Prestigio vs Mercado
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SGAE.Cuando la economía de mercado colisiona con la del don

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Mensaje  Genaro Chic Mar Mar 23, 2010 1:11 pm

Varios amigos me han enviado un manifiesto contra la política del gobierno español en relación con la protección de los derechos de autor. Entiendo que el mismo pone de relieve claramente el conflicto que se suele establecer entre los dos tipos de economía conocidos: el de mercado y el de prestigio.

El primero se basa en la consideración objetiva del objeto de intercambio, realizado por medio del dinero cuantitativo, y su fin es incrementar el poder de la persona.

El segundo, en cambio es de carácter subjetivo y se realiza mediante un flujo desigual de gracia cualitativa, manifestado a través del don, con vistas a incrementar el prestigio que se deriva de la autoridad del donante.

Recuerdo que “poder” es la capacidad de obligar a otro a que te siga, mientras que “autoridad” es la de conseguir que los demás te sigan voluntariamente al considerar que ello es positivo (quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija). Por supuesto no son incompatibles entre sí, sino todo lo contrario. Algo así como lo que sucede entre el hombre y la mujer.

En el caso presente vemos cómo la economía de mercado pretende resaltar los derechos individuales frente a los colectivos, manifestados en este caso en la economía del don de bienes que se consideran prestigiosos (o sea su valor es más emocional –cualitativo- que racional -cuantitativo con relación a un patrón objetivo como es el dinero-). Posiblemente la realidad se imponga con su necesidad de equilibrio. Mientras tanto la pugna sigue, como muestra el aludido MANIFIESTO:

El pasado viernes día 19 de Marzo se aprobó la conocida como "Ley Sinde", cuya Disposición Final Primera incluye la normativa para regular Internet, con un procedimiento que permitirá bloquear o cerrar páginas web de descargas de archivos protegidos por derechos de autor mediante una denuncia ante la Comisión de Propiedad Intelectual. Un Reglamento determinará la nueva estructura de Cultura mientras que la Ley ha previsto un proceso -en el caso de no desistir por vía administrativa- de un máximo de cuatro días.
Esta Ley, aparte de ser anticonstitucional, supone un freno al intercambio cultural (series, películas, música, etc.) entre usuarios de Internet cuando algunos jueces han decretado, y cito textualmente, que "las redes P2P, como meras redes de transmisión de datos entre particulares usuarios de Internet, no vulneran derecho alguno protegido por la Ley de Propiedad Intelectual".

Tenéis más información en estas webs:
- www.noalcierredewebs.com
- www.facua.org/es/noticia.php?Id=4922

La asociacióm FACUA-Consumidores en Acción ha lanzado la campaña Si es legal, es legal, en la que pide a ciudadanos e instituciones que se adhieran a un manifiesto por un cambio en la política cultural del Gobierno.

Podéis firmar el manifiesto de FACUA en esta dirección:
www.facua.org/es/sieslegaleslegal/index.php

El objetivo de este evento no es otro que conseguir firmas para evitar este atropello, así que ruego la máxima difusión del mismo.

POR LA LIBERTAD EN LA RED. NO AL CIERRE DE WEBS.

Saludos


Última edición por Genaro Chic el Mar Abr 20, 2010 10:45 am, editado 1 vez

Genaro Chic

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Mensaje  Genaro Chic Sáb Abr 03, 2010 1:03 pm



Si Jesucristo hubiese cobrado derechos de autor
, si hubiese cobrado por la difusión de sus ideas, posiblemente Pilatos un hubiese tenido que ceder ante la presión de las empresas competidoras del nazareno y al final nos habríamos quedado sin Semana Santa.

El poder de los intermediarios de las ideas y trabajos ajenos termina agotando las fuentes de las que viven. Son los que venden los tomates y no los agricultores (que nos dan de comer) los que se enriquecen ( http://hl33.dinaserver.com/hosting/juantorreslopez.com/jtl//index.php?option=com_content&task=view&id=1823&Itemid=16 ).

La defensa de la sacrosanta propiedad privada de los intelectuales (que sirve de pretexto a los que viven de ellos) lleva a situaciones como las que propone el

SEMINARIO DE PROPIEDAD INTELECTUAL

Aprende a desembarazarte de ese molesto sentido común.

Aprende a interpretar correctamente el Código Penal siguiendo la lógica aplicada por la industria y que considera que la reproducción, distribución y comunicación pública de obras intelectuales que te den cualquier beneficio o utilidad es delictiva. Para ello practica con este sencillo test.

Siguiendo la interpretación que hace la industria del artículo 270 del Código Penal, elija cuál es la acción considerada de mayor gravedad:

Juan fotocopia una página de un libro.

Juan le da un par de puñetazos a su amigo por recomendarle ir a ver la película Los Ángeles de Charlie.


