Prestigio vs Mercado
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UN ERROR: NO SE NOS EDUCA EN EL CONOCIMIENTO DE AQUELLO EN LO QUE HOMBRES Y MUJERES SOMOS DESIGUALES

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Mensaje  Genaro Chic Lun Jul 23, 2018 9:43 am

UN ERROR: NO SE NOS EDUCA EN EL CONOCIMIENTO DE AQUELLO EN LO QUE SOMOS DESIGUALES

Hay un hecho que para mí es cierto: que no se nos educa en el conocimiento de lo que somos desiguales; al contrario, se nos educa como si un hombre y una mujer fuesen iguales por naturaleza (confundiendo el culo con las témporas, como se suele decir), cuando la verdad es que pensamos y sentimos de formas distintas porque nuestros cerebros están configurados de formas distintas. El de las mujeres es mucho más complejo  (o el de los hombres mucho más simple,  si se prefiere) porque están programadas para la continuidad, para parir, de forma que cuando están impregnadas (o preñadas) de macho no se puede saber si son una criatura o más de una, pues la cría forma parte de ellas y al mismo tiempo es un ser distinto. Eso para los hombres en el fondo es incomprensible, pues son seres singulares, que tienden a verlo todo desde esa singularidad solitaria (al contrario que ellas).

Sin embargo son complementarios, pues tienen casi todo en común menos esa característica fundamental, por lo que se necesitan unos a los otros. El sexo suele ser un punto de unión, sobre todo cuando se vive de una forma profunda, con amor más allá del placer. Aunque es evidente que tiene un sentido menos profundo en un hombre que en una mujer, en la que tiene la posibilidad de tener trascendencia, cosa que no pasa en un hombre por razones fisiológicas obvias.

Por eso creo que cuando el fuego de la pasión se va apagando (en ellas antes que en ellos y de forma más abrupta) el hombre termina entendiendo que para la mujer ya no es más que un animal de compañía. Si se nos enseñase que somos desiguales (aunque tengamos los mismos derechos y obligaciones sociales) posiblemente las cosas irían mejor que si nos empeñamos (como hacemos ahora sobre todo) en decir que si no somos iguales se debe solo a la cultura, quitándole importancia al hecho natural de la desigualdad. Otra cosa es el hecho de que la unión de un hombre y una mujer se puede haber producido por amor o por cualquier otra causa; eso es más difícil de solucionar porque falta el pegamento fundamental. Lógicamente en todo caso la naturaleza es la naturaleza, y el amor se monta sobre ella, no en lugar de ella.

Genaro Chic

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UN ERROR: NO SE NOS EDUCA EN EL CONOCIMIENTO DE AQUELLO EN LO QUE HOMBRES Y MUJERES SOMOS DESIGUALES Empty Un mensaje de las mujeres a los hombres

Mensaje  Genaro Chic Mar Oct 23, 2018 11:23 am

Recomiendo este pequeño vídeo en el que unas mujeres se dirigen a los hombres si ánimo agresivo, como parece ordenar la santa madre iglesia ultrafeminista que hoy se encuentra por doquier apoyada y financiada por los poderes públicos. Es una apuesta por el equilibrio que pide la naturaleza en vez del enfrentamiento que exige la cultura:

https://www.youtube.com/watch?v=rhd9vW8UwtI&feature=youtu.be

Genaro Chic

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UN ERROR: NO SE NOS EDUCA EN EL CONOCIMIENTO DE AQUELLO EN LO QUE HOMBRES Y MUJERES SOMOS DESIGUALES Empty DIFERENCIAS HOMBRE-MUJER

Mensaje  Genaro Chic Jue Feb 14, 2019 2:57 pm


LAS DIFERENCIAS EN LA PERCEPCIÓN SENSORIAL Y SUS CONSECUENCIAS COMPORTAMENTALES

La fiesta estaba muy animada cuando John y Sue llegaron. Una vez dentro, Sue miró a John a los ojos y, casi sin mover los labios, le dijo: «Mira a esa pareja al lado de la ventana…» John se giró para mirar. «¡No mires! —le susurró ella— ¡Desde luego, eres malo disimulando…!». Sue era incapaz de entender que John se hubiese girado de esa forma tan indiscreta y él no podía entender que ella pudiese ver a la gente de la sala sin tenerse que girar.

En este capítulo exploraremos y estudiaremos las diferencias en la percepción sensorial entre ambos sexos y las implicaciones que ello acarrea en las relaciones de pareja.

LAS MUJERES SON COMO UN RADAR RECEPTOR

Para una mujer resulta evidente cuándo otra está preocupada o se siente herida, mientras que un hombre normalmente necesita evidencias físicas, como lágrimas, un ataque de nervios o una bofetada en la cara, para poder intuir que algo va mal. Esto se debe a que las mujeres, como la mayoría de las hembras de los mamíferos, están equipadas con unos aparatos sensoriales mucho más refinados que los hombres. En su papel de procreadoras y protectoras de los bebés, las hembras han de percibir los cambios de carácter y de actitud en los demás. Lo que comúnmente se denomina «intuición femenina» es la aguda apreciación de los pequeños detalles y cambios en la apariencia o en la conducta de los demás. Es algo que a lo largo de la historia ha desconcertado a los hombres que, cuando intentan esconder algo, siempre son descubiertos.

Un asistente a nuestros cursos explicó que era increíble la vista que llegaba a tener su mujer para descubrir algo que intentaba esconder, pero que esta increíble facultad parecía abandonarla completamente cuando intentaba aparcar el coche en el garaje. Esto se debe a que la habilidad para estimar la distancia entre el parachoques y la pared del garaje mientras se está aparcando es una facultad espacial que se encuentra localizada en la parte delantera del hemisferio derecho del cerebro y que parece no estar muy desarrollada en la mayoría de mujeres. En el capítulo quinto se tratará este tema con mayor detenimiento.


«Mi mujer es capaz de verme un pelo rubio en el abrigo a 50 metros, pero siempre choca contra la puerta del garaje cuando aparca el coche».


Como defensoras del hogar, las hembras necesitaban garantizar la supervivencia de su familia y, para ello, debían ser capaces de percibir las pequeñas modificaciones en la conducta de sus retoños, así como cualquier indicio de dolor, hambre, herida, agresión o depresión. Los machos, en su tarea de buscadores de alimento, nunca pasaban demasiado tiempo en la cueva para aprender a leer las señales corporales o las formas de comunicación interpersonal. Ruben Gur, profesor de neuropsicología en la Universidad de Pennsylvania, empleaba los resultados de escáners cerebrales para demostrar que cuando el cerebro de un hombre está descansando, al menos el 70% de su actividad eléc¬trica está inactiva. Los escáners de los cerebros femeninos confirmaron que las mujeres reciben y analizan constantemente información de su alrededor. Una mujer sabe todo acerca de sus hijos: conoce a todos sus amigos, sabe cuáles son sus sueños, sus romances, sus temores más ocultos, lo que están pensando, cómo se sienten y lo que están tramando. Los hombres apenas se dan cuenta de que hay unas personas bajitas que también viven en la casa.

