Carta a las mujeres
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Carta a las mujeres
La mujer es sabia y el hombre necesita saber
No es ningún secreto que a medida que se ha desarrollado el Estado tradicional ha ido generalizándose la postergación social de las mujeres. Quien me conoce me habrá oído la opinión de que los hombres tradicionalmente os hemos machacado con la fuerza porque somos conscientes que en otro plano somos inferiores y nos machacáis a vuestra vez como podéis. Pero como el Estado está montado sobre el miedo a fuerza física... Entiendo que esto es así porque las mujeres son sabias mientras que nosotros necesitamos razonar para saber.
Somos distintos. Con millones de conexiones menos entre ambos hemisferios del cerebro nosotros no tenemos una visión tan holística, tan global, como la que normalmente tenéis vosotras. Nosotros tendemos fundamentalmente a fijar los datos y a contraponerlos en un proceso lógico que nos permite depurar las creencias básicas, los pre-juicios o axiomas, para sentirnos seguros en el conocimiento. Tenemos claro así qué es lo blanco y qué es lo negro, mientras que vosotras os manejáis tranquilamente en toda una gama de grises que van de un extremo al otro, depurando los pre-sentimientos. Por ejemplo, nosotros estamos seguros de que una mujer está embarazada cuando un análisis científico de laboratorio nos lo confirma, con independencia de que tengamos constancia de la falta de menstruación que se ha producido. En cambio he podido observar cómo una mujer culta ha tenido esa certeza cuando su amiga (ya en dos ocasiones) le ha dicho que está embarazada, a los pocos días –sin saber nada de las mencionadas faltas- sólo con verla. Luego ha recurrido al laboratorio y se lo ha confirmado. Lo sabe, no necesita filosofar sobre ello.
Eso en el fondo nos inquieta. Y por eso, porque siendo guerreros en todos los órdenes dominamos una sociedad basada en la fuerza física, hemos hecho creer a todo el mundo -incluidas vosotras- que la racionalidad es el único modo digno de conocer, maldiciendo a las brujas; hasta llegar a la destrucción si necesario fuera para dominaros. Como no confiábamos en vosotras necesitábamos garantizar que un crío era nuestro antes de alimentarlo y convertirlo en nuestra prolongación social como hijo. De ahí la necesidad de ir virgen al matrimonio (o por lo menos con abstinencia garantizada en el caso de las viudas) y de evitar cualquier contacto sexual que no fuera legal. ¿No están los chistes de cuernos normalmente referidos a las infidelidades legales femeninas? Afortunadamente, como suelo decir también, la civilización industrial, con la necesidad de convertiros en productoras-consumidoras para el mercado, ha desarrollado métodos anticonceptivos eficaces al tiempo que ha trasladado a la máquina la fuerza física que antes aplicaba el hombre a la producción (para que vosotras podáis producir), con lo cual al final el propio hombre que la ha desarrollado ha terminado por poner en grave peligro su predominio social. Pese a ello creo que también nosotros salimos ganando: "benditas sean vuestras entrañas". Sobre todo las de toda mujer que sabe comportarse como tal, sin entender el respeto como sumisión.
ADDENDUM:
Qué ocurre cuando le das un dólar a un mono
http://mx.noticias.yahoo.com/blogs/tendencias/qu%C3%A9-ocurre-cuando-le-das-un-d%C3%B3lar-a-un-mono-20110725.html
El sexo es un arma de mujer como la violencia lo es del hombre. No hay más que ver que, en general, a las primeras le gustan los programas de chismorreo (sexo light) y a los segundos los deportes con lucha, como el fútbol (guerra light).
No somos nadie
No es ningún secreto que a medida que se ha desarrollado el Estado tradicional ha ido generalizándose la postergación social de las mujeres. Quien me conoce me habrá oído la opinión de que los hombres tradicionalmente os hemos machacado con la fuerza porque somos conscientes que en otro plano somos inferiores y nos machacáis a vuestra vez como podéis. Pero como el Estado está montado sobre el miedo a fuerza física... Entiendo que esto es así porque las mujeres son sabias mientras que nosotros necesitamos razonar para saber.