RESPUESTA:

La acción más grave desde un punto de vista penal sería la a puesto que la reproducción, incluso parcial, sería un delito con pena de 6 meses a dos años de prisión y multa de 12 a 24 meses. Los puñetazos, si no precisaron una asistencia médica o quirúrgica, serían tan solo una falta en virtud de lo dispuesto en el artículo 617 en relación con el 147 del Código Penal.


Ocho personas se intercambian copias de su música favorita.

Ocho personas participan en una riña tumultuosa utilizando medios o instrumentos que pueden poner en peligro sus vidas o su integridad física.


RESPUESTA:

a. Es menos grave participar en una pelea que participar en el intercambio de compactos. Participar en una riña tumultuosa tiene una pena de tres meses a un año (art. 154 del Código Penal) y el intercambio tendría una pena de 6 meses a 2 años (art. 270 del Código Penal). Si algún día te ves obligado a elegir entre participar en un intercambio de copias de CDs o participar en una pelea masiva, escoge siempre la segunda opción, que es obviamente menos reprobable.

Juan copia la última película de su director favorito de un DVD que le presta su secretaria Susana.

Juan, aprovechando su superioridad jerárquica en el trabajo, acosa sexualmente a Susana.



RESPUESTA:

a. El acoso sexual tendría menos pena según el artículo 184.2 CP.


Pedro y Susana van a un colegio y distribuyen entre los alumnos de preescolar copias de películas educativas de dibujos animados protegidas por copyright y sin autorización de los autores.

Pedro y Susana van a un colegio y distribuyen entre los alumnos de preescolar películas pornográficas protagonizadas y creadas por la pareja.



RESPUESTA:

a. La acción menos grave es la de distribuir material pornográfico a menores según el artículo 186 del C.P. La distribución de copias de material con copyright sería un delito al existir un lucro consistente en el ahorro conseguido por eludir el pago de los originales cuyas copias han sido objeto de distribución.


Alfonso se descarga una canción de Internet.

Alfonso decide que prefiere el disco original y va a El Corte Inglés a hurtarlo. Una vez allí, y para no dar dos viajes, opta por llevarse toda una discografía. La suma de lo hurtado no supera los 400 euros.


RESPUESTA:

a. La descarga de la canción sería un delito con pena de 6 meses a dos años. El hurto de la discografía en El Corte Inglés ni siquiera sería un delito sino una simple falta (art. 623.1 CP).


Alfonso se descarga una canción de Internet.

Alfonso va a hurtar a El Corte Inglés y, como se la va la mano, se lleva cincuenta compactos por valor global de 1.000 euros.

RESPUESTA:

a. Seguiría siendo más grave la descarga de Internet. El hurto sería un delito porque supera los 400 euros, pero sería de menor pena que la descarga (artículo 234 C.P.).


Sergio, en el pleno uso de sus facultades mentales, se descarga una canción de Malena Gracia.

Sergio, en un descuido de Malena Gracia, se lleva su coche devolviéndolo 40 horas después.



RESPUESTA:

a. Sería más grave la descarga. El hurto de uso de vehículo tiene menos pena a tenor del artículo 244.1 del Código Penal.


Pedro se graba la película El Resplandor del VHS de su amigo.

Pedro, irritado por el doblaje de la película, amenaza de forma leve a Verónica Forqué exigiéndole que no vuelva a hacerlo nunca más. Pedro usó un arma en la amenaza.

RESPUESTA:

a.La copia sería un delito y la amenaza, incluso con un arma, una simple falta (620.1 C.P).


Ramón, que es un bromista, le copia a su amigo el último disco de Andy y Lucas diciéndole que es el "Kill'em All de Metallica.

Ramón, que es un bromista, deja una jeringuilla infectada de SIDA en un parque público.

RESPUESTA:

a. La segunda broma sería menos grave a tenor del artículo 630 del Código Penal.


No todo se puede someter a las leyes del mercado. Ha sido la difusión libre de las ideas lo que ha hecho desarrollarse la cultura humana.


Fuente: David Bravo

http://copiaestelibro.bandaancha.st/la_ley_y_las_redes_p2p.html

[/b]

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Mensaje  Aarón Dom Dic 26, 2010 4:33 am

"Para el sostenimiento del arte en Rusia (donde apenas si se gasta en la educación del pueblo la centésima parte de lo que se debiera), el gobierno concede millones de rublos en forma de subvenciones a las academias, teatros y conservatorios. En Francia cuesta el arte al Estado veinte millones de francos; igual suma pagan los contribuyentes ingleses y alemanes.



En todas las grandes ciudades hay enormes edificios que sirven de museos, academias, conservatorios, salas de espectáculos y de conciertos. Centenares de miles de obreros -carpinteros, albañiles, pintores, tapiceros, sastres, peluqueros, joyeros, impresores- consumen su vida entera en pesados trabajos para satisfacer la necesidad de arte del público, hasta el punto de que no hay ninguna otra rama de actividad tan grande de fuerza nacional.