TODO ESTÁ EN LOS OJOS

El ojo es una extensión del cerebro situada fuera del cráneo. La retina, situada en la parte posterior del globo ocular, contiene unos 130 millones de células cilíndricas llamadas fotorreceptores que detectan el blanco y el negro y unos siete millones de células cónicas encargadas de la detección del resto de colores. El cromosoma X suministra estas células detectoras de colores. Las mujeres cuentan con dos cromosomas X por lo que poseen más variedad de células cónicas que los hombres. Esta diferencia se puede comprobar fácilmente, puesto que las mujeres describen los colores con mayor detalle y hablan de tonos hueso, escarlata, bermellón o cobrizo mientras que los hombres se sue¬len limitar a colores como blanco, rojo o marrón para referirse al mismo objeto.

El ojo humano se caracteriza por poseer mayor espacio blanco en el globo ocular que el resto de primates. De esta forma, tanto el movimiento del ojo como la dirección de la mirada resultan más visibles al interlocutor y, por lo tanto, se facilita la comunicación cara a cara. Los ojos de la mujer presentan mayor superficie blanca que los hombres, ya que la comunicación personal es una parte esencial de las relaciones femeninas y, gracias a este hecho, envían y reciben mayor número de señales oculares al poder descifrar con mayor precisión la dirección de la mirada.

Este tipo de comunicación dista de ser fundamental en la mayoría de las especies animales. De ahí que no posean casi superficie blanca o carezcan de ella por completo, puesto que se comunican casi exclusivamente a través del lenguaje corporal.

¿TIENEN LAS MUJERES OJOS EN LA NUCA?


No exactamente, pero casi. Además de contar con mayor número de células cónicas en la retina, también poseen una visión periférica más amplia que los hombres. Debido a la tarea que debía realizar como protectora del hogar familiar, la estructura cerebral de la mujer le permitía un ángulo de visión clara de al menos 45° por cada lado y por encima y por debajo de la nariz. Se puede afirmar que efectivamente, mu¬chas mujeres disfrutan de una visión periférica de casi 180°.

Los ojos del hombre suelen ser más grandes y su cerebro los ha configurado para un tipo de «visión túnel» a larga distancia por lo que puede visualizar precisa y claramente todo cuanto está enfrente suyo, aunque esté muy retirado, cual par de binóculos. En su tarea de cazador, el hombre necesitaba un tipo de visión que le permitiese identificar un blanco a gran distancia y perseguirlo con la vista.

¿POR QUÉ LAS MUJERES TIENEN TANTA VISTA?


Las mujeres tienen mayor visión periférica mientras que los hombres han perfeccionado la visión cilíndrica.


El hombre anuló casi por completo su visión periférica para evitar distraerse y poder concentrarse en perseguir con la mirada únicamente a sus presas. Por el contrario, la mujer necesitaba un amplio ángulo de visión para controlar que ningún depredador acechase la cueva. De ahí que los hombres de hoy en día sepan llegar sin ninguna dificultad a un bar que está a kilómetros, pero no puedan encontrar nada en las neveras, los cajones y los armarios de la cocina.

Las estadísticas demuestran que en 1997 sólo en el Reino Unido se atropelló a 3.952 niños, de entre los cuales 2.460 eran niños y 1.492 eran niñas. En Australia la cifra de niños víctimas de accidentes dobla a la de las niñas. La causa se encuentra en la combinación del mayor riesgo que los niños corren al cruzar carreteras junto con su disminuida vista periférica, lo que provoca inevitablemente un aumento en el índice de víctimas varones en los accidentes.

Billones de fotones de luz, equivalentes a 100 megabytes de información contenida en un ordenador, entran en la retina del ojo cada segundo. Se trata de demasiada información que el cerebro debe procesar y, por ello, sólo asimila los datos necesarios para la supervivencia. Por ejemplo, una vez que el cerebro recoge información sobre los diferentes colores del cielo, selecciona únicamente lo importante, en este caso, el color azul. Nuestro cerebro estrecha nuestra visión para que nos podamos concentrar en aspectos específicos. Si estamos buscando una aguja en la alfombra, centraremos nuestro campo de visión para conseguir nuestro propósito. El cerebro del hombre, habiendo estado estructurado para la caza, ha desarrollado un campo de visión más limitado. En cambio, el cerebro de la mujer procesa información que pertenece a un campo de visión más amplio debido a las tareas que solía realizar como defensora del hogar.

LA MISTERIOSA DESAPARICIÓN DE LA MANTEQUILLA

Todas y cada una de las mujeres del mundo se ha visto protagonizando la siguiente conversación con un hombre plantado enfrente de la nevera.

David: «¿Dónde está la mantequilla?»

Jan: «Pues en la nevera.»

David: «Ya he mirado, pero no veo la mantequilla por ningún lado.»

Jan: «Pues mira bien porque está ahí. La he dejado hace diez minutos.»

David: «No. La habrás dejado en otro sitio porque te repito que la mantequilla no está en la nevera.»

Jan se levanta cansada de discutir, va a la cocina, alarga el brazo hasta la nevera y, por arte de magia, saca una barra de mantequilla. Muchos hombres inexpertos creen que se trata de un truco y acusan a sus mujeres de esconderles las cosas en los cajones y los armarios. Los calcetines, los zapatos, los calzoncillos, la mermelada, la mantequilla, las llaves del coche, la cartera… todo está en casa, pero ellos son incapaces de verlo. Las mujeres no tienen ningún problema porque, con su amplio ángulo de visión, de un vistazo perciben todos los alimentos de la nevera o los objetos de un cajón sin tener que mover la cabeza. Los hombres tienen que mover la cabeza de arriba abajo y de lado a lado, concentrándose en la búsqueda de los objetos «desaparecidos».

Estas diferencias de visión tienen implicaciones importantes en nuestras vidas. A modo de ejemplo, las estadísticas de las compañías aseguradoras de automóviles demuestran que las mujeres tienen menos probabilidades de recibir golpes laterales en un accidente provocado en un cruce que los hombres. El tener mayor visión periférica les permite detectar que los coches se están acercando por su lado. Sin embargo, es cierto que tienen mayor probabilidad de chocar por la parte trasera o la delantera en su intento de aparcar en línea porque al realizar las maniobras tienen que poner a prueba sus habilidades espaciales.


«Goldie, no podemos seguir liados así… !Algún día Sam se quitará las anteojeras!»]


Sin duda, la vida de una mujer será menos estresante cuando entienda los problemas que los hombres tienen para ver las cosas de cerca. También resultará menos estresante para un hombre creer a la mujer cuando le dice: «¡Está en el armario!» y continuar su búsqueda. [Pero se empeñan en enseñarnos que somos físicamente iguales, en vez de lo que realmente sucede]


LOS HOMBRES Y SU ADMIRACIÓN POR EL CUERPO FEMENINO


Al estar dotadas de mayor visión periférica, a las mujeres casi nunca se las pilla infraganti admirando el cuerpo de un hombre.