Somos distintos. Con millones de conexiones menos entre ambos hemisferios del cerebro nosotros no tenemos una visión tan holística, tan global, como la que normalmente tenéis vosotras. Nosotros tendemos fundamentalmente a fijar los datos y a contraponerlos en un proceso lógico que nos permite depurar las creencias básicas, los pre-juicios o axiomas, para sentirnos seguros en el conocimiento. Tenemos claro así qué es lo blanco y qué es lo negro, mientras que vosotras os manejáis tranquilamente en toda una gama de grises que van de un extremo al otro, depurando los pre-sentimientos. Por ejemplo, nosotros estamos seguros de que una mujer está embarazada cuando un análisis científico de laboratorio nos lo confirma, con independencia de que tengamos constancia de la falta de menstruación que se ha producido. En cambio he podido observar cómo una mujer culta ha tenido esa certeza cuando su amiga (ya en dos ocasiones) le ha dicho que está embarazada, a los pocos días –sin saber nada de las mencionadas faltas- sólo con verla. Luego ha recurrido al laboratorio y se lo ha confirmado. Lo sabe, no necesita filosofar sobre ello.
Eso en el fondo nos inquieta. Y por eso, porque siendo guerreros en todos los órdenes dominamos una sociedad basada en la fuerza física, hemos hecho creer a todo el mundo -incluidas vosotras- que la racionalidad es el único modo digno de conocer, maldiciendo a las brujas; hasta llegar a la destrucción si necesario fuera para dominaros. Como no confiábamos en vosotras necesitábamos garantizar que un crío era nuestro antes de alimentarlo y convertirlo en nuestra prolongación social como hijo. De ahí la necesidad de ir virgen al matrimonio (o por lo menos con abstinencia garantizada en el caso de las viudas) y de evitar cualquier contacto sexual que no fuera legal. ¿No están los chistes de cuernos normalmente referidos a las infidelidades legales femeninas? Afortunadamente, como suelo decir también, la civilización industrial, con la necesidad de convertiros en productoras-consumidoras para el mercado, ha desarrollado métodos anticonceptivos eficaces al tiempo que ha trasladado a la máquina la fuerza física que antes aplicaba el hombre a la producción (para que vosotras podáis producir), con lo cual al final el propio hombre que la ha desarrollado ha terminado por poner en grave peligro su predominio social. Pese a ello creo que también nosotros salimos ganando: "benditas sean vuestras entrañas". Sobre todo las de toda mujer que sabe comportarse como tal, sin entender el respeto como sumisión.
ADDENDUM:
Qué ocurre cuando le das un dólar a un mono
http://mx.noticias.yahoo.com/blogs/tendencias/qu%C3%A9-ocurre-cuando-le-das-un-d%C3%B3lar-a-un-mono-20110725.html
El sexo es un arma de mujer como la violencia lo es del hombre. No hay más que ver que, en general, a las primeras le gustan los programas de chismorreo (sexo light) y a los segundos los deportes con lucha, como el fútbol (guerra light).
No somos nadie
Última edición por Genaro Chic el Jue Dic 05, 2013 12:15 pm, editado 1 vez
Genaro Chic- Mensajes : 729
Fecha de inscripción : 02/02/2010
Re: Carta a las mujeres
Creo que son de gran interés al respecto las palabras con las que la investigadora Louam Brizendine termina su libro El cerebro femenino (Barcelona, RBA Libros, 2007, pp. 181-184). Merece la pena leerlas:
Si tuviera que transmitir a las mujeres una lección aprendida mientras escribía este libro, sería la de que comprender nuestra biología innata nos permite planear mejor nuestro futuro. Actualmente, cuando tantas mujeres han ganado el control de su fertilidad y logrado la independencia económica, podemos crear una hoja de ruta para el camino que queda. Esto significa introducir cambios revolucionarios en la sociedad y en nuestra elección personal de pareja, carrera y momento oportuno para tener hijos.
Desde que las mujeres consumen la década de sus veinte años en formarse y consolidar su carrera, muchas profesionales fuerzan los límites de su reloj biológico y tienen hijos entre los treinta y cinco y los cuarenta y pico. Un amplio tanto por ciento de mis médicas residentes, ya en plena treintena, ni siquiera han encontrado al hombre con quien querrían formar una familia, porque han estado muy ocupadas en forjarse una carrera. Eso no quiere decir que las mujeres se hayan equivocado en la elección, sino que las fases de su vida se han estirado considerablemente. En la Europa de comienzos de la Edad Moderna las mujeres empezaban a tener hijos a los dieciséis o diecisiete años y dejaban de tenerlos antes de llegar a los treinta. Actualmente, en la época en que «el cerebro de mamá» se hace cargo del poder, las mujeres están completamente dedicadas a su carrera y eso significa una lucha dura y prolongada por efecto de la sobrecarga de los circuitos cerebrales. Las mujeres se encuentran enfrentadas a los altibajos de la perimenopausia y la menopausia con bebés y párvulos que corretean por casa. Al mismo tiempo tienen que ocuparse de carreras absorbentes. Si una mujer no acude a mi consulta alrededor de los treinta y cinco años para comentar los retos de su fertilidad y profesión, es que vendrá alrededor de los cuarenta y cinco diciendo que no le queda tiempo para la perimenopausia. No puede permitirse perder la memoria y preocuparse por estados de humor que la entristecen, porque sus hormonas estén desbaratadas.
