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Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado

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Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado Empty Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado

Mensaje  Genaro Chic Dom Mayo 15, 2011 10:09 am

La cultura tiene mucho que ver con la escritura. Escribir (letras y/o números) significa poner nuestro pensamiento de forma estable, permanente, fuera de nosotros. Es lo que comenzaron haciendo los Estados en el momento de su formación, cuando pintar los pensamientos sobre las cosas era una cosa muy complicad, con miles de signos de escritura. Pero el proceso se fue simplificando y con ello permitiendo el progreso del individualismo, al reflejar ya –y cada vez en mayor medida- más pensamientos individuales que intereses colectivos.

Cuando escribimos nuestro pensamiento puede ser visitado por otra persona que no tiene relación directa con nosotros, porque se ha objetivado, convertido en algo distinto del sujeto. Supone de esta manera la posibilidad de desarrollar el pensamiento racional, la ciencia, basada en la objetivación de la realidad. Aunque racionalidad no se pueda identificar sin más con percepción absoluta de la realidad (en ese caso sólo existiría lo que se puede razonar lo cual evidentemente es falso), lo cierto es que contribuye bastante a afinar esa percepción. Por eso, para los que tenemos afición a la reflexión racional, leer y escribir significa una gran satisfacción.

Es la objetividad pues la que individualiza. Los estudiosos de la historia de la matemática, o sea del lenguaje por excelencia del conocimiento racional, han destacado cómo el desarrollo del concepto abstracto de número, fundamental para hacer cuentas (logos en griego, ratio en latín) está ligado directamente al dibujo de lo que se quiere representar, delimitando estrictamente de forma concreta (en el habla oral las palabras en cambio no están separadas como en la escritura: por eso cuando se empezó a escribir no se hacían separaciones entre las palabras representadas). Y lo mismo se puede decir del concepto de alma, que sólo comenzó a considerarse como algo realmente distinto del cuerpo cuando la escritura permitió poner el pensamiento humano fuera del cuerpo que había grabado (escrito) de forma estable, al alcance de uno mismo para volver sobre lo que antes se había escrito y, asimismo, al alcance directo de los demás sin necesidad de la presencia física del hablante de lo escrito. El comercio impersonal hubiese sido igualmente impensable sin la escritura de palabras y números.

En la misma línea, no es difícil entender lo que los estudiosos del derecho han marcado acerca de la evolución del concepto de propiedad privada. Mientras que entre los pueblos que llamamos salvajes este concepto está muy limitado, vemos que la objetivación de la vida que permite la escritura permite su desarrollo progresivo (¿ignora alguien la importancia de las escrituras de propiedad?). Algo que ha ido pasando incluso de lo tangible a lo intangible (véase si no la lucha de la SGAE por la propiedad intelectual, con unos planteamientos cada vez más alejados de los arqueólogos malos que creen que son más objetivos porque trabajan con objetos tangibles). Aunque evidentemente no se pueda ver una relación necesaria de causa-efecto unívoca, sino que ambas se retroalimentan en lo que podríamos llamar un orden caótico (el que gusta afrontar la nueva física).

Así por ejemplo observamos que en las relaciones de pareja los celos nacen antes que la escritura. Como señalaba F. Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado), «los celos [individualizados] son un sentimiento que se ha desarrollado relativamente tarde. Lo mismo sucede con el incesto», porque las reglas del reparto de las hembras entre los machos (matrimonio) tardaron mucho en llegar a la privatización individual absoluta de la cópula -como fórmula teórica de derecho- que conocemos hoy. Antes fue una cosa del grupo, como es bien sabido. Y evidentemente eso no tiene nada que ver con el amor: es el sexo y no el amor el que es individualizador, o sea el que marca barreras cuantitativas progresivamente más claras. El amor, por el contrario, es globalizador, buscando más la fusión que la distinción, el todo que la parte.