Casi todos los hombres han sido acusados alguna vez de comerse con los ojos al sexo opuesto, pero pocas mujeres han recibido la misma queja por parte de un hombre. Los investigadores de cuestiones sexuales han informado de que las mujeres admiran el cuerpo masculino tanto, o incluso a veces más, como los hombres el cuerpo femenino. Sin embargo, gracias a su amplia visión periférica, casi nunca se las pilla con las manos en la masa.

VER PARA CREER

Mucha gente afirma no creer algo hasta que no lo hayan visto con sus propios ojos, pero ¿podemos confiar en nuestra visión? Millones de personas creen en ovnis a pesar de que el 92% de estas observaciones se han realizado en remotas áreas rurales los sábados por la noche alrededor de las 11 (curiosamente la hora en la que cierran los pubs en los países de cultura anglosajona). Nunca se ha oído de un presidente que haya visto un ovni, ni de que hayan aterrizado en un campus universitario, en un laboratorio de investigación estatal o en la Casa Blanca. Tampoco suelen aterrizar cuando hace mal tiempo.

El investigador Edward Boring [1886-1968] diseñó una ilustración para demostrar que los hombres y las mujeres perciben un mismo dibujo de forma diferente. Las mujeres suelen ver una vieja con la barbilla agachada y escondida entre el abrigo de piel, mientras que los hombres suelen ver el perfil izquierdo de una joven que mira hacia el otro lado.

Otra figura engaña al cerebro para que crea que la distancia del lado opuesto de la mesa es mayor a la distancia del lado más próximo. Las mujeres suelen encontrarlo divertido, pero los hombres suelen pedir pruebas e incluso miden la distancia con regla.

POR QUÉ SERÍA MEJOR QUE LOS HOMBRES CONDUJESEN DE NOCHE

Una mujer puede ver mejor en la oscuridad que un hombre, sobre todo las diferentes tonalidades de rojo oscuro, pero un hombre tiene más perfeccionada la visión a larga distancia de terrenos estrechos, por lo que es más conveniente (y también más seguro) que un hombre conduzca por la noche que una mujer. El hombre, además, está dotado de una habilidad espacial localizada en el hemisferio derecho del cerebro, que le permite separar e identificar el movimiento de otros vehículos que se encuentran delante o detrás en la misma carretera. Muchas mujeres han aportado testimonios sobre lo que parece ser una especie de ceguera nocturna: la incapacidad de distinguir a qué lado de la carretera se están acercando los coches. Los hombres, desde la antigüedad, han preparado su visión para este ejercicio y por eso siguen manteniendo la habilidad. A partir de estos datos, sería sen¬sato concluir que si se trata de un viaje largo, sería mejor que la mujer condujese de día y el hombre de noche, puesto que las mujeres sólo pueden percibir más detalles en la oscuridad a corta distancia.


En los viajes largos, sería más sensato que los hombres condujesen de noche y las mujeres de día.


Los hombres suelen padecer más de vista cansada porque sus ojos están configurados para largas distancias y deben reajustarse constantemente para mirar la pantalla del ordenador o para leer el periódico. Los ojos de la mujer son más apropiados para realizar actividades a corta distancia, permitiéndoles concentrarse más y mayor tiempo en los detalles. Además su cerebro está estructurado para coordinar delicados movimientos en un área pequeña, lo que significa que las mujeres en general, tienen una capacidad excepcional para enhebrar una aguja o para leer al detalle en la pantalla del ordenador.

POR QUÉ LAS MUJERES TIENEN UN SEXTO SENTIDO

Durante siglos se quemó a las mujeres en la hoguera por poseer «poderes sobrenaturales» entre los que se incluían la habilidad para predecir el destino de una pareja, para descubrir a mentirosos, para comunicarse con los animales y descubrir la verdad.

En 1978 llevamos a cabo un experimento para un programa de televisión que destacó la capacidad de las mujeres para descifrar las señales corporales que hacían los bebés. En el departamento de maternidad de un hospital, proyectamos una selección de cortos de diez segundos de duración de bebés llorando y les pedimos a las madres que viesen los vídeos sin sonido para que sólo pudiesen examinar la información visual.

La mayoría detectaron con rapidez una amplia gama de sensaciones que iban desde el hambre y el dolor por gases y cansancio. Cuando realizamos la misma prueba con los padres, el número de aciertos fue lamentable. Menos del 10% de los padres supieron reconocer más de dos sensaciones e, incluso los que acertaron, parecían decir las respuestas al azar. Muchos padres anunciaban de forma triunfal, «lo que le pasa al bebé es que quiere ir con su madre». Los hombres tampoco quedaron en buen lugar cuando se trataba de reconocer el llanto de los bebés. Decidimos realizar la prueba también con los abuelos para asegurarnos de que el factor edad no influía en los resultados. Los aciertos de la mayoría de las abuelas se situaban entre el 50 y el 70 por ciento mientras que muchos de los abuelos ni siquiera sabían reconocer a sus nietos.

Cuando llevamos a cabo el experimento con gemelos, descubrimos que la mayoría de los abuelos no sabían distinguir a cada uno de los niños por separado, mientras que los miembros femeninos de la familia acertaban mucho más. Las películas en las que vemos a gemelos que engañan a otros por amor o por dinero en la realidad sólo serían posibles si fuesen gemelas. A los hombres se les puede engañar más fácilmente. Ocultamos una cámara en una sala en la que había 50 parejas. En general las mujeres que entraron en la sala en menos de 10 minutos habían averiguado la relación entre cada una de las parejas de la habitación. Cuando una mujer entra en una sala, su extrema capacidad sensorial le permite identificar casi instantáneamente las parejas que se llevan bien, aquéllas que han tenido una discusión, quién está intentando algo con otra persona o quiénes son las mujeres competitivas y quiénes son las simpáticas. Sin embargo, en el caso de los hombres, las cámaras relataron una historia bastante divergente. Los hombres analizaban la sala buscando las entradas y las salidas (su antigua estructura mental les obliga a examinar por dónde podrían ser atacados y las posibles vías escapatorias). Posteriormente, busca caras que le resulten familiares o posibles enemigos y, a continuación, examina la distribución de la sala. Su mente lógica analizará todo lo que esté roto y necesite repararse como alguna ventana rota o una bombilla fundida. Para entonces, la mujer ya habrá analizado cada una de las caras de la sala y sabrá quién es quién y cuáles son sus sentimientos.

POR QUÉ NO SE LE PUEDE MENTIR A UNA MUJER

Nuestra investigación del lenguaje corporal reveló que en la comunicación cara a cara, las señales no verbales eran responsables de entre 50 por ciento al 60 por ciento del efecto del mensaje mientras que los sonidos vocales sólo registraron de un 20 por ciento a un 30 por ciento. Del 7 por ciento al 10 por ciento restante se debe a las palabras. El óptimo equipo sensor de la mujer detecta y analiza la información y, gracias a la extrema rapidez de su cerebro para transmitir información de un hemisferio a otro, es mucho más hábil para integrar y descifra
r señales verbales, visuales y de cualquier otro tipo.

La mujer: un radar detector andante
Un grifo que gotea puede volver loca a una mujer,mientras un hombre duerme plácidamente.