¿Qué significa todo esto en términos de la biología innata del cerebro de las mujeres? No significa que las mujeres deban apartarse de una maternidad combinada con la profesión; sólo significa que les conviene tener una idea de los malabarismos que deberán hacer a partir de la adolescencia. Sin duda, no es posible que nadie pueda ver tras la vuelta de la esquina de nuestras vidas y prever todos los tipos de apoyo que necesitaremos. De cualquier modo, constituye un primer paso importante para el control de nuestro destino comprender lo que ocurre en nuestro cerebro en cada fase. Uno de los desafíos de los tiempos modernos estriba en ayudar a la sociedad a que apoye mejor nuestras aptitudes naturales y nuestras necesidades femeninas.
El propósito de este libro era ayudar a las mujeres en el curso de los diferentes cambios que acaecen en sus vidas: son virajes tan grandes que crean auténticas variaciones en la percepción de la realidad que tiene una mujer, en sus valores y en las cosas que merecen su atención. Si logramos entender de qué modo están configuradas nuestras vidas por la química del cerebro, percibiremos quizá mejor el camino que nos que- da por recorrer. Es importante visualizarlo y planear lo que ha de venir. Espero que este libro haya contribuido a la descripción de la realidad femenina.
Hay quien desea que no existan diferencias entre hombres y mujeres. En la década de los setenta, en la Universidad de California, en Berkeley, la consigna entre las mujeres jóvenes era «unisex obligatorio», lo cual significaba que parecía políticamente incorrecto mencionar siquiera la diferencia de sexos. Todavía quedan quienes creen que para que las mujeres logren la igualdad, la norma debe ser unisex. Sin embargo, la realidad biológica señala que no existe un cerebro unisex. Está arraigado el temor a la discriminación basada en la diferencia, y durante muchos años, quedaron sin examinar científicamente las nociones acerca de las diferencias de los sexos, por miedo a que las mujeres no pudieran reclamar la igualdad con los hombres. La pretensión, empero, de que mujeres y hombres son lo mismo, a la vez que perjudica a ambos daña, en definitiva, a las mujeres. La perpetuación de la norma masculina mítica significa desconocer las diferencias biológicas reales de las mujeres en gravedad, vulnerabilidad y tratamiento de las enfermedades. También deja de lado las diferentes formas en que ellas procesan las ideas y por ende perciben lo que es importante.
Asumir la norma masculina significa también minusvalorar los poderosos recursos y talentos específicos del sexo que tiene el cerebro femenino. Hasta el presente, las mujeres han tenido que efectuar una intensa adaptación cultural y lingüística en el mundo del trabajo. Hemos luchado por acomodarnos a un mundo masculino; después de todo, los cerebros de las mujeres están estructurados para ser eficaces en los cambios. Espero que este libro haya sido una guía para las mentes y la conducta vital de las mujeres, para nosotras, nuestros maridos, madres, hijos, colegas masculinos y amigos. Quizás esta información ayudará a los hombres a empezar a ajustarse a nuestro mundo.
Cuando pregunto a casi todas las mujeres que he visto en mi consulta cuáles serían sus tres deseos primordiales si el hada madrina moviera su varita mágica y se los concediera, dicen: «Alegría en mi vida, una relación satisfactoria y menos estrés con más tiempo para mí». Nuestra vida moderna -la doble variación de la carrera y la responsabilidad básica del hogar y la familia- ha sido la causa de que dichos fines sean particularmente difíciles de lograr. Estamos estresadas por esas aspiraciones y la principal causa de represión y angustia es el estrés. Uno de los grandes misterios de nuestra vida es la razón por la cual, como mujeres, estamos tan consagradas a mantener el contrato social habitual que a menudo actúa contra los circuitos naturales de los cerebros femeninos y de nuestra realidad biológica.