Dado que somos seres sexuados (una ventaja evolutiva según marcan los biólogos, al hacer posible una mayor riqueza en la diversidad de los caracteres genéticos transmitidos) las hembras humanas están más preparadas para la continuidad, a través del parto, que los machos, que no sienten además a las crías de una forma tan subjetiva por razones obvias. Recuerdo –permítaseme el inciso- que cuando nació mi primera hija yo me sentía culpable de no quererla como se me decía que era lo normal en los padres: acababa de conocerla, cosa que no sucedía a su madre, que la había llevado dentro nueve meses. De alguna manera podríamos decir que los hombres somos más objetivos (lo cual no es ni bueno ni malo por supuesto: el bien y el mal son conceptos culturales y varían según la perspectiva, que tiende a objetivarlos). Tendemos a darle más importancia a la actividad sexual como valor en sí misma. De ahí que me parezca justa la apreciación de que a las mujeres –en general- les interesa más hacer el amor (con el sexo como valor subordinado) mientras que los hombres tienen preferencia por joder (del latín futuere ~ follicare). Y evidentemente no es lo mismo joder a una persona que hacerle el amor, aunque las dos actividades puedan producir placer. Evidentemente de distinta manera.

Pero evidentemente la cultura actúa, y a menudo que avanza el proceso racionalizador (a medida que avanza el Estado, en suma), al hacerse las sociedades más cultas, más objetivas, más individualistas, es fácil ver cómo las mujeres le van dando cada vez más importancia al placer individual del sexo y menos al amor, adoptando una postura que en principio era más estrictamente masculina. Aunque, como contrapartida, en el proceso igualatorio, los hombres le van dando también una importancia creciente al amor. Lo que hace cada vez más explicables formas de matrimonio (contrato legal de exclusividad o propiedad privada) antes muy poco usuales, como por ejemplo las homosexuales.

Dado que la reproducción ya no es el problema acuciante que tenían los Estados cuando la mortalidad -sobre todo la infantil- era mucho más abundante que ahora (en 1900 la esperanza de vida media en España era de 34 años), gracias a la cultura, y dado que por la misma razón hoy es posible separar el sexo reproductivo del simplemente generador de placer físico directo, al tiempo que es posible determinar la paternidad sin necesidad de recurrir a la exclusividad sexual en la pareja, parece necesario concluir que el matrimonio –desde esa estricta visión arcaica de que el hombre se garantiza el acceso a sexo deseado mientras que la mujer encuentra estabilidad para la crianza- deja de tener el sentido que antes tenía. Pero la inercia es grande, como siempre (como lo es la del machismo) y lo que se considera progresista es luchar por nuevas formas de matrimonio en vez de su sustitución. Otra cosa es el tipo de educación emocional de los hijos fuera del marco tradicional, pero esa es otra cuestión. Los matrimonios entre homosexuales resuelven, sin duda, problemas sociales de convivencia. Pero sigue habiendo muchas personas en nuestras sociedades, hombres y mujeres, que tienen que soportar en silencio una doble vida, pues mantienen una relación sentimental con dos o más personas distintas. No es delito el adulterio, pero su imagen no es precisamente óptima, y las tensiones que genera son, en la mayoría de los casos, numerosas. De una forma irónica se me ocurre que, puestos a ser flexibles, ¿por qué no legalizar también la poligamia en sus dos facetas, poliandria y poliginia? Todo sería cuestión de regular estos tipos de matrimonios múltiples, algo a lo que una sociedad progresista como la nuestra no tendría que tener temor. Seamos realistas: pidamos lo imposible, decían los antiguos progresistas de la revolución de 1968. En todo caso, creo que no es malo reflexionar sobre estos temas.

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Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado Empty ¿Escribir la poesía?

Mensaje  Enrique García Vargas Jue Mayo 19, 2011 11:00 am

Es curioso comprobar cómo la escritura alfabética, más útil para expresar lo racional, ofreció pronto salidas a lo emocional que en principio no estaban contenidas en su concepto. Casi lo primero que se pasó a transcribir en el nuevo sistema alfabético fue la poesía cuyo ámbito natural había sido (y aún es) la oralidad. Aristóteles todavía la consideraba más verdadera que la historia. Desde luego, no estába (y no está) cómoda en su nuevo traje, por eso necesitó adaptaciones: el verso, la estrofa, el ritmo, luego la rima. Durante la época de las vanguardias, incluso se renunció a la puntuación y a la separación gráfica. ¿Una vuelta a las raíces de la oralidad? La filosofía moderna, al menos la hermenéutica, descubrió nuevos ámbitos de ambigüedad de la escritura alfabética: la errata, la intención del lector o subjetividad, el tiempo... Hay que recordarlo: la poesía no busca la belleza, sino  la verdad en el sentido mítico del término: evitar el olvido de lo esencial. La unión con lo real. Pero la escritura sólo busca mantener el recuerdo en el sentido racional. No sirve de mucho, pues, para un poeta. Tal vez sólo sea útil para los editores…