Con sólo una semana, una recién nacida (a diferencia de un recién nacido) puede, distinguir de entre todos los sonidos de una sala, la voz de su madre y el llanto de otro bebé. El cerebro femenino tiene la capacidad de discernir los sonidos y clasificarlos por categorías. Por eso, una mujer es capaz de escuchar a una persona con la que mantiene una conversación cara a cara mientras oye otra conversación. Eso también explica las dificultades que tienen los hombres para escuchar una conversación con el ruido del televisor o de los cacharros de la cocina de fondo. Si suena el teléfono, antes de descolgar, un hombre pedirá al resto de la gente que hable en voz baja, reducirá el volumen de la música y apagará el televisor, mientras que una mujer descolgará el teléfono directamente.

Las mujeres tienen mayor sensibilidad para diferenciar las tonalidades en el volumen de la voz por lo que pueden oír los cambios emocionales en niños y adultos. Por consiguiente, las probabilidades demuestran que hay ocho mujeres que saben cantar afinando, por cada hombre que muestra la misma aptitud musical. Esto explicaría la típica frase que pronuncian las mujeres cuando discuten con hombres «No me hables en ese tono de voz». La mayoría de hombres no tienen ni idea de qué están hablando.

Los experimentos llevados a cabo con bebés revelan que las niñas son el doble de sensibles a los sonidos agudos que los niños. En este hecho podríamos encontrar la explicación a que las niñas se tranquilicen mucho más que los niños con cuchicheos agudos o a que las madres intuitivamente canten más nanas a las niñas y hablen más a los niños. La gran capacidad auditiva de la mujer contribuye, en gran medida, a lo que comúnmente ha sido denominado «intuición femenina» y también puede ser la respuesta a la facultad que poseen las mujeres para leer las conversaciones entre líneas. Sin embargo, los hombres no tienen por qué desesperarse puesto que tienen una gran facilidad para identificar e imitar los sonidos animales, lo que fue muy útil en el pasado, aunque desgraciadamente no parece tener tanta utilidad hoy en día.

LOS HOMBRES SE ORIENTAN POR EL OÍDO

Las mujeres tienen más capacidad para distinguir los sonidos, pero los hombres pueden señalar directamente de dónde vienen. Esta habilidad, junto con su capacidad para identificar e imitar los sonidos animales, le convertía en un eficiente cazador. Pero, ¿cómo se transforma el sonido en un mapa en el cerebro?

El Profesor Masakazu Konishi [n. 1933], del Instituto de Tecnología de California [con 72 Premios Nobel], encontró respuestas a esta pregunta realizando un estudio con lechuzas, unos animales que poseen una extraordinaria capacidad para detectar de dónde procede un sonido. Cuando oyen un sonido, giran la cabeza hacia la dirección de donde surge. Konishi descubrió que las lechuzas poseían un grupo de células en la zona auditiva del cerebro que trazaban un mapa exacto de la proveniencia del sonido. Cuando los altavoces emitían el mismo sonido a cada uno de los oídos de la lechuza a una velocidad diferente (a 200 millonésimas de segundo) el cerebro era capaz de diseñar un mapa espacial en tres dimensiones para encontrar el origen. Una vez localizado, las lechuzas giraban la cabeza hacia donde provenía el sonido para ver a su presa o escapar de los enemigos. Los hombres parecen compartir con este animal la misma habilidad para detectar el origen de los sonidos.

POR QUÉ NO ESCUCHAN LOS CHICOS

Muchas veces los profesores y los padres riñen a los chicos por no escuchar, pero parece ser que en realidad, cuando los niños entran en la pubertad, sus canales auditivos necesitan realizar mayor esfuerzo, provocando en ocasiones una especie de sordera temporal. También existen evidencias de que las profesoras riñen a los niños y a las niñas de forma diferente e intuitivamente entienden las diferencias auditivas entre ambos sexos.

Por ejemplo, si una niña evita el contacto de ojos mientras la profesora la está reprendiendo, ésta seguirá con su regañina. En cambio, si un niño realiza el mismo acto, la mayoría de profesoras intuitivamente entienden que, o bien no la oye o no está escuchando y por ello le ordenarán: «Mírame cuando te hablo». Desgraciadamente, los niños están más dotados para la detección ocular que auditiva como puede comprobarse con este sencillo ejercicio en el que se debe contar el número de efes.


Felipe afirmó que el resultado científico fue catastrófico.


Normalmente, los chicos demuestran más facilidad que las chicas para ver que hay cinco efes, aunque si la frase se lee en voz alta, las chicas detectan mejor el número de efes.

Lyn y Chris vuelven a casa después de una fiesta. Él conduce y ella le indica el camino de vuelta, pero ya han tenido una discusión porque ella le dijo que girase a la izquierda cuando quería decir a la derecha. Han pasado ya nueve minutos de silencio sepulcral y Chris sospecha que algo le pasa a Lyn, por lo que le dice «Cariño, ¿estás bien?». «Sí, itodo está bien!» contesta Lyn.

Su entonación en la palabra «bien» confirma que en realidad las cosas van mal. El intenta recordar qué pasó en la fiesta. «¿Es que hice algo mal?» pregunta Chris. «iNo quiero hablar de eso!» contesta ella bruscamente.

Eso significa que está enfadada y que sí quiere hablar de ello. Mientras tanto, Chris no entiende qué puede haber hecho para provocar su enfado. «Por favor, Lyn, dime qué es lo que he hecho» —le suplica él—. «De verdad que no sé qué he podido hacer».

En muchas conversaciones como ésta el hombre está diciendo la verdad, sencillamente no entiende cuál es el problema. «Bueno» —dice ella— «te diré porqué estoy molesta, aunque no me gusta que finjas de esa manera». «Pero si no estoy fingiendo» —es cierto que él no tiene ni idea de cuál es el problema. Ella suspira. «Esa jovencita estaba merodeando a tu lado toda la noche, lanzándote indirectas y tú, en vez de deshacerte de ella, le dabas ánimos».

Chris se quedó mudo de asombro. ¿A qué jovencita se refiere? ¿Qué indirectas? El no se dio cuenta de nada. Mientras que la joven le hablaba, él no se fijaba en que la chica inclinaba la pelvis hacia su lado, le señalaba con el pie, coqueteaba con el pelo, se acariciaba las caderas, se tocaba el lóbulo de la oreja, le miraba constantemente, jugueteaba con la base de la copa de vino y hablaba como una colegiala. Hay que recordar que el hombre es un cazador. Puede detectar una cebra en el horizonte y calcular la rapidez de su movimiento, pero carece de la habilidad femenina para descifrar las señales vocales, visuales y corporales. Todas las mujeres de la fiesta se dieron cuenta de las intenciones de la «jovencita» sin ni siquiera tener que girar la cabeza y se enviaron las unas a las otras una señal de «devora hombres a la vista». Sin embargo, la mayoría de los hombres no percibieron la menor intención detrás de sus actos.


Los hombres no se fijan en los detalles


Por eso cuando un hombre asegura que está diciendo la verdad en defensa de las acusaciones que se le hacen, probablemente sea cierto, ya que el cerebro masculino no está preparado para oír o ver los pequeños detalles.