No solamente se consume trabajo para satisfacer esta necesidad de arte, sino que cada día se sacrifican innumerables existencias humanas en favor suyo. Centenares de millares de personas emplean su vida desde la infancia para saber mover rápidamente los pies y piernas, para tocar con rapidez las teclas de un piano o las cuerdas de un violín, para reproducir el aspecto y el color de los objetos, o para subvertir el orden natural de las frases, y juntar a cada palabra otra palabra que rime con ella. Y todas esas personas, que la mayoría de las veces son honradas y tienen capacidad natural para entregarse a todo linaje de ocupaciones especiales y embrutecedoras, se convierten en lo que se llama especialistas, seres de inteligencia mezquina e hinchados de vanidad, incapaces de apreciar las manifestaciones serias de la vida, e incapaces de otra aptitud que la que implica agitar rápidamente las piernas, las manos o la lengua.



Esta degradación de la vida humana no es aún la peor consecuencia de nuestra civilización artística. (…) Tanto más urgente es resolver esto cuanto que el arte, en provecho del cual se sacrifica el trabajo de millones de hombres, y por el que se pierden millares de vidas, aparece a la inteligencia de un modo cada vez más vago y más incierto. Sucede, en efecto, que los críticos en quienes los aficionados estaban acostumbrados a encontrar un sostén en sus opiniones, se han contradicho durante estos últimos tiempos de un modo tan evidente que, si se excluye del dominio del arte cuanto han excluido los críticos de distintas escuelas, queda muy poco o casi nada para constituir ese famoso dominio. Las diversas sectas de artistas, como las diversas sectas de teólogos, se excluyen y se niegan unas a otras. Estudiadlas, y las veréis constantemente ocupadas en desprestigiar a las sectas rivales." (León Tolstoi, ¿Qué es el arte?)


Lo que se echa en falta en el debate en torno a la Ley Sinde es que hable algún economista, alguien que entienda de verdad de productos de consumo, de bienes de dispersión fluctuante (es decir, hoy todo el mundo te escucha, mañana eres un paria), de prestigio y de mercado. En cambio, uno se pone a ojear El País, por citar un caso, y sólo encuentra lo que ahora se llaman "creadores de cultura". Y eso que la cultura no se crea ni se destruye… sólo se transforma o se mantiene. Es pernicioso además hablar por un lado de derechos de propiedad intelectual (yo siempre seré dueño de mi intelecto, cosa diferente es de lo que produzca el mismo) y de cultura. Porque cultura es muchas cosas, no solamente los discos de música, las películas y los libros. También el habla de la sierra de Cádiz es cultura y no vamos a cobrar por ella; es cultura la Semana Santa de Sevilla (no me refiero a las obras de arte que salen en procesión sino a todo lo que implica a nivel personal y social) y las Hermandades no reciben un canon por ser vistas; es cultura los cuadros de artistas vivos expuestos en el Reina Sofía y no perciben emolumentos por cada visitante. Y cultura es, en fin, represión de los instintos. Lo que significa que si alguien piensa que las descargas en la Red van a hacer desaparecer la cultura, es que mañana todos fornicaremos a saco y mataremos a nuestros congéneres. Eso de entrada. Hablemos, pues, de bienes de consumo y punto, porque de lo que se trata es de querer o no querer vivir de producir esos bienes. No siempre es una cuestión de talento. Hay infinidad de cantantes que no tienen talento alguno pero el apoyo de una discográfica hace que vendan mucho durante un tiempo y luego a vivir del cuento. Lo mismo digo de determinados directores de cine que siguen viviendo del pasado haciendo películas nuevas infames (algunos no han hecho una película buena en su vida) pero que están entregados al mercado. No digamos ya de escritores que utilizan la fórmula fácil del momento (por ejemplo del tipo conspiración económicopolítica + ofensa a la Iglesia - argumento=éxito) para estar bebiendo daiquiris por el mundo. Por supuesto, hay quien consigue unir talento y éxito, claro que los hay. También talento y ruina, doy fe. Esos, por ejemplo, sólo aspiran a que su producto sea difundido y conocido, poco más. Que sí hombre, quedamos unos cuantos resignados a que nuestra producción intelectual simplemente sirva para ser escuchada, vista o leída. Nada más. Ya viviré de dar clase, o de algunas conferencias o, a este ritmo, de vender seguros o poner cafés.