Enrique García Vargas

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Mensaje  FabiánPP Jue Mayo 19, 2011 8:22 pm

La capacidad de escribir, más allá de la capacidad de pensar, no sólo es consecuencia de las capacidades cerebrales del Hombre, sino que además es motor y generador de más capacidades. La imprenta fue el primer gran cerebro colectivo, social, quizás Internet conforme una vuelta de tuerca más a este consciente colectivo. El lenguaje no sólo es consecuencia de la mente, sino que su desarrollo la amplifica, transmutando el inicial fenómeno de causa-efecto.

Esta herramienta permite la reflexión individual, tal como explica Genaro Chic, pero la escritura permite además, como consecuencia, la reflexión colectiva, amplificando, de nuevo, las capacidades del pensamiento individual y... vuelta a empezar. La palabra (al parecer, más la escrita que la hablada), no es que vaya estrictamente por detrás del pensamiento, sino que es un generador de procesos de pensamiento. Para hablar nos capacita la biología, pero para escribir nos capacita la cultura, que es también producto de la estrategia de adaptación biológica del homo sapiens, que no es otra que invertir en el desarrollo cerebral. Nuestro cerebro y nuestra mente son partes intrínsecas de nuestra biología, y sus capacidades nuestras herramientas. Su desarrollo es sumatorio, y cargado de inflación.

Como decía David Barash, la mente es el ente que “se interpone entre nuestro cerebro y nuestras acciones”. Entre el nosotros pensante y el exterior pensado está la reflexión de la consciencia, que no es otra cosa que la percepción filtrada por el milagro evolutivo del neocortex cerebral del homo sapiens. La escritura pretende mantener el recuerdo, fijar el dato, no sé si en el sentido racional, como dice Enrique, como estrategia reflexiva (independiente del mito o del logos, sin entrar en sus consecuencias) o en el sentido singularizador, individualista y objetivador del pensamiento lógico, como dice Genaro.

Al objetivar la vida, al individualizarla en partes, hay un rasgo en la percepción y en la comprensión, una característica que no está en la racionalidad con la que miramos, sino en su identificación con el método científico, en la idea de que el todo es la suma de sus partes, frente a un concepto holístico de la realidad, que debiera entender que la realidad es un sistema, donde la interacción de las partes es una parte sustancial, que es, creo, en realidad como la percibimos. La escritura está en la base del pensamiento lógico, forma parte de su génesis, y  por tanto también en la base de la objetivación de la realidad. Por ello, quizás, en la poesía sea cierto, hay un rasgo de pre-cientificismo; por su capacidad símbólica y abstracta, sugerente e integradora, la poesía parece superar esta limitación conceptual. Como dice Enrique, la verdad en el sentido mítico: ¿analógico vs digital? Mira no sé… pero algo hay de todo esto.

Dice el Pecado (producto de la mente) acerca del Cuerpo, yacente e inerte, que espera el influjo vital del Alma (se me antoja la consciencia de la mente) y a la que el Pecado mira con deseo de dominar, porque se identifica en su misma naturaleza:



Mira que animal tan torpe.
En sus principios se juzga,
pues tiene ojos y no ve,
tiene labios y no gusta,
tiene manos y no toca,
tiene orejas y no escucha,
tiene pies y no se mueve,
tiene lengua y no pronuncia,
tiene boca y no respira,
y corazón y no pulsa;
que al fin un cuerpo sin alma
sólo es fábrica caduca,
que antes de que llegue a estar viva
ha aprendido a estar difunta.
Y porque mejor mis celos,
mi rabia y mi pena arguyas,
al cielo los ojos vuelve,
que verás que de sus purpúreas
esferas desciende el Alma,
hermosa, perfecta y pura,
a casarse con el Cuerpo
ajeno de sus venturas.



(Calderón de la Barca. Autos Sacramentales. Fragmento de Pleito Matrimonial del Cuerpo y el Alma).