LA MAGIA DEL TACTO

Los primeros experimentos que Hárlow y Zimmerman realizaron con monos demostraron que si a un mono recién nacido le faltaba el contacto con otros monos, el pequeño padecía depresión, enfermedad y muerte prematura. Resultados similares se han registrado con niños abandonados. Un estudio llevado a cabo con bebés que contaban de entre diez semanas hasta seis meses de edad reveló que los hijos de madres que acariciaban y acunaban a sus bebés regularmente padecían menos resfriados, problemas respiratorios, vómitos y diarrea que los hijos de madres poco afectuosas. Otra investigación sacó a la luz que las pacientes depresivas o neuróticas mejoraban dependiendo del número de abrazos que recibían y de su duración.

El antropólogo James Prescott, pionero en el estudio de la violencia doméstica, descubrió que las sociedades en las que no se solía tocar a los niños de forma afectuosa presentaban el índice más elevado de violencia adulta. Normalmente los niños que crecen con padres afectuosos se convierten en mejores adultos, más sanos y más felices. Los violadores y pederastas solían coincidir en su pasado caracterizado por el rechazo, la violencia, la falta de abrazos cuando eran niños y muchas veces una infancia en instituciones. Muchas culturas poco afectuosas adoran a animales como el perro o el gato porque al acariciar a sus animalitos experimentan con el sentido del tacto. Se ha comprobado que el acariciar a los animales es un método efectivo para ayudar a los pacientes con depresión y otros problemas psíquicos a superar sus enfermedades. Basta con observar la adoración que la sociedad inglesa, sociedad muy poco afectuosa, tiene a los animales domésticos. Como Germaine Greer [n. 1939] dijo sobre este peculiar pueblo: «Aunque estén en el metro como sardinas en lata, en general, el inglés intenta creer desesperadamente que, está solo».

LAS MUJERES SON HIPERSENSIBLES

La piel es el órgano que ocupa mayor superficie del cuerpo humano, alcanzando una dimensión de unos dos metros cuadrados. La piel posee, distribuidos desigualmente a lo largo de la superficie, unos 2.800.000 sensores de dolor, entre los cuales 200.000 se encargan de detectar el frío y 500.000 el tacto y el peso. Las niñas muestran desde su nacimiento mucha más sensibilidad al tacto y, en la edad adulta, la piel de una mujer es como mínimo diez veces más sensible al tacto y al peso que la del sexo opuesto. Un estudio estatal demostró que los niños que habían mostrado más sensibilidad al tacto no llegaban a los nive¬les registrados por las niñas que mostraron poca sensibilidad. La piel femenina es más fina que la masculina, pero está provista de una capa interna que mantiene la temperatura caliente en invierno y dota a la mujer de mayor resistencia que el hombre.

La oxitocina es la hormona que estimula la necesidad de ser tocados y activa los sensores del tacto. Esto explica que las mujeres, que poseen sensores diez veces más sensibles que los hombres, otorguen tanta importancia al hecho de abrazar a su pareja, a sus hijos y a sus amigos. Las estadísticas de nuestra investigación sobre el lenguaje corporal revelan que en el transcurso de una conversación, en el mundo occidental por cada hombre que toca a otro, hay de cuatro a seis mujeres que tocan a otra mujer. Las mujeres suelen utilizar más expresiones relacionadas con este sentido como «esta persona tiene mucho tacto» (para referirse a una persona que habla con delicadeza a otra), «todavía le llevo muy adentro» (cuando hablan, por ejemplo, de un antiguo novio), les encanta darle a las cosas «un toque personal» y tienen los sentimientos «a flor de piel».


Por cada hombre que toca a otro en el transcurso de una conversación,
hay de cuatro a seis mujeres que tocan a otra mujer.


Un estudio realizado con pacientes psiquiátricos expuso que los hombres, en situaciones en las que están sometidos a gran presión, evitan el contacto físico y se sumergen en su propio mundo. Sin embargo, en el mismo estudio, la mitad de las mujeres se acercaban a los hombres, más que para mantener relaciones sexuales para acariciarse. Cuando una mujer se enfada con un hombre, es probable que le responda diciendo: «¡No me toques!», una frase que el sexo opuesto no termina de entender. ¿Qué lección se podría extraer? Si se desean ganar puntos con una mujer, acaríciela, pero no le meta mano. Para que sus hijos crezcan sanos psicológicamente, abráceles muchísimo.


En realidad, un niño, en la adolescencia, no pierde la sensibilidad en la piel, simplemente la concentra en una zona.


Sin embargo, cuando un hombre no está concentrado en alguna actividad, su tolerancia al dolor es menor que la de la mujer. Cuando un hombre se queja con frases como: «Hazme un poco de sopa de pollo / zumo de naranja natural / tráeme la bolsa de agua caliente / llama al doctor y asegúrate de que mi testamento está en regla» normalmente sólo se trata de un ligero dolor de cabeza o de un resfriado. Los hombres también son poco sensibles al dolor de una mujer. Aunque esté doblada de dolor, tenga un fiebrón de 40°C y esté tiritando, a pesar de estar tapada con mantas, el hombre le preguntaría: «Cariño, ¿estás bien?», cuando en realidad estaría pensando: «Puede que si ignoro que está enferma acceda a hacer el amor. Total, ya está en la cama».

Extrañamente, los hombres muestran mucha sensibilidad cuando observan deportes agresivos. Por ejemplo, si están viendo un combate de boxeo por televisión y uno de los boxeadores le asesta un golpe bajo al otro, una mujer dirá: «Uy… eso sí debe doler» mientras que un hombre gruñirá, se doblará y hará muecas que expresen que él también siente el dolor.

POR QUÉ LOS HOMBRES SON TAN POCO SENSIBLES

Los hombres tienen la piel más gruesa que las mujeres, lo que explica que las mujeres tengan muchas más arrugas. La piel de la espalda de un hombre es cuatro veces más gruesa que la piel del estómago, un legado de su pasado de animal a cuatro patas que le proporcionaba mayor protección para los ataques por la espalda. La sensibilidad de un niño al tacto se pierde casi por completo al alcanzar la adolescencia, época en que se prepara para los peligros de la caza. Los hombres necesitaban una piel dura para poder correr sobre zarzas, para derribar a los animales y luchar contra sus enemigos sin caer doblegados de dolor. Cuando un hombre se concentra en la realización de una actividad física o deportiva, casi nunca percibe el dolor. [Como los toros mientras los están lidiando].

EL GUSTO POR LA VIDA


El sentido del gusto y del olfato también es superior en las mujeres. El cuerpo humano cuenta con más de 10.000 sensores del gusto que detectan, como mínimo, cuatro sabores principales: dulce o salado en la punta de la lengua, agrio en los lados y amargo al final. Investigadores japoneses están llevando a cabo estudios sobre un quinto sabor, el de la grasa. En las pruebas gustativas, los hombres obtuvieron mayor puntuación a la hora de distinguir los sabores salados y amargos, seguramente porque beben mucha cerveza, mientras que las mujeres obtuvieron más puntos en discernir los sabores dulces de los azucarados, quizás porque son más adictas al chocolate que los hombres y también porque esta cualidad era importante en su papel de protectoras de sus hijos, al tener que asegurarse de que los frutos estaban maduros y eran dulces antes de dárselos a los bebés. Esta podría ser la respuesta al gusto de las mujeres por el chocolate y a que la mayoría de las gustadoras alimenticias sean mujeres.