Durante la década de los noventa y el comienzo de este milenio se ha ido revelando un nuevo conjunto de ideas y hechos científicos acerca del cerebro femenino. Tales verdades biológicas han constituido un vigoroso estímulo para la reconsideración del contrato social de una mujer. Al escribir este libro me he enfrentado con dos voces en mi cabeza: una es la verdad científica; la otra la corrección política. He optado por subrayar la verdad científica por encima de la corrección política, aun cuando las verdades científicas no sean siempre bien acogidas.
He tratado a miles de mujeres durante los años en que mi clínica ha funcionado. Me han explicado los detalles más íntimos de los acontecimientos de su infancia, adolescencia, decisiones profesionales, elección de pareja, sexo, maternidad y menopausia. Mientras los circuitos del cerebro femenino no han cambiado mucho en un millón de años, los retos modernos de las diferentes fases de la vida femenina son notablemente distintos de los que conocieron nuestras antepasadas.
Aun cuando existen actualmente demostradas diferencias científicas entre los cerebros de hombres y mujeres, la nuestra es en muchos sentidos como una Edad de Oro de Pericles para las mujeres. La época de Aristóteles, Sócrates y Platón fue la primera en la historia de Occidente en que los hombres ganaron recursos suficientes para disfrutar de ocio y dedicarlo a iniciativas intelectuales y científicas. El siglo XXI es la primera etapa de la historia en que las mujeres se encuentran en una posición similar. No sólo disponemos de un control crítico sin precedentes sobre nuestra fertilidad, sino también de medios económicos independientes en una economía en cadena. Los progresos científicos en la fertilidad femenina nos han dado enormes opciones. Podemos escoger cuándo y cómo tener hijos -o no tener- durante muchos más años de nuestra vida. Ya no dependemos económicamente de los hombres y la tecnología nos ha proporcionado flexibilidad para combinar las obligaciones profesionales y las domésticas a la vez y en el mismo lugar. Estas opciones proporcionan a la mujer el don de emplear su cerebro femenino para crear un nuevo paradigma, referente a la manera en que rigen su vida profesional, reproductiva y personal.
Vivimos en el seno de una revolución en la conciencia sobre la realidad biológica femenina, que transformará la sociedad humana. No puedo predecir la naturaleza exacta del cambio, pero sospecho que será una modificación desde las ideas simplistas a las ideas profundas, sobre las transformaciones que necesitamos hacer a gran escala. Si la realidad externa es la suma total de las maneras en que la gente la concibe, nuestra realidad externa sólo cambiará cuando el concepto predominante de la misma se modifique. La realidad femenina son los hechos científico correspondientes a cómo funciona el cerebro femenino; cómo percibe la realidad, responde a emociones, lee las emociones de los demás, provee y cuida a otros. Está aclarándose científicamente la necesidad de las mujeres en cuanto a funcionar a plena potencia y a usar los talentos innatos de su cerebro. Las mujeres cuentan con un imperativo biológico para insistir en que un nuevo contrato social las tenga en cuenta a ellas y a sus necesidades. Nuestro futuro y el de nuestros hijos dependen de ello.
Si tuviera que transmitir a las mujeres una lección aprendida mientras escribía este libro, sería la de que comprender nuestra biología innata nos permite planear mejor nuestro futuro. Actualmente, cuando tantas mujeres han ganado el control de su fertilidad y logrado la independencia económica, podemos crear una hoja de ruta para el camino que queda. Esto significa introducir cambios revolucionarios en la sociedad y en nuestra elección personal de pareja, carrera y momento oportuno para tener hijos.
Desde que las mujeres consumen la década de sus veinte años en formarse y consolidar su carrera, muchas profesionales fuerzan los límites de su reloj biológico y tienen hijos entre los treinta y cinco y los cuarenta y pico. Un amplio tanto por ciento de mis médicas residentes, ya en plena treintena, ni siquiera han encontrado al hombre con quien querrían formar una familia, porque han estado muy ocupadas en forjarse una carrera. Eso no quiere decir que las mujeres se hayan equivocado en la elección, sino que las fases de su vida se han estirado considerablemente. En la Europa de comienzos de la Edad Moderna las mujeres empezaban a tener hijos a los dieciséis o diecisiete años y dejaban de tenerlos antes de llegar a los treinta. Actualmente, en la época en que «el cerebro de mamá» se hace cargo del poder, las mujeres están completamente dedicadas a su carrera y eso significa una lucha dura y prolongada por efecto de la sobrecarga de los circuitos cerebrales. Las mujeres se encuentran enfrentadas a los altibajos de la perimenopausia y la menopausia con bebés y párvulos que corretean por casa. Al mismo tiempo tienen que ocuparse de carreras absorbentes. Si una mujer no acude a mi consulta alrededor de los treinta y cinco años para comentar los retos de su fertilidad y profesión, es que vendrá alrededor de los cuarenta y cinco diciendo que no le queda tiempo para la perimenopausia. No puede permitirse perder la memoria y preocuparse por estados de humor que la entristecen, porque sus hormonas estén desbaratadas.