FabiánPP
Invitado


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Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado Empty Re: Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado

Mensaje  Genaro Chic Mar Nov 27, 2012 11:08 am

La represión que la cultura ejerce sobre las personas es especialmente sensible en dos aspectos: los relacionados con la muerte (sólo el Estado puede matar en todo caso) y el sexo, tradicionalmente ligado a la reproducción y motivo de tensiones que con frecuencia pueden llevar a la violencia.

Es fácil comprobar hasta qué punto llega la represión. Si todos los órganos del cuerpo son iguales como partes del mismo más o menos necesarias, la atención se dirige especialmente a los órganos sexuales o asimilados, de tal forma que cuando queremos provocar con un “taco” no se nos ocurre decir “Oreja” o “Pierna”, sino “Coño”, “Cojones” o algo por el estilo. Y la fuerte incidencia en los chistes verdes no implica más que una represión que se quiere afrontar de una manera burlesca.

Pensando en eso y en la recomendación que me hizo una amiga para que viera un documental en TV2 llamado “El sexo de los Dinosaurios” he intentado, por su innegable interés comunicar a todos el enlace que permitía su visión. No he tenido éxito con todo: ya la censura de Youtube lo ha retirado “por infracción de la política relacionada con desnudos y contenido sexual”. O sea, lo dicho una vez más. Pero la misma empresa ha permitido colgar los fragmentos más interesantes de cada una de las 10 partes que componían un documental de más de hora y media. De este modo ha quedado muy reducido a pocos minutos en cada parte sin dejar de ser absolutamente interesante. Las he buscado y son las siguientes:

https://www.youtube.com/watch?v=c4Wyr4m0VZ0 (Video retirado por la censura)


1. La Teoría de la mona sexy

https://www.youtube.com/watch?v=TPkmEuWdW1o

2. Teoría del gen egoísta

https://www.youtube.com/watch?v=ICsGAtn0jwI

3. Teoría de las bolas de helado

https://www.youtube.com/watch?v=8QaIcy2LkHA

4. Teoría del error

https://www.youtube.com/watch?v=MDMZoTPsiGc

5. Teoría gastronómica del sexo

https://www.youtube.com/watch?v=I2MVtUaFhiY

6. Teoría del orden

https://www.youtube.com/watch?v=u-Bt579DacM

7. Teoría del desorden

https://www.youtube.com/watch?v=vDPXkivmYms

8. Teoría trágica

https://www.youtube.com/watch?v=RY1PTfKRJKM

9. Teoría del amor

https://www.youtube.com/watch?v=tvuWRbLgaag

10. Teoría de los dinosaurios (misoginia)

https://www.youtube.com/watch?v=a_j3ayJa_ow

Genaro Chic

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Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado Empty Matrimonio y pareja no son sinónimos

Mensaje  Genaro Chic Miér Mar 06, 2013 11:10 pm

Matrimonio y pareja no son sinónimos

Desde nuestro punto de vista, un aspecto relevante del problema es atender las transformaciones que están aconteciendo en los modelos de familia, que podríamos sintetizar en el advenimiento de la familia posmoderna, que ha permitido reconfigurar, en particular, la relación entre las mujeres y las familias. Como argumentamos a continuación, familia y pareja son tipos de relaciones en proceso de distanciamiento.

Ambos términos –familia y pareja- suelen usarse de modo yuxtapuesto, como entidades sociales unidas inextricablemente; sin embargo, no son confundibles ni subsumibles la una en la otra. La pareja –no tanto la familia- ha llegado a convertirse en un vínculo central en nuestras sociedades, una centralidad que va camino de conducir a su emancipación del ámbito al que ha estado vinculada, la familia. [Compárese la realidad contemporánea con la de generaciones anteriores, del siglo XIX o hasta la primera mitad del siglo XX: para las burguesías patrimoniales cabría, no sólo afirmar una menor centralidad de la pareja, sino interrogarse incluso por la presencia de parejas en ellas. Y es que de la existencia de matrimonios no se deriva la existencia de parejas. Matrimonio y pareja no son sinónimos. De hecho, una mirada general a este proceso secular permite sugerir una relación directa entre declive del matrimonio y auge de la pareja.] Esto, que se extrae como impresión de una simple mirada a nuestro entorno, lo corroboran algunos de los estudios más lúcidos dedicados al tema. La institución familiar, si se nos permite sobrevolar las diferencias sociales a efectos analíticos, adelgaza en sus competencias tradicionales (división familiar del trabajo, cuidados, socialización, identidad troncal, herencia), ya sea cediéndolas o compartiéndolas con otras instituciones, ya como resultado de la pérdida de sentido de algunas de sus funciones, conformando una nueva realidad más compleja.