ALGO INEXPLICABLE

El sentido olfativo también está más desarrollado en las mujeres, pero curiosamente éste se agudiza durante el período y dentro del ciclo menstrual, en que la mujer ovula. Durante esta fase, la mujer puede detectar las feromonas y el olor a almizcle segregado por los hombres, olores que sólo advierte inconscientemente. El cerebro femenino descifra el estado del sistema inmunológico de un hombre y, si es complementario o superior a su propio sistema, lo describirá como un ser atractivo o con «un magnetismo misterioso». En cambio, si su sistema inmunológico es superior al del hombre, seguramente lo encontrará mucho menos atractivo.

Un fuerte sistema inmunológico puede hacer que un hombre resulte «inexplicablemente atractivo».

Los neurólogos han descubierto que el cerebro femenino puede analizar estas diferencias entre los sistemas inmunológicos a los tres segundos de conocer a alguien. Los sistemas inmunológicos complementarios suponen una ventaja para la descendencia ya que hereditariamente tendrán más posibilidades de supervivencia. Una de las consecuencias de este estudio ha sido el lanzamiento de innumerables aceites y pociones para hombres que afirman contener el secreto de la atracción de las feromonas, que vuelve locas de deseo a las mujeres.

LAS DIFERENCIAS BIOLÓGICAS

Los roles que el hombre y la mujer han ido ejerciendo a lo largo de la evolución les han ido equipando biológicamente con las facultades sensoriales necesarias para la supervivencia. Lo que tradicionalmente se ha denominado brujería, poderes sobrenaturales e intuición femenina ha sido estudiado científicamente y desde principios de los ochenta se sabe que se trata simplemente de una superioridad femenina en todos los sentidos de percepción. Las que llamaban brujas, eran mujeres que los hombres condenaron a muerte por no llegar a entender sus diferencias biológicas. Las mujeres demuestran mayor habilidad para percatarse de detalles minuciosos en los movimientos corporales, en los tonos vocales, y en muchos otros estímulos sensoriales. Muchas mujeres modernas son víctimas de su superioridad sensorial al ejercer de astrólogas, numerólogas y adivinas que auguran el futuro leyendo las cartas del tarot ofreciendo de esta forma una explicación de su intuición femenina a cambio de un dinero ganado trabajando duro. El refinado sistema sensorial femenino contribuye a la madurez precoz que experimentan las adolescentes. Cuando tienen diecisiete años, la ma¬yoría de las chicas se comportan como adultos, mientras que los chicos siguen jugando en la piscina y haciendo competición de pedos.

POR QUÉ SE DICE QUE LOS HOMBRES SON «INSENSIBLES»

No es que los sentidos de las mujeres estén extraordinariamente desarrollados, sino que los sentidos de los hombres se han ido anulando, hablando en términos comparativos. La mujer, con un mundo sensorial mucho más rico, espera que un hombre descifre sus señales verbales, vocales y corporales, anticipándose así a sus necesidades al igual que lo haría cualquier mujer. Por las razones evolutivas que han sido anterior-mente expuestas, el hombre no alcanza estas expectativas. Una mujer permanece callada y asume que un hombre sabrá lo que quiere o lo que necesita y cuando el hombre no percibe estas indirectas, le acusa de ser «insensible», a lo que los hombres responden con «Pero, qué esperas? ¡Yo no puedo leerte la mente!». Las investigaciones demuestran que ciertamente los hombres no tienen demasiadas cualidades para leer la mente, pero la parte positiva es que pueden aprender y entrenarse para ser más conscientes de los mensajes vocales y corporales.

El próximo capítulo presentará un estudio que le enseñará la orientación sexual de su cerebro y le expondrá las razones de sus pautas de conducta.

Allan y Barbara Pease

https://terapiaonline.co/2010/09/09/diferencias-hombre-mujer-las-diferencias-en-la-percepcion-sensorial-y-sus-consecuencias-comportamentales/

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UN ERROR: NO SE NOS EDUCA EN EL CONOCIMIENTO DE AQUELLO EN LO QUE HOMBRES Y MUJERES SOMOS DESIGUALES Empty Los ritmos temporales y la cultura en la sexualidad humana

Mensaje  Genaro Chic Sáb Mayo 04, 2019 1:28 am

Hay un libro de los años 70 del siglo pasado que no ha perdido actualidad por la sensatez con la que está escrito. Copio unos párrafos del mismo que considero pertinentes para lo anteriormente expuesto:

           En reciente conferencia de prensa [el Dr. C.N. Amstrong] señaló que los estrógenos (hormonas sexuales femeninas) y los andrógenos (masculinas) no sólo son secretados por los ovarios y los testículos, respectivamente, sino que son vertidos en la sangre por otros órganos del cuerpo, de manera que todos los hombres llevan algunas hormonas femeninas y todas las mujeres algunas hormonas masculinas. Este equilibrio entre la cantidad de andrógenos y estrógenos es -según el investigador inglés- fundamental para la formación y mantenimiento del sexo.

           Podría mencionarse también que todas las mujeres, tanto las muy sensibles como las demás, están más sujetas a la emoción sexual unas veces que otras, con frecuencia inmediatamente antes de la menstruación, durante ella o inmediatamente después. Dado que la capacidad es la medida que determina la cantidad de algo, y dado que la mujer tiene un mayor número de orgasmos, se deduce de ello que ella tiene una mayor capacidad para la pasión, y que es, por lo tanto, más apasionada. Apoya esta tesis el hecho de que ella requiera un período mayor para su satisfacción.

           En todo lo que haga el hombre deseando intensificar el placer del acto sexual para la mujer, hay que contar con escasa cooperación de la naturaleza. Una vez que un hombre inicia el coito, puede alcanzar el orgasmo en unos pocos minutos, si no hay interrupción en el ritmo. Pero a la mujer le demandará eso un tiempo considerablemente superior, sea que experimente un orgasmo individual o uno sostenido, que sea poco o muy apasionada. Cuánto más tiempo, es algo que depende de la naturaleza sexual de la mujer, pero es indudable que excederá el del varón en toda circunstancia. Por consiguiente, si el esposo quiere prolongar el placer de su compañera, no puede seguir su inclinación normal. Evidentemente, debe reducir su ritmo; empero, puesto que la sensación de su compañera depende de un flujo continuo, tiene que efectuar la estimulación por algún otro medio que no sea el pene. La sensación que produce el órgano masculino descansando en la vagina, si bien placentera, es estática, y esa inactividad nunca causará el orgasmo.

           Un hombre ve a una mujer e inmediatamente la desea. En un minuto puede tener automáticamente una erección, en dos minutos puede experimentar el orgasmo, y en tres minutos puede estar profundamente dormido. Tal es el esqueleto de su carácter sexual. Con frecuencia se pregunta por qué recibió la maldición del deseo, ya que significa un alivio tal sentirse calmado y sosegado.