¿Qué significa todo esto en términos de la biología innata del cerebro de las mujeres? No significa que las mujeres deban apartarse de una maternidad combinada con la profesión; sólo significa que les conviene tener una idea de los malabarismos que deberán hacer a partir de la adolescencia. Sin duda, no es posible que nadie pueda ver tras la vuelta de la esquina de nuestras vidas y prever todos los tipos de apoyo que necesitaremos. De cualquier modo, constituye un primer paso importante para el control de nuestro destino comprender lo que ocurre en nuestro cerebro en cada fase. Uno de los desafíos de los tiempos modernos estriba en ayudar a la sociedad a que apoye mejor nuestras aptitudes naturales y nuestras necesidades femeninas.
El propósito de este libro era ayudar a las mujeres en el curso de los diferentes cambios que acaecen en sus vidas: son virajes tan grandes que crean auténticas variaciones en la percepción de la realidad que tiene una mujer, en sus valores y en las cosas que merecen su atención. Si logramos entender de qué modo están configuradas nuestras vidas por la química del cerebro, percibiremos quizá mejor el camino que nos que- da por recorrer. Es importante visualizarlo y planear lo que ha de venir. Espero que este libro haya contribuido a la descripción de la realidad femenina.
Hay quien desea que no existan diferencias entre hombres y mujeres. En la década de los setenta, en la Universidad de California, en Berkeley, la consigna entre las mujeres jóvenes era «unisex obligatorio», lo cual significaba que parecía políticamente incorrecto mencionar siquiera la diferencia de sexos. Todavía quedan quienes creen que para que las mujeres logren la igualdad, la norma debe ser unisex. Sin embargo, la realidad biológica señala que no existe un cerebro unisex. Está arraigado el temor a la discriminación basada en la diferencia, y durante muchos años, quedaron sin examinar científicamente las nociones acerca de las diferencias de los sexos, por miedo a que las mujeres no pudieran reclamar la igualdad con los hombres. La pretensión, empero, de que mujeres y hombres son lo mismo, a la vez que perjudica a ambos daña, en definitiva, a las mujeres. La perpetuación de la norma masculina mítica significa desconocer las diferencias biológicas reales de las mujeres en gravedad, vulnerabilidad y tratamiento de las enfermedades. También deja de lado las diferentes formas en que ellas procesan las ideas y por ende perciben lo que es importante.
Asumir la norma masculina significa también minusvalorar los poderosos recursos y talentos específicos del sexo que tiene el cerebro femenino. Hasta el presente, las mujeres han tenido que efectuar una intensa adaptación cultural y lingüística en el mundo del trabajo. Hemos luchado por acomodarnos a un mundo masculino; después de todo, los cerebros de las mujeres están estructurados para ser eficaces en los cambios. Espero que este libro haya sido una guía para las mentes y la conducta vital de las mujeres, para nosotras, nuestros maridos, madres, hijos, colegas masculinos y amigos. Quizás esta información ayudará a los hombres a empezar a ajustarse a nuestro mundo.
Cuando pregunto a casi todas las mujeres que he visto en mi consulta cuáles serían sus tres deseos primordiales si el hada madrina moviera su varita mágica y se los concediera, dicen: «Alegría en mi vida, una relación satisfactoria y menos estrés con más tiempo para mí». Nuestra vida moderna -la doble variación de la carrera y la responsabilidad básica del hogar y la familia- ha sido la causa de que dichos fines sean particularmente difíciles de lograr. Estamos estresadas por esas aspiraciones y la principal causa de represión y angustia es el estrés. Uno de los grandes misterios de nuestra vida es la razón por la cual, como mujeres, estamos tan consagradas a mantener el contrato social habitual que a menudo actúa contra los circuitos naturales de los cerebros femeninos y de nuestra realidad biológica.