Muchas y de largo alcance son las diferencias entre las nuevas parejas y los tradicionales matrimonios familiares: por ejemplo, el sentido y profundidad que alcancen las relaciones en el nuevo modelo de pareja depende de las dilecciones entre los dos. Sin embargo, en el modelo tradicional, supeditado a las tramas de parentesco, las relaciones afectivas estaban determinadas primariamente por la categoría de los vínculos estructurales de la institución familiar. Por tanto, aunque las nuevas relaciones puras comparten con las viejas relaciones de parentesco una fuerte carga de sentimientos, la posición y el peso de los mismos es diferente en cada caso: mientras que en el dominio del parentesco los sentimientos se supeditaban a las obligaciones heredadas o contraídas por matrimonio, en el nuevo modelo son las obligaciones las supeditadas a la dirección y modo de esos sentimientos. Otra diferencia importante es que el nuevo modelo de relación es fragmentario, centrado sobre lo afectivo, mientras que las tradicionales relaciones familiares eran transversales e integraban obligaciones productivas y/o reproductivas junto a las afectivas.

La emergencia de la pareja en las sociedades contemporáneas no sólo resulta del “debilitamiento” familiar, sino que ha experimentado un fortalecimiento, pues hemos depositado en ella la esperanza de obtener la “realización personal” en todo ese dominio ampliado de lo íntimo. Es coherente y correlativa con el auge del individualismo y la extensión por doquier de relaciones utilitarias e instrumentales (“impersonales”) propias de los mundos mercantil y burocrático, auténticos protagonistas de nuestro tiempo. El ámbito íntimo y de la pareja no es propiamente un mundo de vínculos y fidelidades adscritas, imperecederas, hereditarias, de lo que se ha llamado “reciprocidad del don”. Se trata de un ámbito que, como afirma Giddens caracterizando lo que llama relación pura, se orienta a la “autorrealización del yo... para la expresión no determinada de las potencialidades individuales... ”; fenómeno al que se refiere también Bauman con su conocida expresión de los “amores líquidos”. En el nuevo modelo institucional, la pareja se establece por iniciativa de cada uno de sus integrantes y su mantenimiento depende del grado de satisfacción que produce a cada uno. [Este grado de satisfacción se sustenta, entre otros parámetros, en lo que Marugán y Vega llaman el umbral legítimo de violencia que las mujeres están dispuestas a aceptar. Según ellas, ese umbral se ha hecho más exigente en las últimas décadas, como efecto, entre otras causas, de las luchas feministas. Como ellas evidencian, para generaciones anteriores, era extraña o incluso inexistente la noción de mujer maltratada, mientras que eran centrales las de virginidad y deshonra].

Diversos cambios de fondo en nuestras sociedades han hecho posible la emergencia de este nuevo tipo de institución que está ya desgajándose del mundo familiar del que procede: entre éstos, queremos destacar la incorporación progresiva e imparable de la mujer a los mundos laboral y profesional (incorporación subalterna, pero incorporación al cabo). Gracias a este proceso, la mujer se ha colocado, en diferentes niveles sociales, en mejor situación en cuanto a independencia material y, lo que es más importante, esta transformación ha permitido reconfigurar su perfil identitario: ya no se cierne a la condición de madre y esposa, sino que se extiende, cuando menos con igual fuerza, a la condición de trabajadora o profesional. Y además, la pareja se va desligando del modelo de familia heterocéntrico, y se desarrolla según diversas fórmulas en cuanto a las relaciones sexuales, lo que no deja de tener importancia cuando consideramos las relaciones de violencia a las que puede dar lugar en su seno, que ya no seguirán el modelo de relaciones de género patriarcal.