Cuando digo que echo de menos en el debate a un economista es porque hace falta que alguien nos recuerde que estamos hablando de un tema con un problema de fondo básico: bienes de consumo de mercado expuestos en un sistema de mercado pero que necesitan de cierto prestigio o fama (no es lo mismo) para ser tener un alto volumen de ventas. O al menos un volumen de ventas que haga el producto rentable. El concepto de rentabilidad también es cuestionable y está en la base del debate, aunque no sea lo esencial. Hay productos, como las grandes superproducciones de cine, que suelen ser escasamente rentables pero proporcionan el prestigio y las ganancias suficientes para poder financiar películas con menos repercusión en taquilla. Una película de Jerry Bruckhaimer tipo Piratas del Caribe permite que se hagan películas de lo Hermanos Cohen, por poner un ejemplo. No estaría mal que ese ejemplo lo siguiéramos en España y se aplicar a la música o a los libros. Una mínima parte de las ventas de un best-seller serviría para hacer una campaña medio decente de publicidad a un escritor novel. Si lo que escribe es aceptado por el público, bien. Que no, lo sentimos chaval. Pero por lo menos que se le dé a conocer. Aquí el problema es que todos queremos "lo mío pa mí". Es la cultura de la individualidad en la cual choca nuestra querencia calvinista del mercado con nuestra condición católica del bien compartido, y esto no es broma. Como expone Chris Anderson (La economía Long-Tail), y frente a lo que Alejandro Sanz expone (un economista reconocido frente a un cantante, creo que me quedo con lo que dice el primero), la Red no es un espacio fascista sino anarquista, donde las reglas se establecen conforme van surgiendo las necesidades. Vamos, es lo que hacía Roma en la Antigüedad también. Lo contrario, regular la vida a través de la ley, está más cerca del fascismo. Para Anderson, la distribución digital ha permitido reducir costes en almacenamiento y distribución (labores de economía no cualificada, que esa es otra parte del problema). Esto hace que sea necesario cambiar un modelo de mercado de masas donde el rendimiento elevado se centra en pocos productos, a un mercado de nichos (o long-tail) que se basa en la suma o acumulación de pequeñas ventas de muchos productos que pueden llegar a igualar incluso al producto principal.



El problema del mercado español es que su empresariado sigue bajo la concepción del mercado tradicional limitado geográfica y físicamente. Las tiendas de discos no son sostenibles, lo sentimos mucho, pero es así. Igual que los videoclubs e incluso a este ritmo las librerías. Si uno quiere que exista un sistema de mercado tiene que plegarse a él. Lo contrario es otro modelo social y económico que no suponga, como ahora, un comunismo para los ricos y un capitalismo para los pobres. El mercado de masas, como lo conciben los empresarios españoles, se rige por el desfasado principio de la Ley de Pareto, esto es, centrarse en el 20% de los productos/consumidores para obtener el 80% de los ingresos. Lo sentimos mucho, eso no puede ser así. La prueba de que el modelo ha cambiado es que Radiohead ofreció su disco "a la voluntad" en 2007. Luego, en los siguientes, reculó porque las discográficas, ante el éxito de ventas, decidieron presionar. Que se les hundía el tinglado.



En el fondo de este debate, repito, está el asumir que no estamos hablando de productos de consumo de masas, sino que han sido convertidos en tales por la acción del mercado. En ese sentido, vuelvo a insistir en que se echa en falta en el debate a alguien que entienda de lo que estamos hablando. Más que nada para evitar posicionamientos reaccionarios como el de Fernando Savater o absolutamente iletrados como el de Javier Bardem. No es casualidad que el diario de mayor tirada nacional que se postula como garante de los valores del progresismo (todo más que cuestionable, garante ¿de qué progresismo? ¿del de los Estados de Alarma?) únicamente esté sacando a la luz tribunas de opinión de supuestos creadores, y no de expertos en economía. Así evitaríamos la confusión entre un tipo de productos y otros (los ejemplos que pone Bardem al situar a los tomates, productos de consumo alimentario casi básico, junto a pintores de brocha gorda, servicios, y electrodomésticos, resulta sonrojante). Como bien me dijo mi hermano hablando sobre el tema, el asunto es que se ha "quemado" un producto, se ha sacado de su prisma de objeto selecto (tanto en el número de personas que encargan, caso de las grandes obras de arte, como de los espacio-tiempos en los que nos movemos) para transformarlo en un producto para un amplísimo sector de la población. Eso también tiene sus riesgos, y el riesgo es que entre en juego el mercado negro, la Economía del Mal que diría Alfonso Álvarez-Ossorio, que es una parte muy importante de la economía mundial. Guste o no. O, ¿también vamos a sacar leyes contra el tráfico de droga en Barbate? ¿contra el de armas del que España es potencia mundial? Las situaciones alegales, como las descargas en la red, son siempre las más difíciles de controlar y calibrar.