Durante la década de los noventa y el comienzo de este milenio se ha ido revelando un nuevo conjunto de ideas y hechos científicos acerca del cerebro femenino. Tales verdades biológicas han constituido un vigoroso estímulo para la reconsideración del contrato social de una mujer. Al escribir este libro me he enfrentado con dos voces en mi cabeza: una es la verdad científica; la otra la corrección política. He optado por subrayar la verdad científica por encima de la corrección política, aun cuando las verdades científicas no sean siempre bien acogidas.
He tratado a miles de mujeres durante los años en que mi clínica ha funcionado. Me han explicado los detalles más íntimos de los acontecimientos de su infancia, adolescencia, decisiones profesionales, elección de pareja, sexo, maternidad y menopausia. Mientras los circuitos del cerebro femenino no han cambiado mucho en un millón de años, los retos modernos de las diferentes fases de la vida femenina son notablemente distintos de los que conocieron nuestras antepasadas.
Aun cuando existen actualmente demostradas diferencias científicas entre los cerebros de hombres y mujeres, la nuestra es en muchos sentidos como una Edad de Oro de Pericles para las mujeres. La época de Aristóteles, Sócrates y Platón fue la primera en la historia de Occidente en que los hombres ganaron recursos suficientes para disfrutar de ocio y dedicarlo a iniciativas intelectuales y científicas. El siglo XXI es la primera etapa de la historia en que las mujeres se encuentran en una posición similar. No sólo disponemos de un control crítico sin precedentes sobre nuestra fertilidad, sino también de medios económicos independientes en una economía en cadena. Los progresos científicos en la fertilidad femenina nos han dado enormes opciones. Podemos escoger cuándo y cómo tener hijos -o no tener- durante muchos más años de nuestra vida. Ya no dependemos económicamente de los hombres y la tecnología nos ha proporcionado flexibilidad para combinar las obligaciones profesionales y las domésticas a la vez y en el mismo lugar. Estas opciones proporcionan a la mujer el don de emplear su cerebro femenino para crear un nuevo paradigma, referente a la manera en que rigen su vida profesional, reproductiva y personal.
Vivimos en el seno de una revolución en la conciencia sobre la realidad biológica femenina, que transformará la sociedad humana. No puedo predecir la naturaleza exacta del cambio, pero sospecho que será una modificación desde las ideas simplistas a las ideas profundas, sobre las transformaciones que necesitamos hacer a gran escala. Si la realidad externa es la suma total de las maneras en que la gente la concibe, nuestra realidad externa sólo cambiará cuando el concepto predominante de la misma se modifique. La realidad femenina son los hechos científico correspondientes a cómo funciona el cerebro femenino; cómo percibe la realidad, responde a emociones, lee las emociones de los demás, provee y cuida a otros. Está aclarándose científicamente la necesidad de las mujeres en cuanto a funcionar a plena potencia y a usar los talentos innatos de su cerebro. Las mujeres cuentan con un imperativo biológico para insistir en que un nuevo contrato social las tenga en cuenta a ellas y a sus necesidades. Nuestro futuro y el de nuestros hijos dependen de ello.
Genaro Chic- Mensajes : 729
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Re: Carta a las mujeres
Querida amiga:
Me escribes y me dices:
Desde hace unos años se le está dando mucha importancia a lo emocional. Lo escucho en programas, lo leo en artículos, hablamos de ello sin el tabú que había antes de que te colgaran el San Benito de "sensible" como sinónimo de debilidad. La gente se mostraba racional y a veces fría para demostrar su fortaleza. E imperaba el valor a lo material por encima de todo. Ahora esto está cambiando. ¿A qué crees tú que se debe? ¿Y por qué en este momento?
