Materia y espíritu, madera y soplo
Página 1 de 1.
Materia y espíritu, madera y soplo
Bien es sabido que el pensamiento racional se basa en la oposición de elementos previamente individualizados y su contraposición para hacer más inteligible la realidad una vez descompuesta en sus elementos integrantes. Una realidad que por lo demás percibimos normalmente como unitaria, sin esas distinciones cuantitativas (o racionales) señaladas. De ahí que se considere que el pensamiento lógico o racional (de “logos” o “ratio” = cuenta) significa un gran avance en el plano del conocimiento, y que el ser humano, con su mayor capacidad racional sea normal que haya alcanzado el mayor éxito entre los animales de su rango.
Pero la racionalidad no puede detenerse en su propia mitificación, aunque tienda inevitablemente a ello. Si así se hace, como hacen los racionalistas (como todos los –istas), el proceso racional se desvirtúa. Por ello propongo que volvamos un momento la vista atrás para contemplar cómo hemos ido montando una dualidad materia-espíritu como una suma cuantitativa de elementos distintos cuando la base de partida parece haber sido otra.
Y digo que parece haber sido otra porque, si analizamos el lenguaje latino con el que nuestro cerebro se expresa, observamos que materia y espíritu no son elementos tan contrapuestos en origen. La palabra “materia”, como ya he recordado con anterioridad, no significa sino “madera”, y el término “spiritus” tiene el simple significado de “soplo”. La primera, la madera, elemento básico en la vida antigua (al mismo nivel o más que hoy lo es el petróleo), es lo definido, aquello que se puede asir y sobre lo que se puede trabajar para transformarlo. En cambio el soplo es lo indefinido, ilimitado como el humo, con diferencias perceptibles más cualitativas que cuantitativas, que no se puede modelar.
Pero en el fondo “spiritus” y “materia” son perceptibles (si uno sopla en su mano percibe el viento, aunque no lo pueda coger). De hecho en el hombre se funden lo definido y lo indefinido, la materia y el espíritu. Éste último es el elemento que anima (“ánemos” = viento) a la materia, la que la hace flexible y cambiante, de forma que sólo deja de ser flexible y cambiante cuando la indefinición se aparta de la definición, cuando se produce la separación entre el espíritu y la materia, cuando, en suma, se produce la salida individual del marco general de la vida. Digamos que son los elementos contradictorios de un sistema, como el macho y la hembra en el ser humano.
Lo que suelo denominar como “la santísima dualidad” (dos personas distintas en un solo ser verdadero) resulta, si bien miramos el pensamiento prefilosófico, perfectamente inteligible, siempre y cuando utilicemos, como lo hace la nueva lógica flexible, el pensamiento contradictorio como elemento racional-irracional-. Ello nos permite una difícil pero más completa percepción de la realidad, que se muestra al mismo tiempo como definida e indefinida, en plena transformación (o cambio de forma sin dejar de ser lo mismo: no tenemos prácticamente ninguna célula de cuando nacimos, y sin embargo seguimos siendo los mismos). Es ese tipo de pensamiento que sabe conjugar en una unidad sistémica el planteamiento mítico y el lógico de una forma equilibrada. Inestable pero equilibrada (equilibrio implica inestabilidad). Ese que, recuerdo una vez más también, Lofti A. Zahde [1921-2017] ha sabido matematizar (lógica difusa) y se está aplicando con éxito en el mundo industrial. En el fondo, el sentido común de siempre.
Pero la racionalidad no puede detenerse en su propia mitificación, aunque tienda inevitablemente a ello. Si así se hace, como hacen los racionalistas (como todos los –istas), el proceso racional se desvirtúa. Por ello propongo que volvamos un momento la vista atrás para contemplar cómo hemos ido montando una dualidad materia-espíritu como una suma cuantitativa de elementos distintos cuando la base de partida parece haber sido otra.
Y digo que parece haber sido otra porque, si analizamos el lenguaje latino con el que nuestro cerebro se expresa, observamos que materia y espíritu no son elementos tan contrapuestos en origen. La palabra “materia”, como ya he recordado con anterioridad, no significa sino “madera”, y el término “spiritus” tiene el simple significado de “soplo”. La primera, la madera, elemento básico en la vida antigua (al mismo nivel o más que hoy lo es el petróleo), es lo definido, aquello que se puede asir y sobre lo que se puede trabajar para transformarlo. En cambio el soplo es lo indefinido, ilimitado como el humo, con diferencias perceptibles más cualitativas que cuantitativas, que no se puede modelar.
Pero en el fondo “spiritus” y “materia” son perceptibles (si uno sopla en su mano percibe el viento, aunque no lo pueda coger). De hecho en el hombre se funden lo definido y lo indefinido, la materia y el espíritu. Éste último es el elemento que anima (“ánemos” = viento) a la materia, la que la hace flexible y cambiante, de forma que sólo deja de ser flexible y cambiante cuando la indefinición se aparta de la definición, cuando se produce la separación entre el espíritu y la materia, cuando, en suma, se produce la salida individual del marco general de la vida. Digamos que son los elementos contradictorios de un sistema, como el macho y la hembra en el ser humano.
Lo que suelo denominar como “la santísima dualidad” (dos personas distintas en un solo ser verdadero) resulta, si bien miramos el pensamiento prefilosófico, perfectamente inteligible, siempre y cuando utilicemos, como lo hace la nueva lógica flexible, el pensamiento contradictorio como elemento racional-irracional-. Ello nos permite una difícil pero más completa percepción de la realidad, que se muestra al mismo tiempo como definida e indefinida, en plena transformación (o cambio de forma sin dejar de ser lo mismo: no tenemos prácticamente ninguna célula de cuando nacimos, y sin embargo seguimos siendo los mismos). Es ese tipo de pensamiento que sabe conjugar en una unidad sistémica el planteamiento mítico y el lógico de una forma equilibrada. Inestable pero equilibrada (equilibrio implica inestabilidad). Ese que, recuerdo una vez más también, Lofti A. Zahde [1921-2017] ha sabido matematizar (lógica difusa) y se está aplicando con éxito en el mundo industrial. En el fondo, el sentido común de siempre.
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.