El sistema de mercado capital nos dice que todos somos individuos. Ergo, cada individuo puede poseer cosas. Lo que compro, lo adquiero en propiedad, como un disco, una película o un libro. Si el Estado no me permite reproducirlo bajo ningún concepto, ni tampoco compartirlo, se vulnera la economía de libre mercado que inicia este sistema. Primera distorsión (sería la que afecta a los sistemas de compartición de archivos como E-Mule). Si produzco algo y lo registro como idea propia, soy dueño de mi idea original, no de sus reproducciones, de ahí que se penalice sí o sí el plagio. Si quiero que se penalice toda copia no permitida por mí, se vulnera la economía de libre mercado que a su vez considera que tengo derechos sobre mi idea. Segunda distorsión (la que afecta a colgar en la red para descarga de terceros sin ánimo de lucro). Me he lucrado con mi idea original y su reproducción autorizada por mí, pero alguien se está lucrando con su reproducción sin mi consentimiento, bien porque es gratis, bien porque lo hace a través de la publicidad. Quiero que se penalice a todo aquél que utilice el libre mercado para obtener beneficios de un modo semejante al que yo lo hago pero sin haber contribuido a que yo lo obtuviera primero. Tercera y última distorsión del sistema de mercado que demuestra que su "pureza" a lo Milton Friedman es una falacia utópica. Y que nuestros creadores no tienen ni idea de lo que piden. Porque lo que es legítimo es actuar contra el lucro que obtienen desde el mercado negro un beneficio con el trabajo de otros. Pero lo que no es legítimo es que las actuaciones que se lleven a cabo vayan contra usuarios finales y no contra el origen real de esos gestores del mercado negro. Los que piden una ley como la francesa se olvidan de que en el país de al lado se corta el grifo al usuario, no a quien tiene la página, ¿eso queremos? No se llama democracia. Los que piden que se "cierren páginas" se olvidan de que la red es global y que, por tanto, la justicia española, como la francesa o la sueca, no pueden ir contra servidores de otro país, ¿nos vetaran el acceso a otros sitios como hace China? Eso no es democracia.



El intercambio de archivos en la red no va a hacer desaparecer la cultura como pretende algún político un tanto desnortado, en todo caso puede expandirla más. Porque precisamente la expansión de los productos de consumo cultural como productos de consumo de masas ha sido lo que ha generado este "problema". No es sostenible el nivel de vida que quieren llevar y alcanzar los creadores (yo también lo soy, desde el sector literario, y he visto como muchos quieren "vender como Ken Follet", antes que "escribir como Ken Follet", que ya puestos mejor escribir como Cervantes, o como Goethe, pero ése es otro tema), y por supuesto no es sostenible el modelo de acceso al mercado para quienes empiezan. Empecemos por cuestionar ése modelo, la forma de colocar tu producto en el mercado y, sobre todo, si tu máxima aspiración es el mercado o el prestigio. Se puede participar de ambos, por supuesto. Y es lo que todos deseamos. Pero hay quien únicamente aspira al mercado.


Aarón
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Mensaje  Genaro Chic Lun Dic 27, 2010 11:48 am

A propósito del tema me escribe un amigo:

"¡Estoy hasta las narices de las actitudes chulescas y dictatoriales, con la anuencia del poder, de CEDRO, la hermana gemela de la SGAE para los libros! No sé si sabes que, por ejemplo, exigen dinero a las bibliotecas universitarias como canon por la consulta de libros, y ahora quieren también adueñarse de los libros cuyos derechos han caducado, sus autores han renunciado a ellos o, simplemente, no se pueden identificar los poseedores de tales derechos".

Quede constancia de que no es la SGAE la única según esto.

Genaro Chic

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Mensaje  Genaro Chic Sáb Ene 15, 2011 10:35 pm

La verdad es que no entiendo "por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo". O sea por qué llaman Ministerio de Cultura (todo lo que no es natural es cultura, hasta la guerra actual) cuando en realidad está como mucho más bien dedicado a "Bellas Artes y Espectáculos", intentando regular las acciones de quienes se dedican a esas actividades, como se pueden dedicar a la Industria o la Agricultura (por cierto es normal que exista un Ministerio de Agri-cultura que no está englobado en el de Cultura sin más). Pero bueno, me ha enviado el amigo Piero un texto que me ha parecido interesante difundir para contribuir al desarrollo de la cultura sin miedo al cambio. Ese cambio que tanto presumen de defender los paleoprogres.

La cena del miedo (mi reunión con la ministra de cultura española González Sinde)-----------------------------------------------------

Amador Fernández-Savater

[Amador Fernández-Savater, coeditor de Acuarela Libros, fue invitado (por azar, por error o por alguna razón desconocida) a una reunión con la ministra de Cultura y otras figuras relevantes de la industria cultural española para hablar sobre la Ley Sinde, el tema de las descargas, etc. En este texto cuenta lo que vivió, lo que escuchó y lo que ha pensado desde entonces. Su conclusión es simple: es el miedo quien gobierna, el miedo conservador a la crisis de los modelos dominantes, el miedo reactivo a la gente (sobre todo a la gente joven), el miedo a la rebelión de los públicos, a la Red y al futuro desconocido.]