Te contesto lo que pienso:
A mi modo de entender las cosas, creo que la tecnología está en el fondo de todo (como suele suceder cuando el poder recurre a ella). Fue la tecnología la que transformó las peleas de simios en guerras, con decenas de millones de muertos. Y por la misma razón de comprobar que un avance tecnológico suponía mayor capacidad de poder sobre el rival, el seguir aumentando la fuerza del hombre traspasándosela a la máquina. Ello, según yo, llevó a algo que no se había planteado en principio ni mucho menos: convirtió a la mujer en un ser con capacidades de fuerza masculina a través de una inteligencia aplicada al manejo de la máquina sin una fuerza física propia especialmente desarrollada. Era bueno que la mujer trabajase como un hombre junto con él -a la fuerza ahorcan- y fue bueno inventar un método eficaz de controlar su fecundidad para someter en la medida de lo posible los embarazos a las necesidades del mercado, planteado como competencia por los hombres (el paso de la economía de prestigio -el don/contradón en un marco de solidaridad- a la economía de mercado -en el marco de competencia, de lucha, más propio de un hombre que se precie-). Hubo pues que permitir una cierta "liberación" de la mujer, aunque mejor hacerlo en el marco de lucha planteado por el movimiento feminista (mejor una mujer combativa que una bruja, que es "lo malo" a lo que tiende la mujer). El desarrollo de la tecnología, en esa línea, ha llevado por último (de momento) a comenzar a conocer el funcionamiento del cerebro, incluso a observar que el vuestro es más complejo a pesar de ser más pequeño, aunque esto es mejor no difundirlo mucho, porque esa complejidad lleva precisamente a la solidaridad (la mujer pare, y no le queda más remedio que estar preparada por ello para ser solidaria), que es precisamente de lo que el competente hombre ha intentado huir para progresar. Por ello, y porque lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, se ha intentado incluso en el mundo del mercado ver las ventajas de la solidaridad para hacer posible el mantenimiento del sistema de mercado, aunque en el pecado de su codicia lleve la penitencia de tener que tragarse todo lo que ha proclamado antes con el triunfo del racionalismo. La Ilustración ya no está de moda, aunque en nuestras atrasadas universidades la mayor parte no se haya dado cuenta todavía, o por lo menos se niegue a admitirlo.
Me escribes y me dices:
Desde hace unos años se le está dando mucha importancia a lo emocional. Lo escucho en programas, lo leo en artículos, hablamos de ello sin el tabú que había antes de que te colgaran el San Benito de "sensible" como sinónimo de debilidad. La gente se mostraba racional y a veces fría para demostrar su fortaleza. E imperaba el valor a lo material por encima de todo. Ahora esto está cambiando. ¿A qué crees tú que se debe? ¿Y por qué en este momento?
Te contesto lo que pienso:
A mi modo de entender las cosas, creo que la tecnología está en el fondo de todo (como suele suceder cuando el poder recurre a ella). Fue la tecnología la que transformó las peleas de simios en guerras, con decenas de millones de muertos. Y por la misma razón de comprobar que un avance tecnológico suponía mayor capacidad de poder sobre el rival, el seguir aumentando la fuerza del hombre traspasándosela a la máquina. Ello, según yo, llevó a algo que no se había planteado en principio ni mucho menos: convirtió a la mujer en un ser con capacidades de fuerza masculina a través de una inteligencia aplicada al manejo de la máquina sin una fuerza física propia especialmente desarrollada. Era bueno que la mujer trabajase como un hombre junto con él -a la fuerza ahorcan- y fue bueno inventar un método eficaz de controlar su fecundidad para someter en la medida de lo posible los embarazos a las necesidades del mercado, planteado como competencia por los hombres (el paso de la economía de prestigio -el don/contradón en un marco de solidaridad- a la economía de mercado -en el marco de competencia, de lucha, más propio de un hombre que se precie-). Hubo pues que permitir una cierta "liberación" de la mujer, aunque mejor hacerlo en el marco de lucha planteado por el movimiento feminista (mejor una mujer combativa que una bruja, que es "lo malo" a lo que tiende la mujer). El desarrollo de la tecnología, en esa línea, ha llevado por último (de momento) a comenzar a conocer el funcionamiento del cerebro, incluso a observar que el vuestro es más complejo a pesar de ser más pequeño, aunque esto es mejor no difundirlo mucho, porque esa complejidad lleva precisamente a la solidaridad (la mujer pare, y no le queda más remedio que estar preparada por ello para ser solidaria), que es precisamente de lo que el competente hombre ha intentado huir para progresar. Por ello, y porque lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, se ha intentado incluso en el mundo del mercado ver las ventajas de la solidaridad para hacer posible el mantenimiento del sistema de mercado, aunque en el pecado de su codicia lleve la penitencia de tener que tragarse todo lo que ha proclamado antes con el triunfo del racionalismo. La Ilustración ya no está de moda, aunque en nuestras atrasadas universidades la mayor parte no se haya dado cuenta todavía, o por lo menos se niegue a admitirlo.
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