           Comparado con la mujer, sexualmente, la naturaleza ha sido benévola con el varón. Se excita rápidamente y se satisface con seguridad, pero la mujer ha sido concebida de un modo totalmente opuesto. En verdad, difícilmente dos naturalezas podrían ser menos compatibles que las naturalezas sexuales del hombre y la mujer. Por esa razón, no es sorprendente que la incompatibilidad sexual sea una amenaza constante, dado que la Naturaleza parece haber hecho todo lo posible para favorecerla. ¡Qué importante es entonces para la perduración del matrimonio una correcta adaptación sexual!. Cuando nos percatamos de que muchos hombres que sólo necesitan dos o tres minutos para su satisfacción sexual están casados con mujeres que tal vez requieran treinta minutos para la suya, resulta clara la naturaleza del problema. Dado que la naturaleza ha creado deliberadamente complicaciones, hay que encontrar un camino para eludirlas, si es posible. La única respuesta se hallará en la capacidad del hombre para ejercer algún tipo de medida de autocontrol. Debe lograr tal cosa para asegurar la satisfacción de su compañera.

           No es posible que un hombre se dedique escrupulosamente a satisfacer a su esposa sin sacrificar cierta medida de su comodidad sexual. Pero en la misma medida en que sacrifica la suya, aumenta la de ella. En cambio -y encarecemos a todos los hombres que consideren seriamente este punto, pues representa el alma de la perfecta compatibilidad sexual- la satisfacción mental que deriva de la comprobación de que la propia compañera está siendo gratificada de una manera que ningún otro hombre podría superar, se transformará a su tiempo en una sensación de placer que excederá en mucho a la pequeña medida de comodidad sexual de la que el varón se ha privado.

           El hombre llegará a disfrutar de la gratificación que está produciendo a su compañera mucho más que de cualquier otra emoción experimentada en una relación, con excepción del orgasmo, y ello lo dejará totalmente satisfecho y contento. Al hacer tal cosa, puede ligar con él a su esposa más estrechamente que todos los votos matrimoniales, porque ella se percatará de que no existe otro hombre que tenga una mayor capacidad para darle bienestar sexual, y no sentirá necesidad de buscarlo en otra parte.

           Individuos escasamente dotados de sensibilidad erótica posiblemente encuentren más fácil ceñir su actuación a normas aceptables por la organización cultural. Estos individuos serán los paladines de la moral y se ofrecerán como ejemplo de sobriedad frente al desenfreno de quienes sucumben a las tentaciones sexuales que a ellos no les afectan. Son las mujeres las que como grupo ostentan mayor cantidad de ejemplos de este tipo. Y aunque algunos consideran que ello se debe a la mayor presión que ejerce sobre ellos la sociedad, o a su carácter de «más moral» que el varón, lo cierto es que en casi todos los primates y en los demás órdenes de mamíferos placentarios es el macho el que, en general, inicia la actividad sexual, a menudo a pesar de la renuencia de la hembra. Es curioso comprobar cómo una de las manifestaciones sexuales más reprobadas por la sociedad, la violación, sea la pauta general en algunos mamíferos, aunque con la diferencia de que las hembras, por no estar imbuidas del prejuicio contra el acto sexual, una vez que han sido forzadas son receptivas al estímulo, llegando a colaborar activamente, de manera análoga a lo que ocurre con los estratos menos educados de la sociedad humana, cuyas mujeres, pese a ser obligadas a participar en ciertos actos contra su voluntad, no lo consideran una «violación» sino un derecho que la fuerza otorga a sus maridos [débito conyugal], padres o compañeros circunstanciales.

           En los niveles más educados, el acceso carnal de los varones a las mujeres puede no estar dado por la simultaneidad de deseos como sería de prever, sino por otro tipo de presiones más refinadas que se combinan con el concepto imperante de que la mujer colabora con su marido o con otros compañeros si desea obtener beneficios de orden matrimonial, social o económico.

           Cualesquiera que sean las razones por las que la mujer se vea llevada a una actividad sexual, si no la encuentra moralmente objetable puede sentirse tan o más excitada que el varón y participar en la relación con la misma intensidad que si lo hubiera buscado por sí misma; pero si la falta de interés físico se combina con un sistema inconsciente de rechazo, ella puede no llegar al grado de excitación fisiológica en que el acto resulta placentero. Dado que, como se ha visto, una de las características de la relación sexual es la disminución de la sensibilidad al dolor, y que el acto sexual consta de penetraciones y embestidas vigorosas y fricciones en superficies corporales muy sensibles, la falta de excitación puede transformar un acto que para otro es placentero, en un episodio plagado de sufrimientos cuyo recuerdo (feedback) operará aún más para que el próximo sea objetado, perpetuándose una situación que desgraciadamente no es infrecuente en las culturas sexofóbicas [como la judeocristiana].

           Muchos varones no entienden esta sensibilidad diferente en sus mujeres. Los que poseen experiencia con otras con quienes han tenido acceso ocasional o con las mismas, pero en forma esporádica antes del matrimonio, no comprenden por qué ésta puede rechazarlo sistemáticamente. Sus actividades extramatrimoniales pueden señalarle una diferencia neta entre otras mujeres y su esposa. A la vez a su mujer puede resultarle incomprensible el permanente estado de excitación de su marido.

           Él no piensa más que en «eso» mientras que ella debe sufrir los riesgos de un embarazo o exponerse a prácticas anticonceptivas objetables. En algunos casos, si queda embarazada él mismo la inducirá a abortar debiendo correr ella con los riesgos de una operación conflictiva o añadir a las ya agobiadoras tareas del hogar las obligaciones de criar un niño no deseado. Si en su intento de obtener comprensión en otro ser humano se relaciona con algún hombre quien, dado que no es su esposa, afina las técnicas de seducción, puede encontrar una relación extramatrimonial que la satisfaga en contraste con las desagradables impresiones recibidas en su «sometimiento al deber conyugal».

           Si se afrontan los riesgos que comporta simplificar las relaciones de causalidad, surge de golpe el convencimiento de que gran parte de la problemática sexual humana está íntimamente ligada al hecho básico de un menor interés (en frecuencia) por parte de la población femenina, a punto tal que pudiera afirmarse que casi siempre es el varón quien en principio busca el intercambio sexual. Esta afirmación, que podría parecer trivial a muchos, no ha sido muy tenida en cuenta en los medios científicos temerosos de interferir con las actuales corrientes democráticas de igualdad sexual, al no discriminar suficientemente entre derechos sexuales e interés sexual. Las diferencias citadas eran reconocidas incluso por religiosos antiguos que señalaban la naturaleza más «animal» del varón aunque existe en los teólogos modernos la tendencia a ignorarla. Forma parte de la mitología y de la literatura novelesca tanto antigua como moderna. Es integrante de la experiencia de los varones que han visto rechazados sus requerimientos sexuales por numerosas mujeres y de estas últimas que han sido acosadas por múltiples varones. Los conocen cuantos han observado comportarse a los animales domésticos o al ganado. Forma parte de la práctica clínica de los médicos que se ven enfrentados con las quejas de los maridos acerca de la «frigidez» de sus esposas en una proporción mayor que la inversa. Lo que aquí se intenta es hacer resaltar este cuadro para que se lo reconozca como un eslabón importante en el andamiaje causal del desequilibrio de muchas situaciones dinámicas.