La semana pasada recibí una llamada del Ministerio de Cultura. Se me invitaba a una reunión-cena el viernes 7 con la ministra y otras personas del mundo de la cultura. Al parecer, la reunión era una más en una serie de contactos que el Ministerio está buscando ahora para pulsar la opinión en el sector sobre el tema de las descargas, la tristemente célebre Ley Sinde, etc. Acepté, pensando que igual después de la bofetada que se había llevado la ley en el Congreso (y la calle y la Red) se estaban abriendo preguntas, replanteándose cosas. Y que tal vez yo podía aportar algo ahí como pequeño editor que publica habitualmente con licencias Creative Commons y como alguien implicado desde hace años en los movimientos copyleft/cultura libre.

El mismo día de la reunión-cena conocí el nombre del resto de invitados: Álex de la Iglesia, Soledad Giménez, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Alberto García Álix, Ouka Leele, Luis Gordillo, Juan Diego Botto, Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez (relacionado con el ámbito de los vídeo-juegos), Cristina García Rodero y al menos dos personas más cuyos nombres no recuerdo ahora (perdón). ¡Vaya sorpresa! De pronto me sentí descolocado, como fuera de lugar. En primer lugar, porque yo no ocupo en el mundo de la edición un lugar ni siquiera remotamente comparable al de Álex de la Iglesia en el ámbito del cine o Muñoz Molina en el de la literatura. Y luego, porque tuve la intuición de que los invitados compartían más o menos una misma visión sobre el problema que nos reunía. En concreto, imaginaba (correctamente) que sería el único que no veía con buenos ojos la Ley Sinde y que no se sintió muy triste cuando fue rechazada en el Congreso (más bien lo contrario). De pronto me asaltaron las preguntas: ¿qué pintaba yo ahí? ¿En calidad de qué se me invitaba, qué se esperaba de mi? ¿Se conocía mi vinculación a los movimientos copyleft/cultura libre? ¿Qué podíamos discutir razonablemente tantas personas en medio de una cena? ¿Cuál era el objetivo de todo esto?

Con todas esas preguntas bailando en mi cabeza, acudí a la reunión. Y ahora he decidido contar mis impresiones. Por un lado, porque me gustaría compartir la preocupación que me generó lo que escuché aquella noche. Me preocupa que quien tiene que legislar sobre la Red la conozca tan mal. Me preocupa que sea el miedo quien está tratando de organizar nuestra percepción de la realidad y quien está tomando las decisiones gubernamentales. Me preocupa esa combinación de ignorancia y miedo, porque de ahí sólo puede resultar una cosa: el recurso a la fuerza, la represión y el castigo. No son los ingredientes básicos de la sociedad en la que yo quiero vivir.

Por otro lado, querría tratar de explicar lo que pienso algo mejor que el viernes. Porque confieso desde ahora que no hice un papel demasiado brillante que digamos. Lo que escuchaba me sublevó hasta tal punto que de pronto me descubrí discutiendo de mala manera con quince personas a la vez (quince contra uno, mierda para...). Y cuando uno ataca y se defiende olvida los matices, los posibles puntos en común con el otro y las dudas que tiene. De hecho me acaloré tanto que la persona que tenía al lado me pidió que me tranquilizara porque le estaba subiendo la tensión (!). Tengo un amigo que dice: “no te arrepientas de tus prontos, pero vuelve sobre los problemas”. Así que aquí estoy también para eso.

Quizá haya por ahí algún morboso preguntándose qué nos dieron para cenar. Yo se lo cuento, no hay problema, es muy sencillo. Fue plato único: miedo. El miedo lo impregnaba todo. Miedo al presente, miedo al porvenir, miedo a la gente (sobre todo a la gente joven), miedo a la rebelión de los públicos, miedo a la Red. Siento decir que no percibí ninguna voluntad de cambiar el rumbo, de mirar a otros sitios, de escuchar o imaginar alternativas que no pasen simplemente por insistir con la Ley Sinde o similares. Sólo palpé ese miedo reactivo que paraliza la imaginación (política pero no sólo) para abrir y empujar otros futuros. Ese miedo que lleva aparejado un conservadurismo feroz que se aferra a lo que hay como si fuera lo único que puede haber. Un miedo que ve enemigos, amenazas y traidores por todas partes.

Quien repase la lista de invitados concluirá enseguida que se trata del miedo a la crisis irreversible de un modelo cultural y de negocio en el que “el ganador se lo lleva todo” y los demás poco o nada. Pero no nos lo pongamos demasiado fácil y pensemos generosamente que el miedo que circulaba en la cena no sólo expresa el terror a perder una posición personal de poder y de privilegio, sino que también encierra una preocupación muy legítima por la suerte de los trabajadores de la cultura. Ciertamente, hay una pregunta que nos hacemos todos(1) y que tal vez podría ser un frágil hilo común entre las distintas posiciones en juego en este conflicto: ¿cómo pueden los trabajadores de la cultura vivir de su trabajo hoy en día?

