierto equilibrio, sobre todo con la institución del matrimonio o emparejamiento permanente, con mayor o menor duración pero estable (que se encuentra en numerosos animales, aunque poco entre los mamíferos), que ahora es rechazada en su función principal (un matrimonio homosexual se aparta pues de ella, aunque siga cumpliendo sus misiones secundarias).
Así pues, en base a estas consideraciones, llego a la conclusión personal de que los patos del parque del Príncipe de Sevilla, que como el 90 % de las aves son socialmente monógamas, tienen una cultura poco desarrollada en la relación de los machos con las hembras y viceversa. Razón por la cual fuerzan menos que nosotros los "designios" o "diseños" de la naturaleza. Y que no se puede decir que, desde este punto de vista estrictamente humano, sean machistas.
Recientemente (10.2.18) estuve con mis hijas y nietas en el parque de los Príncipes de Sevilla. En el estanque central había bastantes patos y mis mujeres me llamaron la atención sobre un pato que estaba intentando fornicar a una pata sin salir del agua. Arte. Pero llegó otro pato más gordo y se subió sobre la espalda del pato que ya estaba encima de la pata. Así, moviéndose, estuvieron alrededor de un minuto. Luego el trío se deshizo y el pato violador se fue por un lado y la pareja de pato mayor y la pata se fueron por otro y ya permanecieron juntos. Mis mujeres me volvieron a indicar este hecho. Entonces lo comprendí : los patos, y las aves en general (en un 90 %), pertenecen a las pocas especies entre las que se encuentra la monogamia (en los mamíferos sólo el 13 %), y el pato intruso no es que tuviera una cultura machista desarrollada sino que es así por naturaleza. De hecho el pato grande una vez que terminó la función se limitó a dejar que el otro, el adúltero, se retirara sin agredirlo. Lo que pensaba la pata me resulta desconocido.
Este hecho me ha llevado a reflexionar en voz alta sobre el término cultura y a la ligereza elitista con que se emplea, reduciéndolo poco más que a las llamadas bellas artes, a las representaciones escénicas (deportes incluidos) y poco más. Lo normal, incluso, es que a nivel público nos encontremos con ministerios, consejerías o concejalías de Cultura.
Pero no es ningún secreto desde luego que la palabra cultura (o cultivo) abarca un campo amplísimo, pues es el intento de reprimir y encauzar las condiciones naturales para sacarles el mayor provecho posible. Y cuanto mayor capacidad de aplicar esta técnica se entiende que el sujeto agente es más culto. O cultivado, que es lo mismo. Piénsese por ejemplo en el arte de la agricultura: El campo que es forzado a producir sólo determinada especie de plantas que interesan de manera especia se dice que está cultivado, a diferencia del que permanece inculto.
Muchos animales hacen uso de la cultura, pero ninguno en la misma medida de el humano, que la suele aplicar a casi todo. De ahí que no sea difícil entender que haya quienes crean que todo es cultura, hasta el extremo de que son incapaces de recordar que ésta no puede existir sin destruir radicalmente la naturaleza a la que se pretende reprimir y encauzar. Por la misma manera que no se puede realizar una talla de madera si no hay madera que tallar. O sea, no saben distinguir entre naturaleza y cultura.
Esto se observa últimamente en el caso humano, cuando se suele partir de que hombres y mujeres somos iguales por naturaleza (algo que es evidentemente falso: los hombres no parimos, con lo que eso tan complicado lleva consigo a todos los niveles físicos) y por tanto se piensa erróneamente que la cultura, que reprime y encauza una naturaleza concreta, también es la misma por tanto para todos los que formamos el sistema humano (mujer + hombre).
Parece evidente, pues, si el hombre tiene una naturaleza que le impele a realizar determinadas acciones para satisfacer sus instintos, distintas de las de las mujeres, desarrollará una cultura machista (o no la desarrollará, como vemos otros animales que actúan de forma más natural). Y lo mismo sucede por supuesto con las mujeres respecto a los hombres.
Todo el movimiento feminista (sus integrantes distinguen entre feminismo y machismo, aunque no vayan a la raíz de la distinción) creo que responde de forma caótica al movimiento racionalista que lleva varios siglos avanzando con fuerza y en el que la idea dominante es la igualdad cualitativa que permite operar en un plano matemático. Un movimiento que estimo disparatado por ese fanatismo irracional que le lleva a confundir lo racional con lo real y que se manifiesta con frecuencia con la utilización del sufijo -ismo para la definición del mismo.
La razón es evidentemente un instrumento magnífico para pensar la realidad, pero no es la realidad: parte en último extremo de axiomas, de creencias, y desde luego -y por eso subyuga- ayuda a cambiarlas por otras más depuradas, pero la realidad se nos sigue escapando. Por eso avanza la ciencia y la hace tan atractiva, de forma que podemos ir ampliando progresivamente el ámbito de la jaula de la libertad (que nos protege en el marco de las sociedades).
Pero el racionalismo (que, repetimos, confunde la racionalidad con la realidad sobre la que actúa) nos lleva inevitablemente al fracaso, con su exceso individualista que tiende a deshacer el sistema al que pertenecemos por naturaleza (el hombre es un ser humano y la mujer es un ser humano, pero el ser humano son los dos en conjunto).
De hecho es un misterio de la naturaleza que en todas las especies nazcan tantas hembras como machos. Y pienso que posiblemente sea por eso, porque en realidad forman sistema y son necesarias ambas partes y por separado para que la selección natural sea posible, desde el momento en que los machos están dispuestos a luchar, hasta la muerte si es preciso, por las hembras. Y estas arriesgan también su vida de otra manera por dar más vida. La naturaleza es sabia y al final sigue adelante por mucha cultura que le echemos. Y cuando se harte de nosotros nos mandará al cuerno (y no creo que tarde mucho al paso que vamos).
En todas las culturas ha habido movimientos sociales para regular el reparto de los machos y las hembras, buscando en el fondo un cierto equilibrio, sobre todo con la institución del matrimonio o emparejamiento permanente, con mayor o menor duración pero estable (que se encuentra en numerosos animales, aunque poco entre los mamíferos), que ahora es rechazada en su función principal (un matrimonio homosexual se aparta pues de ella, aunque siga cumpliendo sus misiones secundarias).
Así pues, en base a estas consideraciones, llego a la conclusión personal de que los patos del parque del Príncipe de Sevilla, que como el 90 % de las aves son socialmente monógamas, tienen una cultura poco desarrollada en la relación de los machos con las hembras y viceversa. Razón por la cual fuerzan menos que nosotros los "designios" o "diseños" de la naturaleza. Y que no se puede decir que, desde este punto de vista estrictamente humano, sean machistas.
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
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