            Si las diferencias básicas entre varones y mujeres fueran no sólo conocidas sino comprendidas y anticipadas, es posible que situaciones de este tipo fuesen evitadas por los mismos protagonistas antes que comenzasen a manifestarse. Consejeros matrimoniales, médicos, psicólogos y educadores cuando valoren la conducta de alguno del otro sexo, deberán tener en cuenta qué diferencias subyacentes pueden influir en la aceptación de las normas de conducta aconsejables.

           Lo cierto es que mientras muchos varones encuentran que si bien ellos están dispuestos casi constantemente a entrar en una relación específicamente sexual con sus mujeres, ellas no les corresponden en la misma medida. A menudo se registran negativas directas a todo tipo de acercamiento mientras que en algunos casos el terreno se va preparando por medio de sutiles insinuaciones y referencias a cansancio, dolores de cabeza, etc., que impiden el acercamiento sexual del marido. Paradójicamente, cuando la mujer acepta la relación parece que se sumerge en ella con un grado de participación y de satisfacción tal que sobrepasa en mucho al del varón. En general, es difícil que dos individuos unidos por muchos intereses no solamente sexuales, al casarse pudieran igualar sus deseos en cuanto a frecuencia.

         Por otro lado, este tipo de situación es autoagravante. Cuando un individuo ve restringida en parte su necesidad, comienza a preocuparse por aumentar el número de posibilidades de satisfacerla, situación que lo lleva a ejercerla con más frecuencia. Inconscientemente va estructurando una actitud de búsqueda y captación que se hace presente aun en situaciones de naturaleza no específicamente sexual; por el contrario, el individuo que se ve compelido a una actividad con mayor frecuencia de la que hubiera preferido por sí mismo, puede desarrollar mecanismos de defensa que pudieran llevarle, en el caso extremo, a anular todo deseo de participación sexual.

DUBOIS-CABALLERO, Nuevas técnicas sexuales, Barcelona, 1974, pp. 15, 93, 117, 118, 126, 141, 142, 145, 154, 159, 160-161, 227-230 y 243.


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UN ERROR: NO SE NOS EDUCA EN EL CONOCIMIENTO DE AQUELLO EN LO QUE HOMBRES Y MUJERES SOMOS DESIGUALES Empty Dar placer

Mensaje  Genaro Chic Dom Jun 02, 2019 10:22 am

No somos iguales, en el plano estrictamente sexual tampoco. Rescato hoy un artículo de Marina Mayoral, catedrática de Literatura ya hoy jubilada y que exploró este tema. Os dejo con él.

Dar placer

Como en los títulos de este Semanal no caben más que tres palabras, lo advierto al empezar: esto de hoy va de cama y aledaños:

Lo hago por precaución, igual que en la televisión advierten que las imágenes que van a proyectar pueden herir la sensibilidad de los televidentes. Lo de la tele es comprensible porque hace falta estar muy curtido para aguantar incluso los horrores cotidianos. En mi caso parece inútil: hablo de sexo como podría hacerlo una monja de clausura; una monja con cierta experiencia y lecturas sobre el tema, claro. Pero en cuanto al talante, el mismo. Aún así he escandalizado a algunas madres y padres de amigos, todos buena gente, con mi artículo "Orgasmos y otras hierbas". Lo lamento y me curo en salud con la advertencia previa.

La cosa surgió al hablar de ese artículo con un antiguo alumno mío, ya profesor. Me soltó de repente: «Tú tienes la idea de que los hombres siempre lo pasan bien». Me quedé pasmada. ¿Qué era aquello de que yo creía que...? ¡Yo y todo el mundo! La inmediatez e infalibilidad del placer masculino en el coito es el pilar, la piedra clave, la pared maestra de todo el edificio en el que mi generación se ha apoyado para reivindicar una mayor atención a la mujer. ¿Me van a decir ahora que ellos tampoco? ¡Venga hombre! Bueno está que discrepe de mis teorías sobre el romanticismo o de mi interpretación de la Pardo Bazán, pero hasta aquí podíamos llegar...

Pues lo más sorprendente del asunto es que no se trata de una opinión aislada sino casi de un lugar común en estos momentos. A cuantos amigos varones he preguntado, todos han recibido la ocasión como agua de mayo para explayarse sobre el tema. Para empezar todos subrayan que las mujeres lo pasan infinitamente mejor que los hombres; su placer es más largo, más intenso y sin esfuerzo alguno por su parte. Hasta tal punto que muchos sienten que las tornas se han cambiado y que a los hombres les está tocando la peor parte: bien está preocuparse por el placer de la mujer, dicen, pero también las mujeres deberían preocuparse de proporcionarles placer a ellos, porque la mayoría de las veces son los hombres quienes ahora se quedan a dos velas.

En la pareja actual el hombre se esfuerza tanto por complacer a la mujer, me dicen, te pasas tanto rato pendiente de ella, que cuando llega el momento estás tan agotado que sólo quieres acabar de una vez. El resultado es que vosotras estáis media hora suspirando y jadeando y uno ventila en un abrir y cerrar de ojos. Y eso sin contar con que en los encuentros ocasionales tienes siempre la impresión de estar ante un tribunal de oposiciones: si lo haces mal no sólo te suspenden sino que se lo cuenta a las amigas y vas listo; no te comes una rosca como no cambies de grupo. Y para colmo la culpa es siempre del hombre, porque, como todo el mundo sabe, no hay mujeres frígidas sino hombres inexpertos, así que o consigues que se lo pase bien o quedas como un egoísta o como un manta.

Y no se trata sólo -dicen- de lo que piensen o hagan las mujeres: los hombres hemos interiorizado y asumido esa necesidad de dar placer a nuestra compañera de cama. Unas veces por amor, porque disfrutas con su placer, y otras por la negra honrilla, el resultado es siempre  el mismo: hoy los hombres estamos más pendientes de las mujeres que ellas de nosotros. Y si la mujer se abandona a su propio placer y no cuida el de su pareja, el tan cacareado placer masculino puede resultar tan rápido, involuntario o poco gratificante que no se vive como un placer. Así que, o estás enamorado, o no compensa el esfuerzo; a no ser que ella, en fin, vaya, esté estupenda, y te consueles contándoselo a los amigos...

O sea y resumiendo: que va a resultar que ahora los hombres van de currantes en la cama. Pero ¿es esto tan general como mis amigos y ex alumnos pretenden? ¿No pertenecen a un pequeño y muy específico grupo social?

En cualquier caso, me parece que su problema es insignificante comparado con las dificultades que las mujeres tuvimos que superar para poder disfrutar de la sexualidad. Si no están conformes .. con lo que reciben, que pidan; que se acostumbren a pedir, como hemos hecho nosotras; que ya lo dicen los evangelios: Pedid y se os dará.


Marina Mayoral [n. 1942]
El Semanal, 26 de enero de 1997.

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