Lo que pasa es que algunos nos preguntamos cómo podemos vivir los trabajadores de la cultura de nuestro trabajo pero añadiendo (entre otras muchas cosas): en un mundo que es y será infinitamente copiable y reproducible (¡viva!). Y hay otros que encierran su legítima preocupación en un marco de interpretación estrechísimo: la industria cultural, el autor individual y propietario, la legislación actual de la propiedad intelectual, etc. O sea el problema no es el temor y la preocupación, sino el marco que le da sentido. Ese marco tan estrecho nos atrapa en un verdadero callejón sin salida en el que sólo se puede pensar cómo estiramos lo que ya hay. Y mucho me temo que la única respuesta posible es: mediante el miedo. Responder al miedo con el miedo, tratar de que los demás prueben el miedo que uno tiene. Ley, represión, castigo. Lo expresó muy claramente alguien en la reunión, refiriéndose al modelo americano para combatir las descargas: “Eso es, que al menos la gente sienta miedo”. Me temo que esa es la educación para la ciudadanía que nos espera si no aprendemos a mirar desde otro marco.

Tienen miedo a la Red. Esto es muy fácil de entender: la mayoría de mis compañeros de mesa piensan que “copiar es robar”. Parten de ahí, ese principio organiza su cabeza. ¿Cómo se ve la Red, que ha nacido para el intercambio, desde ese presupuesto? Está muy claro: es el lugar de un saqueo total y permanente. “¡La gente usa mis fotos como perfil en Facebook!”, se quejaba amargamente alguien que vive de la fotografía en la cena. Copiar es robar. No regalar, donar, compartir, dar a conocer, difundir o ensanchar lo común. No, es robar. Traté de explicar que para muchos creadores la visibilidad que viene con la copia puede ser un potencial decisivo. Me miraban raro y yo me sentía un marciano.

Me parece un hecho gravísimo que quienes deben legislar sobre la Red no la conozcan ni la aprecien realmente por lo que es, que ante todo la teman. No la entienden técnicamente, ni jurídicamente, ni culturalmente, ni subjetivamente. Nada. De ahí se deducen chapuzas tipo Ley Sinde, que confunde las páginas de enlaces y las páginas que albergan contenidos. De ahí la propia idea recurrente de que cerrando doscientas webs se acabarán los problemas, como si después de Napster no hubiesen llegado Audiogalaxy, Kazaa, Emule, Megavideo, etc. De ahí las derrotas que sufren una y otra vez en los juzgados. De ahí el hecho excepcional de que personas de todos los colores políticos (y apolíticos) se junten para denunciar la vulneración de derechos fundamentales que perpetran esas leyes torpes y ciegas.

Tienen miedo a la gente. Cuando había decidido desconectar y concentrarme en el atún rojo, se empezó a hablar de los usuarios de la Red. “Esos consumidores irresponsables que lo quieren todo gratis”, “esos egoístas caprichosos que no saben valorar el trabajo ni el esfuerzo de una obra”. Y ahí me empecé a poner malo. Las personas se bajan material gratuito de la Red por una multiplicidad de motivos que esos clichés no contemplan. Por ejemplo, están todos aquellos que no encuentran una oferta de pago razonable y sencilla. Pero la idea que tratan de imponernos los estereotipos es la siguiente: si yo me atocino la tarde del domingo con mi novia en el cine viendo una peli cualquiera, estoy valorando la cultura porque pago por ella. Y si me paso dos semanas traduciendo y subtitulando mi serie preferida para compartirla en la Red, no soy más que un despreciable consumidor parásito que está hundiendo la cultura. Es increíble, ¿no? Pues la Red está hecha de un millón de esos gestos desinteresados. Y miles de personas (por ejemplo, trabajadores culturales azuzados por la precariedad) se descargan habitualmente material de la Red porque quieren hacer algo con todo ello: conocer y alimentarse para crear. Es precisamente una tensión activa y creativa la que mueve a muchos a buscar y a intercambiar, ¡enteraos!

Lo que hay aquí es una élite que está perdiendo el monopolio de la palabra y de la configuración de la realidad. Y sus discursos traducen una mezcla de disgusto y rabia hacia esos actores desconocidos que entran en escena y desbaratan lo que estaba atado y bien atado. Ay, qué cómodas eran las cosas cuando no había más que audiencias sometidas. Pero ahora los públicos se rebelan: hablan, escriben, se manifiestan, intervienen, abuchean, pitan, boicotean, silban. En la reunión se podía palpar el pánico: “nos están enfrentando con nuestro público, esto es muy grave”. Pero, ¿quién es ese “nos” que “nos enfrenta a nuestro público”? Misterio. ¿Seguro que el público no tiene ninguna razón verdadera para el cabreo? ¿No es esa una manera de seguir pensando al público como una masa de borregos teledirigida desde algún poder maléfico? ¿Y si el público percibe perfectamente el desprecio con el que se le concibe cuando se le trata como a un simple consumidor que sólo debe pagar y callar?