Las características apuntadas nos permiten aseverar la creciente distancia entre familia y pareja y, a la par, hacer notar cómo los cambios en la pareja la han conducido a converger en ciertos aspectos con las relaciones de amistad tal y como se dan en nuestras sociedades: la amistad es recíproca, igualitaria, independiente o, al menos, al margen de redes instrumentales, basada en el afecto, la confianza y la sintonía de gustos y pareceres, aspectos que han de sustanciar también la relación de pareja. Sin embargo, las relaciones de pareja y las relaciones de amistad son diferentes: en la amistad los vínculos son abiertos, no contractuales y no diádicos; y en las relaciones de amistad suele estar ausente la implicación erótica o, si aparece, ha de ser circunstanciada, como un paréntesis en una trama que no la implica. En todo esto, la relación de pareja es justamente inversa: dentro de la pareja se pueden mantener relaciones de amistad con terceros, pero el vínculo de la pareja es cerrado. Para ser más precisos, el modelo normativo de pareja establece un umbral respecto a terceros que funda su legitimidad, su razón de ser, en lo erótico y, desde ahí, a otros extremos de lo que suele considerarse más comprometedor para ambos: en lo más íntimo pero también en lo más práctico y oneroso (crianza y cuidado de niños, mayores, gastos, inversiones).

La pervivencia del ideal de amor romántico y la elevación de las expectativas de “realización personal” propias de la era del individualismo explican la densidad afectiva y emocional que pueden alcanzar las parejas –las familias intensas [Esto no significa que los matrimonios premodernos fueran más estables. Las uniones conyugales incardinadas en estrategias familiares de gran alcance han sido igualmente precarias, sólo que las crisis eran desencadenadas por alteraciones estratégicas y de intereses y no por veleidades eróticas.]-. Es decir, el “amor romántico” se ha convertido en un factor clave en el proceso histórico de subjetivación moderna, en el sentido de que la modernización de las sociedades occidentales se ha caracterizado por la correlación entre esa idea de amor y el proceso de secularización y de pérdida del sentido de trascendencia. La idea del amor romántico, como valor, sirve de cemento, en el nivel micro-social, precisamente en un contexto de desagregación y de emergencia del individualismo, irradiando su poderoso influjo sobre las percepciones y prácticas de conyugalidad.

En contraste con la concentración expresiva que la caracteriza, los integrantes de la pareja son por lo general, o aspiran a ser, independientes de ella en cuanto a sustento material y realización instrumental. Ello contribuye también a elevar la tensión aludida: fuerte dependencia expresiva frente a progresiva insignificancia instrumental y material. [Con todo, sería preciso discernir los ciclos evolutivos de las parejas: noviazgos incipientes, relaciones estables consolidadas en el tiempo, parejas en una situación de desagregación, etc.] Entendemos que este aspecto es crucial para tener en cuenta que las relaciones violentas en el seno de las parejas ya no se restringen a las relaciones heterosexuales patriarcales (hombre violento/mujer víctima), sino que también se producen bidireccionalmente y entre mujeres y hombres en relaciones homosexuales.

En suma, la pareja es en nuestros días una institución sometida a fuertes vaivenes y tensiones, siendo esta inestabilidad, paradójicamente, lo que tiene de más permanente. Un espacio institucional que, como refleja la común metáfora de las cuatro paredes, aísla del exterior a los dos que constituyen la pareja, para que puedan integrar una unión afectiva y sólo afectiva, que será fructífera unas veces, pero destructiva otras, hasta extremos que difícilmente pueden darse en otros espacios institucionales. Una inestabilidad que afecta a los sujetos y a los propios procesos de socialización.

(Tomado de Félix Talego Vázquez, David Florido del Corral y Assumpta Sabuco i Cantó, “Reconsiderando la violencia machista. Patriarcado, relaciones de pareja y sadismo”, Revista Andaluza de Antropología. Número 3: migraciones en la globalización. Septiembre de 2012, pp. 183-207. Puede descargarse de http://www.revistaandaluzadeantropologia.org/uploads/raa/n3/reconsiderando.pdf )

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Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado Empty El matrimonio por amor es resultado de una cultura reciente

Mensaje  Genaro Chic Miér Sep 17, 2014 10:29 am

        El profesor de historia de la Universidad hebrea de Jerusalén, Yuval Noah Harari plantea de forma bastante didáctica algunas reflexiones sugeridas por la historia humana en su libro De animales a dioses. Breve historia de la humanidad (Ed. Debate; editado en catalán por Edicions 62), concluyendo que la mayor parte de comportamientos del ser humano sólo tienen sentido dentro de la cultura en la que habitan.