Tienen miedo al futuro. “¿Pero tu qué propones?” Esa pregunta es siempre una manera eficaz de cerrar una conversación, de dejar de escuchar, de poner punto y final a un intercambio de argumentos. Uno parece obligado a tener soluciones para una situación complejísima con miles de personas implicadas. Yo no tengo ninguna respuesta, ninguna, pero creo que tengo alguna buena pregunta. En el mismo sentido, creo que lo más valioso del movimiento por una cultura libre no es que proponga soluciones (aunque se están experimentando muchas, como Creative Commons), sino que plantea unas nuevas bases donde algunas buenas respuestas pueden llegar a tener lugar. Me refiero a un cambio en las ideas, otro marco de interpretación de la realidad. Una revolución mental que nos saque fuera del callejón sin salida, otro cerebro. Que no confunda a los creadores ni a la cultura con la industria cultural, que no confunda los problemas del star-system con los del conjunto de los trabajadores de la cultura, que no confunda el intercambio en la Red con la piratería, etc.

Eso sí, hablé del papel fundamental que para mí podrían tener hoy las políticas públicas para promover un nuevo contrato social y evitar la devastación de la enésima reconversión industrial, para acompañar/sostener una transformación hacia otros modelos, más libres, más justos, más apegados al paradigma emergente de la Red. Como se ha escrito, “la inversión pública masiva en estudios de grabación, mediatecas y gabinetes de edición públicos que utilicen intensivamente los recursos contemporáneos -crowdsourcing, P2P, licencias víricas- podría hacer cambiar de posición a agentes sociales hasta ahora refractarios o poco sensibles a los movimientos de conocimiento libre”(2). Pero mientras yo hablaba en este sentido tenía todo el rato la sensación de arar en el mar. Ojalá me equivoque, porque si no la cosa pinta mal: será la guerra de todos contra todos.

Ya acabo. Durante toda la reunión, no pude sacarme de la cabeza las imágenes de la película El hundimiento: encerrados en un búnker, sin ver ni querer ver el afuera, delirando planes inaplicables para ganar la guerra, atados unos a otros por fidelidades torpes, muertos de miedo porque el fin se acerca, viendo enemigos y traidores por todos lados, sin atreverse a cuestionar las ideas que les arrastran al abismo, temerosos de los bárbaros que están a punto de llegar...(3)

¡Pero es que el búnker ni siquiera existe! Los “bárbaros” ya están dentro. Me gustaría saber cuántos de los invitados a la cena dejaron encendidos sus ordenadores en casa descargándose alguna película. A mi lado alguien me dijo: “tengo una hija de dieciséis años que se lo baja todo”. Y me confesó que no le acababa de convencer el imaginario que circulaba por allí sobre la gente joven. Ese tipo de cosas constituyen para mí la esperanza, la posibilidad de razonar desde otro sitio que no sea sólo el del miedo y los estereotipos denigratorios. Propongo que cada uno de los asistentes a la próxima cena hable un rato sobre el tema con sus hijos antes de salir de casa. O mejor: que se invite a la cena tanto a los padres como a los hijos. Sería quizá una manera de sacar a los discursos de su búnker, porque entonces se verían obligados a asumir algunas preguntas incómodas: ¿es mi hijo un pobre cretino y un descerebrado? ¿Sólo quiero para él que sienta miedo cuando enciende el ordenador? ¿No tiene nada que enseñarme sobre el futuro? El búnker ya no protege de nada, pero impide que uno escuche y entienda algo.


NOTAS

1 Alguien en la cena reveló que había descubierto recientemente que en “el lado oscuro” también había preocupación por el tema de la remuneración de los autores/trabajadores/creadores. ¡Aleluya! A pesar de esto, durante toda la reunión se siguió argumentando como si este conflicto opusiera a los trabajadores de la cultura y a una masa de consumidores irresponsables que lo quieren “todo gratis”.

2 “Ciberfetichismo y cooperación”, por Igor Sadaba y César Rendueles

3 Por supuesto, el búnker es la vieja industria. El “nuevo capitalismo” (Skype, Youtube, Google) entiende muy bien que el meollo de la cosa está hoy en que la gente interactúe y comparta, y en aprovecharse de ello sin devolver más que precariedad.

http://acuarelalibros.blogspot.com/2011/01/la-cena-del-miedo-mi-reunion-con-la.html

Genaro Chic

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