En una entrevista, de la que saco unos párrafos, muestra su pensamiento señalando que cada persona vive en una cultura determinada, y esa cultura está hecha de distintas narrativas. Estas son historias que oímos una y otra vez desde que nacemos. Estamos convencidos de que esa es la realidad, pero la mayor parte son narraciones propias de nuestra cultura.

Es fácil comprender que en alguna tribu india o en Oriente Medio a la gente la han lavado el cerebro desde su nacimiento con todo tipo de ideas y por eso se comportan de forma extraña. Nosotros pensamos que nos comportamos de forma normal, pero no hay más que echar un vistazo a la televisión para ver cómo cada anuncio es en sí mismo un mito que trata de convencernos de que vivamos de una forma determinada para ser más felices, estar más guapos y vivir más satisfechos.

      Pensamos que la función fundamental de la familia es satisfacer nuestras necesidades afectivas, pero durante la mayor parte de la historia, la familia era una unidad política y económica.

P. ¿Cuáles son esos mitos que operan hoy y que habrían parecido absurdos hace 100 años?

R. La familia es un buen ejemplo. Pensamos que la función fundamental de la familia es satisfacer nuestras necesidades afectivas y emocionales. ¿Qué quiero de mi mujer o esposo? Creemos que la familia es una unidad emocional afectiva y, si no nos satisface, lo normal es que rompamos. Hace 100 o 200 años, y en la mayor parte de la historia, la familia era una unidad política y económica, no afectiva. La familia era nuestro fondo de pensiones, ya que estos no existían por aquel entonces. Si uno quería que alguien le cuidara cuando fuera viejo, necesitaba una familia, y por consiguiente, la familia también era el hospital, el colegio y el banco. Es lo que la gente esperaba de sus familias. Si pudieran vernos pensarían que somos muy extraños. Lo que ha cambiado en los últimos dos siglos es que el Estado [ofreciendo educación y sanidad pública universales] y el mercado [permitiendo la independencia económica femenina con la industrialización que permitió su desarrollo] empezaron a ocuparse gran parte de las cosas de las que se ocupaban las familias. Ya no la necesitamos para esas cosas y, por consiguiente, se ha convertido en una unidad de afecto. Por eso hay una tasa de divorcio tan elevada. Cuando la familia era una unidad política y económica, era una locura romperla, incluso si no te gustaba tu marido o mujer. Cuando se convierte en una unidad afectiva, si estas necesidades afectivas no se satisfacen, es más fácil romper.

P. Ello tiene otra implicación: han aparecido sentimientos completamente nuevos para el ser humano como el amor romántico o la autorrealización en el trabajo. ¿Emergen los sentimientos como resultado de las condiciones materiales en las que vive el hombre?

R. Esos sentimientos tienen una base en nuestra biología y en nuestra mente. El amor romántico existía antes de la Edad Moderna, pero era mucho menos importante y frecuente. Había historias románticas en la Edad Media, pero la gente no pensaba en casarse por amor. Tampoco pensaban que fuera aceptable divorciarse sólo porque no te gustaba tu pareja. Lo fundamental en la familia no era el amor. Lo principal era crear una unidad económica que protegiera al individuo. No es que el amor romántico apareciera de repente, sino que pasó de ser algo marginal a ser algo fundamental, hasta tal punto que cambió el modo que la sociedad entiende las relaciones homosexuales. Cuando la idea principal de una pareja era tener hijos y unir las tierras de las familias, la idea de la pareja homosexual no tenía sentido. Una vez que lo principal es que la pareja  nos aporte amor y plenitud sexual, si esto se encuentra con mayor facilidad con alguien del mismo sexo, tiene mucho más sentido.

Puedes ver la entrevista entera en http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-09-16/el-paro-en-espana-demuestra-que-el-trabajo-en-occidente-se-asoma-al-precipicio_196027/.



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Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado Empty Re: Patrimonio y matrimonio. Inercias de un mundo pasado

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